Julio volvió al hospital. Le dijeron que Román Palmeri había recobrado el conocimiento, y que se había puesto histérico al despertar, necesitaba a algún familiar o alguien conocido para estar con él. Ahora Julio era lo más cercano a eso. El hombre entró a la habitación, observó a Román, luchando por levantarse, los enfermeros lo controlaban. —¡Deténgase, señor, o vamos a sedarlo de nuevo! —Román. Román miró al hombre, relajó su cuerpo, dejó de luchar. Los enfermeros salieron. —¿Qué fue lo que me pasó? No puedo moverme bien, ¡no puedo mover las malditas piernas, de la rodilla hacia abajo no puedo moverlo! Román contenía sus lágrimas y su dolor, estaba rabioso, frustrado. —Te arrolló un auto, Román, tuviste suerte, pero te han operado dos veces, tu columna se dañó, también tuviste