Releo la nota varias veces y me dejo caer en una de las butacas que están frente a mi escritorio. Estoy indeciso de cómo me siento. Las emociones se aglomeran dentro de mí. Por un lado, estoy aliviado de saber que ella esté bien y de que, a pesar de lo que muchos creían, no se largó para alejarse de mí.
La hipótesis de que Ámbar se marchó por su propia cuenta es algo que no terminaba de creer. Sin importar que su auto estuviera aún en el estacionamiento de su edificio, su familia lo tenía todavía como una posible idea, que ella se había marchado como venganza por haberla dejado en el hospital. Ahora, el hecho de tener evidencia para demostrar que no es así, me da cierto grado de regocijo.
Sin embargo, por otro lado, la rabia crece en mi interior al saber que alguien tuvo la osadía de secuestrar a mi mujer embarazada. ¿Quién podría querer hacerle daño a Ámbar? Y no sólo el daño, ¿qué querrían de ella, haciéndome llegar esta nota? No le doy más vueltas al asunto. Me levanto de un salto y decido ir a la policía, donde todavía no han abierto un caso, creyendo que ella se había ido por despecho.
Salgo de mi oficina con la nota en mano.
–Señorita Robinson, estaré fuera de mi oficina hasta nuevo aviso – le informo camino al estacionamiento.
–¡Pero, señor Williams, si usted tiene dos reuniones en la mañana! – me grita al verme marchar.
–Cancela toda mi agenda del día de hoy, no sé si regrese – le digo ya al final del pasillo, ansioso por llegar a mi auto.
Una vez dentro, me miro en el espejo y suspiro profundamente.
–¿Dónde estarás, mi amor? – a la vez que salgo del estacionamiento en dirección a la estación de policía.
*********
–Buenos días, quisiera poner una denuncia de secuestro – le digo al oficial que se encuentra en el mostrador de la recepción.
Es un señor de unos cincuenta años, gordo, y por lo visto, nada actualizado en el manejo de la computadora. Me mira de arriba abajo, estudiando mi aspecto. Yo aguardo impaciente a que pueda hacer algo por mí.
–¿A quién han secuestrado? – pregunta despectivamente.
–A mi novia, me han dejado una nota que confirma que alguien la tiene cautiva – le muestro la nota y él levanta una ceja, como si no me creyera.
–¿Está seguro de que no es una broma? No tenemos tiempo para perder en la estación – me mira amenazadoramente.
–Escúcheme bien, oficial – le digo conteniendo las ganas de darle un golpe – créame que yo tampoco tengo tiempo que perder y menos cuando mi novia embarazada está desaparecida. Así que envíeme con un detective que pueda ayudarme y no me perdamos más tiempo ninguno de los dos.
Él abre mucho los ojos, seguro que no esperaba una respuesta como esa de mi parte, pero no tengo tiempo que perder, cada segundo hace la diferencia.
–Comprendo, señor… – se queda a esperas de mi nombre.
–Derek Williams – le contesto escuetamente.
–Señor Williams, tome asiento, por favor, en breve veré cuál de nuestros detectives puede atenderle.
Me dirijo a una de las tantas líneas de asientos que tienen en la sala de espera y aguardo, impacientemente, a que alguien llame mi nombre. Pasan diez minutos y no hay respuesta, por lo que me levanto para insistir con el anciano y justo ahí, una voz femenina me llama.
–¿Derek Williams? – aparece tras una puerta una mujer joven.
–Sí, soy yo – me acerco a su cubículo y ella me indique que pase.
–Buenos días, señor Williams, mi nombre es Rachel Diamonds y estaré trabajando su caso. Cuénteme lo que le trae por aquí – saca un bloc de notas y un lápiz.
–Mi novia lleva desaparecida dos semanas y no me han tomado la denuncia de desaparición. Hoy encontré esto en mi oficina – le lanzo la hoja sobre el escritorio.
Ella lo lee y hace un gesto con las cejas que indica confusión. Mirándola bien, es una mujer muy atractiva: cabello castaño, piel color miel, parece latina, ojos color caramelo, y una sonrisa encantadora. En otro tiempo, la habría querido ligar, pero ahora no es más que una herramienta que puede ayudarme a encontrar el amor de mi vida.
–¿Cuál es el nombre de su novia? – pregunta tomando el lápiz.
–Ámbar Shein – respondo.
–¿Cuándo fue la última vez que la vio?
–Hace dos semanas, en el Hospital General de Especialidades – le digo recordando con dolor cómo la abandoné.
–¿Qué hacían en el hospital? – me mira a los ojos esperando una respuesta.
–Fuimos porque ella no se sentía bien – no quiero admitir que la dejé sola.
–¿Qué tenía la señorita Shein? – es obvio que necesita todos los detalles.
–Estaba embarazada – finalmente admito, ella levanta la vista del papel y me mira con una mirada acusadora. No hace falta que lo diga, pero yo sé que es así.
–¿Sabía que estaba embarazada?
–No, nos enteremos ese día.
–Imagino que es suyo el bebé.
–Sí, lo es.
Ella sigue tomando notas. Hace la pregunta que me temía y es como si un cuchillo caliente se enterrara en mi pecho.
–¿Cuál fue su reacción al saber que ella esperaba un bebé suyo?
Trago saliva, armándome de valor para responder.
–Me enojé, le dije que ella era la culpable de ello por olvidar la inyección. Le dije que había arruinado todo entre nosotros y me fui – mis ojos se llenan de lágrimas al admitir en voz alta, mi falta tan grave.
La detective abre mucho los ojos, sorprendida de que haya sido capaz de semejante error.
–¿Hace cuánto que conoce a la señorita Shein? – sigue anotando profesionalmente.
–Alrededor de unos tres meses.
–Comprendo… ¿Hay alguna persona de la que usted sepa que quiera hacerle daño a ella o a usted?
–Que yo sepa, no. No tengo enemigos y de ella tampoco conozco a nadie.
–Hmm. Bien – dice leyendo la nota una vez más – buscaremos huellas en esta nota y veremos en las cámaras de seguridad de su edificio y del hospital.
–Gracias, detective. Yo intenté hacer eso, pero sin una orden de la policía, no me dejaron.
Ella asiente con la cabeza, mirándome con gesto serio.
–Iniciaremos la investigación de inmediato. Necesitaré que me deje sus datos para contactarle, así como la información de la familia de la señorita Shein.
Me entrega una hoja y un papel para que escriba toda la información. Yo la tomo, obediente y mientras escribo, ella me dice:
–Una cosa más, señor Williams.
–Sí, detective – levanto la mirada y aguardo por lo que tiene que decirme.
–Tiene prohibido salir de la ciudad, hasta nuevo aviso, usted también es sospechoso.