Cuando tenía doce años, justo terminando la primaria, mi maestro de educación física me puso una mala calificación porque no quise jugar voleibol con la clase. Recuerdo que en ese entonces a mí el deporte no me gustaba, al menos, no ese y como la escuela donde estudiaba no tenía piscina, no podía optar por la natación. Me gustaba el basquetbol, pero eso no era lo que tocaba en ese momento. Mi padre, un ex deportista de toda la vida, me dio una opción que al principio no me atraía mucho, pero que luego se convirtió en mi predilección: correr. Sé que para muchos correr es una tontería, un juego de chiquillos, pero para los que lo practicamos como deporte, es resistencia, concentración y esfuerzo. Amaba correr, tanto que era muy buena y ganaba todas las carreras a las que iba en mi infan