Capítulo 4: Entre a su casa demasiado fácil.
“¿De qué estás hablando, Damián?” preguntó la psicóloga mientras tomaba notas. Pero al ver que no dije absolutamente nada más, ella me miró con una mirada muy profunda que hizo que mi piel se erizará de gusto al saber lo bien que la pasaremos. O más bien, lo que yo pasaré..
Una sonrisa se asomó en mi rostro mientras ella solo se puso en pie.
“Te veré luego, mi dulce psicóloga”, dije con una sonrisa de oreja a oreja. Unos guardias se acercaron a mí y me pusieron en pie.
Ella tenía su mente en blanco y ya no sabía en qué pensar, pero las cosas eran altamente placenteras. Ver cómo sus piernas temblaban sin control y sus rosadas mejillas estaban enrojecidas, creo que el término «me pusiste la piel de gallina» aplicaba con ella.
No pienso revolcarme con ella ya que no es mi tipo, pero estar encerrado por tantos años en este maldito hospital psiquiátrico solo me produce mucha hambre. Sin duda, ella se convertirá en mi cena en cuanto salga de este lugar.
Mientras más avanzaba, mis pasos se dirigían con calma por los pasillos. De nuevo me encerraban en ese cuarto oscuro. Si así es como tratan a los criminales de alta peligrosidad, soy un criminal muy peligroso.
La oscuridad inundaba todo el lugar. Mis ojos con el paso de los díasse adaptaron a ella o quizá mi vida ya estaba acostumbrada a eso.
Pero es el único lugar en el que me siento realmente libre, ya que sueltan mis cadenas y me liberan de esa maldita presión.
Después de unos minutos, el pez fue pescado. La charola de alimentos no lograba entrar por la misma rendija en la que siempre entraba la comida. El enfermero abrió la puerta y en cuanto entró, logré empujarlo dentro.
El hombre estaba molesto y eufórico, pero lo golpeé tan fuerte repetidamente en la cabeza con la misma charola con la que me alimentaba. Mientras yo estaba flexionado sobre él, encajé repetidamente un tenedor de plástico en sus ojos y sonreía mientras la sangre comenzaba a expandirse por todos lados.
Al final, le quité la ropa antes de que se manchara. Las manchas de sangre en una prenda blanca se ven extremadamente deliciosas, pero necesitaba esas prendas para lograr escapar. Lamí mis dedos chupando los restos de sangre que aún había. Me vestí con esas prendas y me coloqué la gorra.
Tomé las llaves con calma, encerré al enfermero y salí del lugar caminando como si fuera el mismísimo dueño. No vi a nadie a la cara, pero en ningún momento me sentí nervioso o lo arruiné. Con ayuda de la gorra, pude pasar incógnito por un tiempo. Cuando estaba por salir, uno de los guardias me reconoció y logré derribarlo. Aún tengo la fuerza que dejó el fútbol.
Tomé una de las llaves de su caseta y desactivé la alarma de uno de los autos que se encontraban estacionados en la entrada.
Caminé hacia él y lo encendí para escapar del lugar.
...
Entré a una tienda de ropa muy grande para medirme algunas piezas de ropa. No llevaba dinero, así que le quité los sensores para que no descubrieran que la había robado.
Después, me puse la ropa blanca por encima. Fue demasiado fácil robar en esa tienda y, como había mucha gente, meter mis manos en las bolsas de los compradores fue aún más sencillo. Me quedé con tres carteras de mujer. ¿Por qué no las de hombres? Sencillo, las mujeres se quedan con el dinero de los esposos y si trabajan, llevan consigo doble sueldo.
Cuando salí de la tienda, me di cuenta de que la policía revisaba el auto que había robado. Sin que ellos me vieran, caminé lentamente al baño de esa plaza y me quité las ropas blancas.
Cuando salí, ya habían demasiadas patrullas en el lugar. “Tengo que irme de aquí antes de que me reconozcan”, pensé.
Paré uno de los autobuses y no sé por qué razón me dirigí a mi vieja casa, la cual estaba prácticamente vandalizada.
Suspiré al recordar a Annabel y a mi madre. Ese lugar estaba lleno de recuerdos, muy buenos y alucinantes, pero debía dejar eso atrás.
Mi objetivo es la doctora. Caminé a la casa de la vecina, la cual siempre dejaba la ventana trasera abierta mientras trabajaba. Dicen que pueden pasar años y las personas no cambian, pues eso se aplica en esa mujer.
Entré por la ventana y me aseguré de que no hubiera nadie en casa. Solo estaba su pitbull, el cual me gruñía. Me dirigí al refrigerador y le aventé un pedazo de carne del congelador. Creo que yo estaría igual de feliz de devorar un pedazo de carne como él. Me acerqué al perro y le acaricié el lomo mientras él me movía la cola. Es hembra, era de esperar.
Caminé por la casa buscando un ordenador, mientras mi nueva amiga me seguía de cerca con ese pedazo de carne en la boca.
Tengo tanta hambre. “Eureka” pensé cuando vi sobre la encimera un portátil. Es demasiado fácil saber la ubicación de alguien hoy en día. Internet te lo dice todo, y más si esa persona es una prestigiosa psiquiatra.
Aventé el ordenador al suelo, quebrándolo en muchos pedazos, y tomé el disco duro. Así no sabrán qué fue lo que busqué. Cuando salí, eché los restos del ordenador en la basura de otro vecino.
Me sorprendí un poco al ver que el animal me seguía, y por lo visto no tenía intenciones de irse. De la casa de otro vecino tomé un auto y me fui de ese lugar a buscar mi comida. Creo que si fuera un perro también movería la cola de la emoción.
Por lo que leí en internet, mi dulce enfermera vive sola, está divorciada y no tiene una gran vida social. Eso lo vi por sus r************* .
Entré a su casa demasiado fácil, a decir verdad. Me la imaginaba con más seguridad, pero últimamente las personas olvidan cerrar sus puertas.