—No… bueno sí, no creí que estuvieras tan bien desarrollado —admitió Rachel con un deje de sorpresa en su voz. Sonreí de lado, inclinado sobre ella, y acaricié suavemente su mejilla antes de hablar: —Está bien, lo dejaremos para otro día —dije, inclinándome hacia ella para besar esos jodidos labios que me volvían loco. Pero entonces, justo en el momento en que nuestros labios se encontraron, ella dejó escapar un gemido profundo que vibró contra mi boca, y de repente, me mordió. El dolor fue agudo y breve, lo suficiente para que sintiera el sabor metálico de mi propia sangre en la lengua. —Aaaaah —gimió ella, separándose un poco, con una chispa traviesa en sus ojos mientras lamía el pequeño rastro de sangre que quedó en sus labios. —Perdón, me resbalé —dije con una sonrisa, limpiándome