—Des... Desperté en un hospital. La luz blanca del techo me golpeó los ojos, y el olor a desinfectante se mezcló con el zumbido de las máquinas a mi alrededor. Mi madre estaba a mi lado, pegada a su computadora, con el rostro iluminado por la pantalla. Tenía el ceño fruncido, pero no apartó la vista cuando notó que me movía. Mi padre estaba en el sofá al fondo de la habitación, enviando mensajes en su teléfono. Me sentí invisible, como una sombra. »Mi madre, sin despegar los ojos de la pantalla, murmuró: «Ya despertaste». Su tono era frío, mecánico, como si hablara de una tarea pendiente más que de su hija. Mi padre se levantó lentamente, guardando el teléfono en su bolsillo mientras caminaba hacia mí. Sin decir una palabra, me acarició la cabeza, sus dedos ásperos deslizaban mi cabello h