Afuera de la firma de abogados estaba una Jeep 2019 de color verde militar, siendo manejada por un chico atletico y de sonrisa coqueta, algo medio loco también, el es Edgar, amigo y fan número uno de Charlotte, el primero en inaugurar la lista de hombres rechazados de ella.
Apenas vió a Charlotte, con una expresiva sonrisa la recibió, bajando la ventanilla de la puerta.
—¿Como esta la más guapa de todas? La reina Igii. —Le dice mostrando sus dientes, obviamente que presumiendo y coqueteando de su sonrisa, al final era válido luego de haber pasado bastante tiempo con la ortodoncia.
Ella abre la puerta, y dándole una leve sonrisa se sube con un aura bastante pesada.
—Uy, a ver ¿paso algo en la firma? —Le pregunta al ver la cara con la que ella se sube.
—Ojalá pasará algo. ¡Es que pasa de todo! Édgar, el Robert hizo un trato con un nuevo abogado para que trabaje conmigo ¡Y ni siquiera me lo había dicho antes! —Expresó arrugando el entrecejo, sí que estaba furiosa.
Edgar estaba sorprendido por la cólera que llevaba Charlotte, ya que cuando suele molestarse se mantiene en silencio hasta que dice algunas cosas o solo ignora a quien tenga cerca, sin embargo cuando hablaba sin parar significaba "Alerta, sujeto altamente peligroso".
—Cariño, no, no hagas eso —señalo con su dedo la frente de ella— te saldrán arrugas si sigues frunciendo el ceño.
—¿Arrugas? Ay no, mejor me calmo. —Pasaron unos cinco segundos hasta que... —¿Pero, sabes qué es lo que me molesta? Que no me haya dicho nada. ¿Acaso pensaba que me iba a poner feliz trabajar con un completo extraño? Además que es impertinente. ¡Aish! Me saca de mis casillas, no me dejó trabajar cómodamente. ¡Imagínate, Ed!
Edgar sabia que no se quedaría tranquila hasta que le diesen algo que le gustase mucho.
—¿Spa o heladería?
—Spa, por favor. —Respondió cerrando sus ojos reclinandose en el asiento.
Edgar negaba con la cabeza soltando un suspiro. Sabia perfectamente que Charlotte no era nada fácil, y que amaba ser la consentida en todo, y bien Edgar que así la tenía. A pesar de ser solo amigos el se conformaba con darle todo y estar siempre a su lado, aprendió a vivir así, aunque muchas veces sus amigos le dicen que estaba perdiendo su tiempo, que en cualquier momento llegaría alguien que conquistaría a Charlotte y el pasaría a un segundo plano. Pero Edgar no se rendía, quizás dentro de él había aún esa esperanza de que algún día ella le daría una oportunidad o que se terminaría enamorando de él —al menos eso creía— porque al final es la Señorita Rechazo ¿no? Nadie era digno para ella, aunque siempre el era quien soportaba esas noches de depresión donde ella lloraba como viuda al sentirse sola deseando tener a alguien.
Pero era un secreto que solo el sabía y debía guardar.
**Flashback**
Y allí estaba Charlotte, en la sala de su casa con sus pantalones de cuadros morados y un suéter grande que Edgar le había regalado de color blanco, llorando desconsolada y con los cabellos sueltos y algo despeinados.
—Tu no entiendes Edgar, me siento muy sola, me siento vacía y que no tengo a nadie. —Balbuceaba comiendo helado de tres sabores.
—Cariño, no digas eso. Me tienes a mi, siempre me tendrás.
Ella al escucharlo más se ponía a llorar, parecía que le hubiese dado en el botón "llorar con intensidad".
—Pero, pero, en cualquier momento saldrá una chica que te hará volver loco y yo pasaré a la historia del olvido. —Luego de quejarse, detuvo su llanto y se levantó de golpe del piso— No...
—Aquí vamos... —Murmuro Edgar, quien sabia por donde iba Charlotte. Siempre lo hacía, ya se sabia todo su guión.
—No puedo dejarme llevar por este sentimiento de necesidad afectiva. Me tengo a mi misma y con eso es suficiente. Iré a bañarme para salir. —Dijo seriamente luego de haberse limpiado las lágrimas.
Se dirigió al baño y allí empezó nuevamente el llanto al verse al espejo.
Edgar escuchandola giraba sus ojos ya cansado de lo mismo todo el tiempo. —¡Si sigues llorando iré a besarte a la fuerza!
—¡Haces eso y quedaras estéril de la patada que te daré!—Exclamó cerrando la puerta con seguro— ¡Me voy a duchar, esperame!
**Fin del flashback**
Edgar y Charlotte se pidieron dos sesiones completas en el spa, a él antes no le gustaba cuidar tanto su apariencia, pero desde que empezó a juntarse más con ella, descubrió que le gustó mucho, lo relajaba y además lo hacía lucir mucho mejor.
Charlotte lo había ayudado a lucir mejor y tener más estilo y eso había incluído en que tuviese más chicas queriendo salir con el, aunque para el solo se trataba de chicas temporales pues sus ojos solo estaban en ella, en Charlotte.
—¿Hubo uno nuevo en la lista hoy?
Ella asintió sutilmente ya que tenía una mascarilla en el rostro al tiempo que le masajeaban los pies. —Joseph Green. ¿Lo recuerdas?
—¿El que caminaba con los brazos abiertos como si tuviese grandes músculos? —Preguntó Edgar haciendola reír.
—Ese, ese.
—Entonces si no me equivoco van ¿setenta?
—Y uno. Setenta y uno. —Corrigió algo
pretensiosa. —Sabes que mi objetivo es llegar a cien.
—¿Existe un premio en los Récords Guinness por haber rechazado a más hombres? Que loco, pero si es así... Tu lo tendrías, sin duda.
En ese momento ya se había disipado todo el estrés que había tomado de la firma, Charlotte. Junto a Edgar a quien le tenía la total confianza era en donde se sentía cómoda y libre.
El sabía casi todo de ella, y ella de él aunque eso no hizo que desarrollará sentimientos, no era el tipo de Charlotte, lo veía más como un hermano.
Al acabar toda la sesión en el spa, se fueron a casa. Ambos cenaron juntos y quedaron en ver una serie por Netflix, pero el capítulo estaba algo romántico y muy tierno entre los protagonistas, a Charlotte le incómodo y se levantó para ir a la cocina a tomar agua.
—Que cursis, no debería llamarse ese género romance, sino también ficción. Ni existe. —Murmuro mientras tomaba agua.
Pero aunque le molestaba, lo amaba al mismo tiempo, porque dentro de ella añoraba un romance igual.
En eso recibió un mensaje de texto de el señor Robert.
"Se que estuvo mal de mí parte no haberte comentado antes sobre esto, pero sabía que te negarias y me tomé el atrevimiento de hacer todo sin consultarte. Espero que me disculpes, sabes que te quiero mucho, Charlotte. Eres excelente. Que tengas buenas noches."
«Claro, que fácil es disculparse luego se haber hecho todo mi día un caos.»
Volvió nuevamente al sofá con Edgar y en la serie la escena era de acción y estaban teniendo un combate con armas.
—Al fin, algo bueno.
El la miró y le volteó los ojos sonriendole, y al terminar de ver algunos capítulos decidió irse a su casa, debía trabajar al igual que Charlotte.
Al amanecer, estirando su cuerpo y abriendo los ojos enfocando la vista en el despertador que marcaba bien temprano la hora, se levantó Charlotte.
Una ducha rápida, se preparó de comer, obviamente se alimentaba con muchas proteínas y bebidas libres de grasa pero con vitaminas esenciales para su cuerpo y mente.
Lo siguiente era hacer la pequeña rutina fácil, lo que llaman skin care. Exfoliaba un poco sus labios y luego su nariz y frente. Se echaba una mascarilla que retiraba cualquiera rastro de piel muerta, para así usar el protector solar y seguir con los toques de maquillaje. En esto era selectiva, maquillaba solo la zona de las ojeras, usaba un delineado y rímel. Algo de rubor y labial de un rosa suave que luciera natural.
Al terminar continuaba con el outfit, esto era primordial en la lista de compras de Charlotte (maquillaje y ropa) ya que no le gustaba repetirla, a menos que fuese combinada con otras prendas nuevas, pero muy poco lo hacía.
Tomaba su carrera, portafolio y algunas carpetas que eran necesarias. Subiendo a su auto, su vecino de ochenta años quien salía a regar las plantas siempre la saludaba y ella le correspondía.
Charlotte le tenía mucho aprecio, en cierto modo le recordaba a su abuelo.
—¡Buenos días, señor Morgan! ¿Durmio bien?
—¡Buenos días, guapa! He dormido como bebé. —Agregó el señor dando una risitas y despidiendola con la mano.
La mañana empezaba casi siempre de manera colorida y brillante para Charlotte. Hoy estaba segura que su día sería mejor que el de ayer.
Estaciono su auto al llegar, y apenas al bajarse para dirigirse a la entrada principal, unos hombres de una camioneta que pasó comenzaron a gritarle cumplidos.
"Que hermosa mujer" "Casemonos y tengamos muchos hijos, reina".
Eran elogios algo raros pero que al final debía lidiar con eso, era la desventaja de ser bonita, pero para ella valía la pena.
Entrando al bufete la recibieron algunos de los abogados que habían llegado y los de la limpieza, quienes le daban los buenos días muy admirados de lo espléndida que solía lucir ella cada día que iba.
—Wow, ¿que se siente ser la más hermosa de todas?
Nuevamente Jules se le acercó para darle un beso a lo que Charlotte lo alejó con su dedo.
—Bien, pero a veces es molesto lidiar con los hombres con hormonas locas, —respondió haciendo referencia también por el— ¿ya llegó Robert?
—No, aun no. Oye —dijo luego de haber entendido la indirecta que ella le dio— no es verdad, no es mi caso.
—Bien, como sea, iré a mi oficina.
Amaba caminar con tacones, y pensar que antes los odiaba, irónicamente ella cambió radicalmente. Ella sostenía una sonrisa luego de haber herido la masculinidad de Jules, pero al abrir la puerta de su oficina se encontró con su nuevo compañero, Chad, y allí desapareció.
—Oh, buenos días, señorita Charlotte. —El sonrió sin importarle que a ella le caía muy mal su presencia.
—Buenos días. Había olvidado que ahora tendré que acostumbrarme a trabajar con usted. —Le hizo saber yendo firme a su escritorio con ese aire de elegancia y seriedad. —Llegó bastante temprano. —Dijo en voz baja.
—Y tu llegaste justo a la hora. Ni más, ni menos. Increíble.
En ese momento el recibió una llamada de una tal "Lau", Charlotte solo por curiosa comenzó a detallarlo mirando como hablaba por teléfono y como se reía ¿sería su novia o esposa? No tenía pinta de ser gay, al menos eso era lo que pensaba Charlotte.
«Ya mejor dejó de perder el tiempo y me pongo en marcha»
El se levantó de su escritorio. —¿Te gusta el café?
—¿Te refieres a mi? —Preguntó Charlotte luego de varios segundos.
—¿Hay alguien más y no sabía?
Esa respuesta le pareció grosera, y aunque el café si le gustaba, solo por desagrado le contestó con ímpetu: —No, no me gusta el café.
Chad asintió con los ojos y salió de la oficina.