Capítulo 7 Nalgadas

1513 Words
April Maldito y sexy italiano. Jodido y candente italiano, no puedo creer lo que acaba de pasar, no puedo comprender lo que acaba de suceder, porque se supone que estaba peleando para descargar mi enojo, no ponerme cachonda. Joder, me puso caliente, con mis padres en la sala, con mis hermanas en la sala, mientras me hablaba con voz baja y ronca, lo único que podía agradecer es que al menos podía camuflar lo que me pasaba con el ejercicio. Uno diría, mi padre dirá algo al ver que se subió encima de mí. Pero no, él sujeto tenía una cara de póker impresionante, no se inmutaba en lo más mínimo mientras me decía que le gustaba debajo de él. Estaba combustionando, joder, lo estaba y él se había ido sin problema. Y si a eso le sumamos que mi familia había apostado en mi contra, podemos deducir que teníamos toda la situación para que me enojara. Los mire molesta y ellos se rieron mientras que levantaban las manos. Por mi parte simplemente comencé a caminar fuera del gimnasio para irme a mi pieza y bañarme. El agua corre por mi cuerpo relajando todos mis músculos- Suspiro y giro mi cuello de un lado al otro intentando relajarme, calmar lo que estoy segura son contracturas, porque es algo que tengo desde hace horas. Toda esta situación me supera, cada parte de ella parece joderme la psiquis de una forma para nada agradable, sobre todo porque sé que es lo que me molesta y duele. Todo se resume a las palabras de esa mujer. Supongo que lo que más duele de todo esto es saber que me cambiaron por un hombre, por un desconocido. Bueno alguien que seguramente ya conoce, pero cambiar a tu sangre por alguien que puede estar hoy y mañana irse. Eso era inhumano. No me imagino como alguien puede ser capaz de cambiar su sangre por una persona, porque yo no lo haría y estoy segura que mi mamá tampoco, Samantha vivía para nosotros, Giovanni vivía para nosotros, y ella me había descartado tan fácil. Mi garganta volvió a cerrarse y la respiración me falló por completo, apreté mis ojos con fuerza. Me contuve para no llorar y derrumbarme aquí, como tantas otras veces, como lo hacía cada vez que me sentía mal. Llorar en la ducha se había convertido en algo cotidiano, porque el agua camuflaba mis lágrimas, se las llevaba y yo podía fingir que no me dolía el alma, que mis sentimientos se mantenían al margen. Necesitaba mantenerme fuerte, porque la situación no cambiaría, nada cambiaría, ella seguiría siendo una maldita desgraciada y yo una mancha en su maldito expediente, porque era eso, una mancha que le recordaba su pasado. El obstáculo. Salí media hora después, observé por la ventana, estaba oscuro, la mayoría se había ido a dormir —incluido a mis padres —yo no tenía sueño, necesitaba despejar mi mente todo lo que fuera posible, para olvidarme, aunque sea por un momento de toda esta situación. Abrí la ventana dejando que el aire entrara, tomé aire y miré hacia afuera para luego observar el cielo, estaba todo despejado, las estrellas se encontraban en lo alto dejando ver la mayoría de las constelaciones, suspire. Mis ojos dieron con la pared de al lado de mi ventana. No sabía si era a propósito o no, pero justo en la pared de al lado de mi ventana se encontraba una pérgola que cubría todo el muro, era de madera, lo sé porque se notaba en los cuadrados donde la enredadera que ahora cubría el soporto dejaba visible. Salí con cuidado, enganche mis manos en el soporte, acomodé mis pies y comencé a escalar la pared para subir al techo. Era peligroso y lo sabía, lo más probable es que no tuviera que estar haciendo esto, porque podía caerme y lastimarme, pero eso ahora parecía insignificante, comparado con todas las demás cosas que tenía que procesar. Que ni siquiera pensé un segundo antes de comenzar a escalar la enredadera que se encontrará a mi lado. Me tome el borde y me termine de impulsar para llegar al techo, estaba inclinado, pero no lo suficiente, mis ojos observaron todo y suspire para luego cerrar los ojos. Mis labios se curvaron con la sensación de paz que traía este lugar. Amaba la naturaleza, quedarme al aire libre, disfrutar de moverme de un lado al otro, libre, sin preocupaciones. Caminó hasta sentarme al lado de la chimenea y mis ojos se clavan en el cielo. Estuve mirando la nada hasta que escuché unos ruidos provenientes de una de las habitaciones, arrugue la nariz cuando me di cuenta que eran gemidos y solo rogaba que no fueran los de mis padres, porque joder eso sería traumático. No recordaba cuando fue que tuve sexo por última vez, estaba segura que fue hace mucho, es más, lo más probable es que ahora todo por aquella zona, estuviera lleno de telarañas. Pero al menos que fuera a visitar alguno de mis antiguos salientes, no iba a poder hacer mucho en este momento. No en esta casa. Escuché el ruido de unos pasos a mi espalda, pero no me giré, no tenía arma para disparar en caso de que fuera alguna persona que quisiera matarme y dudaba que entraran por el techo teniendo tantos paredones para subirse antes de llegar a la casa, además de todos los guardias. — Si hubiera un francotirador parado enfrente —joder —Lo más seguro es que te mataría antes de que pronuncies "Hola" —la voz ronca de Lorenzo me encrespo la piel. — En ese caso la muerte sería rápida y certera ¿No lo crees? —no me giré para mirarlo, pero me lo imaginaba rodando los ojos o algo por el estilo. Se acomodó a mi lado, mis manos pican y no puedo contener lo que estoy a punto de hacer, por lo que giró el rostro para verlo, no me regala ni una mirada, solo observa fuera de la casa. Me detengo un momento en su rostro, mandíbula cuadrada cubierta por una barba prolijamente recortada, dos cejas pobladas cubrían sus ojos que eran de un extraño color whisky, lo sé porque dentro de ellos pequeños tintes verdes se abrían paso. Su nariz tenía una curvatura justo en su tabique, algo que indicaba que se la habían roto con anterioridad. Sus labios eran carnosos y de un rosado claro, no había nada delicado en sus rasgos, al contrario, se veía completamente varonil. Arqueé una ceja esperando que dijera algo, pero me rendí y negué antes de volver mi vista al frente. — Parece que no puedes mantenerte mucho tiempo lejos de mí —sonreí divertida y comenzó a reír. Joder, hasta su risa era una locura. — Me han encargado cuidarte —responde. — Mi cuñado me ve débil —pensó un momento — Creo que te ve terca —hablo divertido. — Por eso me han enviado al más viejo a cuidarme —negó y sacó el arma para ponerla en mis manos. — Creo que han elegido a la persona que pueda tolerarte —me guiño un ojo —Parece que saben cómo eres —junté mis cejas. — ¿Crees que tengo problemas de conducta? —chasquee la lengua —Mejor dicho, de temperamento. Pensó un momento mientras miraba el cielo, sus rodillas permanecen flexionadas, hablaba, me respondía, pero me ignoraba por completo, no apartaba su vista ni siquiera por unos segundos para mirarme, simplemente observaba hacía arriba. — Creo que te hacen falta un par de nalgadas, con eso se solucionaría todo. —Su voz bajó varías octavas. Había un tinte ronco, cargado de algo más, más s****l, más que castigo parecía una invitación para volverte loca. Me quedé callada pensando bien en mis próximos movimientos, él por su parte estiró las piernas y se apoyó en sus manos, no dejaba de mirar al cielo, simplemente hacía eso por un momento, luego miraba el perímetro y controlaba que todo estuviera normal o al menos es lo que parecía. Sabía que era arriesgado lo que estaba a punto de hacer, pero quería ver su reacción, necesitaba saber si esto que estaba por hacer era de su agrado o iba a tener algún tipo de negativa de su parte. Aunque dudaba. Joder, a mí nadie me rechazaba, nunca lo hacían, por lo general no tenía que hacer mucho. — Quizás debas dármelas tú. Mi cuerpo se movió hasta quedar sentada a horcajadas sobre él, sus ojos se cierran un poco mientras mantiene las manos en las tejas del techo. — Entonces —sus ojos se mantenían en mi rostro —el entrenamiento te dejó caliente. —aquellas palabras salieron de su boca como una afirmación. Sus labios se curvaron hacia un lado. Entrecierro mis ojos, se está haciendo el indiferente, él literalmente actúa como si nada. Pero aun con toda su actitud puedo sentir su erección formándose justo contra mi centro ahora, también cuando entrenamos. — Creo que estabas bastante duro mientras me presionabas.
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