Lorenzo
Escuchó los pasos que se acercan rápidamente en mi dirección, mi cuerpo se congela mientras que todo parece suceder en cámara lenta, la puerta de mi habitación se abre de golpe y sus manos me toman para llevarme directamente al ropero y meterme dentro de este.
— No salgas, no importa lo que escuches, no salgas —sus ojos claros me observan presos del pánico y quiero preguntarle qué le pasa, pero simplemente cierra la puerta.
Me quedo mirando la nada un rato, observando como la oscuridad parece cada vez comprimirme hasta el punto de asfixiarme. Necesito salir de acá, necesito abrir la puerta y salir. Sé que lo más probable es que me reten, que no tengo que desobedecer una orden cuando mis padres me la dan, pero todo en mí dice que salga, que me vaya así que no lo dudó ni un momento antes de abrir y salir directamente a mi cuarto.
El grito desgarrador de mi madre me hiela la sangre. Estoy a punto de ir con ella cuando la detonación suena, mi cuerpo se paraliza, empiezo a transpirar y lo único que alcanzó a ver es la ventana de mi cuarto.
No lo dudo, ni siquiera lo medito lo suficiente antes de lanzarme sobre ella y salir directo al patio de casa. Estamos en otoño, el frío comienza a sentirse. Pero no importa, porque necesito alejarme lo más que pueda de la casa, sé que tengo que alejarme porque ella quería que no me encontraran.
Mis pies descalzos pisan el césped húmedo y corro hacia el árbol del que siempre me trepo, me agarró como puedo y comienzo a subir hasta quedar entre medio de las ramas, un grito de dolor inunda el ambiente y cierro los ojos al darme cuenta que es mi padre.
Las detonaciones siguieron, los gritos, el llanto y luego, nada. La casa se encuentra en completo silencio mientras que los hombres parecen revisar cada lugar, escuchó como preguntan por mí, como avisan que no estoy.
Luego veo al hombre por la ventana, sus ojos observan todo.
— Vayan a revisar fuera de la casa —miro a las demás personas acercarse. Subí más, justo a ese punto que sé que no se ve.
Los pasos siguen, el ruido de las armas siendo cargadas llega, me acuesto mirando el poco cielo visible y me mantengo quieto, lo más quieto que puedo, porque solo un movimiento puede delatarme, la más mínima cosa puede dejarme expuesto.
— No hay nada —su voz llena el ambiente —La puta tiene que haber sabido que vendríamos y lo sacó de la casa —suspiro. —¿Qué le diremos al jefe? —Me concentro en no respirar.
— Que los matamos, busquemos el cuerpo de un niño cualquiera, no importa —trague.
— Lo quería vivo —su voz parecía cada vez más baja.
— No está, o le decimos que está muerto o le decimos que no lo tenía, no va a venir, dudo que lo haga —las sirenas de la policía llegaron.
— Vamos, tenemos que salir de aquí.
Escuché a todos los autos irse y comencé a bajar despacio para entrar directo a la casa, mis piernas tiemblan mientras que hago el recorrido. Me resbalé al menos unas tres veces en el camino, ocasionando que mis manos y piernas se abrieran por los raspones y quedase con pedazos de árbol incrustados en ellas.
Apenas pisé el pasto salí corriendo directo a mi casa, mis pies resbalaron y tuve que apoyar la mano en el suelo para no irme de boca a este, pase la puerta que da al patio y entré directo al comedor deteniéndome en seco cuando la imagen de los dos me golpeó.
El suelo se encontraba lleno de sangre, todo estaba revuelto, cada cosa tirada en diferentes direcciones, mi madre tenía los ojos abiertos y una lágrima cayendo de uno de ellos mientras que el orificio en su frente marcaba el final de su vida, el final de la mía.
Mi labio tembló y di otro paso para observar a mi padre, las marcas en su pecho dejaban en claro los proyectiles que usaron en él. La sangre caía de su boca y cuello.
— papà, mamma —me acerque a ellos —mamma —mis mejillas se mojaron.
La puerta explotó haciendo un ruido sordo y mi cuerpo se levantó sobresaltado. Mi respiración era un desastre, otra vez soñaba, de nuevo estaba en esa casa, apenas había dormido, dudaba que pudiera hacerlo de nuevo, pero eso no importaba.
Me levanté para colocarme mi ropa y salir para reemplazar a alguno de mis compañeros, pasé la mano por mi rostro mientras caminaba.
— Sembri un mucchio di merda [Te ves como un montón de mierda] —suspiré.
— Mi sento uno [Me siento como uno] —mire a Sam —¿A quién reemplazó? —chasqueo los dedos.
— Ve a descansar Victorio —mire mi compañero —Viene la otra hermana de Ludmila —lo mire.
— ¿Temes que te saquen el otro hombro? —bromeé.
— Eso te lo hará a ti, te tiraré como tributo —ambos nos reímos.
— Al menos que sea como su madre, dudo que pueda tocarme —me acomodé y la puerta se abrió. —sogno benedetto [Bendito sueño]
Hable lo suficientemente bajo en aquel momento, aun así, ella no tuvo problema en coquetear conmigo cuando me vio, porque sus ojos se posaron sobre mí, me observó mientras sonreía, me guiño un ojo, me busco, quiso que pasara algo, pero la ignore, algo que le molesto. Sobre todo, porque le había dicho que no, parecía no estar muy acostumbrada.
— Parece que les va a patear el trasero —Sam nos miró a todos —¿Interesante vista? —mis ojos estaban en sus movimientos.
— Mira a Samantha —dije bajo y lo hizo.
Su madre las observaba, pero negaba cuando hacían algo que ella no consideraba. El jefe y Jacob fueron con sus chicas que ahora estaban en el suelo intentando recuperar el oxígeno. Ludmila fue la primera en levantarse y Ana se acomodó a su lado, April les dio la espalda y se alejó hasta las botellas para abrirla y tomar.
Sus hermanas se miraron.
— No lo hagan, porque les rompo un dedo —su tono fue bajo.
— No creo que sean tan idiotas —Samantha las miro —Joder, si lo son.
Leonardo llegó al lado de su mujer y Jacob miró la boca de Ana, ambos parecían preocupados, pero April estaba divertida mientras los observaba.
— Oh, vamos —se quejó —Dejemos lo meloso para después —miró a ambas —Ellas quisieron, no es mi problema que sean malas —sonreí de lado, las provocaba.
— Verdammte Schlampe —dijo en alemán nuestra jefa.
— ¿Perra? Ven, te muestro lo perra que puedo ser.
Su pie levantó un palo del suelo y las chicas la observaron con los ojos abiertos.
— Sin armas April —Giovanni habló.
— Lloronas —lo lanzó —Bueno, qué venga alguien que si pelee —tomó una toalla. —Por cierto, Jacob…
Anna fue en contra de su hermana. April se apartó hacia un lado y Anna pasó de largo, su pie se movió haciendo que cayera hacia el frente, An apoyó las manos sobre la colchoneta, April le dió directo con el talón en la espalda.
Jacob se fue encima de April y está tomó la toalla que colgaba de sus hombros para frenar su brazo mientras que lo agarraba, volvió a girar doblando hacia atrás y pateó su espalda mandándole lejos.
No veía la cara que tenía en ese momento, pero sabía que lo más probable era que no fuera linda, porque Ludmila parecía a punto de sacarle los ojos, y ella peleaba bien.
Dio unos pasos para acercarse a su hermana y está levantó el dedo llamándola, se hizo hacia un costado cuando intentó golpearla y giro por el suelo barriendo todo el piso, el jefe se fue sobre ella y April soltó una carcajada.
— Todavía estás lastimado Leo, si te golpeo, ella va a querer matarme —cruzó sus brazos —Así que ¿Cómo hacemos?
— No pensaba tocarte primita —chasqueo los dedos y todos nos movimos.
Teníamos orden de pelear contra ella, para ayudarla a calmarse. Ludmila había usado palabras como catástrofe, explosión, fuego y colisión inminente.
Para mí exageraba.
La rodeamos entre todos y se quedó en el medio, por su parte ella miró a sus padre y Leo.
— ¿Puedo romper sus dedos? —negaron.
— Tenemos que pelear —le recordaron.
— Le quitan lo divertido a todo —me reí y me observó. —Veamos que tienen los hombres ardientes.
Sabía que lo decía a propósito, pero no iba a caer en su juego, ella no tenía idea de con quién trataba. El primero en pasar fue uno de los chicos, esquivo los golpes que venían en su dirección. Otro la tomó por el cuello y mis alarmas se encendieron, apreté mis puños, pero ella simplemente le dio con su cabeza en su cara, cuando aflojo el agarre uso al de enfrente para impulsarse hacia atrás.