Capítulo 4 La realidad

1562 Words
April — Es tu… —levante la mano. — No lo digas —negué. — ¿Por qué no hablamos de eso? —el guardia me miró un segundo de reojo. — Señora, si me permiten iré a controlar todo el perímetro de nuevo —su tono fue bajo y claro. — Si Lorenzo, ve tranquilo. Observé al hombre que se fue sin siquiera regalarme una última mirada, él simplemente hizo como que acá no había pasado nada, y caminó directo a la oscuridad. — ¿Por qué lo miramos? —mi hermana tenía los brazos cruzados. — Se llevó mi arma —toque mi cuerpo —Y mi cuchillo —junté mis cejas —¿En qué momento? —mire a Lud que parecía divertida. — ¿Por qué tiene tu arma? —moví la mano. — Lo apunte. —sonreí —En mi defensa salió de la nada, pero no le dispare, es muy lindo para hacerlo —observé por donde se fue. — Vaya, no era broma —suspire. —¿Cómo llevas esto? —mis ojos dieron con los de ella. —encontraste… —la corté. — Ustedes son mi familia —volví a la casa. — Leonardo no sabía nada —sonreí. — Lo amas, se nota y sé que no lo sabía, es obvio con todo lo que dijo esa mujer. Tomé aire y volví a la charla en la casa. — Me largo —me levante de golpe y camine a la salida. — Me tomé el atrevimiento de traer a tu madre biológica al lugar —me frené en seco —solo para dejar en claro la situación y poder quedarme tranquilo de que tú entiendas que no fuimos nosotros los que te alejaron de tus orígenes —chasqueó los dedos y abrieron la puerta. Julieta apareció frente a mis ojos de nuevo, ella otra vez estaba acá para joderme la cabeza. Y quien la traía no era otro que él, Lorenzo, el hombre de Leonardo. A su lado estaban los guardias de Anthony Maccanelli, quién ahora resultaba ser mi tío, mi jodido tío. — Esa mujer no es mi madre, nos parecemos, sí, pero no es nada mío —el odio brotó de mi cuerpo igual que tiempo atrás. — Bien, acá estoy, espero que sea rápido —seguía igual de pedante. No me miró más que solo unos segundos, después solo se centró en Anthony, solo lo miraba a él. — Por lo menos ten la decencia de responder sus preguntas, ya que tuviste las agallas de dejarla tirada a su suerte —mamá hablo a mi espalda. — No la deje a su suerte, la dejé de un orfanato que estaba dirigido por la hija un reconocido mafioso —cómo sabía eso —, era lo más cerca que podía llegar a estar de su familia si en algún momento quería buscarla, a ellos, no a mí —señaló con la cabeza a Anthony. Esto estaba pasando, ella iba a hablar, diría lo que creía correcto, arruinaría todo un poco más y luego me dejaría para resolverlo. — ¿Quieres saber la verdad? —me miró con asco —, te diré la verdad, conocí a tu padre en uno de sus viajes de negocios acá, a Nueva York, nos enamoramos, salimos, todo fue increíble, pasamos dos años maravillosos hasta que decidió ir a una misión que lo envió ese sujeto. No debía ser un genio para saber qué había señalado al suegro de mi hermana, era obvio. — Y volvió en un cajón, no pude tolerarlo, quería sentirlo de vuelta conmigo y tener algo de él, así que decidí robar aquellas muestras que habían dejado en caso de ser necesarias, para mí lo eran —habló mirándome con odio —Después de pensarlo por mucho tiempo, decidí hacerme la inseminación artificial y me embaracé de ti, por suerte solamente fue uno, los demás se desprendieron, todo iba bien hasta que encontré a alguien que me amaba y me podía dar eso que tanto quería, una familia. Ahora llegaba mi descarte, sus palabras dolorosas. — Pero había un problema, él no te quería a ti, así que te dejé en el orfanato que estaba cerca de nuestro hogar, te dejé ahí y comencé mi vida, porque no podía seguir viviendo del pasado, de aquel hombre que había amado y ya no estaba, tenía que seguir con lo mío, tú eras un obstáculo. — April —miré a mi hermana —me estás preocupando actúas raro —suspiré. — Solo pienso, es lo único que hago desde que llegué —miré todo —no paro desde hace unos días. Hizo una mueca, pero no dijo nada, yo sabía que se acercaba mi cumpleaños y con ello recuerdos, los jodidos recuerdos. Porque todo se centraba de acuerdo a lo que hice, a cómo me moví, lo que paso en cada decisión que tome. — Tienes que dejar de cargar con las cosas que no son tu culpa —suspiré —Lo sé, no es mi culpa, no es mi culpa que no me quiera, pero eso no quita que no duela —mire el cielo —Quiero volver a los doce años, cuando andábamos de aquí para allá, moviéndonos sin preocuparnos nada más que nuestros juegos, cuando ellos eran mis padres al cien, no en un noventa por ciento —suspire. — Lo son, son al cien —la mire —Has visto a Lionel y Sophie, ellos son adoptados, lo saben y los tratan como si hubieran salido de la barriga de Sam, lo mismo pasa con nuestros padres, para ellos saliste de ellos —la mire —No necesitas la sangre —moví mi cabeza con disconformidad. — Soy la bastarda de los Rossi —me golpeo el brazo —Joder. — No hables mierdas, porque comerás mierda —sonreí ladina —Además ahora eres también una Maccanelli —hice una mueca. — Nunca seré una Maccanelli, soy una Rossi, siempre seré una Rossi —la mire. — Exacto —papá apareció —Es mejor apellido —miro a Lud —Deberías tenerlo en cuenta —mi hermana rodo los ojos. — Papá —sus brazos me envolvieron —¿Cómo está mi nena? —sonreí. — Con ganas de golpear algo o a alguien —sonrió. — Oh, me gusta, Leo tiene un lugar de entrenamiento —mi hermana aplaudió varias veces —¿Llamamos a algunos hombres? — Sí, llama a todos los que puedas —hice crujir mi cuello —Esta noche quiero golpear algunos. Tal y como lo dijo, mi cuñado tenía un enorme lugar para entrenar, me había ido a cambiar para ponerme ropa cómoda, o como mi padre diría, quedarme desnuda, porque sí, solo llevaba un top y unos pantalones cortos deportivos. — Tú no puedes estar haciendo esto —movió las manos mientras que yo caminaba —Samantha dile algo —comencé a reír y me coloqué la cinta en las manos. — Es un conjunto deportivo, top, pantalón —termine con la primera —No estoy desnudada —lo observe —Si quieres puedo sacármelo y te aseguro que ahí vas a sufrir un poco más, pero bueno, probamos —me apuntó con el dedo. — Samantha, dile algo —mamá rio —es imposible, es como tú, saliste igual que tu madre. — Hablamos de lo sexy y ardiente o de lo sanguinaria y enojona —Anna apareció y la miré mientras llegaba con su conjunto deportivo. — Vaya, has soltado al pobre… La puerta se volvió a abrir mostrando varios de los hombres de Leo, e incluso Leonardo y su padre. Junté mis cejas mientras que mi hermana caminaba hacia nosotros, todo el resto permanecía expectante. — Parece que quieren averiguar si es verdad o mentira como peleamos —mamá habló divertida antes de señalar las colchonetas. — ¿Vas a hacerme los honores Rossi? —bromeé mientras que la mirada y me guiñó un ojo. Había algo que nadie podía cambiar y eso era a mamá, era buenísima en esto, era muy complicado ganarle, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, nosotros analizamos más sus posturas y logramos avances, aunque sea golpearla más de dos o tres veces algo que en algún momento servía para respirar. — Yo quiero pegarle a April —Anna se acercó —Vamos si la golpeas no tendremos diversión —sonreí. — ¿Tomaste los remedios hermanita? —sus ojos se abrieron alarmada. Ella seguía sin decirle, seguía sin abrir la boca. Apreté los dientes y me fui directo a ella, sus pies se movieron hacia atrás mientras que mis piernas se posicionaban para girar y darle con el pie en la cara. Anna cayó a la lona y me observó molesta mientras escupía. Sonreí ladina y se levantó. Sus ojos se desviaron una milésima de segundos, pero lo vi. — Al menos que quieras que te pegue, mejor te quedas ahí —mis padres rieron. Sentí su cuerpo aproximarse y me corrí antes de que me pegara, mi rodilla se estrelló en su abdomen haciéndola jadear. Ludmila siempre defendía a Anna, era así, por eso sabía que ahora ella vendría encima de mí. Me agaché y barrí sus pies haciéndola caer al suelo. — Esto se pone interesante. Mire a mis cuñados acercarse.
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