Quizás todo vaya bien

1802 Words
Al amanecer, cuando los rayos del sol alumbraban la blanquecina y ligeramente rosada piel de Nyra a través de la ventana, una mujer de la servidumbre se acercó a ella, despertándola con suavidad, embozando una impecable sonrisa. —Su Alteza— llamó la criada con voz suave mientras Nyra adaptaba sus ojos a la luz de la habitación un tanto adormilada. —Su majestad me ordenó cuidar de usted y atender a sus deseos, soy Mel— se presentó bajo la atenta mirada de su única espectadora en la habitación. Nyra le sonrió en respuesta con gentileza y asintió. Después de haberse refrescado y despertado por completo con un baño, la joven le ayudó a vestirse con un hermoso atuendo dorado, que resaltaba sin duda la belleza de su mirada ambarina. Acomodó su cabello dejando parte del ondulado cabello azabache suelto. Mel se notaba fascinada con la textura y el brillo de su cabello. Colocó algunos adornos como joyas preciosas que el mismo Emperador Dominic había ordenado llevarle. Nyra no acostumbraba utilizar demasiadas joyas en sus vestuarios comunes, utilizaba solo un par para resaltar la belleza de sus vestidos, pero tal parecía que donde estaban, la gente de este lugar parecía adorar las piedras preciosas y la bisutería, pues incluso la servidumbre gozaba de portar hermosas joyas en sus vestimentas. Aunque Nyra insistía que era suficiente. Mel replicaba que era muy mal visto que una Luna no las usara. Una vez que estuvo lista, Mel le anunció que el Emperador Dominic la esperaría para el desayuno. La mujer la guiaba por los pasillos mientras observaba cómo cada persona que parecía trabajar en aquel palacio, la reverenciaba con una profunda lealtad que Nyra no lograba comprender, y en su labor por entenderlo, unos chillidos provenientes de una gran sala que hicieron resonar un enorme eco, llamaron su atención inmediatamente. —Mel, ¿qué sucede?— preguntó Nyra acercándose a la joven con curiosidad. Ella tenía el ceño arrugado y un aparente disgusto mientras miraba dentro de la sala con disimulo. En cuanto escuchó a Nyra, se volteó por completo hacia ella cambiando su semblante instantáneamente. —Eh, uhm… Lo siento, Su Alteza. Este es el comedor real del palacio, sin embargo, parece que hay una invitada indeseada—informó con un gesto de decepción. —Su Majestad se hará cargo de ella pronto. Por favor Su Alteza, ignore cualquier cosa que aquella mujer diga, usted no debe preocuparse por ella— pidió con aparente preocupación. Mel anunció la entrada de Nyra al comedor real. Los ojos de los presentes apuntaron hacia ella y sorprendentemente, encontró varias caras familiares. Primeramente a Dominic, Aerodan, el joven que conoció cuando la llevaron a los supuestos "calabozos” y la mujer a la que Mel se refería como "la invitada indeseada". El temor recorrió el cuerpo de Nyra al verla. Era la misma que le había gritoneado y la causa por la que fue golpeada por algunos guardias a su pedido, sin olvidar que además la había insultado sin darle espacio para explicarse. Nyra estaba bajo la mira de todos los presentes, incluidos algunos desconocidos para ella y un par de guardias que mantenían sujetada a la mujer que ahora la miraba con rabia y desdén. Por instinto, retrocedió sintiéndose amenazada, aunque la mayor parte de los presentes estuviese reverenciándola. Dominic se puso de pie de inmediato y con un par de zancadas por el enorme comedor, llegó estando de frente con Nyra. Tomó una de sus manos y la levantó para besarla sin separar ni un momento sus ojos de ella. —Su… Su Majestad— reverenció Nyra olvidando por un momento la etiqueta que debía mostrar frente a un emperador. Su enorme figura no le permitía ver el resto de la sala y por un momento, ella se sintió a salvo bajo la única mirada que le provocaba un cosquilleo en el vientre y unas enormes ganas de ahogarse en ella. Dominic sonrió complacido, sabiendo el efecto que causaba en su Futura Luna. Moría de ganas por estrecharla entre sus grandes brazos, pero estaba dispuesto a respetar el ritmo al que Nyra quería avanzar, por más difícil que fuera. —Ven conmigo— pidió Dominic acercándola a él mientras rodeaba su cintura con una mano. A medida que avanzaban por el salón, más cerca se hallaban de aquella mujer que ahora estaba en silencio viendo con incredulidad aquella escena. Dominic percibía los sentimientos de temor de su Luna y no tardó en responder ante ello. —Llévensela y enciérrenla— ordenó a sus guardias quienes se movilizaron enseguida. —¡No puedes hacerlo, Dominic Nereus! Yo soy la heredera del segundo reino más grande aquí, mi padre es un dragón tan poderoso como tú y mis hermanos podrían arrasar con tus hombres en un pestañeo— amenazó la mujer entre chillidos como los anteriores. Aerodan chasqueó la lengua y volteó los ojos con fastidio. —¿Osas amenazar al Emperador que rige sobre este mundo y sobre sus reinos?— contestó Dominic elevando el tono de su voz de forma aterradora. Nyra se contrajo ante el poder que había en su voz, suficientemente imponente para hacer vibrar su cuerpo. Dominic pasó de largo a un lado de la mujer y cuando Nyra creyó que desplegaría una silla para ella, Dominic desplegó una silla para él mismo y no tardó en sentar a Nyra en su regazo denotando su posesividad y protección hacia su Luna. —¡Iniciaré una rebelión contra ti si es necesario!— vociferó la mujer tironeando sus brazos para estar libre. —Mi padre se enterará de que trajiste a una humana y que la harás tu esposa en mi lugar. ¡Sabrá que cancelaste nuestro compromiso por esa sucia rata!—gritó completamente enervada escupiendo las palabras con completo odio, sin embargo, tras ese último insulto, recibió un siseo profundo por parte de los presentes en la sala, y siguió así hasta que Aerodan se acercó lo suficiente a ella para abofetear duramente su rostro. —Conoce tu lugar—ordenó Aerodan casi con un rugido. —Ni tu padre, ni tus hermanos, ni una rebelión podrían hacerle frente a nuestro Emperador, ¿lo entiendes? Dominic observó la escena imperturbable junto con Nyra que se encontraba estupefacta entre sus brazos. —Tú…—murmuró la joven en voz baja aguantando el llanto que estaba atascado en su garganta. —Tú serás el primero que morirá por haberle puesto una mano encima a la hija del Rey Ernel—sentenció ella con una mirada aguda. Al levantar su rostro se podía observar el enrojecimiento en sus mejillas y su labio partido a causa del golpe. Aerodan sonrió con suficiencia. —Normalmente no hago este tipo de cosas, jamás me habría imaginado ejerciendo mi fuerza sobre una débil y horrenda mujer como tú, pero sabes muy bien que esto no es ni la mitad del castigo que cualquier individuo, independientemente de su género o r**a, puede recibir por haber despreciado, humillado y ordenado golpear a quien el Emperador de Elyndrakar reclamó como su Luna—. Nyra meditó por unos segundos el peso de las palabras de Aerodan. Era consciente de lo que sucedía, pero no dimensionaba la magnitud de todo ese embrollo. Nyra aún en el regazo de Dominic, levantó y giró un poco su cabeza buscando sus glaciales orbes. Una vez que los encontró, se veía totalmente impasible hasta que alineó su vista con la suya. Sonrió con gentileza y besó su frente con cariño. Parecía que esta situación había sido fríamente planeada para humillar a esa pobre mujer. —Princesa de Cromulus, deberías ser más prudente a partir de ahora. Los miembros de tu guardia que fueron ejecutados esta mañana, no era mas que tu responsabilidad. Sus vidas pendían de tus manos y tu les ordenaste herir a mi Luna— dijo Dominic apretando la mandíbula con un tono imponente. Hizo una pausa. —Por supuesto, no hemos olvidado a tus damas de compañía y tus criadas, todo aquel responsable de ti ya ha sido sentenciado a la muerte, excepto tú que fuiste la responsable de este altercado. Agradece mi piedad y mi respeto hacia tu reino, Evelin— sonrió Dominic son un brillo siniestro en su rostro y una aplastante aura de dominación que había incomodado a los presentes en el comedor. Un aura que estremeció los sentidos de Nyra y la obligaron a mostrarse en sumisión agachando su cabeza casi contra su voluntad. La joven Evelin se quedó en un silencio sepulcral y de esa forma, fue arrastrada fuera del comedor. Sus piernas apenas podían mantenerla de pie. La mirada de Dominic regresó a su Luna sentada en sus piernas consumida por extrañas emociones floreciendo en su interior con un bochornoso calor desbordante dentro de ella. Para Dominic, su aroma comenzaba a desatarse con mucha más intensidad que antes. Nyra tenía un olor característico, como sucede con muchas especies, pero específicamente entre licántropos. Un aroma absolutamente atormentador que consume a su pareja por completo, incitándolo a reclamarla. Aquello era algo muy común en parejas destinadas que convivían juntas y no habían podido formarse y reclamarse como es debido; con una marca y un debido apareamiento. La naturaleza de esos vínculos avivaba una llama entre ambos. Si bien Nyra tenía una considerable resistencia al vínculo, el aura de su alfa o pareja dominante e incluso un comando bastaría para detonar sus instintos en un periodo de estro. Dominic había evitado aquello realmente bien, pero ahora, aunque lucía impasible, estaba consumido por la ira que no fue consciente del efecto adverso que su poder causaría sobre su Luna. Observó su marca y olfateó el dulce aroma que Nyra emanaba. No se demoró en lamerla mientras ordenaba con un ademán a sus hombres para salir del comedor y dejarlos solos, lo cual acataron inmediatamente. Con una de sus manos, levantó el rostro de Nyra alineando sus ojos ambarinos con los de él, deseosos de ser consumida por su alfa. Relamió sus labios y Nyra entreabrió los suyos dándole paso a Dominic para estamparlos en un profundo y ardiente beso que pedía desesperadamente una danza entre sus lenguas. Cuando el aire comenzaba a faltar, Nyra se separaba con la respiración agitada, pero Dominic no le daba suficiente espacio para reponerse. La tensión entre ambos escalaba presurosa. Dominic era el único que guardaba un poco de su conciencia en sus acciones, así que él marcó un alto hacia su Luna, aunque con un profundo disgusto y pesar. Él era el Emperador de Elyndrakar y podía tener aquello que quisiera con solo pensarlo, nadie podía detenerlo, pero si obligaba a su Luna y se aprovechaba de ella en su momento más vulnerable, ¿ella podría perdonarlo? ¿Lo odiaría? ¿Podría llegar a amarlo?
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