Los rumores más allá de la costa
Hace muchos años, en donde la existencia de reinos humanos causaban colisiones con batallones, enviando a sus hombres a la guerra, dispuestos a morir por el honor de sus nombres condecorados por la realeza y por el orgullo de sus naciones, se erguía un reino en específico, no era el más grande que existía, pero tampoco el más pequeño. Era Arkania, un reino poderoso.
Muchos opinaban que era un punto estratégico para el comercio pues a su alrededor tenía a su disposición el océano.
Sus costas eran ideales para la pesca y para diversas actividades económicas en general, en ellas arribaban galeones utilizados para la guerra, para el transporte de mercancías entre distintos reinos e incluso como transporte de la realeza. Eran fragatas, pinazas, barcos de pesca y barcos balleneros.
Arkania gozaba de mucha estabilidad y fácilmente podría ser uno de los reinos más grandes y poderosos que podrían haber existido, pero claramente no podía ser tan sencillo.
No eran los intentos de invasiones o declaraciones de guerra de los reinados vecinos, pues Arkania contaba con una armada poderosa como ninguna, fuerte y bien entrenada. El principal problema de este reino eran los piratas. Así es como todos solían llamarlos, pero lo cierto es, que incluso dentro del concepto de "pirata", los capitanes de los galeones, fragatas y pinazas del reino los catalogaban por dos grados; primero estaban aquellos piratas que realizaban actividades comunes como el robo y saqueo de galeones cargados, la captura de ciertos barcos e incluso ataques a colonias y asentamientos. Eran salvajes y sus actividades no podían ser más que ilícitas, eran los más comunes.
Arkania no tenía problemas combatiendo, preparando sus galeones de guerra y sus patrullas para rastrearlos, pero el segundo grado de "piratas" eran una pesadilla y a su vez, se había constituido como una obsesión para muchos capitanes derribar a uno de los barcos "oscuros" que hasta la fecha, nadie había podido derribar.
La más feroz y ardiente lucha que se presentó fue la del capitán Blackwood contra un galeón de dimensiones gigantescas. Lo que mejor caracterizaba a los navíos oscuros de piratas, eran sus enormes embarcaciones completamente revestidas con un color n***o intenso, simulando al mismísimo abismo, quizás podría sonar exagerado decir que el tamaño de esas embarcaciones superaba por mucho al galeón de guerra fuerte y robusto del capitán Blackwood, quien disponía de una armería exquisita, pero tan solo bastaba dar un vistazo a la tripulación enemiga y dimensionar que la altura de cada tripulante, así como la musculatura de los mismos los hacía parecer auténticos gigantes.
El valiente capitán Blackwood luchó con fiereza y logró que la mitad de los miembros de su tripulación escaparan, heridos por la lucha, es por ello que todos reconocen sus hazañas en el reino y su familia recibió una enorme compensación en su momento, digna de un hombre como él.
El barco enemigo no fue derribado, pero estuvo tan cerca de haber ocurrido. Ese habría sido el primer barco oscuro que el reino habría derrotado.
Algunos rumoran con espanto que aquellas embarcaciones ni siquiera pueden ser consideradas de piratas, dicen que aquellos quienes las comandan son seres que dominan los océanos y que, por eso mismo, no podrían ser derrotados, es su elemento y nosotros somos invasores en él, pero claro, la gente del reino rumora muchas cosas, la mayoría falsas o equívocas, pues un rumor es muy fácil de difundir.
Días después y por un prolongado tiempo no se presentaron más avistamientos de estos navíos de guerra. Ahora el foco de atención en la actualidad eran asuntos más triviales en el reino.
Princesa Nyra
Como en muchas ocasiones, revisaba a escondidas los registros empolvados del enorme castillo de mi padre en busca de alguna pista. Hastiada y agotada de no encontrar nada sobre mi madre, solo podía bufar de frustración acostada en un cómodo sofá que se hallaba justo en un agradable balcón perteneciente a la enorme biblioteca del castillo, era un buen lugar, desde ahí se podía observar un inmersivo y enorme bosque que parecía guardar tantísimos secretos. Al mirar al otro lado, había una altísima cascada que desembocaba en un río. La brisa del aire era agradable, a veces muy fría, y el ruido del agua fluyendo era adormecedora.
—Señorita— dijo Emmu, una joven de mi rango de edad, un poco más grande que yo. Ella tenía veinte años y yo recién había cumplido los dieciocho. Era mi acompañante, casi mi sombra, también era mi confidente. —¿Habrá un día que dejemos de hacer esto?— preguntó igual de agotada que yo. Pasábamos un buen rato cada día haciendo lo mismo. —Quizá podría enfocarse en algo mejor—.
—¿Por qué crees que mi padre no me dice nada sobre ella?— pregunté divagando entre mis pensamientos.
—Su padre es un hombre sabio y bueno, asumo que es por su propio bien, señorita— respondió ella levantándose del sofá contiguo al mío, sirviendo un poco más de té en mi taza.
Solté un quejido manteniendo los labios apretados mientras me removía en mi lugar. Ella suspiró.
—Vayamos a caminar, hace un buen clima hoy—.
Sin muchas ganas atendí a su petición, quizás un poco de aire fresco me haría pensar mejor. Me reincorporé en el sofá quedando sentada, perdiendo mi vista en el profundo bosque hasta que una luz apuntó hacia mi rostro y un segundo después desapareció, era fina y cegadora.
—¿Viste eso?— dije sacudiendo mi cabeza.
—¿Ver qué?— preguntó Emmu asomándose en mi dirección.
—¡La luz, como un destello!
—¿Luz? El bosque está en una completa penumbra, señorita. Difícilmente podría salir un destello de luz de ahí— respondió.
—Pero yo...
—Venga conmigo— dijo ella ofreciéndome su mano para levantarme.
—No me crees— refunfuñé.
—Claro que le creo, señorita— sonrió. —Hay quienes son bendecidos con dones que agudizan sus sentidos—.
Avancé con Emmu hasta la entrada de la biblioteca sin dejar de mirar hacia el bosque con una extraña sensación de intranquilidad y curiosidad. Mientras avanzábamos por el castillo había algo inusual, el personal tenía mucho movimiento para ser tan temprano. Justo cuando llegábamos a la salida, vi a mi padre dándole órdenes a sus guardias y a la servidumbre, era muy extraño ver a papá tan temprano aquí, él solía llegar por la noche casi siempre, era un hombre muy ocupado. No es que estuviese muy lejos, más bien, el castillo estaba dividido en dos secciones; una privada, donde yo vivía y él conmigo. La otra sección era específica para asuntos importantes y casi nunca tenía permitido poner un pie ahí.
—¡Es papá!— chillé de emoción por verlo tan temprano. Solté el brazo de Emmu y corrí hacia él. Sus brazos se extendieron en respuesta hacia mí y me estrechó con cariño.
—Oh, mi pequeña criatura— rio sonoramente con alegría.
—¿Cómo es que estás aquí tan temprano?— pregunté.
—Es cierto, estaba tan ocupado que olvidé mencionarlo. Hoy recibiré a unos invitados que vienen desde lejos— dijo apartando su vista hacia sus hombres.
Mi padre no era cualquier hombre rico con un castillo a la medida de su extravagancia, ni heredado por generaciones, absolutamente no. Mi padre era un líder querido y respetado porque había ganado su lugar dignamente, podía verlo en los ojos de sus súbditos y en lo leales que eran a él, pero había algo que no podía entender del todo. Otros reinos eran monarquías heredadas hasta el cansancio, sin embargo, nuestro reino era tan diferente, muchos decían que se debía a mi madre, pero en cuanto preguntaba un poco más, guardaban silencio como si hubieran hecho un voto para no revelar nada.
—¿Invitados? Creí que a todo invitado lo recibías en la parte central del castillo, ¿son tus amigos?
Mi padre se quedó tenso por unos instantes, pero luego sonrió.
—Son...conocidos, insistieron en venir a mi residencia principal, será mejor recibirlos aquí, ¿no?— dijo animadamente disminuyendo la tensión después de mi pregunta. No estaba del todo convencida, sabía que de alguna forma mentía.
—Sí, eso creo...¡Ah!— miré detrás de mi padre y corrí nuevamente emocionada. —¡Dewey!— grité y recibí una enorme sonrisa en respuesta. Dewey era como la mano derecha de mi padre, era muy joven, casi de mi edad, pero había demostrado tener muchas aptitudes. Papá a menudo decía que él se convertiría en el próximo rey y adoraba avergonzarnos diciendo que seríamos una excelente pareja.
A diferencia de los invitados que vendrían, Dewey, su familia y muy escasas personas tenían permiso de visitar el ala privada. Las negociaciones, tratos con otros reinos, recepciones de invitados y festejos del reino generalmente eran realizados en la parte central del castillo, a donde yo no podía ir.
—¿Por qué estás aquí? ¿Vendrá tu familia también?— pregunté sonriente. Lo cierto es que Dewey tenía una buena apariencia y un corazón muy noble. Tenía una piel clara, ojos verdosos, una definida musculatura, un cabello castaño sedoso y era alto, incluso superando a mi padre que, por cierto, era muy alto. Todos en la región gozaban de una prominente altura, todos menos yo.
—Tu padre me ha invitado para recibir a unas personas muy importantes de otro reino que vendrán, pequeña luna— respondió acariciando mi cabello para después darme un abrazo. Por alguna razón, Dewey y algunas personas muy cercanas a mi padre y a mí, me llamaban luna menor más que princesa, me gustaba, aunque no entendía cuál era mi parecido con la luna. Dewey aprovechaba para decir que éramos igual de hermosas y no podía evitar avergonzarme cada vez que lo decía.
—¿Mi padre tiene poder sobre ese reino o quieren afiliarse bajo su protección?
—No tengo idea, pero seguramente hoy lo sabremos todo— me sonrió.
Algo me daba mala espina, generalmente los asuntos que ya iban a discutirse se sabían de antemano, pero esta vez todo estaba en la incertidumbre, sobre todo al tratarse de reinos. Muchos reinos pedían afiliarse bajo la protección de mi padre negociando cláusulas, es por eso que el reino de mi padre era muy poderoso, probablemente de los más sobresalientes. Algunos reinos pequeños incluso cedían a seguir existiendo como tales y se formaban como uno solo con mi padre, pero también habían ocasiones en las que reinos lejanos retaban a mi padre a una batalla por el poder, odiaba cuando eso sucedía porque no quería que se lastimara. Cuando desafiaban a nuestro reino yo tenía estrictamente prohibido estar presente, era desgarrador no saber lo que sucedía y no quería que nada de eso sucediera hoy.
Dewey se percató de mi preocupación y con una de sus manos levantó mi mentón. —Pequeña luna, no hay nada que temer— besó mi frente.
—Dewey...— reproché moviendo mi cabeza a un lado, avergonzada por su muestra de afecto enfrente de mi padre quien comenzó a reírse gritando; "sabía que estarían juntos", a lo lejos.
Pronto comenzamos a seguirlo, Dewey me ofreció su brazo para caminar y lo acepté, pero no sin antes girar la cabeza a la entrada de la residencia y ver a muchos de los mejores guerreros de mi padre en guardia.
No sabía qué, ni cuándo, ni cómo, pero estaba segura de que algo malo se aproximaba.