Capítulo 2. Annia y el rey Serkan

2257 Words
—Ella es mi invitada especial ahora—dice el rey levantándose de su silla, y es ahí cuando Annia se sorprende cuando observa lo alto que era ese alfa; esto ocasionó que ella se asustara más —guíenla hasta las aguas termales para que asee su cuerpo y búsquenle un atuendo limpio, mi futura esposa necesita cambiarse de ropa y abrigarse mejor. —Como ordene, su alteza —dice uno de los lobos acercándose a Annia quien en ese instante se abrazaba a si misma, pero cuando el licántropo estaba a punto de tocarla, ella se apartó de él exclamando: —¡No me toque! —pronuncia Annia con un tono de voz lleno de temor viendo de manera desconfiada al rey, seguidamente de aquel hombre lobo que parecía ser un sirviente. Al ver la negativa de Annia, el rey se acercó a ella lentamente viéndola de pies a cabeza, era evidente que la luna continuaba asustada, es por eso que se agachó un poco para verla cara a cara diciendo: —Si no deseas que te toquen, nadie lo hará —dice el rey sonriéndole un poco a Annia que al instante pensó: «Su sonrisa es agradable, pero… solo está fingiendo como lo hacía Cahen, debe estar enojado ¡Debo calmarme!» piensa Annia cerrando sus ojos con fuerza, pero luego los abre viendo atentamente al rey. —Gracias, mi lord rey… —A partir de ahora, el único que podrá tocarte seré yo. Sígueme —dice extendiendo su mano para que ella la sostuviera. Annia lo piensa un poco, pero luego con temor sujeta la mano del rey dejando que él la guiara a quien sabe qué lugar. De esa manera ellos salieron de la carpa y el alto alfa guio a la joven a otra carpa con forma triangular hecha de pieles y gruesos palos de madera. De inmediato ella recordó los nombres de ese tipo de viviendas improvisadas, se llamaban Tipis, eran muy comunes entre las tribus nómadas que habitaban en otros reinos. Quizás el reino de Albagard era un pueblo ambulante, y en los libros no lo explicaban bien, porque sus Tipis estaban bien cimentados y estructurados, sin duda alguna tenían tiempo en ese lugar, pero la pregunta que la luna se hacía era: ¿por qué? ¿Si su reino es en las montañas, que hacían instalados cerca de aquella costa invernal? ¿Qué los había hecho bajar de las montañas? La joven de cabello rosa tenía tantas preguntas, pero el temor y desconfianza que no se apartaban de ella ocasionaban que su boca se mantuviera cerrada, apresando su curiosidad y deseos por saber más. Por otra parte, el rey Serkan mientras caminaba con la luna, la veía de reojos, la mano que le sostenía se encontraba húmeda, eso significaba que todavía continuaba nerviosa, la chica iba a su lado ensimismada, como si él la estuviese llevando directo a la ejecución en completo silencio. Él nunca había sido un hombre de mucho hablar, y menos con una mujer, por eso no sabía que hacer en ese instante, pero pese a que se sentía que estaba entrando en terreno desconocido, él que se caracterizaba por ser un ferviente amante de nuevas experiencias, dijo lo primero que se le vino a su mente: —Annia Moon… no temas, estarás segura conmigo —dice él sin mirarla por ver el camino que recorrían. Al instante los poros de la chica se le erizaron porque oír ese: “estarás segura conmigo”, lo sintió muy efímero. Desde su perspectiva ella nunca estaría segura con ningún hombre lobo, aunque él fuera su destinado, ya no se confiaba. En su mente todavía recordaba la forma como su ex esposo la acuchilló hasta su supuesta muerte, y aunque no lo deseara, esos recuerdos estaban comenzando a llegar a su cabeza, al grado que Annia comenzó a imaginar que ese sería su destino por segunda vez si estaba al lado de Serkan que, físicamente parecía el lobo más feroz que había visto en su vida, tanto que la apariencia de Cahen era más civilizada al lado de él. «Eventualmente él también intentará matarme, me golpeará, y quizás... abusará de mi cuerpo también, porque mi aroma no le causará asco» piensa la luna viendo con temor al enorme alfa. Así pues, cuando llegaron al Tipi correspondiente, él entró con ella mostrándole el sencillo lugar; el suelo estaba cubierto con una alfombra con un tejido artesanal que ella encontró hermoso, en el centro se encontraba una fogata cubierta con un vidrio para controlarlo, y alrededor una mullida cama con sábanas de pieles y unos taburetes de cuero junto con una mesita. El lugar le pareció acogedor a pesar de lo rústico, pero se veía pequeño debido a la altura de Serkan quien señalando la cama dijo: —Aquí pasarás la noche. Mis sirvientes vendrán en cualquier momento con tu vestimenta limpia. Ese vestido que cargas puesto está sucio de… orina, está rasgado y además continúa húmedo con agua de mar. Annia completamente sonrojada por la vergüenza, desvía su mirada al suelo, y sin dejar de abrazarse a sí misma dice: —Gracias, lord rey… —repite ella deseando mirarlo a la cara, pero no podía. —Puedes levantar tu vista hacia mí. No muerdo… a menos que me lo pidan personalmente —responde él con una sonrisa, pero al parecer su comentario con tono bromista la mujer de cabello rosa no lo encontró ocurrente, porque ella alzó su mirada con una expresión de completo terror en sus ojos. Serkan frunció el entrecejo agachándose para ver a la menuda mujer. Era evidente que ella había pasado por una terrible experiencia en su vida, ya que solo con ver esos ojos grises llenos de miedo, él los asemejó con la mirada de los hombres y mujeres de su reino que habían atravesado situaciones traumáticas que él conocía muy bien. —¿De donde vienes? ¿y que te ocurrió? Puedo ver terror en tu mirada, mujer de cabello rosa. Annia al instante tragó saliva pensando: «Si le digo lo que me ocurrió no me va a creer, además. Para el príncipe Cahen estoy muerta, si le digo que vengo del reino de Severin intentará llevarme de regreso con él, o quizás querrá ir, o se enfadará conmigo, no lo sé… mejor mantengo mi procedencia en secreto, él no parece conocer a las lunas así que tomaré eso como una ventaja» piensa Annia comenzando a temblar del miedo respondiendo: —No recuerdo nada…—miente ella desviando su atención hacia otro lugar que no fuera el rudo rostro de su destinado. Serkan le sujeta su mentón con suavidad para que ella volviera a mirarla diciendo: —Entiendo… —dice viéndola fijamente —de ahora en adelante, deseo que me mires a los ojos, así nos entenderemos mejor, ¿te parece? Annia abre sus ojos de par en par viendo con atención al rey Serkan, y lo primero que pensó es que, aunque su tono de voz era grave, sus palabras eran amables junto con la forma como le estaba tocando su mentón. Él la trataba con delicadeza, a diferencia de Cahen quien nunca usó la sutileza en ella, solo por una vez fue amable y lo hizo para matarla salvajemente horas después. —Está bien… lo miraré a los ojos, su alteza —responde Annia viendo como él sonreía con complacencia, porque Serkan sentía que ya estaban comenzando a entenderse. —De acuerdo —Al decir eso, él se sienta en el taburete que estaba cerca porque deseaba hablar un poco con Annia mientras sus sirvientes venían con la ropa que ella usaría —. Entonces, según dicen que las mujeres como tu tienen habilidades mágicas, ¿no es así? Annia asiente con la cabeza sentándose con cuidado en la cama, mientras juntaba sus manos de forma nerviosa. —Se les llama dones, lord rey… aunque los míos son inútiles —responde Annia encogiéndose de hombros, mientras desviaba su atención hacia sus manos. —Muéstrame. Yo juzgaré por cuenta propia si son inútiles o no. —Como ordene, su alteza… —susurra la luna con atisbos de miedo. El nerviosismo volvió a apoderarse del cuerpo de Annia, y solo porque su futuro esposo se lo decretó, ella extendió su mano ante él recordando cuando Cahen le gritaba diciendo que no deseaba ver su luz, o que la apagara, es por eso que ella con su mano temblorosa comenzó a crear una esfera de luz blanca muy tenue alzando su mirada hacia el rey Serkan que veía lo que hacía la luna con una expresión asombrada en su rostro. —Puedes crear luz… —dice el rey alzando su atención hacia Annia, quien al instante desvaneció su esfera luminosa asintiendo con la cabeza de forma tímida. —Y también puedo… calmar a las bestias. Al oír ese don el rey Serkan alzó ambas cejas porque le pareció muy interesante y necesario el poder de su futura esposa. —¿Puedes calmar bestias? ¿Cómo lo haces? —Con música, su majestad, uso instrumentos de cuerda, mi favorito es el arpa. Por medio del sonido de la música que creo mi don se activa, y logra calmar a animales salvajes —explica ella con su vista enfocada en sus manos. —¡Sorprendente, tu poder es asombroso!… eres muy valiosa, Annia Moon. Cuando ella escuchó eso no lo puede creer, al mismo tiempo que alzó su atención hacia el rey quien la veía con una pequeña sonrisa que ella encontró gentil. Por un momento la luna y su destinado alfa se conectaron por medio de esa mirada, hasta que uno de los sirvientes entró al Tipi logrando asustar a Annia que saltó un poco de la cama mientras se llevaba una mano a su pecho, viendo como aquel hombre venía bastante cargado con atuendos de pieles. El rey vio de reojos a la joven de cabello rosa, y se pudo dar cuenta que ella tenía los nervios de punta, es decir, su temor hacia todo era muy fuerte, tanto que Annia miraba con desconfianza al sirviente que dijo: —Aquí traje la ropa para la señorita luna —dice él haciéndole una reverencia al rey y a la joven. —Bien, déjala aquí. Yo acompañaré personalmente a mi futura esposa a darse un baño. —¿Qué? —cuestiona de inmediato Anna abrazándose a si misma viendo con desconfianza al rey Serkan que le responde diciendo: —¿Por qué tanto escándalo? De inmediato ella recordó las enseñanzas que le habían dado en el instituto, acordándose que estaba prohibido cuestionar las propuestas u órdenes de su esposo. La muchacha debía comprender que contraería matrimonio con él pronto, por lo tanto, Annia tragó profundo mirándolo de reojos y con temor ella dijo: —Disculpe mi reacción, si el rey desea acompañarme, así será…—dice Annia acercándose al sirviente que aun sostenía el mullido atuendo que ella usaría. De manera amable, ella cogió la ropa mientras que el rey al oír esa respuesta, sonrió complacido levantándose de su asiento extendiendo su mano para que ella la tomara, y justo como la primera vez, la muchacha de cabello rosa pareció pensarlo bastante para unir su mano con la de él. —Tu desconfianza es abrumadora, luna. Poco a poco se te quitará… —asegura el rey saliendo del Tipi con ella para llevarla hacia las aguas termales y así la joven aseara su cuerpo. Mientras el rey iba con la temerosa luna, dos de los sirvientes que estaban afuera viendo todo lo que ocurría que eran los mismos que la habían encontrado, se sentían algo molestos porque por lo visto el rey no tenía pensado recompensarlos de ninguna forma por haberle traído a esa mujer tan valiosa, es por eso que la rabia comenzó a crecer dentro de sus corazones junto con la frustración porque habían sido unos ilusos al pensar que el rey les iba a dar algo a cambio. —No debimos haberle entregado a esa mujer al rey. Él ganó una luna, ¿y que ganamos nosotros? ¡Nada, absolutamente nada! —susurra en un hilo de voz viendo como el rey Serkan se iba completamente embelesado con la mujer de cabello rosa. —Ella dormirá esta noche sola… ¿y si nos la llevamos? Podemos venderla a un precio exorbitante. Y luego huir a otro reino con la fortuna que nos den por ella. Por tan solo escuchar aquello, ocasionó que aquel licántropo mirara a su amigo con asombro, porque lo que estaba pidiendo era demasiado riesgoso. —Si hacemos lo que estás proponiendo y el rey nos encuentra nos asesinará en el acto ¡Acaso te volviste loco! —No perdemos nada con intentarlo. Además, si te diste cuenta esa mujercita apenas habla, es muy callada, seguramente no hará escándalo cuando la raptemos… viajamos durante toda la noche y estaremos muy lejos cuando el rey se dé cuenta. Al rey todavía no le pertenece esa luna porque no se ha casado con ella, así que tenemos chance ¡Hagámoslo! —propone el hombre lobo sujetando por los hombros a su amigo para que le prestara mayor atención y se le disipara el temor. Es por eso que, luego de pensarlo por un instante dijo: —Esta bien, hagámoslo esta noche. Raptemos a la luna y hagamos una fortuna con ella —acepta el licántropo sin saber que, a partir de ese momento, había firmado su sentencia de muerte junto con su cómplice…
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