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La esposa destinada del rey licántropo

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Las Lunas eran mujeres con habilidades especiales. Ellas eran consideradas diosas en la tierra porque traían bonanza y buenas dádivas a los reinos, por eso eran escogidas para ser las esposas perfectas de reyes, nobles y príncipes de los siete reinos. Annia Moon era una joven luna que fue casada con el príncipe alfa Cahen Nahum del reino Severin; sin embargo, cuando lo vio por primera vez, la inocente luna descubrió que su esposo no era su destinado, porque no era el mismo alfa que ella había visto en sus sueños desde que estaba pequeña. Al no ser almas gemelas, su matrimonio era un infierno donde no existía el amor, y solo reinaba el dolor, la tristeza y desesperanza, hasta que un fatídico día, después de dos terribles años de matrimonio cuando el príncipe Cahen iba a ser coronado rey, decidió asesinar a la joven luna para poder ser feliz con su verdadera destinada. Pero lo que el príncipe Cahen no sabía era que Annia logró regresar de la muerte, porque el destino le tenía preparado otros planes. Sin embargo, su mala suerte no acabó ahí, porque cuando ella pensó que sería libre del yugo de los alfas al ser dada por muerta, acabó en manos del reino más feroz y salvaje de todos, dominado por el rey Serkan Atreus, el mayor rey alfa de los siete reinos quien en ese mismo momento al ver la enigmática belleza de aquella luna, la forzó a ser su esposa. No obstante, para sorpresa de Annia, aquel fuerte y atroz rey resultó ser su alma gemela, el mismo alfa que ya ella había visto en sueños, convirtiéndose Annia, en la Luna de ese rey Licántropo.

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Capítulo 0. El día de mi muerte
Perspectiva de Annia Recuerdo ese día como si hubiese sucedido hace unos instantes. Aquella tarde de otoño yo me sentía emocionada, mis manos temblaban, pero disimulaba mi nerviosismo jugueteando con mis dedos pulgares, era prácticamente una niña, apenas tenía diecisiete años. Por primera vez, había dejado mi uniforme y estaba vestida de forma elegante, con un vestido que realzaba mi belleza porque ese fue el día escogido para que conociera a mi esposo, el alfa con quien me casaría al día siguiente y viviría con él por el resto de mi vida; sin embargo, cuando lo vi, al instante supe que ese alfa no era mi «destinado». Cualquier rastro de emoción y felicidad se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos, pero a pesar de eso, suspiré profundo aceptando mi destino en silencio, después de todo el haber nacido como una Luna ya era sinónimo de tener una vida que no te pertenecía, mi único propósito en el mundo era ser el objeto de alguien más, por lo tanto, la felicidad y el amor eran un regalo que no siempre recibías. No obstante, jamás imaginé que el hecho de estar forzada a vivir y a servir por el resto de mis días a un hombre que jamás amaría, sería el inicio de un infierno que me arrastró a un final fatal, porque… años después, mi propio esposo me quitó la vida que nunca sentí propia, pero a pesar de todo era la única que tenía o eso fue lo que siempre creí. Mi nombre es Annia Moon, y así fue como el príncipe Cahen Nahum me asesinó. ¿Qué significa ser una Luna? O ¿Qué es una Luna?, ese es el nombre más común como nos conocen en los nueve reinos. Algunos dicen que somos ángeles caídos, otros nos llaman ninfas, y algunos tienen la osadía de decirnos diosas porque a cada solsticio de invierno durante la luna llena, nace una luna bajo el seno de una familia común y corriente que es “bendecida” por los dioses. Nuestro rasgo físico más característico son nuestros cabellos de color rosa pálido, y ojos color gris, haciéndonos inconfundibles del resto. Las mujeres de mi “especie” contamos con dones que, según la leyenda, son otorgados por la diosa luna para ayudar al reino donde nacimos o los que puedan obtenernos. Cada luna tiene un don especial que va desde sanar enfermedades y heridas, hasta convertir piedras comunes en piedras preciosas u oro sólido. Debido a nuestro estatus de “diosas” las lunas somos esposas de reyes, nobles, y príncipes, siendo sinónimo de bonanza, estirpe y victorias para dichos reinos. Las mujeres comunes y corrientes nos envidian, dicen que nacimos con suerte por tener vidas perfectas, belleza y esposos de renombre, pero ellas no tienen idea que somos las que más sufrimos, o al menos, ese es mi caso personal, porque hasta ese momento no sabía lo que era ser feliz… A los pocos días de haber nacido me arrebataron de mis padres, nunca los conocí. No sé si tengo una madre, un padre, hermanos, primos, no sé lo que significa tener una familia, porque con tan solo días de haber llegado a este mundo me despojaron de mi familia para enviarme a un castillo llamado: palacio Moonlight. En aquel lugar las lunas eran criadas desde bebés otorgándonos el apellido Moon, que luego sería reemplazado por el de nuestros futuros esposos. El palacio Moonlight era prácticamente una escuela donde nos enseñaban desde muy temprana edad a ser las “esposas perfectas”, nos daban clases de oratoria, de etiqueta, canto, baile, todo lo que una dama de sociedad debía saber. Contábamos con la mejor educación porque seríamos esposas de varones de casas importantes, ya fueran de la realeza o nobleza. Como la mayoría de nuestros esposos serían lobos alfas dominantes, nos enseñaban a ser sumisas, nunca debíamos levantarle la voz a nuestros futuros esposos, teníamos que mantener la cabeza baja, y solo mirarlos cuando ellos no los pidieran, nunca refutar sus órdenes, y… además complacerlos en la intimidad el tiempo y la forma que ellos desearan. También nos enseñaban a mejorar nuestros dones, en mi caso personal yo contaba con dos dones: estos consistían en amansar bestias con la ayuda de un arpa, porque la música que producía las cuerdas lograba dormir al más fiero león, además también tenía el don de la luz. Algunos lo consideraban inútil, pero con la ayuda de mi dádiva otorgada por los dioses, creaba esferas de luz del color que yo deseaba irradiando de una manera increíble aposentos, salones que normalmente eran iluminados con candelabros o velas. Mis maestros e institutrices decían que mi poder podía ser de mucho provecho para el reino que me acogiera, porque podían utilizar mi don de luz para iluminar ciudades enteras, por eso yo me dediqué durante todos esos años en el palacio Moonlight a mejorar mis habilidades para serle útil a mi futuro esposo el cual todavía no conocía, sin tener idea que de nada me iba a valer mi “inservible don” porque así era como lo llamaría mi futuro esposo años después … El día de mi boda, vestí un hermoso vestido blanco con una cola enorme. Yo deseaba lucir increíble para mi esposo, así que le agregué a la falda un manto de luz blanca que dejó boquiabiertos a todos mientras caminaba hacia el altar. Todas las vistas estaban puestas en mi esposo, el príncipe Cahen y yo, la luna del príncipe. Mi cabello de color rosa pálido, típico y único de todas las lunas, en aquella época era muy largo, así que también para adornarlo le coloqué pequeños destellos de luz porque deseaba que mi esposo se sintiera orgulloso de tenerme. La ceremonia fue de ensueño para cualquiera que me viera sentado en aquellas bancas de aquel fastuoso lugar. Todo el reino de Severin que sería mi nuevo hogar estaba de fiesta, porque el príncipe Cahen, hijo del rey Isidor Nahum estaba contrayendo matrimonio con la primera luna que entraba en sus tierras después de muchos años, ya que el ser bendecido con una mujer de mi especie, no era fácil, porque lo que muchos no sabían, era que los reyes nos compraban con sumas exorbitantes en oro y joyas que no todos estaban dispuestos a pagar. Éramos muy valiosas, por eso no todos los reinos tenían el poder para adquirirnos; en pocas palabras, las lunas éramos objetos costosos que solo los reinos más prósperos podían costear… pero a pesar que yo era un “objeto valioso” mi futuro esposo me trataba peor que un lastre… ni siquiera me tomó demasiado tiempo descubrirlo porque el mismo día después de la boda mi propio esposo se encargó de hacérmelo saber. Cuando las festividades y todo terminó, fuimos a sus aposentos donde debía atenderlo en la intimidad en nuestra primera noche juntos… aquella noche, fue tan horrible que pocos recuerdos llegan a mi mente. Ni siquiera deseo rememorar aquel día donde descubrí el verdadero significado del dolor físico en todos los sentidos. En el castillo Moonlight también me lastimaban, pero ahora comprendía que aquellos abusos eran caricias al lado de lo que me hizo mi esposo en nuestra primera noche de bodas. Ese día, yo supe que él me odiaba sin siquiera conocerme, él me aborrecía porque yo le recordaba que, por mi culpa, no podía estar con su destinada… Sí, él tenía otra mujer a la cual amaba, pero no pudo casarse con ella porque el reino Severin necesitaba los dones y las bendiciones de una luna para regresar a sus tiempos de gloria. Estar a mi lado nunca fue su sueño, y a pesar de la importancia que yo tenía en su reino, al príncipe Cahen no le importó descargando su ira y frustración en mí. No abusó de mí de forma carnal, lo que hizo fue golpearme de una manera en la que ningún hombre jamás debería hacerlo con ninguna mujer o cualquier otra persona, logrando que mi noche de bodas, se convirtiera en la segunda peor noche de mi vida, porque la primera se la llevó el día de mi muerte que sería dentro de dos años. El príncipe Cahen era inteligente, me golpeaba en zonas donde yo podía cubrir con mis vestidos, el área de mi cuello y rostro estaban intactos, pero cuando me quitaba mis lujosos atuendos de princesa era otra historia. Las doncellas que me vestían y cuidaban de mi lo sabían, pero nadie podía decir una sola palabra, y yo lo que hacía era sufrir en silencio, porque me habían enseñado a no quejarme, a mantenerme callada, y ser sumisa a mi esposo… ese trabajo era fácil, porque él me aterraba, nunca podía verlo a los ojos porque me asustaba. El príncipe Cahen era un hombre lobo de dos metros de estatura, con más de cien kilos de un cuerpo macizo, su apariencia física era varonil y atractiva como todos los príncipes alfas, sin embargo, yo no veía belleza alguna en él, para mí era un monstruo que solo me hacía sufrir porque como él mismo me decía: —Cada vez que veo tu rostro, recuerdo que no puedo estar con mi destinada, eres una bruja con un don inútil, un poder que no sirve de nada a nuestro reino… —me decía el príncipe cada vez que tenía la oportunidad. Yo no decía ni una sola palabra a sus agravios verbales, en el fondo me aterraba si quiera abrir mi boca porque temía que fuera a romper su “código” y terminara golpeándome el rostro o haciéndome algo peor… como por ejemplo abusar de mi en la intimidad. Hasta ahora él no me había tocado de esa forma, decía que le asqueaba hacerlo, para Cahen, mi aroma natural era nauseabundo, su cuerpo lo rechazaba porque yo no era su destinada. Él todos los días me decía que era una mujer horrenda, que mi cabello rosa pálido le parecía espantoso, mi rostro, mi cuerpo, todo lo que tuviera que ver conmigo mi esposo lo aborrecía. No había un día que no me comparara con su destinada la cual yo nunca había visto, pero después de tanto dolor y abusos verbales y físicos, yo comencé a pensar que ella quizás era la verdadera diosa, y yo solo era la bruja que le impedía al príncipe ser feliz… Él se veía a sí mismo como la víctima, y yo como la villana que había arruinado su vida, pero a pesar de eso, yo no me sentía como la villana ni tampoco la víctima, solo veía mi vida como un castigo que no comprendía el por qué lo recibía… nunca había sido feliz, y el destinado con el que siempre soñé desde que era niña, yo pensaba en aquella época que solo fue una invención creada en mi mente a causa de mi deseo por ser la esposa perfecta y tener una vida feliz. No obstante, todas las lunas por naturaleza podíamos reconocer a nuestro destinado a primera vista, ya que eso era parte de nuestros dones saberlo. Muchas lunas contaban con la suerte de tener a sus almas gemelas a su lado, pero yo no fui bendecida de esa forma, y todos los días de mi vida lo pagaba con mi esposo, o debería decir… mi castigador. El tiempo transcurrió y con cada día que pasaba el día de mi muerte se acercaba. En el reino ya estaban comenzando a murmurar la razón del por qué no le había dado herederos al príncipe, cuál era el motivo del por qué no quedaba embarazada, y el príncipe por supuesto habló por mi diciendo que yo era estéril, que a pesar de ser una luna era una inútil en todos los sentidos, ya que mi poder de luz y el de amansar bestias no le servía de nada al reino de Severin, todos poco a poco comenzaron a murmurar que el haberme traído había sido un error que, en vez de traerle bonanza al reino, solo era sinónimo de ruina, fue ahí cuando el odio ya no era solamente de mi esposo, también comenzó a propagarse como una enfermedad por todo el reino, donde todos me echaban la culpa de su infortunio que empeoró cuando el rey se enfermó con un mal que se lo llevó tan rápido como un suspiro… Mas culpas cayeron sobre mis hombros, escuchaba en murmureos llenos de malicia alegando que si hubiese sido una luna sanadora el rey estuviera vivo; pero mi poder de nada servía. Por otra parte, mi esposo también se desquitó conmigo maltratándome tanto física como verbalmente, y por primera vez el día de la muerte del rey, él me dejó ante la vista de todos un ojo hinchado porque al parecer ya no le importaba si me veían golpeada o no. No deseaba salir de mi habitación, me sentía desecha, honestamente deseaba morir, mi vida era oscuridad, un infierno del que nunca escaparía, pero lo peor no había llegado todavía, porque el día de mi muerte vino disfrazado como el momento cuando pensé que la esperanza llegaría a mi vida. —Annia… esposa querida —me llama mi esposo acercándose con un ramo de flores. Yo le tenía miedo, por eso nunca lo veía a los ojos, incluso cuando se acercó yo retrocedí, gracias a dos años de pesadillas y dolor constante logré tomarle un terror a los alfas enormes y musculosos como él, o, mejor dicho, a todos los hombres lobos, ellos me horrorizaban tanto que cuando Cahen se acercaba a mi comenzaba a temblar del miedo, pero ese día él se arrodilló ante mi diciendo: —Mañana me coronarán como el rey de Severin, eso significa que tú y yo reinaremos, mi querida Luna, toma… coge estas flores, sé que te gustan, a veces veo que sales a pasear y sales con un ramo parecido a este… Yo lo miraba con sospecha, me había llamado “mi querida luna” él nunca me había dicho así, pero mi deseo por recibir, aunque sea una pizca de cariño, pudieron más que mi razón y la lógica. Recibía ataques constantes de todos, incluyéndolo a él por supuesto, por eso, aunque debí desconfiar, aunque debí rechazarlo, lo que hice fue mostrarle una débil sonrisa aceptando las flores… soy una tonta. El príncipe Cahen sonrió al ver mi intento de sonrisa diciéndome: —Esta noche daremos un paseo en barco, te encantará… Yo solo asentí con la cabeza pensando que deseaba dar un paseo, deseaba despejar mi mente porque nunca salía de aquel lujoso palacio y en mi ingenuidad, pensaba que mi esposo quizás cambiaría y ese solo era el primer paso. Estaba segura que él nunca me iba a amar, eso era un hecho, pero al menos iba a comenzar a quererme y a dejar de lastimarme. Pero ahora si lo veo desde otra perspectiva, era tan ilusa por haber pensado eso, si en aquella época hubiese contado con más fuerza y vitalidad, quizás mi destino hubiese sido diferente, pero durante esos momentos, aunque yo era luz, la oscuridad en la que vivía no me permitía ver más allá... La noche de mi muerte, paradójicamente fue una de las más estrelladas que había visto en mi vida en aquel tiempo, fuimos al mar, en aquellas horas de la noche se veía la oscuridad total. Me asusté mucho, por eso creé una esfera de luz para iluminarnos, pero Cahen me gritó diciendo: —¡Apaga esa asquerosa luz! De inmediato yo apagué la luz, mis piernas temblaban, pensé que me iba a golpear, mis nervios estaban tan a flor de piel que comencé a llorar, porque yo era un desastre emocionalmente. Es necesario agregar que casi nunca hablaba, las doncellas no me hablaban, no tenía amigas, ni amigos, lo único que me ayudaba en mis días eran mis propios dones, por eso siempre tenía conmigo una pequeña arpa, ese día la llevé en mi bolso, el príncipe lo permitió así que deseé tocar algo para calmarme a mí misma, pero él me lo impidió diciéndome: —Annia, no llores, no te haré daño. Prometo que a partir de hoy seremos felices… ven vamos a dar un paseo que te encantará. Él era el rey de las mentiras, un vil mentiroso, un demonio que ahora solo le deseo lo peor del mundo, pero yo era muy tonta y débil, por eso le creí montándome en aquel navío con él sin tener idea que iba directo a una muerte espantosa. Cuando los dos nos montamos, me pareció extraño que estuviéramos navegando durante la noche con esa oscuridad, desee decirle que podía iluminar el camino, pero me daba miedo enojarlo, así que me mantuve callada como siempre comenzando a sentir un pequeño escalofrío, su silencio estaba empezando a perturbarme, y quizás por eso llevé las manos a mi pecho tratando de calmarme, alegando que debía confiar en alguien que nunca se había ganado mi confianza… Después de un largo y silencioso viaje, llegamos a nuestro destino, y ahí fue donde todo comenzó… el príncipe Cahen me tomó por mis cabellos rosas bajándome con violencia, me arrojó al suelo que estaba lleno de pequeñas piedras de playa y sin importarle que me lastimaba me arrastró diciendo: —Finalmente me desharé de ti, bruja inútil. Sin mi padre y tú fuera del camino, al fin podré casarme con mi destinada, y ser el rey con la esposa que siempre debí tener. Por primera vez sentí miedo por mi vida, su tono de voz, y la forma como me arrastraba era tan violenta que pude sentir en lo más profundo de mis huesos que estaba a punto de morir, y… aunque mi existencia era un infierno, deseaba seguir viviendo, porque en el fondo de mi ser siempre pensaba que en algún momento todo cambiaría, es por eso que yo ese día grité como nunca antes en mi vida pidiendo una ayuda que jamás llegó. —¡¡Auxilio!! ¡Que alguien me ayude! —grito a todo pulmón con la esperanza de ser salvada, pero lo único que recibí fue un golpe que logró aturdirme. —Amor… terminemos con esto —dice una mujer desconocida. Mi vista estaba algo desenfocada por el golpe que me dio Cahen, pero pude ver como ella se alumbraba con una linterna de aceite; esa extraña tenía una capa con una capucha que le cubría el rostro y prácticamente todo su cuerpo que sin dudarlo era el de una mujer noble, porque su capa blanca solo la usaban mujeres de alta estirpe. El príncipe me tiró como si fuera un desecho, acercándose a esa extraña mujer para comenzar a besarla con desesperación. En el suelo, mi vista volvió a enfocarse, y cuando alcé mi mirada la vi… esa era la destinada de mi esposo. Él le quitó la capucha de su capa, y fue en ese instante que vi su cabello color rosa pálido, que descubrí que la destinada de mi esposo ¡También era una luna!, no lo podía creer, ¿por qué no se casó con ella? ¿Por qué me escogieron a mí? ¡No entendía nada! Y en ese momento no iba a tener una respuesta, pero conforme ella se fue acercando, pude reconocer su rostro ¡Yo la conocía! —¿Pandora? —susurro sintiéndome más dolida que nunca, porque ella y yo fuimos compañeras de cuarto y amigas cuando vivía en el palacio Moonlight. —Annia, que fea estás… creo que estás más flaca y demacrada —dice ella riéndose mientras saca un cuchillo dorado, quizás lo había creado con la ayuda de sus dones. —No, amor, no ensucies tus manos con esta asquerosa, déjame hacerlo yo. —Espera, Cahen… ¿Quieres matarla tan pronto? Tenemos toda la noche… Desde ese día, desconocí a Pandora, jamás imaginé que aquella niña con la que compartía la mayor parte del tiempo, y dormíamos juntas quedándonos hasta horas de la noche hablando en susurros sobre lo felices que seriamos cuando nos casáramos y nos fuéramos del palacio Moonlight, resultara ser la persona que orquestó la manera como Cahen me asesinó esa horrible noche… ella lideró todo, y por primera vez veía como el horrible monstruo con el que me había casado, actuaba como un perro obediente golpeándome y luego usando aquel cuchillo dorado para apuñalearme… fue horrible, mi muerte fue dolorosa e injusta como todo lo que pasaba en mi vida. ¿Por qué resultó así? No tenía idea… Entonces cuando estaba agonizando, sentí que mi vida se fue en el instante que ellos montaron mi ensangrentado cuerpo sin vida en el navío, solamente para lanzarme a mitad del mar para que me hundiera y nunca más pudieran encontrarme. Poco a poco mi cuerpo comenzó a hundirse mientras ellos se iban victoriosos a vivir su amor de no sé qué forma, porque quizás Pandora si estaba fuera del palacio Moonlight, significaba que estaba casada, ¿será que también habían matado a su esposo?, no lo sabía con certeza y ya no importaba. Sin embargo, el día de mi muerte cuando yo pensaba que ya todo había terminado, fue el día que descubrí que mi don de luz era más especial de lo que imaginé, porque mientras mi cuerpo se hundía bajo el agua algo estaba comenzando a ocurrir dentro de mí. En esta ocasión, la luz de mi don se tornó de un tono azul cielo radiante expandiéndose a lo largo de todo mi cuerpo, cerrando mis heridas mortales, y curando mis golpes, porque los dioses me habían bendecido más de lo que imaginé al otorgarme lo que consideré un tercer don que llamé: una segunda oportunidad. Honestamente no sé cómo volví de la muerte, y no tengo más recuerdos de lo que sucedió durante ese proceso, lo único que sé, es que cuando regresé y abrí mis ojos el cielo azul iluminaba mi rostro diciéndome de esa forma que era el primer amanecer que veía en mi segunda oportunidad. No obstante, mi pequeña alegría se esfumó cuando cuatro hombres lobo se asomaron frente a mí, a simple vista parecían salvajes, vestían con ropas de invierno fabricadas con pieles de animales, eran robustos, contaban con barbas tupidas y tenían un hedor en sus cuerpos que a pesar del frío que hacía en ese instante, hicieron darme cuenta que estaba más viva que nunca porque logré percibirlo con facilidad. No sabía en que pensar, ni siquiera me explicaba como llegué a la orilla de ese mar frío, por eso después de mi asombro precedió el temor por lo desconocido, los alfas me aterraban, y lo peor de todo es que estaba rodeado de unos que parecían los más salvajes que había visto. No sé dónde saqué fuerzas, pero como pude me levanté y pretendí huir de ellos, sin embargo, mis deseos de fuga fueron en vano cuando dos de ellos me sujetaron por mis brazos diciendo: —¡Te dije que estaba viva! ¡Y muy viva por lo que puedo ver! Mira el color de su cabello, es una luna, ¿tú sabes cuánto cuesta una mujercita de estas? Pueden tener el valor de todo el tesoro de un país entero, y mira… el mar no las trajo sin pagar un centavo. —Llevémosla con el rey, quizás si le entregamos esta linda lunita pueda perdonarnos nuestra deuda, y además ¡recompensarnos por entregarle a una mujer tan valiosa! —exclama aquel hombre lobo, hablando de mi como si yo no los estuviera escuchando. Cuando escuché la palabra “rey” mi corazón subió a mi garganta… ¿para eso había regresado de la muerte? ¿para caer en manos de otro monstruo que me haría sufrir? Eso era lo que pensaba en ese instante, pero lo que no sabía era que ese día, había comenzado a vivir, y que mi regreso de la muerte, tenía un propósito más profundo de lo que jamás imaginé…

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