Capítulo 3
No lo soporto.
Durante todo el trayecto a casa estuve en silencio, el chófer estaba concentrado en el camino pues su trabajo no era preguntar cómo me había ido en la escuela. Por otra parte, yo estaba que echaba chispas por aquel mal rato que me había hecho pasar ese niño cretino, de solo pensar en él, se me revolvía el estómago porque simplemente se encargó de avergonzarme delante de todos en la escuela y seguramente iba a tener que lidiar con eso por un buen rato.
Cuando llegué a casa bajé del auto dando un portazo y corrí hasta la entrada pasando por la sala sin mirar a nadie, me hallaba lo suficientemente molesta como para saludar a quien sea que se me atravesara por el camino. Subí las escaleras de forma apresurada y tomé el pasillo que conectaba a mi habitación, cerrando la puerta con un segundo portazo, obvio yo no era una niña de hacer esas cosas, sin embargo, estaba en mi punto de quiebre ya que nunca había lidiado con ese tipo de cosas.
Luego de hacer un berrinche ahogando gritos contra mi almohada, escuché que alguien tocó la puerta, no obstante mi humor no era bueno como para querer hablar con nadie en ese instante.
—No estoy de buenas, quien sea, váyase—inquirí de mala gana.
—Alex, cariño, soy yo Emily—expresó en un tono dulce. Y a pesar de que no tenía ganas siquiera de levantarme para abrir la puerta, yo la quería mucho y también la respetaba como para ignorarla dejándola con la palabra en la boca.
Por lo tanto, me levanté arrastrando los pies y le abrí para regresar nuevamente y hundirme en la miseria. Ella se acercó lentamente y se sentó al borde de la cama poniendo su mano suavemente sobre mí espalda.
—¿Qué ocurre cariño? Tu no eres de esta manera—confesó con dulce voz que me daba mucha paz, aunque en ese momento me daba vergüenza hablarle sobre ese tema, ya que aceptar que un niño se había convertido en mi peor pesadilla en la escuela, no era algo de lo que me agradaba hablar. Es que mis conversaciones con Em, siempre eran de cosas buenas y hablarle de algo negativo no me parecía adecuado.
Ella volvió a sobar mi espalda para insistir.
—Vamos, cuéntame, ¿Qué te ocurre? Sabes que puedes confiar en mi—dijo suavemente y fue más que suficiente para soltar todo lo que llevaba acumulado dentro de mí. Por esa razón me voltee aún recostada y contesté contándole absolutamente todo sin guardarme nada. Yo terminé derramando unas lágrimas como siempre y ella me consoló como solo sabía hacerlo, me peinó el cabello e hizo una trenza mientras me daba concejos sobre lo que debía hacer—. Cariño, no debes hacer caso a esos niños, muchos son inmaduros y por eso actúan así, por otra parte yo creo que tu le gustas y por eso se comporta como un tonto—señaló terminando la trenza para colocar una flor al final mientras se ponía frente a mí.
Ella me miró a los ojos y me dedicó un gesto maternal seguido de una sonrisa tierna.
—Tú eres muy hermosa y todo de ti es perfecto, solo mira esta nariz —comentó llevando su dedo a la punta de mi nariz para darle un pequeño toque y yo automáticamente me llevé la mano para cubrirla mientras sonreía—. Nunca permitas que nadie te haga sentir menos, ¿Entiendes?—preguntó y yo asentí lentamente.
Desde ese momento supe que ese niño no volvería a lastimarme y yo haría lo que fuera para defenderme, si había algo en lo que Em, me había entrenado bien, eso era en defenderme de cualquier bully o agresor que se atreviera a meterse conmigo. Por esa razón mamá la contrató, Emily formó parte del ejército durante algún tiempo y luego fue dada de baja cuando cumplió el tiempo de su servicio al país. Ella era todo lo contrario a mí, se podía mostrar segura de si misma y jamás la había visto nerviosa o decir que no podía con algo, simplemente para mi esa mujer era una heroína.
No obstante, yo podía llegar a ser tan diferente a Em, pues desbordaba en torpeza me caracterizaba como una niña muy reservada y tímida y también me costaba hacer amigos. Siempre pensé que todo en mi estaba mal, que mis padres habían hecho una hija inútil, pero Emily se encargaba de enseñarme todo lo contrario durante todos los días.
Esa tarde pasó muy rápido y concentré mi atención en hacer las tareas de la escuela, luego llegó la noche y mamá junto con ella, aunque me dejó soprendida que hubiera llegado temprano, ya que muy pocas veces la veía en la noche, pues la mayor parte del tiempo sus horas de trabajo pasaban la madrugada.
En la cena ella estuvo todo el tiempo pegada al aparato que yo le llamaba creador de esclavos, y es que mi madre no podía pasar dos segundos despegada de su teléfono celular, era algo realmente irritante para mi escuchar las teclas de ese objeto y también aquel sonido cada segundo de notificaciones o mensajes recibidos.
—¿Y cómo te fue hoy en la escuela?—preguntó mamá sin dejar de ver la pantalla, yo me quedé en silencio y miré mi plato aún intacto porque la verdad no tenía mucha hambre que digamos.
—Bien—contesté con poco ánimo.
—¿Hiciste algún amigo?—insistió en establecer una conversación, cuando yo sabía que su atención estaba en el celular.
—No—volví a responder recordando ese momento desagradable de la mañana.
—Deberías empezar a hacer algún amigo Alex, ya se acerca tu cumpleaños y siempre gasto dinero en una fiesta a la que solo asiten 3 personas—comentó con voz neutral, pero yo no pude soportar escuchar sus palabras cuando sabía bien que ni siquiera mi propia madre me prestaba atención.
—¡Nadie te ha pedido que gastes dinero en fiestas!—grité empujando la silla para levantarme y ella dejó su celular por primera vez en toda la noche.
—Alex Elena, ¿Qué falta de respeto es esta?¿Perdiste la cabeza o qué?—soltó furiosa y obviamente no iba a retroceder porque yo llevaba más tiempo enojada.
—No es una falta de respeto, es la verdad. Tu nunca estás en casa y siempre vives sumergida a ese aparato, ¿Ahora me exiges hacer amigos porque quieres aparentar que soy normal? Estoy cansada de ser ignorada por ti, y ya no quiero otra fiesta de cumpleaños jamás—culminé y me fui de ese lugar directo a mi habitación haciendo caso omiso a los llamados de mi madre.
Llegué a mi cuarto y cerré la puerta para evitar que nadie pasara, me eché a llorar en la cama porque eso era lo que mejor sabía hacer y entonces comprendí lo sola que siempre estuve desde niña, a pesar de que mis padres se encargaban de darme lujos, yo no tenía lo más importante y eso era su atención. La única figura materna que podía reconocer era Emily que se preocupaba por mí.