¿Disculpas?

1531 Words
Capítulo 2 ¿Disculpas? Cuando la vi por primera vez yo era tan solo un estúpido niño mocoso de 13 años, siempre fui lo que podía decirse un patán de lo peor. No tengo excusas para contradecir mi comportamiento, únicamente yo era de esa manera y justo en esa etapa de mi vida apareció ella… Sí, era Alex, la niña más rara que yo hubiera conocido jamás, pero rayos. Esa pecosa tenía algo diferente que jamás noté en otras personas. Era su cabello, o la piel blanca llena de pecas, no, la verdad es que eran sus ojos, esos que tenían un tono marrón avellana, los cuales brillaban de manera perfecta haciendo que mi cabeza descontrolada no supiera como procesar la información. Entonces, no encontré otra manera de llamar su atención, ese día cuando la conocí por primera vez, debo admitir que fui un completo idiota, sin embargo, ¿Puede un niño saber que actúa como tal? Yo no tenía idea que le hacía daño, pensé que era divertido molestarla y sin darme cuenta firmé mi sentencia de muerte. Cuando salí de la cafetería que estaba en la escuela, luego de haberla avergonzado delante de todos los alumnos grandes y pequeños. Avancé por los pasillos como si nada hubiera sucedido, de hecho silbaba una canción con extrema relajación y despreocupación por mis acciones. Gran error. Estaba dispuesto a ir al baño de niños, cuando la vi… Era ella, la niña pecosa, de pelo zanahoria y ojos grandes de color marrón. Parecía estar limpiando su rostro, (Probablemente estuvo llorando) Sonreí, no voy a mentir, sonreí porque me pareció curioso y divertido que de nuevo la encontrara para molestarla de una forma distinta. Ella no se percató de mi presencia, entonces avancé de forma cautelosa para estar lo suficientemente cerca de la chiquilla. Para cuando notó mi presencia, ya era muy tarde y la tomé por sorpresa. —¡Buuuuh!—exclamé, ella se sobresaltó y parpadeó varias veces. Al parecer estaba sorprendida de verme ahí en ese lugar, tan cerca como para impedir que pudiera huir. La niña no decía nada, estaba muda y eso me sacaba de quicio, no se podía ser tan tonto en la vida para quedarse siempre paralizado, o mudo cuando tenía miedo, porque yo estaba seguro de que le aterraba tenerme cerca, a pesar de que únicamente la había visto dos veces para molestarla, su miedo podía olerse. —¿No dirás nada?—pregunté ceñudo, y ella solo bajó la cabeza. Vaya, que sorpresa, otra vez te quedaste muda—murmure con sarcasmo. ¿Acaso eres tonta o qué?—volví a insistir esperando que me dijera algo, hasta qué… Levantó la cabeza con su rostro lleno de lágrimas y una mirada furibunda, pero seguía sin decir nada, su cuerpo temblaba y no era de miedo, también tenía el ceño arrugado y los labios apretados causando una impresión de que podría matarme en ese instante, si pudiera hacerlo. Me quedé esperando que dijera algo, sin embargo, todo quedó en una mueca fea que supongo, ella pensaba me daría miedo y yo saldría corriendo. Cosa que no iba a suceder, porque siendo honesto con el padre que tenía, yo había sido muy bien entrenado para no tenerle miedo a nada. —¿Eso es todo?—comenté divertido, fue cuando levanto su dedo índice para señalar mi rostro. —Tú eres un grosero de lo peor, no tienes una pizca de decencia y eres…—Se quedó muda como si estuviera buscando la siguiente palabra y como si le hubiera venido a la mente de forma involuntaria, solo la soltó bruscamente. ¡Eres un idiota!—exclamó echando chispas, yo quedé un poco confundido, la verdad sus palabras no me afectaban en lo absoluto, pero verla enojada provocó una reacción dentro de mí, que no sabía como interpretar. ¿Me atraía verla de esa manera? ¿Qué ocurría conmigo? —¿Solo eso tienes para decirme? Caramba, zanahoria, creo que tendrás que buscar palabras más grandes si quieres ofenderme realmente…—respondí con una sonrisa de suficiencia y malicia. A ver intenta una con la M, pero la mayúscula, no me vengas a decir, “malvado “—expresé haciendo las comillas con mis dedos, y luego puse mi mano de lado en mi oreja para acercarla a su rostro esperando escuchar un buen insulto. Esperé a que dijera algo, pero como lo supuse, únicamente se quedó en silencio. —Rayos, considero que tendré que enseñarte unos buenos insultos—comenté decepcionado mientras miraba sus ojos que ahora parecían confundidos. ¿Qué, tengo algo en la cara o qué rayos me ves?—inquirí con seriedad, la niña retrocedió un paso y volvió a tomar esa actitud de estar a la defensiva, pero lo único que podía hacer era salir corriendo, yo no la veía confrontándome y menos levantando una mano para defenderse. —Quiero que me pidas disculpas—ordenó. Yo abrí los ojos tan grandes por el asombro, que no lo pude evitar y solté una carcajada. —¿Hablas en serio?—dije entre risas, ella cruzó los brazos y asintió con firmeza. —Sí, hablo en serio, quiero que te disculpes por haberme llamado zanahoria, y también porque me hiciste caer en la cafetería—concluyó mirando de forma penetrante con sus grandes ojos. Sentí la necesidad de parar de reír y ponerle seriedad al asunto, ya que ella estaba tan enojada. —Tranquila, solo jugaba contigo. No es para que te pongas así—mencioné con desinterés. —¿Un juego?—expresó en un murmullo. ¿Crees que es un juego, ponerle apodos a los demás y empujarlos para lastimarse?—dijo con tono de desconcierto. Yo solo me limité a encoger mis hombros. —Sí, ¿Qué tiene de malo, si es divertido?—confesé con fastidio, ella abrió la boca como si mis palabras le causaran una extrema sorpresa. —¿Divertido? ¿De cuándo acá es divertido eso? Tienes que estar muy loco para pensar algo así. —Bueno, para mí lo es, y si para mí es divertido, entonces lo seguiré haciendo—solté bastante obstinado. Ella se quedó helada en el sitio y me hizo pensar en las tantas veces que había visto esa reacción, esa mirada de decepción y miedo que yo podía provocar en otras personas. ¿Qué, te sorprende?—pregunté. Se quedó callada por unos segundos y con timidez respondió: —El nivel de tu crueldad, pero…—hizo una corta pausa y alzó su cabeza para verme de forma amenazante. No permitiré que vuelvas a insultarme y tampoco a hacerme daño, si quieres guerra, entonces la vas a tener—terminó y se dio media vuelta para marcharse, dejando una gran sensación de éxtasis dentro de mí, porque antes nadie se había atrevido a amenazarme, de hecho es la primera persona que lo hace y aún sigue de pie. Quise seguirla, pero aún estaba muy sorprendido para moverme, no fue hasta que escuché el timbre para regresar al aula que pude reaccionar nuevamente. Durante mi clase de biología no dejaba de pensar en las palabras de la pecosa, no tenía idea por qué rayos permanecía en mi cabeza, esa mirada que no podía describir. Yo no era de estar callado en clase, puesto que me había ganado el título del vago del salón y el niño problema para todos los maestros. De hecho vivía la mayor parte de mi vida en detención, por esa misma razón, y por primera vez en todo el tiempo que llevaba en la escuela, no tenía nada que decir o hacer para molestar, solo me quedé en silencio observando a través del cristal del salón, fijando la mirada en un árbol que se movía sutilmente por la brisa. Así permanecí hasta que terminó la clase y era momento de irse a casa, salí tan rápido como pude buscando a la pecosa, pero había muchos estudiantes por todos lados y fue imposible. Cuando salí de la escuela, pude notar el auto de mi hermano Ethan aguardando por mí, bajé tan rápido como pude para no hacerlo esperar y justo cuando mi mano tocó la perilla del vehículo, mi atención se desvió al verla otra vez. Era ella, la pecosa estaba justo a tres autos de donde yo estaba, esa sensación apareció nuevamente dejándome, embelesado mirando en esa dirección. Ella entró muy rápido al vehículo y se fue, y yo seguía viendo ahí como un idiota. —¿Elías?—llamó mi hermano sacándome de ese sueño despierto. Lo miré sacudiendo la cabeza levemente y subí al auto. —Qué hay—salude y él acercó su mano a mi cabeza para remover mi cabello. —Qué hay—respondió. Parece que estabas un poco distraído—añadió sonriendo de manera maliciosa, yo solo encogí los hombros para restarle importancia, debido a que mi hermano podía ponerse intenso si se daba cuenta de que realmente estaba mirando a la pecosa pelo de zanahoria. —Solo me distraje, es todo—di por concluido el tema con mi respuesta, él encogió los hombros y arrancó para irnos a casa.
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