La llama que no se extingue

1714 Words
Capítulo 20 Lo vi y no podía dejar de sentirme molesta por el hecho de que su prometida lo estuviera acompañando, obviamente el me reconoció, sin embargo, actuó como si no lo hiciera y eso me enardecio aún más. No tienes una relación con alguien por tanto tiempo, y después actúas como si fuera un total desconocido. No obstante, imaginé que todo se debía a esa tal Helena. Ella me observaba con cautela y recelo, eso quería decir bastante, porque cuando otra mujer te veía de esa forma, eso indicaba que te consideraba una competencia y desde ese instante el juego inició para mí. Mi madre me presentó con sus amigos cercanos, y cuando le cansé de estrechar manos, busqué con la mirada a Elías, por fortuna lo hallé, yendo al pasillo que conectaba con las habitaciones de huéspedes. Sonreí y me disculpe con los invitados para retirarme y de esa forma poder seguirlo. Avancé rápido, porque parecía estar perdido, al llegar en el pasillo pude contemplar que entró a una de las habitaciones y apreté el paso, puse mi mano en la perilla de la puerta pasé. Admiré a la figura masculina frente a mí, desde luego ya no era un chico de 19 años, ahí estaba un hombre hecho y derecho, cautivador y extremadamente atractivo. No pude evitar esbozar una sonrisa cuando lo vi tan nervioso y pensar que ese adolescente seguía ahí en algún parte de su ser interno. —Alex, cómo estás, te ves bastante cambiada —tartamudeo, di unos pasos adelante y me puse un poco más cerca. —Tú también te ves diferente, me gusta que te dejaras la barba —aseguré señalando su rostro—. ¿Puedo? —interpelé y abrió los ojos muy grandes. Se quedó sin palabras, lo había tomado por sorpresa y en ese instante no tenía idea como reaccionar. —Eh, bueno, es que... —quiso excusarse, hice caso omiso a sus palabras entrecortadas y avancé más hasta estar lo suficientemente cerca de su rostro, me detuve viendo aquellos ojos, que llegaron a contemplarme con amor y sonreí con los labios cerrados. —Me gusta este nuevo tu —manifesté acariciando su mejilla rasposa y pude ver el nudo atascado en su garganta, su cuerpo cedía ante mí y recordé las miles de veces que toqué su rostro y lo fácil que podía ser dominar a ese león interno el cual poseía. Elías siempre cedió ante mí, incluso doblegaba su orgullo para venir de rodillas cuando metía la pata, solamente con el deseo de que lo pudiera perdonar. No soportaba estar lejos de mí, y amaba eso de él, sin embargo, ahí estábamos los dos con destinos diferentes y en los brazos de otras personas. — ¿Qué extraña es la vida, no ? —pregunté a la nada, él sujetó mi mano en su rostro y cerró la ojos realizando una expresión de anhelo y deseo, era como si durante años hubiese esperado ese momento. —La vida es un asco —murmuró. Entonces, pasó su dedo entre los míos de una forma sutil, suave que me derritió por contempleto, sus ojos se abrieron de vuelta y miró el dorso de mi mano. Aún lo tienes —añadió en un tono suave y melódico. Asentí en una sonrisa contemplando el anillo que me había regalado hace tantos años, y que todavía llevaba en mi mano, recuerdo que tantas personas me preguntaron el significado de llevar un solitario y no estar comprometida, pero únicamente respondí que era especial en mi vida. Yo jamás me lo quité porque simbolizaba un tiempo donde verdaderamente yo fui feliz, no debía fingir antes cámaras y actuar para llamar la atención de todos, en aquellos momentos mi alegría más grande, era permanecer junto a Elías y pasar horas juntos planeando nuestro futuro. —Jamás me lo quitaría —respondí con añoranza y un nudo formándose en mi garganta, bajé la cabeza y él lo impidió llevando sus dedos a mi barbilla. Posó su mirada en mí, y cada fibra interna se estremeció llevándome a experimentar sentimientos los cuales creí olvidados. —Elías, yo... —susurré y no toleró la idea de estar tan cerca sin poder sentir el contacto de nuestros labios, solo me besó llevándome a las nubes y hacerme ver las estrellas, rodeé su cuello con mis brazos sintiendo como la respiración aumentaba cada segundo, sus manos bajaron hasta mi caderas apretandome a su cuerpo con fuerza y exigencia, cedí ante sus caricias, y con el pasar de los segundos esa llama iba en aumento. De pronto sentí como la perilla de la puerta se movía y lo aparté enseguida. Quedó perplejo, en sus ojos podía observarse ese fuego intenso de deseo, ambos nos veíamos agitados y sin duda alguna, cualquiera nos podía ver y sospechar que no estábamos precisamente hablando. Hice una seña con mi dedo, para que no provocara ningún ruido, y recobre la cordura para poder hablar. —Disculpe, no pase estoy areglandome el vestido, tuve un accidente afuera —expliqué y del otro lado nadie contestó, esperé algunos segundos y asomé la cabeza notando que no era nadie. Volví a verlo y me acerqué para arreglar su saco el cual se había desordenado un poco. Te veo después —murmuré dándome la vuelta, tomó mi brazo halándome otra vez a su cuerpo, de esa forma podría tenerme de frente. —Necesito que hablemos, te parece si citamos un restaurante a las afueras de la ciudad —interpeló. Quedé pensativa, empero yo también tenía muchas preguntas para hacerle, por lo tanto, acepté. —Ok, mañana a las 8 —acordé y sacó una tarjeta de su traje para dejarla en mis manos. —Este es mi número personal, llámame para estar en contacto —pidió y asentí volviendo a dirigirme hacia la puerta, pero una vez más me halo. Por favor, promete que llamarás —completó en una expresión de suplica y afirmé por última vez. —Te llamaré, lo prometo —acaricié su mejilla y volví a besar sus labios— Me gustó verte —agregué y salí finalmente de la habitación. Me aseguré que nadie estuviera cerca y salí por el mismo pasillo que había entrado. Busqué a mi madre, pero sin dudas ella estaba haciendo lo que mejor sabía, (vivir se apariencias y relacionarse con millonarios) entorné los ojos dirigiéndome hacia las escaleras, pero antes de subir sentí una mano tomando mi brazo, volteé al instante y se trataba de Eliot, había olvidado que él estaba ahí conmigo. 《Rayos 》 —Bellísima, Alex, ¿dónde te metiste? —quiso saber y fruncí el ceño. —¿Dónde te metiste tú, estaba buscándote? —mentí y sus ojos se abrieron ampliamente, noté que parecía nervioso y eso me pareció extraño. —Oh, solo fui al baño y luego me quedé hablando con un hombre bastante amable —comentó, encogí los hombros decidida a que era suficiente por la noche. —Ok, yo iré a dormir, estoy bastante cansada el viaje fue largo y deseo darme una ducha relajante —puntualice y su expresión cambió a una pícara. —Deseas que te acompañe —propuso y sonreí como sarcasmo dándole unas palmaditas a su mejilla. —Jajaja, que cómico eres, deberías dedicarte a eso, te volverías millonario —indiqué despidiéndome para subir a mi cuarto. *** La fiesta terminó y mi madre nunca entró para saludarme como era debido, ella solo actuaría como si fuera un invitado más en su casa. Esa situación me podía de mal humor, ya que había sido ella quien me envió a Londres por tantos años, sin embargo, no dejaría que eso me afectara, ella pagaría en cualquier momento por sus actos malvados, no obstante, era obvio que yo seguiría molestandola porque simplemente me parecía divertido hacerlo. Recosté la cabeza en la almohada rebobinando ese instante maravilloso entre Elías y yo, aquel beso el cual no podría sacarme de la mente y ese deseo profundo que emergía cada vez más, pero temía tanto volver al pasado y terminar lastimada una vez más, sobretodo porque él estaba comprometido y pronto se casaría. 《No vayas a esa cita Alex》 Mi mente aconsejó. Pero yo deseaba verlo una vez más, quería poder hablarle y aunque sabía que nada iba a ser como antes, porque lo nuestro sería un imposible. Ese anhelo permanecía intacto dentro de mí, las vivencias pasadas podían ser un pro y contras por evidentes razones, yo no podía ser capaz de aceptar que la vida fuera tan cruel y nos diera la oportunidad de vernos una vez más, entre nosotros pasaron tantas cosas que intensificaron ese amor y esos sentimientos quedaron reprimidos en algún espacio interno, los cuales gritaban por salir. Temía que si eso llegaba a suceder, podía cometer errores de los cuales terminaría muy arrepentida. No bajé a desayunar y mi nana trajo la comida a mi habitación, apenas entró, salté a sus brazos con emoción, la rodeé dándole besos por todo el rostro y ambas nos sentamos en la cama a conversar sobre tantas cosas, y recobrar el tiempo perdido poniéndonos al día. —Ayer vi al joven Elías —mencionó y sonreí traviesa—. Oh, oh, Alex, ¿no me digas que estuvieron solos? —interpeló. encogí los hombros tomando una porción de fruta con un tenedor. —Tal vez —solté en son de juego y ella parpadeó varias veces. —Alex Santiago, él está comprometido —recordó y puse mala cara. —Ay, no vayas a ponerte pesada, además yo lo estuve antes con él, aún conservo el anillo —se lo mostré y ella hizo una mueca de tristeza. —Cariño, sé que todavía sientes cosas por él, pero eso quedó en el pasado y no quiero verte sufrir cuando esté con aquella mujer en el altar —apuntó trayendo un mal sabor de boca, debido a que pensar en esa situación me generaba migraña. —Ok, ya no tengo hambre, voy a ducharme y saldré un rato —di por terminada la conversación, aunque ella insistía solo besé su frente asegurando que todo iba a estar bien. Por dentro mi mayor temor era pensar en esa dichosa boda, pero mi corazón tenía esperanzas todavía.
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