Capítulo 13
Circunstancias
Llegué a casa y apenas pasé la puerta, noté que Ethan se encontraba con Karol, su novia, ella preparaba la mesa mientras con una sonrisa me saludaba invitándome a unirme, me acerqué, ya que mi estómago rugía como si tuviera una manada de leones ahí adentro, mi hermano traía una jarra de jugo y la puso para luego revolverme el cabello, cosa qué él sabía muy bien no me agradaba, pero igual no dejaba de hacer.
—¿Y bien, a dónde estuviste todas estas horas?—señaló Karol sirviendo un poco de pastel de carne en un plato, yo me limité a encoger mis hombros
—Por ahí —respondí en una sonrisa pícara y ella me devolvió el gesto, pero un poco más emocionada.
—Oh, al parecer este galán estuvo de travieso—bromeó —.¿Dime, podré conocer a la dichosa Alex? Ethan me dice que esa chica te tiene hipnotizado —agregó y observé a mi hermano para fulminarlo con la vista.
—Sí, él siempre de chismoso —comenté entornando los ojos, al tiempo que recostaba mi espalda a la silla para inclinarla un poco hacia atrás y puse ambos brazos cruzados por detrás de mi cabeza.
—¿Acaso dije algo fuera de la verdad? —puntualizó—. Yo solo comenté con Karol, lo enamorado que estás de Alex —añadió en son se burla, sacándome de quicio, ya que si bien tomé la decisión de hablarle de mi novia, no fue para que él siempre estuviera molestando con ese tema.
—Ethan a veces solo dices estupideces —me quejé y luego levanté de la silla para ir a mi habitación.
—¿Ves Ethan? Ya hiciste enojar a tu hermano, no entiendo por qué rayos eres tan idiota —regañó Karol al imbécil que solo sabía fastidiarme.Y es que desde el momento en que salí de la secundaria y me esforcé para obtener buenas calificaciones en lo que quedaba de tiempo solo para que Alex se diera cuenta de que sí podía ser suficiente para ella, mi hermano notó el cambio y empezó con las bromas sobre conocer a esa niña que me había transformado.
Subí las escaleras y entré al desorden que llamaba guarida, donde estaban unos cuantos pantalones tirados en el suelo, también zapatos regados por todos lados, cajas de pizza sobre el escritorio de la computadora y latas de cerveza. Como todo chico de mi edad, yo no tenía la más mínima idea de lo que era orden.
Me lancé a la cama con los brazos detrás de mi cabeza y miré el techo de la habitación contemplado lo mejor de ese lugar, ahí era donde había puesto una foto de Alex, la cual tomé en una ocasión donde nos escapamos al parque de diversiones y ella estaba jugando a lanzar las pelotas para derribar unas botellas, terminó ganándose un oso de felpa y capté el momento justo en una secuencia de varias tomas en el cual se veía desde que celebró cuando ganó, hasta el instante que recibió su premio.
Esa foto la volví una sola y la tomé como recuerdo para ponerla en ese lugar, ahí podía verla por horas sin aburrirme y es que esa pecosa malcriada y amargada, tenía un gran poder sobre mí que nadie jamás obtendría, justo cuando la vi en ese momento querer entrar al aula de clases y me interpuse en su camino, nuestros destinos fueron sellados.
Por eso anhelaba con mi vida graduarme a pesar de ser señalado como el chico rebelde de toda la escuela, no me importaba lo que dijeran de mí, yo solo quería poder ir a la universidad y ser un ingeniero en mecánica automotriz, ser dueño de mi propia empresa y poder tener el respeto de todos. Porque descubrí que era una pasión en mi vida, y podía esforzarme para lograrlo, solo de esa manera yo iba a poder ir a enfrentarme a los padres de Alex, los cuales nunca aprobarían nuestra relación si supieran que yo no era más que un bueno para nada.
Ese podía ser mi mayor incentivo, demostrar que no era lo que todos decían y pensaban, que yo podía ser mucho más. Yo estaba al tanto, de que un chico en una motocicleta jamás daba buena impresión a gente rica como lo eran mis suegros, y a pesar de que Alex me repetía mil veces que a ella no le importaba si ellos me aceptaban o no, quizás se trataba de mi orgullo, eso que no me permitía darme por vencido respecto a ese tema.
Permanecí cabal a mis ideas sobre esa meta, nada me impediría conseguirlo para en un futuro poder darle la vida que Alex se merecía, porque yo no solo la veía como algo pasajero, ella de verdad me importaba y anhelaba realmente tener toda una existencia juntos.
Suspiré y miré a un lado donde se hallaba mi mesita de noche, noté que las horas se fueron rápidamente, y aunque yo tenía que esperar la llamada de Alex, puesto que así acordamos.Yo no llamaba a su teléfono para no despertar sospechas, sin embargo, ya pasaba la media noche y ella no me marcó, lo que me pareció extraño, por lo cual me enderece y sostuve el teléfono entre mis manos esperando unos segundos, y como no vi la pantalla encenderse entonces decidí marcarle yo…
Antes de presionar una tecla, el aparato empezó a sonar y un gran alivio recorrió mi cuerpo.
—Hola, pecosa —saludé.
—Hola, idiota —respondió —. Casi me descubren, mamá llamó a la madre de Rouse, por fortuna ella supo cómo persuadirla y no pasó a mayores —comentó.
—Sabes, empiezo a pensar que debemos hablar con tus padres —sugerí
—¡¿Perdiste la cabeza?! No, de ninguna manera, sabes lo que pienso de eso Elías, mamá, se volvería loca si llega a enterarse, no quiero que me alejen de ti —explicó y aunque ella siempre solía tener la razón, yo no lo quería admitir, necesitaba que sus padres me aceptaran para no tener que vivir escondidos como criminales.
—Al diablo todo, Alex, te amo y no soporto, esta situación.
—Pues debes soportarla, al menos hasta que vayamos a la universidad, porque de lo contrario no podremos vernos más —aclaró y esa idea me parecía tan aterradora y a la vez me enfadaba tanto, que no pensé bien mi respuesta.
—Bien, que todos se vayan al demonio, eres una cobarde—le reclamé.
—¿Qué carajos te pasa? —espetó—. ¿Sabes qué? Mejor hablamos cuando dejes de ser un completo patán —colgó la llamada dejándome con mi furia, la cual terminó pagando mi teléfono, llevándome al tercero del mes, debido a que siempre que teníamos esa conversación yo acababa furioso y ella sin hablarme por días hasta que la iba a buscar para pedirle perdón. Sabía que metía la pata, por eso me tragaba el orgullo, ya que Alex no tenía la culpa, simplemente era una víctima de la situación.
—¡Carajo, Alex! ¿Por qué tiene que ser tan difícil? —le pregunté a la nada rebosando en enojo, recogí lo que quedó del pobre celular y lo eché a la basura, entonces observé toda la habitación y para calmar mi furia puse un poco de música ordenando todo aquel desastre acumulado de semanas.
Solo así podría respirar, sacarme esos pensamientos llenos de ira, amargura e impotencia por no poder hacer nada.
Luego de limpiar todo mi desorden volví a la cama y con un suspiro solo pensé.
Mañana será otro día, y tendré que pedirle perdón una vez más por ser todo un cretino.