Capítulo 7
Seamos amigos
Y ahí se hallaba, frente a mí, con la misma sonrisa de suficiencia de siempre, quizá estaba tan loco, que no le importaba que mi madre hiciera hasta lo imposible por enviarlo a él y su extraño padre a la cárcel. Dentro de mi cabeza sabía exactamente lo que iba a pasar si no huía, pero mis piernas no obedecían a mi cerebro, ya que al ver su rostro hinchado por el tremendo golpe que le propine el día anterior, me daba impresión de que justo en ese lugar iba a vengarse y lo peor del caso es que nadie se daría cuenta, por el hecho de que el lugar más solitario de la escuela era la biblioteca.
Mi cuerpo empezaba a ponerse tenso, y el miedo a lo que se pudiera aproximar provocaba que mis manos sudaran, sin mencionar la horrible sensación en mi estómago de un remolino emocional totalmente descontrolado. Pero al estar más concentrada en el miedo y todos aquellos sentimientos, ni siquiera había notado que él tenía un libro en su mano. Quedé tan llena de asombro al observar eso, que no pude evitar preguntar.
—¿Lees?—señalé el objeto y él de inmediato echó un vistazo rápido al libro en su mano, para luego verme a mí.
—¿Te sorprende que alguien como sepa pueda leer?—cuestionó, yo negué rápidamente y añadí de manera tranquila.
—No, de hecho solo siento curiosidad, pero no entiendo por qué dices, “alguien como yo”—hice las comillas con mis dedos—Te veo como una persona igual a las demás, solo que tu actitud es diferente—expliqué para que pudiera entender mi punto. Se rió con los labios cerrados demostrando sarcasmo dando un paso hacia mí, lo cual me puso en alerta y por instinto retrocedí.
—¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo? No pensé que después de ayer tú experimentaras ese sentimiento—recordó con la comisura de su labio levantada con un gesto de forma irónica. Yo puse los ojos en blanco moviendo mi cabeza de forma negativa.
—No tengo miedo.
《 Eso miente, Alex, miente hasta que tu misma te lo creas》
Pensé vagamente.
—Es solo que no quiero problemas, ya viste lo que sucedió ayer y mi madre es lo suficientemente dramática como para involucrarla en esto, así que te recomiendo, no te acerques a mí—le advertí. Para que volviera a reírse con malicia, dando un aspecto más adulto a su rostro.
—Alex—dijo con suavidad—¿Puedo llamarte Alex?—preguntó y yo encogí mis hombros, a manera de que no importaba. No te preocupes que no vine aquí para molestarte, solo quiero hacer las pases, ¿Te parece?—propuso dejándome con la boca abierta, no pensé que este niño tuviera la capacidad de perdonar así de rápido.
Me quedé reflexionando esa opción, pero por más vueltas que le diera a mi cabeza en ninguno de los posibles futuros haciendo las pases con Elías, podía irme bien. Sin embargo, también estaba la otra parte, yo me sentía muy culpable por haberlo golpeado y aunque mi orgullo quisiera impedirlo, estaba en la obligación de pedir disculpas, por lo cual tomé un gran suspiro y asentí para extender mi mano sudada y nerviosa hacia él.
Me miró sonriente, pero había algo en esa sonrisa que me generaba curiosidad, no tenía idea lo que podía estar pensando, pero iba a estar alerta por si se le ocurría hacer una estupidez para vengarse de mí.
—Bien, acepto el trato —cedí agregando con seguridad—Espero no sea una trampa, porque entonces…—no me dejó terminar para intervenir.
—Es lo más honesto que he hecho desde que tengo memoria, solo quiero que seamos amigos, ¿Te parece bien?—apuntó con la mejor expresión de sinceridad que podía tener, miré sus ojos y noté que no mentía, así que acepté su trato, a pesar de que si mi madre se enteraba seguro me enviaría a un internado en Londres.
—Bien, creeré en tu palabra—expresé—también quería pedirte disculpas, por… Bueno, eh, lo de… Ya sabes…— tartamudeé, ya que no se me ocurría una palabra de como poder decir la semejante locura que hice por rabia. Él únicamente se rió y sostuvo su nariz cubierta por una venda.
—Ah, jajaja ¿Esto? No te preocupes, ya casi no me duele, he recibido golpes más fuertes, aunque debo aceptar que tienes un buen derechazo—bromeó, pero yo igual sentía que debía pedir esas disculpas, por el hecho de que si íbamos a hacer las pases eso era lo más razonable.
—Necesito que lo digas, si no entonces no podré saber que realmente me disculpas—insistí y entornó los ojos soltando un resoplido.
—Ash, qué formal…—se quejó y encogió los hombros respondiendo—Bien, te disculpo, ¿Feliz?—soltó con fastidio y a pesar de que no estaba del todo contenta con su forma de aceptar mis disculpas, me pareció un buen inicio al menos que lo dijera.
—Con eso es suficiente, gracias—comenté y arrugó la cara, miró detrás de él justo al final del pasillo para señalar en esa dirección.
—¿Quieres ir a la cafetería?—invitó, pero negué de inmediato. No podía permitir que nos vieran juntos, al menos hasta que la marea bajara un poco.
—Me quedaré aquí, gracias—respondí y frunció el ceño, encogiendo los hombros para dejar el libro en un estante que no correspondía.
—Como sea, voy a jugar baloncesto—me dio la espalda y saludó con su mano sin voltearse—Te veo luego cerecita—indicó con cierto tono arrogante, pero a la vez hipnótico que me vi en la obligación de sacudir la cabeza, yo no estaba para eso de sentirme atraída por chicos, todavía tenía muchas cosas en que pensar antes… (crecer era una de ellas) Lo vi alejarse hasta que desapareció y sentí calma de nuevo, no pude darme cuenta de que mi corazón estaba acelerado y solo cuando estuve sola pudo volver a la normalidad.
Me senté en el suelo para seguir con mi lectura, sin embargo, la curiosidad me ganó y dirigí mi atención al estante donde Elías puso su libro, me rodé un poco y estiré la mano para tomarlo, miré la portada y supe que era poesía.
Lo abrí y empecé a hojearlo, una de las páginas estaba doblada, así que empecé a leerlo y cada línea me generó intriga que se combinaba con tristeza.
Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de la distancia.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin los ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su n***o velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos!
Cogiendo niños y ramas
Rodeado de la aurora
¡Y llena de noche el ama!
¡Qué haré si tienes tus ojos!
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
¡El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre?
¿En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada…
Sentí una increíble tristeza y levanté la mirada hacia ese pasillo vacío, en ese momento supe que Elías era un alma triste, solitaria, que gritaba por ser salvado de aquel dolor que lo aprisionaba, sin embargo, eso me llevó a la pregunta. ¿A quién perdió?