Capítulo 12
—¿Sabías que ella está castigada?¿Por qué rayos me desautorizas y la llevas a tomar un helado sin mi consentimiento?—mamá discutió con papá sobre nuestra salida, obvio yo estaba al tanto de que ella se iba a enfadar, pero papá insistió y no podía negar que necesitaba al menos un respiro de pensar en el problemático Elías y también en su superficial novia Alicia.
Mi padre se encargó de ella y yo subí a mi habitación donde permanecí toda la tarde hasta la noche, porque al día siguiente tenia examen y debía estudiar, ya que si por alguna razón también sacaba malas calificaciones entonces mamá si que me iba a enviar a un instituto en Londres.
En varias ocasiones se pasó por mi cabeza ese instante cuando Elías me sostuvo entre sus brazos de manera muy sobreprotectora y sin darme cuenta una sonrisa se me escapó, ladee mi cabeza y me palme las mejillas, puesto que era una estupidez ponerme en esa situación de imaginar telenovelas con ese chico tan desagradable y problemático, así que el resto de la noche me concentré en estudiar hasta que mis ojos se sintieron pesados y me quedé dormida con el rostro sobre el escritorio.
No supe cuánto tiempo transcurrió, pero sentí que unos brazos me cargaban y al abrir mis ojos débilmente noté el rostro de papá, que me llevaba a la cama, volví a cerrar los párpados y un beso en la mejilla seguido de un: descansa mi pequeña, fue lo último que recordé de esa noche.
Esa mañana había sido tranquila, mamá estaba con mi padre en el auto conversando muy a gusto, y a pesar de que seguía enojada conmigo, al menos me hablaba y también estaban haciendo planes de vacaciones ya que las clases terminaban dentro de tres días. Sonaba como algo maravilloso poder estar los tres como una verdadera familia y no tener que celebrar mi cumpleaños con gente extraña que no me interesaba en lo absoluto.
Al llegar a la escuela, ambos se despidieron dándome un beso en la frente y pude bajar del auto con un excelente ánimo, caminé unos cuantos pasos hacia la entrada, pero el sonido de un vehículo atrajo mi atención, alcé la vista notando que se trataba de él... Entonces, sentí como si un mar de emociones se resolvieran en mi estómago, mi cuerpo se estremeció y no podía controlar cada uno de esos extraños sentimientos. Caminó por el concreto avanzando con la cabeza gacha, eso me pareció raro, porque él siempre tenía un buen ánimo y esa mañana parecía bastante triste casi como si no quisiera estar ahí.
Seguí observando y justo cuando pasó cerca de mí, hizo algo que me dejó con la boca abierta. Ni siquiera sé molestó en mirarme, provocando un choque que me paralizó, quizás si se tomó enserio lo de que yo no quería ser su amiga. Estaba tan triste por esa situación, que me fue difícil poder seguir el camino que faltaba en dirección a mi salón de clases, pero luego pensé bien las cosas y supuse eso iba a ser lo mejor para todos.
Aunque no tenía ánimos de nada, como pude permanecí cabal hasta terminar el examen, salí de mi salón apenas sonó la campana y ni siquiera me molesté en ir a la cafetería, solo llevé mis libros al casillero, con esa pesada tristeza sobre mi cuerpo, me quedé viendo fijo el interior sin darme cuenta que alguien me tomaría por sorpresa...
Dos chicos más grandes que yo sujetaron mis brazos, el tercero me vio al rostro y sonrío para sacar un bote de pintura de su bolsillo, yo sabía lo que estaba a punto de hacer, sin embargo, no tenía la capacidad de poder defenderme, ya que eran tres niños contra mí. Únicamente supliqué que no lo hiciera y cerré los ojos sollozando, pero no ocurrió nada, no sentí absolutamente nada, entonces cuando abrí mis ojos como si de un superheroe se tratara, ahí estaba Elías.
Tomó al niño por el cuello y lo lanzó al suelo, los otros dos no se atrevieron siquiera a moverse porque él los fulminó con la mirada, me soltaron y huyeron como los cobardes que eran, él se acercó y me tomó de la mano para ayudarme a ponerme en pie, me vio al rostro preguntando.
—¿Estás bien?—interpeló y no tuve la fuerza para responderle, nada más me prendí de su cuello y lo abracé aferrándome como si no existiera nada más en el mundo. Tranquila, ya pasó, estoy aquí —murmuró y luego de unos minutos lo solté, me acarició la mejilla limpiando una lágrima que recorría ese sitio y sonrío.
Y la verdad nunca olvidaría esa hermosa sonrisa, la cual se grabó en mi mente para siempre.
—Vaya, no hay un día en que no tenga que salvarte, ya se empieza a hacer costumbre—bromeó y ahí estaba de nuevo, ese era el niño que yo conocía, el que me desagradaba, pero a la vez no podía estar sin él, prefería mil veces que me molestase a tener que verlo tan triste como en la mañana.
—Creo que no le caigo bien a nadie—dije sacudiendome la ropa, él soltó una risita y negó.
—Pues a mi sí, es lo único que debe importante—fanfaroneo y yo arrugue la cara recordando a su novia.
—Hmm, bueno, ni tanto, yo no quiero meterme en problemas por tu novia la loca—puntualice, para que él girara los ojos en redondo.
—¿Siempre eres tan desagradecida? O únicamente lo haces para ser irritante—soltó con fastidio. Yo me encogí de hombros respondiendo sin remordimiento.
—No soy desagradecida, solo digo la verdad, yo quiero mi vida y si esa chica me ve cerca de ti, entonces tendré problemas.
—No los tendrás, créeme—instó y me cruce de brazos.
—¿Por qué? ¿Acaso ella cambiará de opinión acerca de mí?—insistí y movió la cabeza de forma negativa.
—No
—¿Entonces?—volví a indagar
—Ya no somos novios—aclaró y aunque sonara cruel, no pude evitar la alegría, algo dentro de mí pecho salto con emoción. Hice lo posible por sonar lo más seria posible, para no parecer muy interesada en el tema.
—Vaya, lo siento, ¿Y por qué terminaron?—quise curiosear, él me vio y esbozó una sonrisa gatuna.
—Oh, ¿Por qué te interesa tanto?—interpeló con esa mueca maliciosa en su rostro, yo frunci el ceño arrugando la boca.
—Ja, por favor, solo tenia curiosidad y ya, pero si no quieres decirme igualmente no es tan importante para mí—le solté para evitarme sus comentarios molestos sobre que yo puedo estar interesada por él.
—Tranquila, te entiendo, pero solo fue porque ella tiene un pensamiento diferente al mío y no podemos ponernos de acuerdo, es todo—confesó y a pesar de que él podía ser un patán, me dejaba soprendida de que ni siquiera tenía algo malo que decir de su ex.
—Entiendo, igual lo siento—culmine esa conversación, porque darle más larga era hacerle creer que me importaba.
—Tengo hambre, ¿Tú no tienes? ¿Te parece si vamos a la cafetería?—invitó y aunque yo no tenía mucho ánimo de ir a ese lugar, acepté porque igual si le decía que no el iba a seguirme a donde yo fuera.
Caminamos hasta el sitio y justo al entrar sentí como si todos nos observaran, él iba adelante mientras yo mantenía mis ojos en su espalda con nerviosismo, llegamos y recogió dos charolas una para él y otra para mí, hizo un gesto con su cabeza para que lo siguiera y pasamos entre las mesas que ya estaban ocupados, en varios lugares murmuraban y yo tenía la total certeza de que hablaban de mí, solo en una mesa alcance a escuchar y casi me ahogo con mi propia saliva.
—¿Ese no es el novio de Alicia?—cuchicho una chica con otra.
—No, ya terminaron, eso dijo ella—respondió la compañera, y yo solo me sentía como la horrible que se metió en medio, o así me hicieron sentir todas esas pesadas miradas sobre nosotros.
Cuando por fin llegamos a la mesa, él empezó a comer como si nada, pero yo no podía probar bocado, ya que estaba incómoda al encontrarme observada por toda la escuela.
—¿Qué te pasa, por qué no comes?—interpeló mientras llevaba un trozo se pan tostado a su boca.
—¿No te has dado cuenta? Todos nos observan y creen que yo le quité el novio a otra chica—confesé en voz baja y él sonrió encogiendo los hombros.
—Todos ellos—señaló alrededor—Son pura gente entrometida, no les hagas caso—alzó la voz en las últimas palabras. Ellos no tienen vida propia—y al notar alrededor me di cuenta de que nadie nos miraba ya, eso me hizo saber que realmente le temían a Elías.
Y cómo no hacerlo, él era bastante grande para su edad e intimidada mucho, por eso quizás nadie en la escuela se atrevía a siquiera confrontarlo.
—¿Vas a comer, o tendré que darte la comida en la boca como una bebé?—regañó y abrí mis ojos de par en par, así tomé rápido un bocado de lo que hubiera en la charola metiéndolo a mi boca, para ahorrarme esa vergüenza.
Desde ese instante la amistad entre Elías y yo se fortaleció a tal punto que ya nadie podía acercarse a mí, y cualquier persona que lo hiciera estaba en graves problemas con él, ya que se convirtió en algo así como un muro alrededor de mí, evitando que nadie me hiciera daño.