Después de la boda de mis tíos pasaron muchas cosas, primero me levante con una gran resaca, mi cuerpo parecía a punto de colapsar gracias a la cruda, así lo llamaba Bri y debo decir que me gustaba todas sus terminologías, por otro lado, apenas fui consciente de como llegue a una de las habitaciones.
Casi muero cuando sentí un cuerpo a mi lado, pero me relajé cuando vi a Ben durmiendo boca abajo con la baba chorreando, una vez más me había cuidado, una vez más protegió mi cuerpo.
Me removí un poco y golpee su brazo con fuerza, haciendo que se mueva y queje.
- Sam… - se quejó – Es temprano.
Giro su cuerpo hasta quedar mirando al techo, tomo la almohada que antes estaba en su rostro y la coloco sobre su cara. Solté una carcajada cuando su baba toco su piel haciéndolo quejar y provocar una arcada.
- Todavía no entiendo como follas tanto – comento entre risa - Si te vieran babear así – la almohada mojada se estrella en mi rostro - ¡No! ¡que asco! – arcadas, una tras otra.
Gracias al asco que me dio su baba en mi cara, me hizo correr al baño para vaciar mi estómago en él.
- Esto solo ocurre cuando tomo mucho – me sostuvo el cabello – Por cierto, me arruinaste una follada – le saco el dedo del medio.
- No hice nada – me dejo caer en el piso.
- No, pero no te iba a dejar ebria a merced de quien sea – se sentó frente a mí – Ese Joe no me convence, se ve bueno, pero creo que solo te quiere llevar a la cama – junto sus cejas – Y mientras yo esté cerca, eso no pasara.
Ben era así, un hermano protector capaz de matar a quien sea que se atreviera a tocarme sin mi consentimiento, él sabía que era virgen, sabía mi repertorio de salientes y lo que cada uno de ellos había provocado en mí.
Éramos como mellizos, estábamos conectado con el otro sin siquiera ser de la misma madre, gracias a que crecimos juntos podemos decir que somos uno.
- Mateo me beso anoche – sus ojos se abren, él sabe mis fantasías con respecto al susodicho.
- ¿En qué momento? – su rostro se mantuvo impasible – No lo vi cerca tuyo.
- Ni yo – suspiro – Pero se las ingenió para aparecer cuando salí del baño – pego mis rodillas a mi pecho y pongo las manos en mi cara – Estaba molesto porque bese a Joe, por cómo me tocaba, yo… - tiro mi cabello - …yo no lo entiendo – apreté mis puños – No sé qué se supone que fue todo eso, es que no tiene lógica.
- Estaba celoso – sonríe – Mateo se puso celoso de Anónimo – soltó una carcajada.
- ¿Tú también lo llamas así? – enarco una ceja.
- Tía Hannah tiene las mejores referencias – sube sus hombros – Creo que le queda bien anónimo, al final de cuentas, no lo registras – hago una mueca por la verdad en sus palabras.
- ¿Con quién ibas a follar? – muerde sus labios – No me digas que… - ahogo un jadeo – Oh, lo siento tanto.
- No pasa nada – suspira – Creo que es lo mejor – su mano pasa por su rostro – Ella quiere una relación, flores, corazones y esas cosas que las mujeres buscan.
- No todas, pero creo que tiene sentido – lo miro con pena – Igual creo que tienes miedo – enarca su ceja.
- ¿Miedo?
- Ella significaría que aceptes algunas cosas – me mira esperando que continue – Por ejemplo, que la quieres y quieres una relación con ella – bufa – Puedes negarlo Ben, pero te conozco, ella sería la única que podría domar a la bestia, con ella te volverías decente – carcajeo.
- Soy decente – se levanta y me tira una toalla.
- Eres un prostituto – levanto una ceja y sonrió ladino, oh no.
Trate de salir del baño lo más rápido posible, pero me tomo de la cintura, me subió a sus hombros mientras pataleaba y me quejaba.
Escuché la canilla de la ducha, volví a gritar y escuche la puerta de la habitación abrirse, Ben soltó una gran carcajada y me deposito debajo del agua helada.
- Hijo de… - las carcajadas de la puerta me hicieron levantar mi rostro.
Mis padres, mis padrinos, Mateo, mis hermanos y abuelos, me observaban divertidos. Miro a Ben enojada mientras suelta carcajadas.
- Para la resaca hermanita – se aleja cuando trato de agarrarlo y mojarlo.
- ¡Prostituto! – grito mientras mi tía me graba, aprovecho para sacarles el dedo del medio a todos.
Toco las canillas y abro la caliente, mi piel esta erizada y ahora mismo me encuentro marcando pezón. Me cubro los pechos y giro para verlos.
- ¡Largo! – mi madre sigue riendo.
- Vamos hija es solo agua – dice mi padre divertido.
- Bueno me voy a bañar – tomo la parte de debajo de mi ahora empapado vestido, porque sí, sigo vestida de dama de honor.
- Largo – grita mi padre – Dejen de mirar a mi hija.
Observo como todos se marchan y suspiro, no me pare a mirar a ninguno, no tenía ganas, no quería imaginar cómo estaba mi cabello, ni mucho menos mi maquillaje, me despoje de la ropa y aproveche para bañarme, sabía que mamá dejaría ropa en la habitación, también sabía que Ben huiría de la casa.
La venganza era algo inminente y cuando menos se lo esperara ahí estaría yo, para cobrarme lo que acababa de hacer.
Terminé mi tarea mientras planeaba que hacer con él, salí de la ducha y me encamine al espejo empañado. Lo limpie con mi mano y me espante. Mi cabello ahora estaba liso y peinado, pero mi cara, dios mío, ¿qué había pasado en mi cara?
Dos motas negras se encontraban debajo de mis ojos, gracias a dios no había labial, pero mi delineado había dejado dos círculos negros en mis ojos y líneas choreadas hasta mi mentón, era el vivo retrato de una película de terror y estaba filmada.
- Te mataré Ben Pride – siseo mientras limpiaba debajo de mis ojos.
Tarde treinta minutos en volver a parecer una persona normal, tal y como pensaba mi madre me dejo ropa sobre la cama, pero no era mía, claro que no, era nueva, cortesía de alguien supongo. Observe la bolsa, Emily. Sonreí, era la nueva colección urbano.
Me vestí, peine y salí directo al comedor, todos estaban sentados en la mesa, incluso mi hermano diabólico, mi otra mitad, Ben. Sus ojos me observaron divertido mientras me invitaba a sentarme a su lado, lo mire maliciosa y él negó.
- No – me señalo – La última vez tú llenaste mis manos de crema de afeitar mientras dormía – me recuerda – Terminé con la cara llena de eso – sonreí – Además me dio conjuntivitis.
- Fue muy gracioso – me senté a su lado.
Para mi suerte o desgracia, la mayoría de la familia se encontraba aquí, nadie manejo después de la boda, todos se acomodaron en las habitaciones de invitados, así que ahora me encontraba sentada frente a Mateo quien me observaba de vez en cuando.
Las charlas siguieron, todos comentaban lo que les había gustado de la ceremonia, Em le pidió el dinero a Mateo quien se lo transfirió en el acto, solo, según sus palabras, “para que dejara de torturarlo”.
Horas después todos volvieron a sus casas y obligaciones, menos yo y Ben, ambos cuidaríamos a la abuela mientras mis tíos disfrutaban su fin de semana romántico.
Pasaron las semanas, me había dedicado a terminar con mis estudios y estudiar para mis exámenes finales, Mateo me mandaba mensajes, pero no le respondía, Joe me buscaba constantemente entre clases, pero también lo evitaba.
Algo en mi decía que Ben tenía razón, él solo estaba buscando una cosa de mí… sexo y yo no estaba dispuesta a dárselo a él ni a nadie, ¡mentira! Grito la pequeña voz en mi cabeza, esa que siempre aparecía para recordarme todas las cosas que siempre negaba por miedo, pero que igual ignoraba.
Mis amigas insistieron en salir y ahí fui con ellas, bares, bailes y demás, formaron parte de mis noches hasta que llego la fiesta anual de Astracán textil, esa reunión a la cual ningún Hamilton faltaba jamás, así que ahora como quien no quiere la cosa, me encontraba frente al espejo.
Mi cabello castaño caí en bucles bien formados hasta mi cintura, el vestido n***o dejaba bien marcadas mis caderas, busto y piernas, mis ojos marrones brillaban bajo el maquillaje suave que me había realizado.
Mi espalda descubierta se encontraba atravesada por dos tiras negras en forma de cruz, el vestido de seda se adhería a mí como una segunda piel, por la parte delantera cuello Halter con tirantes, que dejaba al descubierto parte de mi busto mediano tirando a chico, por la parte trasera un escote profundo que llegaba encima de mi cola.
El tajo de la pierna llegaba justo hasta la mitad de mi muslo, los tacones de siete centímetros eran de tiras y plateados, con un pequeño colgante en la parte externa. Apenas llevaba unos aros largos en mis orejas, un pequeño bolso de mano y listo.
Mis tacones retumbaron en el camino hasta la puerta, ahí como en todas las demás veces, se encontraba Ben en un traje de etiqueta.
Su cabello n***o estaba algo despeinado, sus ojos grises parecían más brillantes y profundos, se había sacado el aro de su labio y ya no tenía el pendiente de su oreja. Hizo una reverencia absurda mientras tomaba mi mano y sonrió mostrando su dentadura perfecta.
Siempre íbamos juntos a estos eventos, nos negábamos a aparecer en los medios con alguna persona que no fuera un familiar, teniendo en cuenta nuestra familia y posición social, sin contar nuestro apellido, era imposible que pasáramos desapercibidos, por ejemplo, la semana pasada me fotografiaron comiendo un helado mientras paseaba por el centro comercial con Hannah, no había nada interesante en la noticia, creo que lo más interesante fue el largo de mi lengua para probar dicho helado y los comentarios lujuriosos de algunos hombres.
En fin, no queríamos salir con un hombre o una mujer en ninguna portada, porque si las cosas no funcionaban y volvíamos con alguien nuevo, íbamos a quedar como promiscuos. Teníamos claro nuestros objetivos e imagen, así que no caeríamos fácil frente a la prensa.
Me subí al auto deportivo de Ben, aun Audi R8 que le regalo Nathan apenas cumplió sus dieciocho, era n***o como el petróleo, estaba cuidado como si fuese su esposa, el tapizado no tenía ni una sola mancha y olía todavía a nuevo.
Ben apretó el acelerador y solté una carcajada, mientras las calles de la ciudad nos rodeaban, me encantaba ver a la gente caminar, reír por alguna cosa que les decía sus acompañantes, ver las luces de la ciudad, los autos e imaginar las conversaciones que tenían sus ocupantes.
No tardo mucho hasta que Ben estaciono frente al gran hotel, este donde hacían todos los eventos, donde sus padres fingieron que no pasaba nada entre ellos y mis padres se reencontraron nuevamente, el lugar ambientado en la Grecia antigua nos recibió, caminamos hasta el salón de eventos.
Una banda tocaba en un rincón, el piano sonaba sutil mientras una chica entonaba una canción de Adele a la perfección, mi primo me guiaba entre las personas mientras saludábamos.
Encontré a Hannah con su enorme barriga junto a mi tío, ambos sonreían falsamente mientras hablaban con alguien, me encamine hasta ellos y me frene en seco cuando lo vi.
Mateo estaba junto a una rubia de ojos miel con pequeños destellos verdes, su cuerpo curvilíneo era algo que envidiar en todos los aspectos, tenía grandes senos y un trasero enorme, que seguramente trabajo en algún gimnasio de alta gama, aunque pensándolo bien, seguramente tendría cirugías que la habían ayudado a verse tan malditamente bien. Estaba jodidamente celosa, muy celosa.
- Oh, dios, mío – Hannah me saco de mi trans - ¡Estas bellísima! – le sonreí.
- Tía – la abrace y acaricie su barriga. – Tío – Nathan me rodeo con sus brazos y yo hice lo mismo.
- Hermosa como siempre – susurro.
- Gracias – gire hacia la mujer pato y Mateo – Mateo – me acerque para darle un beso en la mejilla – Mucho gusto, Sam – le estire la mano.
- Mía – sonrió – Oh, un momento, es la hija de Oliver y Molly – mostró sus dientes. – Muy guapa como su madre, aunque no sabía que dejaban venir a niños al evento – junte mis cejas.
- ¿Mis padres trajeron a Clara y Aaron? – consulte a mis tíos.
Hannah tenía una ceja enarcada y su famosa cara de “no te pases perra”, la misma que ponía con París cuando la encontrábamos. Mi tío cambio su semblante a uno más serio y para nada agradable y Ben llego a mi lado con su brazo protector.
- No – respondió Nat.
- No es una niña Mía – dijo Ben en tono seco – Tal vez para ti no es lo suficientemente mujer, por el hecho de no haberse acostado con media fiesta – escupió cada una de esas palabras con odio.
- ¿Perdón? – levanto una ceja.
- Oh claro, te perdonamos – dijo este tranquilo – Por cierto, ¿cómo esta Thomas y los chicos, ya los viste? – Hannah soltó una carcajada y la rubia junto sus cejas más.
- ¿Vas a dejar que me hablen así? – miro a Mateo.
- No puedo hacerme cargo de lo que haces – subió sus hombros – Y tiene razón, Sam no es ninguna niña. – la rubia se giró para irse, pero Hannah hablo.
- Mía – la llamo – Lo diré una vez y de forma amable – la rubia clavo sus ojos en ella – Nadie se mete con mi familia y sale ileso de eso – ladeó su rostro – Ahora puedes irte – movió la mano en clara señal de que se fuera. – Disfruta la velada. – los puños de Mía se cerraron.
Ben la miro seco y sin gracia mientras ella se marchaba cerca de la barra, por mi parte no entendía que le pasaba a esta mujer conmigo, apenas la conocí hoy. Hannah me guiño un ojo y mi tío mantuvo sus ojos en su amigo que ahora no decía nada, ni tampoco se iba con su acompañante.
- Deberías elegir sabiamente con quien duermes Mateo – Ben fue el primero en hablar.
- Ya no me acuesto con ella – sus ojos se posaron en mí, como si fuera algún mensaje que debía captar.
- ¿Qué hace acá entonces? – mire a mi tío que esperaba su respuesta.
- Se entero y apareció vestida en la puerta de mi casa – toma aire – No podía solo echarla.
- ¿No? – Hannah nos mira - ¿Por qué no? – sigue mirándonos – No le veo lo malo.
- ¿Por caballerosidad? – dice Mateo divertido.
- Ustedes piensan mucho las cosas – se acerco a mí.
- Tú no tienes filtros, que es distinto – dijo divertido Ben.
- No, pero es más fácil – tomó mi brazo – Ahora señorita, iremos con tu madre, unos tragos y te presentare algunos hombres – sonrió con picardía.
- Hannah – Nathan la miro – Olvídate de los hombres.
- Oh, vamos cariño, esta divina – me señalo – Además, necesita un hombre de verdad, maduro, guapo, con futuro – sonrió con malicia – Anónimo no cumple esos parámetros.
- Anónimo no cumple ningún parámetro – dijo Ben – Tía tiene razón, necesita conocer a un buen partido.
- Se llama Joe – dije divertida y Hannah me pellizco – Pero… - aguante la mueca – Creo que tiene lógica, ya estoy grande, puedo conocer algún muchacho.
- Ya no es una niña Nathan – dijo Hannah mientras mordía su labio y contenía una sonrisa.
- Okay, pero… - suspiro - …tiene que tener mi aprobación.
- Por dios, no me voy a casar, a lo sumo unos besos, algo de… - calle dejando la frase inconclusa.
- No sé te ocurra… - dijo – Dios, no puedo imaginar que te toquen de esa forma – Ben soltó una carcajada – Mejor váyanse antes que te suba a un auto y te mande directo a la casa.
Hannah tiro de mi brazo y me arrastro hasta la barra mientras carcajadas salían de su boca. Yo no entendía porque había sido todo eso, pero si entendí que debía seguir la corriente de lo que sea que haya sido aquello.
Mi tía traía un vestido n***o largo hasta los pies que dejaba ver la hermosa figura de su panza, pero sin exagerar, su pelo estaba recogido en una coleta alta y apenas llevaba maquillaje.
- ¿Qué fue todo eso? – no aguante más la curiosidad.
- Eso – sonrió – Solo quería ver hervir a Mateo de los celos y vaya que lo conseguí – sus dientes se asomaron -Y fue mejor cuando diste a entender que follarías con el sujeto – carcajeo con ella.
- Una caipirinha – le dije al barman, que me sonrió coqueto. – Lo he estado evitando – ella me mira.
- ¿A Mateo? – afirmo - ¿Por qué? – subo los hombros.
- No sé, lo que pasó… - tomo aire – Estabsmos ebrios, seguramente llame para disculparse conmigo y no tengo ganas de eso, prefiero dejarlo con un beso caliente – el barman dejo el trago y me guiño un ojo.
- ¿Te gusta mi sobrina? – consulto Hannah haciendo que mis mejillas ardieran.
- Es muy linda – me miro y relamió sus labios.
- Se llama Sam – dijo está y miro a otro lado – Tengo que ir a saludar a alguien, me la cuidas – le dijo al muchacho.
- Claro – lo mire con los ojos bien abierto y mi tía se fue.
- No le hagas caso – mire a otro lado – Puedo cuidarme sola.
- Estoy seguro de eso – estiro la mano – Me llamo Carl Jherson – se la recibí.
- Sam Hamilton – abrió los ojos – Oh, no me mires así, soy un ser humano común y corriente como cualquier otro – se recompuso.
- Lo siento, es que… - carraspeo – Prácticamente eres mi jefa esta noche.
- No soy jefa de nadie – negué – Así que puedes estar tranquilo.
Carl era un muchacho agradable, muy agradable, llevaba bastante tiempo hablando con él, sus ojos marrones tenían pequeñas pintas de miel, su cabello castaño estaba perfectamente engomado para la ocasión, su cuerpo se notaba trabajado y su piel era de un color tostado, como si acabara de tomar sol.
Sus labios carnosos vivían en una sonrisa cuando se trataba de hablar conmigo y se curvan apenas cuando tenían que atender a otra persona o mujer. Muy inteligente de su parte, si me lo preguntan, pero a pesar de todo eso no me producía nada.
Me disculpe y camine hasta el otro lado para ir a los sanitarios, Ben se encontraba en algún lugar, con alguna mujer. Mis padres ya me habían saludado y por supuesto Oliver Hamilton intimido al pobre chico de la barra, aunque este no se inmutó en absoluto, mantuvo el respeto y cuando se enteró que estudiaba ingeniería en sistema, mi padre quedo fascinado.
Mi madre no paro de hacer ojitos y muecas divertidas, las cuales ignore como siempre hacía, ahora una hora después de llegar, tenía el número de celular de un chico y él el mío. No se sentía mal relacionarme con alguien, al final de cuentas, jamás coqueteaba y aunque no coquetee con Carl, al menos pudimos sociabilizar como dos personas que se estaban conociendo.
No llegue al baño, pues alguien tomo mi mano y me arrastro hasta la otra punta del lugar, para luego cerrar la puerta y dejarme nuevamente contra la pared.
- Se te está haciendo costumbre – cruzó mis brazos enojada.
- Veo que recuerdas bien las cosas – sonrió y cruzo sus brazos imitando mi pose.
- ¿Qué puedo hacer por ti Mateo? – ladeó mi rostro.
- Muchas cosas – se acercó un paso – La primera seria que dejes de coquetear con ese – levanto una ceja.
- ¿Por qué? – entre cierro mis ojos.
- No puedes estar con alguien como él – levanto ambas cejas.
- ¿Eres de esos que catalogan a las personas por su posición social? – doy un paso más cerca de él y me arrepiento – No todos nacen en cuna de oro Mateo.
- No me refería a eso – da otro paso hacia mí, dios que se aleje - ¿Por qué no me contestas las llamas y los mensajes? – inquiere.
- Pensé que te habías equivocado – subo los hombros.
- Veinte llamadas te dijeron que era una equivocación – me observa como si tuviera dos cabezas.
- ¿Fueron tantas? – preguntó con inocencia.
- Me gusta cuando te haces la desentendida – sonríe y yo muerdo mi labio. – Se acabo el juego Sam – da otro paso y retrocedo uno – No vamos a jugar más al gato y el ratón.
- ¿Yo soy el ratón? – se vuelve a acercar y vuelvo a retroceder.
- ¿Quieres ser el ratón? – trata de mantenerse serio pero su hoyuelo aparece.
- Por qué no vuelves con tu cita mejor? – trato de salir, pero me encierra entre sus brazos – Te debe estar esperando.
- No me interesa, no es mi cita – sus ojos se clavan en los míos. – Dime algo Sam – vuelve a dar un paso, estoy acorralada contra la pared – Anónimo te hace sentir lo que sentiste conmigo – su rostro baja y contengo el aire.
- Se llama Joe – susurro a duras penas.
- ¿Se te eriza la piel cuando te toca? – su nariz pasa por mi cuello - ¿Te hace jadear con solo hacer esto? – sus labios se cierran en mi yugular y contengo el sonido que quiere escapar, solo para no darle el gusto – Responde.
- No, no es de tu incumbencia – trato de mantenerme cuerda.
- Desde que te bese, todo se volvió de mi incumbencia – vuelve a rozar sus labios por mi piel - ¿En quién pensabas cuando te tocabas? – sus ojos se elevaron capturando los míos. – Dime Sam, ¿Quién te hizo gemir así?
- No voy a contestar eso – siento mis mejillas arder mientras él sonríe.
- Creo que se mi respuesta – su boca se acerca a la mía. - ¿Quieres salir conmigo? – trago y lo miro aturdida.
- ¿Qué?
- Ten una cita conmigo – sus labios rozan los míos – Dime que sí Sam, acepta una cita conmigo.
Me quede callada sin responder, lo único que podía sentir era su respiración haciendo cosquillas en mis labios, el roce de su piel en la mía, como mi corazón parecía querer salirse de mi pecho y mi piel se erizaba cada vez más. Mateo Wells me estaba pidiendo una cita, de la forma más sexy que podía haber.
- Sí – susurro, mi voz es apenas audible, pero él me escucha, lo sé porque su boca se curvo en una sonrisa y me beso.