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Mi Deseo

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Blurb

Siempre supe que él sería mi perdición, no me pregunten por qué, solo lo sabía.

Tal vez fue la forma en que su piel bronceada me atraía como abeja a la miel, o quizás sus ojos azules como el mar profundo, a lo mejor fueron sus caricias distraídas en mi piel o la forma en que mi cuerpo reaccionaba a su toque.

Cuando esto empezó no vi las consecuencias, ni siquiera me planteé los pro ni los contras, solo me dediqué a sentir y vivir.

No pensé que le estaba dando el poder para destruirme o posiblemente sí lo hice, pero decidí no reparar en ello.

Él falló, yo falle y al final, lo único que encontramos en este camino fue dolor y amor…. Quien sabe, tal vez, solo tal vez encontremos algo más.

Primer libro de la saga Amor prohibido

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Prefacio
¿Cómo es el sabor de lo prohibido? Es algo que me vengo preguntando desde hace un tiempo, quizás fue aquella vez que lo vi con su bañador rojo, la forma en que los músculos adornaban sus brazos y vientre, esas hileras que dejaban entre ver seis cuadrados que te llevaban a delirar en una fantasía llena de placer y lujuria. Estaba mal en muchos aspectos que fantasee con él, lo sabía, pero me era inevitable no pensar cómo se sentiría su piel bajo mis dedos o sus brazos alrededor de mi cuerpo. Yo no era experta en aquellos temas, no sabía nada del amor, ni mucho menos era una mujer experimentada como las que seguramente él llevase a su cama, pero aun así quería ser una de ellas, al menos por una noche. Ahora, me encontraba observando el techo de mi habitación, el cuarto donde me ocultaba cuando mis pensamientos amenazaban con desencadenar mi sistema, estas cuatro paredes donde también mis manos cobraban vida y mis deseos salían a flote. Suspiré profundo cuando las yemas de mi dedo bajaron por mi piel desnuda apenas cubiertas con un bañador, otra vez se habían reunido en casa, otra vez todos nos aglutinamos para comer en "familia" y nuevamente me encontraba excitada. Era mi cumpleaños, mis hermosos dieciocho años, la familia estaba aquí para celebrar, mis amigas y amigos estaban invitados, pero solo tres de ellas pudieron venir y Joe las acompaño. Sabía que Joe estaba interesado en mí, siempre me lo decía y a pesar que solo nos dábamos unos besos, nunca pensé en ir con él más allá, no me llamaba la atención de esa forma, ningún hombre provocaba ese deseo descontrolado de querer acostarme con él. Creo que llegue a pensar que algo no estaba bien en mí, primero sopese la idea de que quizás me gustaban las mujeres, entonces bese a mi amiga Cloe y no ocurrió nada, no me desagrado, pero tampoco me sentí atraída. Besaba mucho a Joe, en alguna oportunidad incluso llego a excitarme un poco, pero luego eso se esfumo. Logré pensar que mis anhelos por el mejor amigo de mi tío era una jugarreta de mi cerebro para hacerme sentir algo, pero no fue así, cuando Mateo me abrazo, las chispas llenaron mi sistema, las alertas se encendieron y un leve escalofríos me descolocó. Me mantuve alejada, pero él no, se encargo de sacarme a Joe de encima, hizo equipo conmigo, me toco con sutileza cada pedazo de piel desnuda que había a la vista en mi cuerpo, me tense, me alarme, pero nadie lo vio, él parecía entretenido con los juegos mientras sus manos subían y bajaban por mis piernas, una caricia lenta, delicada, donde sus yemas ponían mi piel de gallina y mi cuerpo a combustionar. Mordí mi labio y ahogué mi gemido cuando mis dedos tocaron mi pezón, lo tiré un poco mientras mi otra mano bajaba por entre medio de mis piernas. Aquí estaba yo, suspirando, jadeando y gimiendo por un amigo de la familia, fantaseando que son sus dedos lo que me tocan y me llevan a la cima de un placer tan potente que me deja sin aire. Mi mano ahora libre se apretó contra el colchón, mi espalda se arqueo y mi mentón se elevó hacia el techo cuando mis dedos jugaron con aquel botón, estaba nublada por el deseo, él me había dejado excitada, todo lo que hizo en el transcurso de la tarde me dejo de esa forma. Sentí mis terminaciones nerviosas colapsar y una corriente subir por mi espalda, me dejé ir, dejando que de mi boca saliera un gemido contenido y algo ronco, estaba en la bruma. Fue cuando hablaron. - ¿Sam? - volví mi cabeza hacia la puerta y abrí los ojos grandes. - Mierda - susurré. Podría jurar que las personas en mi cabeza corrían despavoridas de un lado al otro mientras la alerta de peligro retumbaba en todo mi sistema, he visto mucho intensamente con Aaron, pegué un salto de la cama y caí al piso de cola. Una queja de dolor abandonó mis labios y volvieron a golpear la puerta. - ¡Voy! - dije lo suficientemente alto. Corrí hasta el baño para limpiarme y luego caminé de prisa intentando poner la parte de abajo de la malla en el transcurso, muy mala idea de mi parte, por supuesto volví a caer al piso de bruces. ¡Mierda! Me queje en voz alta. Me levanté deprisa y acomode mi cabello, respire profundo tres veces y traté de serenarme, si es que eso era posible en un momento como este, sacudí las manos y moví mi cuello, antes de poner mi famosa cara de aquí no pasa nada y abrir la puerta un poco - ¿Qué pasa? - observé sus ojos azules como el océano. - ¿Estás bien? - sus cejas se juntaron y mordió su labio un poco. - Claro, ¿por qué no lo estaría? - levantó su ceja derecha y ladeó su rostro. - Te ves algo acalorada - media sonrisa divertida apareció en su rostro. ¡Doble mierda! ¡Triple mierda! Mi mente colapsaba mientras él enfundo una sonrisa ladina ¡Me escuchó! ¡este hombre me escuchó! - Hoy hace mucho calor - sonreí tranquila. - ¿Estás segura que es por eso? - sus ojos abandonaron mi rostro para recorrerme entera y luego volver a mi cara. - ¿Por qué otra cosa sería? - sonreí infantil. - No, por nada - subió sus hombros - ¿No vuelves a la pileta? - En un momento - observé mi cama algo desordenada y volví la vista al pasillo - ¿Qué pasa Mateo? ¿Me extrañas? Levante un brazo para dejarlo en la puerta y abrirla un poco más mientras lo miraba coqueta, sí, yo le estaba coqueteando a este hombre de musculosa blanca y bañador azul oscuro, que afrodita me ayude, porque no tengo idea de nada de esto. Mordió su labio nuevamente y me detuve en ellos un momento, eran grandes y carnosos, el superior un poco más fino que el inferior, su tono era rosado claro y parecían levemente delineados. - Eres algo hermoso de ver - dijo al fin en una voz más ronca y profunda. Dios Mateo acababa de devolver mi coqueteo, él simplemente respondió como yo quería que lo hiciera y me dejó sin palabras. Mordí mi labio bajo su atenta mirada, sus ojos azules se veían más profundos que otra veces y de un tono más oscuro. Estaba más excitada que antes y otra vez era a causa de este hombre. - Tú también - me acerqué un poco hasta su oreja - Aunque me gustas más sin remera. Intenté volver a mi posición inicial pero su mano tomó mi cintura dejándome en la misma posición, de acá podía olor a la perfección su colonia mezclada con el cloro de la pileta, gotas de agua caían por su cuello y de la punta de sus cabellos, relamí mis labios e intenté controlarme, anhelaba pasar mis labios por su cuello. Sus manos se aferraron a mis caderas, su tacto con mi piel fue mejor de lo que imaginaba, mi piel respondió automáticamente erizándose completa, mi respiración flaqueo un momento y todo el alrededor pareció evaporarse. Su respiración tocó mi cuello que ahora permanecía descubierto gracias al chongo desordenado que me hice. - Creo que estás jugando con fuego Sam - su voz sonó tan baja y ronca que casi parecía un susurro. - No creo que quieras jugar con él. Estaba casi segura que pretendía asustarme con eso, algo que no iba a suceder tan fácilmente pues me encontraba encendida y todas mis inseguridades, miedos y demás se habían ido y si tenía la oportunidad la aprovecharía. - Creo que al que le gusta jugar con fuego, es a ti… Me acerqué un poco más apoyando una mano en su vientre duro y la otra en su hombro, roce mi nariz por su cuello. Mateo olía a gel de baño, el cloro de la pileta y su perfume. Su mano apretó más fuerte mi cuerpo mientras yo tomaba la fuerza necesaria para lo que iba a decir. - Después de todo eras tú el que me estaba escuchando del otro lado de la puerta - susurré en su oído. - ¿Qué pasó Mateo? ¿Te gustaron mis gemidos? Lo empuje un poco con mis manos y me alejo para volver a mi cuarto y cerrar la puerta con su rostro atónito.

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