1. La boda

3244 Words
Me observo en el espejo de la habitación de invitados, el vestido azul oscuro se ciñe a mi cuerpo marcando cada pequeña parte de mi silueta, no llevo más que mis finas bragas y un sostén de silicona que tapa un poco mis mamas para asegurarse que no se marque mis pezones en caso de hacer frío. Mi cabello esta suelto y cae en una cascadas de rulos, producto de una peluquera que contrato mi madre para todas nosotras, fui la primera en pasar por ella, luego con mucho cuidado y sin ser vista, me dirigí a la vitrina llena de alcohol y tomé una botella de brandy, eso sería suficiente para calmar mis nervios. Llevaba semanas sin ver a Mateo, luego de lo que paso, apenas me cruce con él, no me gaste en mirarlo y por supuesto no deje que volviera a colocar una mano en mi cuerpo, solo charle con mis amigas, Hannah y mis tías, quienes no paraban de preguntarme cosas sobre Joe, que se acaba de ir hace menos de una hora. Trate con todas mis fuerzas ignorar las miradas que él tenía para mí, la forma en que su cejas se juntaban cuando preguntaban si me gustaba, si éramos novios o en el caso de tía Margo, si ya nos habíamos acostado. Gracias a dios mi padre intervino y la charla quedo ahí, pero sus ojos seguían clavados como dagas en mí. La próxima vez que nos vimos fue cuando Emma decidió darnos su noticia, esa que partió el mundo de todos en dos y que dejo un sabor amargo. Después de ello, me dedique a pasar más tiempo en casa de mis abuelos y con Hannah, cuando sabía que él podría ir, me iba. Lo sé, muy inmaduro de mi parte, pero la realidad es que no podía verlo sin sentir vergüenza. Ahora no solo iba a verlo, sino que también tendría que caminar con él por el pequeño pasillo montado en el fondo de la casa. Entonces lo hice, peleé con uñas y dientes para que me dejaran al final de la fila, para no estar cerca de mis padres y tíos, para que no olieran el alcohol en mi sistema, ni vieran la tensión que causaba su toque en el mío. Comencé con el primer trago, mi garganta ardió mientras el alcohol bajaba por mi sistema, era algo amargo y seco, no entendía que le veían los muchachos cuando se reunían a jugar a las cartas y tomaban esto o algo de whisky, ambas cosas eran horribles, pero mi terror lo era más así qué seguí, un vaso, otro vaso, arrugas en los ojos y tragos forzosos fue lo que me acompaño las primeras tres copas, a la cuarta me había acostumbrado al ardor y estaba un poco más relajada, pero no lo suficiente. Cuando sentí mis manos relajarse, mi humor mejorar y que la tensión de mi cuerpo poco a poco se esfumo, deje la botella. Camine a paso seguro hasta la habitación de mi tía, ahí se encontraba todas, ellas no iban a saber que había bebido, yo solo me mantendría lejos mientras las demás hacían lo suyo y llegaba la bendita cena donde por fin Joe estaría y podría respirar en paz, él me distraería y todo sería mucho más fácil, o al menos eso creí hasta que Han me arrastro a un rincón. - ¿Bebiste? – susurro en mi oído. - Nop – la miré y me maldije automáticamente. - Mierda Sam – me volvió a mover – ¿Por qué has bebido? – me rio. - Relajar – ¿relajar? ¿qué es eso? Oh, diablos, estoy muy ebria – Necesito no parecer una momia mientras camino por el pasillo con ese hombre – quiero señalar a Mateo para que entienda bien, pero no me deja – Sabes lo complicado que es estar cerca de él después de decirle que me masturbe pensando en él – momento, nunca le dije que fue pensando en él, mierda. - ¿Cuánto tomaste? – consultó. - Seis vasos o quizás siete – ¿Cuánto tome? – Tranquila que estoy como una mariposa… - seguí hablando, no podía dejarme expuesta – Mira, te hago el cuatro. – trato de levantar mi pie, pero mi tía me lo vuelve a prohibir y yo vuelvo a reír. No es hasta que mi padres hablan que me percato que todavía sigo con todos aquí presentes, me mantengo lo más seria que puedo, trato de contener mi respiración y caminar a paso seguro hasta llegar a Mateo, que me observa con detenimiento. Lo ignoro y tomo su brazo cuando me lo indican, entonces el primer mareo llega. Mierda. Me aferro a su brazo y él ajusta su agarre, parece comprender lo que me pasa porque baja la velocidad de las pisadas y centra su mirada en mí, parece enojado, confundido y contrariado. Sus pozos azules me atrapan, su mirada quema, tomo aire con dificultad mientras nos contemplamos, pero no soy tan fuerte por lo que termino observando hacia otro lado segundos después, todos esperamos la señal para salir y yo maldigo que lo que siga en el camino sea césped. - ¿Has bebido? – su aliento choca mi cuello. - Tal vez – susurro. - Mierda Sam… - sisea - ¡Pero que…! – se calla porque la organizadora nos da la señal – Sostente de mí – su tono es seco – No dejare que te caigas – lo mire un momento. - Gracias – asintió sin mirarme, cuadre mis hombros y entre. La ceremonia fue super emotiva, no solo porque estaba ebria, eso seguramente lo hacia todo más emotivo, pero este no era el caso, mis tíos eran únicos en su amor, ellos no trataban de seguir un patrón, dijeron lo que sintieron, se expresaron libres y nos enamoraron a todos. Siempre admire el amor de mis abuelos, el de mis padres y tía, pero lo que Nathan y Hannah tienen es distinto, es como si se acoplaran al otro con una sincronía tal, que cuando uno se mueve, el otro reacciona de forma automática y sin problema. Yo quería algo así para mí, pero dudaba que pudiera encontrarlo. Los aplausos llegaron, la gente se levantó, los novios se besaron y todo comenzó, salí del lugar con Mateo, una vez terminado todo lo protocolar trate de alejarme, pero me tomo la muñeca llamando mi atención. - ¿Qué? – lo mire confundida. - Nosotros tenemos… - se quedo callado cuando alguien se paro a mi lado. - Nena – Joe hablo alto y con voz grave – Que bien que te encuentro – miro a Mateo – Hola – estiro su mano – Bruno, ¿verdad? – mordí mi labio cuando lo llamo por otro nombre, sabiendo bien quien era. - Mateo – respondió seco – Tú eras... – sonrió ladino - ... perdón como no hablan de ti, no me sé tu nombre – cruzo sus brazos. - Joe – me miro y puso su mano en mi cintura – ¿Vamos? - asentí – Que pases linda velada – me guió entre la gente. - ¿Cuándo llegaste? – consulte, no lo había visto. - Hace un rato, no te vi – sube sus hombros – Estuve hablando con Hilary y Clara – giro mi rostro por sobre mi hombro y observo a Mateo que aun nos mira. - ¿Sabes donde nos toca? – se para y se coloca frente a mí. Ahora que lo observaba bien tenía pequeñas similitudes con Mateo, su cabello era igual de n***o, los ojos de Joe eran de color miel con leves motas verdes, eran lindos, pero no tanto como esos pozos profundos que tenía el sujeto a mi espalda. En lo que al cuerpo se refiere ambos estaban completamente marcados. Relamí mis labios y seguí mi vista, llevaba un traje n***o de corte italiano con unos zapatos a tono, su camisa blanca tenía un corbatín a juego, todo monocromático. Su mano se poso en mi mejilla y la acaricio con delicadeza, levante mi vista hasta fijarme en sus ojos, su boca se curvo en una sonrisa que dejaba ver una hilera de dientes blancos y su hoyuelo. - Estas hermosa – susurro y corrió un mechón de mi cabello con sus dedos. - Gracias, tú también vas guapo – sonreí y arrugo su nariz. - ¿Has bebido? – puse los ojos en blanco, todos me decían lo mismo, es que piensan que no lo sé. - Solo un poco – resople – No empieces tú también – me queje y rozo mi nariz con la suya. - No empiezo – dejo un leve beso en mis labios – Solo estaré atento para que no hagas ninguna locura – sonrió. - Solo fue una vez – niega. - Dos – enfatiza sus palabras con los dedos – Dos veces y en una terminaste en la cárcel – carcajeo. - Digna hija de mi madre y mi tía – él me acompaño en la risa. - Solo trata de no hacer ninguna locura hoy – volvió a besarme. No me negué al beso, me gustaba besarlo, sentir sus labios contra los míos, pero no era algo que me volviera loca, él no hacia que en mi cuerpo exploté con fuegos artificiales, solo era un roce de labios agradable que me dejaba con gusto a poco en casi todas las oportunidades. Un carraspeo nos hizo separar y mis padres aparecieron, Oli tenía sus puños apretados y mi madre se mordía el labio divertida, quise bufar, maldecir y mandar todo al carajo, pero sentirían en alcohol y eso me traería más problemas. Grandes problemas. - Anónimo – siseo mi padre - ¿Cómo estás? - Soy Joe señor, Joe King – levantó la mano y mi padre la recibió con una mueca en su rostro. - Te diría que es un gusto verte nuevamente Joe – deja la mano – Pero estabas demasiado cerca de mi hija – lo mira. - Pero no estaba tocando nada – responde divertido y mi madre suelta una carcajada. - Cariño solo fue un beso – mi madre esta tentada – La nena esta grande, puede tener novio – me atraganto con mi propia saliva y Joe me golpea la espalda despacio. - ¿Novio? – mi padre me mira. - Buenas noches - una castaña se asoma entre nosotros interrumpiendo – Les voy a pedir si pueden dirigirse a la carpa, vamos a servir – afirmó y tomo a Joe de la mano, tengo que huir y agradecerle a esa mujer. - Mamá, papá – camino en dirección a mi mesa. - Tu padre me odia – comenta divertido – Va, creo que odia a todo el que se te acerque – chasquee la lengua. - Exacto. Otra chica que ahora le hace ojitos a Joe nos ubica, tengo que contener mi risa, porque lejos de darme celos, me parece algo cómico sus gestos mientras trata de parecer coqueta. - Creo que alguien debería decirle que haciendo eso parece una persona a punto de sufrir un ataque – Joe niega y suelta una carcajada. - Eres mala – toma mi mano entre la suya – Se que no somos novios, pero no crees… - suspiro y alejo la mano. - Vamos Joe, no lo compliques, tonteamos, la pasamos bien, pero yo… - me callo. - No sientes lo mismo – termina – Todavía no pierdo la esperanza Sam – lo miro – Mientras no aparezca nadie, seguiré aquí. - Creo que es injusto… – sus ojos se desviaron un momento y volvieron a mí – Tal vez podrías estar con alguien que quiera lo mismo que tú – se acerca un poco más y vuelve a mirar a un costado - ¿Qué tanto vez? – quiero girarme, pero no me deja cuando coloca su mano en mi mejilla. - Solo observo que tu padre no me vea – junto mis cejas – Quiero seguir caminando cuando termine la velada – se acerca y yo rio – Volviendo a lo anterior – roza su nariz con la mía - Lo sé, pero me gusta estar contigo, así que, por favor, déjame decidir a mí que hacer – su boca se posó en la mía. El contacto fue breve, un leve movimiento, pero lo suficiente para que todos se dieran cuenta de nuestro beso. El brindis paso, la gente siguió charlando y yo continúe tomando, por alguna extraña razón me sentía observaba, tenía una gran carga en mis hombros y eso me molestaba. Las copas siguieron el camino a mi boca una y otra vez, en varias oportunidades Joe me las negó, pero apenas se descuidaba ahí estaba yo, bebiendo nuevamente, me sentía enchispada y bastante animada. Cuando el Dj puso reggaetón me encamine a la pista para bailar con mi acompañante, mis hermanos y primos. Ben bailo conmigo varios temas, también me dio alcohol, nosotros éramos así, entre ambos nos cuidábamos, nos acompañábamos, él sabía todo de mí y yo de él. - Voy… voy al baño – hable un poco mareada – Creo que me hago pis - carcajeo. - Oh, por favor no lo hagas en la pista – dijo Ben divertido – ¿Necesitas que te acompañe? – negué. - Puedo llegar sola – gire – Creo – carcajeamos. Ambos estábamos ebrios, pero eso no importaba, era la mejor fiesta a la que he ido. Camine a duras penas por el pasto, pero cuando vi que mis pies quisieron doblarse dos veces pare para sacarme los tacones y continué mi camino a la casa, no pude evitar reírme cuando en dos oportunidades casi me caigo al piso por no poder coordinar. Al final llegue sana y salva hasta el tóalet, sí, la borrachera me tenía aplicando términos finos, hice mis necesidades, me lave y salí, pero no llegue muy lejos en el pasillo, porque mi brazo fue tomado y mi cuerpo arrastrado a una de las habitaciones de la casa. Mi respiración se acelero y el pánico me abrazo, pegue unos manotazos hacia la mano que me agarraba hasta que mi espalda termino contra el frío de la pared. Dos brazos se pusieron a cada lado de mi rostro y jadee cuando sus ojos chocaron con los míos. - ¿Qué mierda? – me queje. - No es necesaria la palabrota – comenta con voz ronca. - Creo que podrías darme espacio – lo empujo - ¿Qué es todo esto? – consulto. - ¿Esto? – levanta una ceja - ¿Qué fue todo eso? – bramó molesto. - ¿De que hablas? – cruce mis brazos y él desvió su vista a mi escote – Mis ojos están aquí Mateo – sonrió ladino. - Hablo de ti besándote con ese… - hace cara de asco – Dejando que te toque, ¡Mierda Sam! – se agarró el cabello tirándolo un poco y se alejo de mí. - ¿Y? – volvió a mirarme. - ¿Qué mierda te pasa? ¡Estás loco! - Él no puede tocarte Sam – su cuerpo se movió. Me tense automáticamente y camine hacia atrás cuando sus pasos me acorralaron, su pecho se pego al mío, mis manos se apoyaron contra el frío muro, su antebrazo izquierdo se sustentó a un lado de mi derecha, levante mi rostro para mirarlo a los ojos. Era más alto, mucho más alto que yo, razón por la cual su cabeza se inclino hacia abajo hasta hacer que nuestras narices se rozaran. Su aliento se mezclo con el mío ocasionando que mi piel se erizase al instante. Sus pupilas se encontraban dilatadas y su respiración forzada y algo errática. Podía sentir mi corazón latir en mis oídos, en algún momento deje de respirar, mis piernas colapsaron y comenzaron a temblar, no tenía miedo… Mateo no me daba miedo, no temblaba por desconfianza, era otra cosa, anhelo, excitación, deseo. Deseaba a Mateo y tenerlo aquí, solo a unos centímetros de mí, me tenía delirando. - Nadie puede tocarte – susurro. Su pecho subía y bajaba, sus ojos fueron a mi boca, relamí la zona y los atrapé con mis dientes. Uno de sus dedos lo recorrió, para luego tirar de él y romper mi agarre. - No es algo que decidas tú – murmuró con la poca fuerza que junte. – Eso lo decido yo. - Lo sé – suspiro - ¿Puedo? - abrí mis ojos. - ¿Qué? - ¿Yo puedo tocarte? – su mano recorrió mi mejilla con delicadeza para bajar por mi cuello - ¿Puedo besarte? – trague con dificultad. – Sam… Sabía que esperaba una respuesta de mi parte, pero estaba congelada, no sabía que hacer o decir, esto en realidad estaba pasando y yo me había quedado quieta, callada, atónita como buena virgen que soy. Abrí mi boca para hablar, pero lo que conseguí fue un jadeo cuando sus labios se encontraron con mi yugular, no me beso, solo rozo la zona ocasionando miles de descargas en mi cuerpo, el fuego se apodero de mi sistema y apreté mis muslos cuando el calor se intensificó. Su nariz y boca rozaban mi piel, sus manos bajaban por la piel desnuda de mi brazo mientras mi cuerpo se veía embriagado por todas esas nuevas sensaciones. - Qué… - gemí cuando sus labios se cerraron detrás de mi oreja – Mierda – murmuré y él rio. Mateo se alejo y me observo, su pozos azules se veía brillantes y hambrientos, tanto como se veían los míos en este momento. Relamí mis labios y fue lo último que hice, porque su boca se pego a la mía con necesidad y avidez. Era un beso demandante y furioso, que hizo mi cuerpo reaccionar y a mis manos enrollarse en su cuello. Éramos esto, besos, jadeos y respiraciones entre cortadas. Sus manos bajaron por mi cuerpo hasta mis caderas tomándolas con pujanza y haciendo que se pagarán más a su virilidad, volví a gemir y un sonido parecido a un gruñido abandono sus labios. No sé cómo paso, ni en que momento, pero cuando reaccioné mis piernas estaban enrolladas a su cintura y mi espalda nuevamente contra la pared mientras su boca sacaba todo lo que podía de la mía. - Sam – el grito en el pasillo me volvió a la realidad – Sam ¿estás bien? – Joe volvió a hablar. - Mierda – susurré y me removí, - Déjalo que se vaya – dijo Mateo con su boca en mi cuello. - No, no – lo aleje y me bajo – Puede venir mis padres – su mandíbula se tensó, pero afirmo con su rostro – Ahora ¿Cómo salgo de aquí? – lo mire. - Mándale un mensaje preguntándole dónde está – dijo molesto. - Buena idea – ambos seguíamos hablando bajo mientras yo texteaba. - No lo vuelvas a besar – murmuró frente a mí – O le partiré la cara Sam – lo mire confundida. - Estás loco – negué y giré para irme, pero su mano me impidió avanzar. - Lo digo en serio – apretó sus dientes – No me importara hacerlo como lo vea tocarte nuevamente. - ¿Por qué te importa si me toca? – lo enfrente, pero se calló – Creo que entendí, nos vemos Mateo – salí sin mirar atrás.
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