Todavía podía sentir los labios de Mateo sobre los míos, la forma en que su boca se movía en sincronía con la mía, sus manos en mi cadera y espalda, el olor de su perfume, una mezcla a gel de baño marino, pomelo y mandarina, fragancia que todavía sentía en mi cuerpo, aunque estaba segura que era mi imaginación, porque ahora estaba recién bañada y con mi perfume colocado.
Habían pasado exactamente dos meses y medio desde la boda de Nathan, acababa de cursar mis últimas materias, oficialmente había terminado mis estudios y en tres semanas me iría a la universidad. Cruzaría todo el estado y me formaría en lo que me gustaba, abogacía, supongo que esa fue la razón para evitar contestar sus mensajes e indirectas por tanto tiempo, yo literalmente había ignorado a Mateo por meses y este no se había cansado, no me mando a fregar, a pesar que como dijo lo ignore.
Quizás lo que en realidad quería evitar era la parte amorosa, me marcharía en unos meses, estar con él podía complicar todo eso o quizás hasta facilitarlo, porque si las cosas no funcionaban, yo simplemente podía huir como una perro y hacer como que nada sucedió entre nosotros, creo que suena más fácil pensarlo que decirlo, seguramente es más fácil especular, pero no pensaría en ello ahora.
En este momento estaba concentrada en arreglarme, tenía una cita, una cita con Mateo, el hombre por el que había estado babeando los últimos dos años, parece irreal y algo loco, pero estaba pasando.
- Tendrías que sacar la licencia - Ben me mira desde la puerta.
- Ya lo haré - lo veo a través del espejo - ¿Pasa algo?
- Solo quiero que tengas la opción de irte, si así lo deseas - afirmó.
- No creo que haga algo que me incomode. – murmuro mientras termino de retocar mi maquillaje.
- Yo tampoco, pero por si acaso - se sienta en la cama.
- ¿Qué tal me veo? - giro en círculo para que me mire.
- Hermosa como siempre - sonríe.
- Eres mi hermano, no creo que seas muy ecuánime. - sonríe, pero la expresión no llega a sus ojos. - ¿Qué ocurre? - suspira.
- Tengo miedo de que salgas lastimada Sam - me siento a su lado - Yo… yo estoy feliz por ti, no me malinterpretes, pero no quiero que te lastimen.
- ¿Por qué dices eso? – espero que me responda mientras miro la punta de mis zapatos.
- Porque creo que Mateo es la única persona capaz de hacer eso – nos miramos – No me preguntes por qué, porque honestamente ni yo lo entiendo, es como un presentimiento.
- Lo entiendo, yo tampoco lo quiero, créeme, no quiero salir dañada - era verdad, no quería eso - Es solo una cita, la verdad es que no sé qué quiere de esto. – hace una mueca.
- Solo prométeme que te tomaras tus tiempos – me miro suplicante.
- Lo prometo – tome sus manos – Siempre será a mis tiempos.
- Okay - toma aire - ¿Qué diremos abajo? - pensé un momento.
- Que vamos al parque, es una verdad a medias - afirmó.
- Cuando te vea quedará impresionado. - me hice la coqueta.
- Soy algo hermoso de ver - puso los ojos en blanco.
- Y muy egocéntrica - palmeo mi pierna - Vamos chica modesta.
Me levanté y fui por mis cosas, pero antes de salir me encamine nuevamente hasta el espejo y me observe una vez más, mi cabello está suelto y lacio, llevo unos pendientes de bolitas en las orejas, sobre mi cuerpo una musculosa blanca con un suéter gris de hilo encima, que dejaba descubierto mi hombro izquierdo.
Complete mi atuendo con un jean azul oscuro y mis tenis blancos, en mi cuello colgaba la cadena que me regaló para mí cumpleaños, esa pluma con diamantes pequeños, en mis dedos tenías varios anillos, tome mi chaqueta gris y salí.
Baje los escalones con mi mochila blanca pequeña, siempre iba con ese bolso a todos lados, tenía de todo, para cualquier emergencia.
Mi madre se encontraba en el sillón jugando con Aaron, él armaba un rompecabezas de mil piezas y mi madre aportaba un poco o casi nada, creo que era una forma de pasar tiempo con él.
Ambos dejaron lo que hacían para mirarme.
- ¿A dónde vas? - dijo mi hermano.
- Salimos con unos amigos al parque - comenté.
- ¿Qué amigos? - dijo mi hermano y Ben rio un poco.
- ¿Quién eres? ¿mi padre? - comenté divertida.
- Tu hermano – hablo molesto - Tengo derecho a saber con quién sales - cruzó sus brazos - No me gusta anónimo. - mi madre suelta una carcajada.
- Tú también - levantó los brazos - Se llama Joe.
- Anónimo - dice firme - No la puedes dejar salir con él - mira a Ben - No me agrada
- A nadie - responde - Tranquilo, él no va.
- Buenísimo - vuelve a mirarme - En casa a las diez.
- Oh por dios - bramó espantada - Hemos creado una versión retorcida de papá - todos se ríen mientras me encamino a la puerta.
- ¡A las diez! - grita.
- ¡Cambiare la clave del internet! - grito ahora yo.
- Y yo la hackeare - repite divertido.
Claro que lo haría, mi pequeño hermano te hackeaba hasta el teléfono móvil.
Subí con Ben al auto y nos encaminamos al lugar, Mateo me había citado en un parte un poco alejado de casa, no lo conocía bien, tampoco sabía exactamente qué íbamos a hacer, pero dejaría que todo fluya, era lo mejor en este caso.
Quince minutos después mi primo estaba estacionando, me miro un momento para luego despedirse y yo bajarme.
El lugar era hermoso, estábamos en primavera, todos los árboles se encontraban florecidos, el pasto verde ocupaba el enorme predio, las flores pasaban por todos los colores, violetas, lilas, rosas y rojos, por algunos lugares también había amarillos fuertes.
Estaba fascinada con el paisaje, todo en el reflejaba paz y armonía, las personas caminaban agarradas de la mano con sus parejas, otros paseaban a sus mascotas y algunos niños jugaban en el sector izquierdo.
Sonreí grande, nunca había venido acá, ni siquiera sabía de su existencia, porque de saberlo habría venido con mis amigas a tomar algún refresco y charlar nuestras cosas.
Mi celular vibro y lo saque para ver quien era, mi corazón galopo frenético cuando el nombre de Mateo apareció en la pantalla, me estaba llamando.
- Hola – mordí mi labio.
- Vaya, eso es nuevo – su voz ronca traspaso mis oídos produciendo una descarga eléctrica en mi sistema.
- ¿Qué es nuevo? – trate de recomponerme.
- Que me contestes el teléfono – ruedo los ojos – No pongas los ojos en blanco – rie y yo comienzo a observar a todos lados buscándolo.
- ¿Cómo…? – mis palabras quedaron trabadas en mi garganta cuando lo observe frente a mí.
Mateo llevaba un jean oscuro con tenis blanco, en la parte superior una camiseta gris manga corta, su pelo oscuro esta peinado en un look desarreglado, sus ojos azules me observan medio entrecerrados mientras su labios están curvados en una sonrisa mostrando sus hoyuelos.
Estoy segura que tengo la boca abierta y parezco una completa idiota, pero no puedo moverme, me ha dejado sin habla, sin respiración y con mis neuronas haciendo corto circuito.
- Por cierto – continúo hablando por el teléfono mientras se acercaba con una mochila en su hombro – Estas hermosa – susurro frente a mí.
- Hola – murmure aun cautivada por su presencia.
- Hola – colgó la llamada y yo lo imité – ¿Lista para nuestro picnic? – abrí un poco más la boca.
- ¿Picnic? – volvió a sonreír.
Oh, por todos los santos que deje de hacer eso, porque dudo que pueda tener una conversación decente con él si me cautiva a cada rato.
- Así es – tomo mi mano y tiro de ella para que caminara - ¿Cómo llegaste? – sacudí la cabeza, no podía coordinar.
- Ben.
Trató de mantener la calma, es solo su mano en la mía, vamos Sam, céntrate, has estado sobre sus hombros, te ha besado dos veces, acaricio tu piel desnuda unas tres, un apretón de mano no es la gran cosa.
- ¿Ben? – junta sus cejas – Exactamente ¿qué le dijiste? – su voz parece cautelosa.
- Que venía aquí contigo, no tengo secretos con él – subo los hombres – Así que, si planeas asesinarme tienes que saber que irán por ti – suelta una carcajada.
- Me asombra que no lo hiciera ya – sonríe nuevamente ¿desde cuándo sonríe tanto? – No pienso asesinarte Sam – su dedo acaricia mi nudillos.
- ¿Qué lugar es este? – consulto observando todo.
- Washington Park Arboretum.
- Es bellísimo.
Y no miento, los caminos de piedra te llevan por un sendero cubierto a ambos lados de verde, tiene puentes que pasan por encima del agua y al lado de este unas estructuras orientales parecidas a casitas, abro mis ojos fascinada, los árboles de flores rosas y naranja, musgo en las orillas del agua, la vegetación verde, los troncos marrones.
Algunas rocas descansan sobre la laguna de agua.
Vuelvo mi vista a Mateo que ahora me observa concentrado, nuestros ojos se encuentran un momento, ninguno dice nada y no creo que sea necesario, es un silencio tranquilizador.
- Lo es – susurra sin dejar de verme – Ven, nos sentaremos por ahí – señala una porción de césped al lado de camino.
- Claro – lo sigo con su mano en la mía.
Este lugar es muy romántico, lo que me lleva a preguntarme, por qué estamos aquí, se que es una cita, pero nunca pensé que él fuese de esos, ya sabes, flores, corazones y todas las demás cosas.
Suelta mi mano y toma el bolso que cuelga de su hombro, lo abre despacio y comienza a sacar una manta, lo ayudo a acomodar las cosas, para mi sorpresa ha traído bebida y unos sándwiches para ambos.
Nos acomodamos en silencio un momento, es raro y no sé que decir.
- ¿Cómo conoces este lugar? – suspira, parece aliviado.
- Mis padres me traían aquí cuando era pequeño, es tranquilo – se apoya en una mano y estira una de sus piernas.
- Lo es – oigo los pájaros cantar - ¿Cómo esta Margo? ¿James? – toma aire y hace una mueca.
- La llevan – me observa – Todos la llevamos – hago una mueca, se a que se refiere, mi abuela – Pero para ella es más complicado, la fecha en que se entero no es muy linda para mi familia – junto mis cejas.
- ¿A qué te refieres? – relame sus labios.
- Cuando Emma se casó con Theo, mi madre estaba embarazada – se calla y yo comienzo a carburar.
- ¿Cuánto años tienes Mateo? – por dios, pensé que él…
- Treinta y dos, estoy por cumplir los treinta y tres – suspiro y él ríe – ¿Tenias miedo de que sea tu Sugar Daddy? – lo miro mal y suelta una carcajada.
- Dijiste que Margo estaba embarazada en el casamiento de mis abuelos, eso fue hace mucho – explico.
- Pero no me dejaste terminar de hablar – ruedo los ojos – Oh Sam, no sabes las cosas que pueden pasarte si vuelves a hacer eso – me atraganto con la gaseosa.
Sus ojos parecían más oscuros en este momento, relamí mis labios bajo su atenta mirada, su mandíbula cuadrada se tensó y mi vientre se apretó en reflejo.
- En ese caso – carraspee – Mejor termina de contar – sacudió un poco su cabeza y volvió a mirar al frente.
- Como te decía, estaba embarazada – hace una mueca y me acomodó para la charla – Tenía algunos meses, la verdad es que nunca hablan mucho de ello, yo me entere porque encontré una ecografía y la fecha no coincidía con mi nacimiento – toma aire – Cuando les pregunte, mi madre me comento que había perdido ese embarazo – jadeo – Al parecer el embarazo se frenó y el bebé, mi hermano, murió – muerdo mi labio – Tuvo que someterse a un parto para tenerlo – suspiro – Una vez al año vamos a dejarle flores, ese año se cumplía una semana después de la noticia de Emma – me miro – Tu abuela fue la que más estuvo con ella, la apoyo, la cuido, iba todo el tiempo a casa y que ahora ella este así, su apoyo – sus ojos se aguaron un poco.
- Pobre Margo – susurro y él sacude su cabeza.
- Tiempo después, va muchos años después llegue yo – sonríe – Emma se embarazo de Nathan un poco después, soy más grande que él por meses, aunque no me buscaban, llegue – niega – Mi madre dice que llegue para poner luz en toda su angustia.
- Eres un niño arcoíris – sus ojos me miraron tratando de entender – Son aquellos hijos que llegan después de una perdida, tu llegaste a ellos para poner color – pasé mi mano y aprete la suya levemente – Siempre pensé que tenias la edad de Bruno, papá decía que eran como mocos – suelta una carcajada.
- Me juntaba con Bruno, con Nat, y con más gente – sube sus hombros – Pero sí, vivía saliendo con Em y los demás, Bruno me había conseguido una licencia falsa y entraba con él a todos lados, Nathan también la tenía, solo que él salía menos – mira al cielo – Bruno tenía una vida complicada y yo trataba de estar ahí para él.
- Eso es lindo – murmuro.
- En fin, ya sabes que no besaste a un viejo – suelto una carcajada.
- Eres un poco viejo – remarco.
- Un viejo sexy y fogoso – lo miro entero.
- Sexy puede ser, pero fogoso… - chasqueo la lengua – No tengo pruebas de ello – sonríe ladino.
- Eso último se puede arreglar – siento el calor subir a mis mejillas y estoy segura que estoy roja como un tomate.
- Vaya eso es nuevo – dice entre risas – Es la primera vez que te veo sonrojada – lo empujo un poco con mi mano y él suelta otra carcajada fuerte.
- ¿Para que me pediste una cita Mateo? – tenía esa duda desde que me lo propuso.
- Quiero conocerte más – sube sus hombros y abre el tupper con la comida
- ¿Para qué? – sus ojos se entrecierran.
- Honestamente – afirmo – No lo sé – toma aire – Hay algo en ti que me ha atrapado, no sé que es, pero me interesa averiguarlo – relamo mis labios secos y tomo un emparedado.
- Soy como una cajita de pandora para ti – niega.
- No creo que esa sea la definición – ladea su rostro – Eres como un enigma, cuando estoy cerca de ti, tengo esa rara necesidad de tocarte, abrazarte – come un poco – No puedo decir qué me pasa, pero no me gusta verte con otra persona.
- Te gusto – no es una pregunta, es una afirmación.
- Me gustas – afirma mis palabras – Me encantas Sam y quiero saber por qué.
- Vaya… - sigo comiendo – Fuertes declaraciones – pone los ojos en blanco.
- Eres exasperante como tu padre – dice divertido – Pero me gusta eso – sus ojos se desvían a mi cuello – Tienes mi regalo – observo la cadenita.
- Claro, me gustó mucho – se acerca un poco.
- Ahora la pregunta sería – lo miro - ¿Quieres conocerme tú a mí? – no pensé ni siquiera un momento antes de hablar.
- Sí – mordí mi labio – Me gustaría conocerte – sonríe mostrando sus dientes.
- Eso es bueno – su mano acaricia mi mejilla. – Ahora otra pregunta – lo observo esperando que pregunte - ¿Cómo haremos para que tu padre y hermano no me maten? – abro los ojos.
- Oh – es lo único que puedo decir – Creo que podríamos ver que sale de esto sin necesidad de involucrarlos, digo, no sabemos si algo de esto funcione – hablo rápido – Ya sabes, lo que sea que sea todo esto – se vuelve a acercar.
- Solo una última cosa Sam.
- ¿Qué? – murmuro a duras penas mientras él se pone cada vez más cerca de mi rostro.
- No puedes salir con nadie más mientras vemos que es esto – sus ojos bajan a mi boca – Ya sabes, lo que sea que sea esto. – muerdo mi labio.
- Entonces tú tampoco puedes – respondo entre susurros.
- ¿Estás aceptando? – sonríe contra mi boca.
- Estoy aquí – mi ojos bajan a sus labios carnosos – ¿Eso no dice nada?
- Creo que dice algo – sus labios rozan los míos mientras habla.
- No me dejas pensar si haces eso – me quejo.
- ¿Qué se supone que hago? – consulta divertido sin apartarse.
- Acercarte como un lobo a su presa – su respiración se mezcla con la mía – No es justo Mateo – pasa la lengua por sus labios.
- Es que acaso nadie te lo dijo Sam – lo miro a los ojos y él a mí.
- ¿Qué cosa?
- La vida no es justa.
Su boca se posó contra la mía de forma lenta y con paciencia, era como una suave caricia, un roce.
Una de sus manos fue a mi cuello mientras el movimiento de sus labios seguía, sentí su lengua contra mis labios, los abrí dejándole paso a todas las demás sensaciones, la corriente, el pequeño temblor, la piel erizada.
Mateo sabía a menta y gloria, sus roces eran delicados y con paciencia, era como si se tomara su tiempo para saborear todo de mí, solo una de sus manos me tocaba y era por el cuello, nada más. Su otra mano permanecía en el piso y las mías en mi regazo.
Me perdí, me olvide de todo, por primera vez alguien me transportaba a otro lugar del cual no quería salir, no me apetecía volver a la realidad, no quería volver a casa al terminar la tarde, pero sabía que era lo que pasaría, era un acuerdo propuesto por mí.
- No creo que me canse de esto – susurro contra mis labios, mientras yo seguía con los ojos cerrados – Dime algo Sam – abrí mis ojos y lo mire.
- ¿Qué quieres que te diga?
- ¿En quién pensabas cuando te tocabas? – lo empujo con la mano mientras él ríe.
- Tú si que sabes arruinar momentos – me quejo – No te diré eso.
- Necesitaba distraerme – su voz apenas se entiende entre las risas – Pero me lo dirás, ahora o más adelante, sabre quien es el dueño de esos hermosos sonidos.
- Nunca te lo diré – comento segura.
- Soy abogado nena – vuelve a tomar su refresco – Se sacar información.
- Pienso ser abogada también, así que te será difícil conmigo – cruzo los brazos y me pongo seria.
- ¿Es un reto? - ¿lo era?
- Tómalo como quieras – le quite importancia.
- Me gusta los retos Sam – lame sus labios – Estaré encantado de sacar cada uno de tus lujuriosos secretos. – me guiña un ojo.
- Eres un idiota – me rio.
- Un sexy idiota – niego divertida.
- Tu ego es descomunal – sube sus hombros.
- El mismo que manejas tú – toca mi nariz – Ahora dime – tomo un trago de gaseosa - ¿Abogacía?
- Sí, me encanta todo lo referido al tema – sonrió – Seguramente estudiare una rama que sirva para el manejo de la empresa, pero también me gusta mucho penal.
Seguimos hablando sobre la carrera, lo que él sabe, lo que yo sé solo de leer, le comento sobre el trabajo que me pidieron de la universidad para dentro de dos semanas, ya fui aceptada, pero a todos nos han solicitado un trabajo con respecto a una de las ramas.
Me sorprendo un poco cuando se ofrece a ayudarme, pero a la vez me da una excusa para verlo en algún momento sin necesidad de mentir.
La tarde se paso en eso, me comento sobre lo que hace en la empresa de la familia, sobre lo que hace en su tiempo libre, cuanto tiempo pasa en el gimnasio (lo que explica su físico tallado), me pregunta si tengo alergias, me entero que no puede comer mariscos, aprendí que le gusta el color azul, es pésimo en las manualidades y que sabe cocinar como mucho tres platos.
Cuando la tarde esta cayendo, Ben me manda un mensaje que ya esta aquí por mí, Mateo resopla un poco, pero lo acepta de mala gana.
- Tienes que aprender a manejar – murmura mientras camina conmigo a la salida del parque.
- Se manejar, solo no he sacado la licencia – subo mis hombros.
- Tengo que corroborar que sepas – lo miro extrañada – Saldremos a manejar en estos días y tú – toca mi nariz - Sacaras tu licencia – frena antes de llegar cerca de la salida – Es más fácil que nos juntemos si puedes conducir.
- Tiene lógica – sus manos toman mi cuello haciendo que suba el rostro.
- Espero que contestes mis mensajes – sonrió y él roza su nariz en la mía – Nos vemos pronto nena.
Se acerca y me besa, un beso corto y tierno, luego toma mi mano y me acompaña donde supuestamente esta Ben.
Mi “mellizo” espera fuera del auto con su teléfono en la mano, cuando escucha los pasos levanta su rostro para mirarnos. Sus ojos bajan a nuestras manos y luego se centra en Mateo un momento.
- Le haces daño y te pateo el trasero – comenta seco.
- Lo sé – responde serio – Gracias por traerla – me mira – Nos hablamos luego – justo cuando pienso que se marchara sin saludarme, deja un pequeño beso en mis labios – Nos vemos luego Ben.
- Chau – susurro.
- Nos vemos Mateo – dice mi primo – Vamos, nos esperan en casa de la abuela – asiento y lo sigo, sabiendo las miles de preguntas que me esperan camino a casa.