Mateo
La vida se resumía a momentos, simple y llanamente, todo se basaba en esos pequeños instantes. Tus decisiones, tu futuro, todo se basaba en intervalos, lo que hicieras vos en ese tiempo era lo que te marcaria de por vida.
Decidí ser sincero de una vez por todas con mis amigos y familiares, no porque quisiera que supieran de mi vida, no, sino por ella.
Enterarme que Sam estaba saliendo con alguien no solo me rompió en mil pedazos, sino que también abrió mis ojos de una forma que no creí posible. Tenía la necesidad de estar con ella sin secretos ni mentiras, solo empezar bien, de cero, sin ocultamientos o medias verdades, quería poder abrazarla en las reuniones, acercarme sin sufrir algún ataque corporal o denuncia.
Nathan era mi amigo, casi como un hermano, Bruno también, lo único que cambiaba entre uno y el otro, es que el último no dejaba lugar a secretos. Bruno se negaba a los silencios o las cosas no dichas, es por eso que sabía más que cualquier otro. Eso y que me vio en mi peor momento, pasado de copas y roto como cualquier vasija de vidrio recién destruida contra el piso.
Nathan por otro lado tenía métodos más físicos, lo sabía, mi ceja recién curada y mi labio partido eran fieles testigos de lo que podía ocasionar mentirle u ocultarle alguna cosa. Él no se iba a quedar solo con la declaración honesta, no, por supuesto que no, Nathan me daría mi merecido por hacerla llorar y ocasionarle daño, nunca espere menos de él, para ser sincero, no espere que se calmara tan rápido, pero acá esta, escuchando el resto de la historia con paciencia mientras íbamos con Hannah para curar mis heridas.
Hannah pego el grito en el cielo cuando me observo, luego miro a Nathan que comenzó a justificarse por sus golpes, ella lo escucho sin inmutarse mientras Nathan ventilaba mi vida privada sin ningún problema, quise golpearlo por bocón, pero luego recordé que ninguno de ellos tiene secretos con sus esposas, en realidad en la familia no hay secretos, es como si todos supieran los trapos sucios de todos y se apoyaran a pesar de todo, lo bueno, lo malo.
Salí unos minutos después a la oficina de Oliver, necesitaba hablar con él de una vez por todas, la fiesta de Emma estaba a la vuelta de la esquina y quería hablar con Sam ese día. Tratar de explicar la razón que me llevo a no decir nada, porque me quede callado cuando me dijo que me quería.
Necesitaba saber que no era tarde para nosotros, a pesar de que estuviera saliendo con alguien, apreté mis puños con ese pensamiento, no me gustaba para nada el hecho de que saliera con otro, pero lo merecía por imbécil.
Las puertas se abrieron y su secretaria me observo horrorizada, la salude con una mueca y ella llamo por teléfono para anunciarme.
Mis nervios aumentaron a medida que mis pasos se hicieron más certeros y firmes, abrí la puerta, mis ojos se encontraron con Oliver y George, ambos estaban sentados en el escritorio con la vista fija en la puerta.
Oliver frunció su entrecejo y George parecía consternado mientras me acercaba.
- Hola - sus ojos se fijaron en mi rostro - ¿Estás bien?
- Sí, claro, sólo quería hablar contigo - mis ojos se desviaron a un George preocupado.
- Yo los dejo solo - dijo mientras se levantaba.
- No es necesario - esto era jugar con fuego, pero era necesario - Puedes quedarte - entrecerró sus ojos y volvió a tomar lugar.
- ¿Te asaltaron? - Oliver me señaló la silla mientras hablaba.
- No - fruncí mi entrecejo.
- No eres de ir a bares, pero por las dudas - ahora George hablaba - ¿Te peleaste con alguien? ¿Bar? ¿Calle? - caí en la cuenta de sus miradas, ellos observaban mis golpes.
- No - ambos se observaron.
- Entonces, ¿qué fue lo que hiciste para merecer eso? - Oliver señaló mi rostro.
- Decir la verdad - pensé un momento - Más bien decir la verdad y tardar en admitir cosas.
- ¿Los abogados dicen la verdad? - George cruzó sus piernas divertido - Pensé que eran buenos mintiendo.
- Técnicamente no mentimos, todo el mundo tiene derecho a no confesarse culpable, no declarar contra sí mismo y la presunción de inocencia. Esto, unido al secreto profesional, garantiza que un abogado pueda realizar una defensa eficaz en pro de los intereses de su cliente - los observé - El abogado tiene la legitimidad suficiente para ocultar datos o hechos que pudieran perjudicar los derechos de su cliente y para resaltar los hechos favorables a sus intereses. Eso incluye la posibilidad de interpretar datos negativos según su criterio con el objetivo de desvirtuar la acusación de la otra parte.
- O sea, qué… - el griego movió la mano
- Esto quiere decir que la mentira no tiene lugar para defender a un cliente, pero el abogado no tiene por qué mostrar todos los hechos que están en su conocimiento sobre el asunto en cuestión, sino que puede emplear únicamente los que sean más apropiados para la defensa.
- Hermosa clase de derecho - Oliver nos interrumpió - Ahora dime, ¿fue Nathan o algunos de sus amigos? - nos miramos - Seguramente alguno de ellos te dejo la cara como un Picasso.
- Nathan – dije tranquilo y entrecerró los ojos.
- Entonces podemos decir que te curo Hannah - afirmó.
- Así es.
- Ya veo - se echó para atrás en su silla - Sí estás aquí, es porque me toca escuchar algo - miró a George. - Solo dilo.
- Creo que ya has sacado tus conclusiones - chasqueo la lengua.
- Sí, pero quiero que lo digas - llevó la mano a su mentón, tome aire.
Era mi momento, George parecía perdido en sus pensamientos tratando de entender. Oliver por otro lado, estaba tranquilo, mirándome, esperando que dijera aquello que seguramente ya sabía, porque sus ojos lo decían.
Tomé aire una vez más y hablé.
- Me enamoré de tu hija - listo, le dije.
George se quedó en silencio observando primero a Oliver, luego a mí, una y otra vez, como si esperara algo, por su parte Oliver solo me observaba.
- ¿No dirás nada? - junte mis cejas y negó - ¿Nada? ¿En serio? - suspiro.
- No creo que tenga mucho para hacer o decir - apoyo ambos codos en su escritorio - Ya te rompió la cara mi hermano, así que supongo que entendiste lo que pasará si la dañas - moví mi cabeza en forma afirmativa - Por lo demás, no soy quién para emitir juicios con respecto a su edad o nada por el estilo. - mire a George.
- No me pareces un mal sujeto Mateo, creo que sí alguien puede estar con Sam eres tú, te conocemos desde siempre y sabemos que la cuidaras, pero… - el griego dejo de hablar y miró a Oliver
- ¿Pero? - lo anime
- Nos preocupa tu tema con Mía - otra vez ella, siempre ella.
- No es lo que ustedes piensan.
Al igual que con Nathan, comencé a relatar todo, desde el principio, sin omitir nada, ellos solo me observaban y se miraban entre ellos cada una cantidad de tiempo. Oliver mencionó algo con respecto a su padre, el juez, y como lo ayudó con su tenencia cuando era chico.
Luego de mostrar los papeles de mis exposiciones, algunos mensajes y contar lo del bebé, el silencio reino en la sala, ninguno dijo nada, ellos solo permanecieron callados.
- No creo que sea justo pedirte que me dejes estar con ella después de contar todo esto - miré hacia la ventana - Incluso la aleje de mí por este tema, pero no quiero fingir - lo mire - No quiero estar cerca de ella y hacer como que no me pasa nada, porque no es cierto.
- ¿Amas a mi hija? - sonreí.
- La amo, mucho más de lo que creí que se podía - George sonrió.
- Entonces pelea para que puedan estar juntos - abrí mis ojos - Solo no dejes que le haga daño - afirme.
- No dejare que la lastime. – y no iba a hacerlo, nunca lo haría.
- Genial - se levantó - Tengo la tranquilidad de que no huirá contigo por el mundo.
- ¿De qué hablas? – negó divertido mientras se levantaba.
- Un chiste que decidió hacernos Sam – llego hasta mi lado y estiro la mano – Bienvenido a mi familia – me levanté y recibí el gesto – Creo que Nathan lo dijo y no soy un hombre violento, pero Mateo, tú la dañas y ni el infierno será un buen escondite – nos miramos fijamente - ¿Lo entiendes?
- Lo entiendo – me guiño un ojo.
- Dicho eso, que te sea leve – George soltó una carcajada – Mi hija no es fácil.
- Los Hamilton no son fáciles – George palmeo mi espalda.