Sam
Peter fue algo impensado en mi rutina, no lo busque, no me interesaba buscar nada referido a eso, él solo llego y lo que comenzó con un café se convirtió en algo rutinario.
A diario pasábamos al menos una o dos horas juntos, en ocasiones se sentaba a almorzar con nosotros y en otras nos invitaba a todos con sus amigos, Barbie no lo quería, según ella había algo en él que no era de confiar, pero tampoco es que se pudiera confiar mucho en su juicio, pues Barbie detestaba a media universidad solo porque sí.
Ben tenía su reservas al respecto, solo me había pedido que no nos quedáramos solo en casa y de ser así, que me reportara cada tanto, lo que daba un claro indicio de la poca estima que tenía respecto a él, pero lo toleraba lo suficiente.
En cuanto a la relación de él con Barbie, eso era algo complicado, por momentos se caían bien y por otros eran como perros y gatos en plena batalla campal, no dejaban de lazarse indirectas de todo tipo, al punto que varias de sus intimidades quedaron a disposición de todos.
Definitivamente Ben había quedado dolido con todo el asunto y Barbie amaba molestarlo con ello, dos niños indiscutiblemente, niños de casi veinte años, pero niños al fin.
En fin, Peter se convirtió en moneda corriente, salíamos, estudiábamos juntos, pasábamos algún domingo viendo películas y nos besamos en algunas oportunidades, todo hasta ahí parecía lo bastante cómodo para no molestarme ni espantarme, porque eso era lo que queríamos, no queríamos espantar a la pequeña Hamilton con flores y bombones, en especial porque no me interesaban sus flores y bombones.
Era lindo, amoroso e inclusive muy caballeroso conmigo, en todo este tiempo estuvo atento y se fijó en muchas cosas, mis horarios de trabajo, las veces que sabía que no alcanzaba a hacer almuerzo, incluso notaba cuando algún día era más amargo de lo normal. Pero había un gran problema, no me hallaba, lo intentaba constantemente, a diario, lograr sentir algo más allá del afecto fraternal que sentía por él.
Por ejemplo, ahora, llevamos un mes oficialmente saliendo como algo más que simplemente amigos, hoy era viernes y en unos días debía viajar a Seattle para el cumpleaños de mi hermosa Emma, una pequeña y hermosa, morena, de ojos grises medios turquesas que resaltaban espectacular con las facciones de su rostro y sus millones de risos.
Yo no había viajado a Seattle desde que me fui, mi familia había venido, pero yo no fui, con la única que hablaba era con mi abuela, con ella charlaba a diario cada día después de salir de trabajar, el resto de todo este año, me dedique a adelantar cursos, algo que se me facilito gracias al trabajo que hicimos con Mateo.
Otra vez volvía Mateo a colación, siempre su maldita presencia volvía y lo odiaba, más cuando nos encontrábamos en esta situación, donde Peter acariciaba mi pierna mientras mirábamos una película bélica que no me interesaba. Apoye mi codo en el brazo del sillón y suspire, esto no funcionaba, no me encontraba aquí, era aburrido ver películas juntos, porque jamás coincidíamos en los gusto, lo único que teníamos en común era la abogacía.
- ¿En qué piensas? - su voz me saco de mis penosos pensamientos.
- Nada en especial, solo preparo mentalmente las cosas para ir a casa - volví a mirar la pantalla y él paro la película.
- No te interesa la película – su afirmación me hizo sentir mal.
- No es eso, solo ando con muchas cosas en mi mente – jugué con mi dedo.
- Es el cumpleaños de tu ahijada - lo mire - ¿Verdad?
- Sí, Emma cumple un añito - sonreí - Le pague una plaza para bebés y ayude un poco con la organizadora por la decoración, ya sabes esas cosas de los cumpleaños - sonrió de lado.
- No, no tengo idea, pero suena complicado - subí los hombros.
- No lo fue, su padrino prácticamente organizo todo – suspiré frustrada – Temática de unicornios – rodé los ojos – No me dio mucha participación en el asunto, solo p**o la organizadora y los gastos, pude dar mis opiniones, pero no me dejo pagar – en realidad si me dejo participar.
Fue muy astuto de su parte darle mi número a la organizadora, ella tenía la tarea de consultarme si estaba o no de acuerdo con las cosas decididas, pero si quería cancelar algo o pagar algún extra, debía hablar directamente con él por teléfono.
- Un padrino muy atento – hice una mueca - ¿Te cae mal?
- No, para nada – suspire – Mateo es una increíble persona – junto sus cejas.
- Estaba pensando – su cuerpo se enderezo y su brazo se apoyó en el respaldar – Aun no pides que vaya contigo – levante una ceja y solté una gran carcajada – No le veo lo gracioso.
- Oh, lo siento – trate de controlarme, pero la risa siguió su curso.
- ¿En serio? – su frente se arrugo.
- Perdón – tome aire - ¿Por qué…? – volví a controlarme - ¿Por qué debería invitarte?
- Pues somos novios, creo que tu familia seguro quiere saber con quién sales – sonaba muy convencido de aquello.
- ¿Mi familia? – apreté mis labios controlando las próximas carcajadas – Créeme, mi familia no quiere conocerte – su rostro se contrajo ofendido, ¡mierda!
- ¿Por qué no querrían? ¿Qué tiene de gracioso lo que te planteo Sam? – trate de ponerme seria nuevamente, pero me era casi imposible.
- Ellos no quieren a nadie que salga conmigo, créeme que no es momento, supongo que si llegamos al año de relación… - me interrumpió.
- ¿Si llegamos? ¿Crees que no llegaremos? – mordí mi lengua, otra vez mi boca.
- No – abrió los ojos sorprendido – No creo eso – trate de arreglar mi sinceridad – Es solo que es muy pronto, es la primera vez que nos vemos en casi un año, no es conveniente – se levantó.
- Creo que la que no quiere eres tú – rodé los ojos – Veo como son las cosas – camino a la puerta.
- ¿En serio? – levanto las manos.
- Es obvio que te molesto – me observo esperando algo.
- Mucho drama – volví a mirar la pantalla.
- ¿Eso es todo? – nos observamos – ¿Es todo lo que dirás?
- Si esperas que te haga caso cuando haces pataletas como una chiquillo caprichoso, puedes esperar sentado – me levante – Yo decido, cómo, cuándo y dónde – me acerque – Si decido que no quiero que vayas, no vas, es simple.
- Has lo que quieras – giro para irse – Que tengas lindo día.
- Igual para ti.
Volví al sillón y me quede ahí, no me gaste en mirarlo nuevamente aun cuando sabía que él si me observaba, no tenía tiempo para estas cosas, no lo quería con mi familia, porque no sabía si lo quería en mi vida de forma permanente, suficiente tenía con rechazar tener sexo con él varias veces a la semana.
No podía, lo había intentado, pero no me sentía cómoda, cuando las cosas llegaban a ese punto, cuando sus besos se volvían más apasionados y sus manos comenzaban a recorrer mi cuerpo, la incomodidad se apoderaba de mí, y una sensación de rechazo me invadía, sabía que él iba a querer tener relaciones conmigo, solo esperaba que no fuera tan rápido.
Suspire aliviada cuando la puerta se cerró y él se fue, era cuestión de tiempo hasta que su frustración apareciera, hasta que llegaran los reclamos, esto iba a ser incómodo, muy incómodo.