Mateo
- Tu definitivamente eres un imbécil – sacudió su rostro de forma negativa - En algún momento pensé que podía arreglar algo de toda esa mierda que te acompaña – dio un paso hacía mí - Creí que demostrarte que merecías más que solo una golfa que se acuesta con todos era suficiente, pero sabes qué, me rindo – volvió a darme la espalda, pero yo solo quería tocarla, abrazarla, besarla.
- No soy tu proyecto escolar – las palabras quemaron como miles de brasas – No necesito que me arreglen Sam.- era lo mejor que podía hacer, alejarla de mí, pero sobre todo de Mía.
- Lo sé, jamás te tome como tal, no soy tan vil como tú – mi corazón se rompió un poco más con sus palabras - ¿Quieres terminar esto?
- Sí – no, por dios no quiero.
- Me parece bien – sonrío, aunque en sus ojos no había alegría - Eres un cobarde – sus pies se movieron hasta quedar frente a mí - ¿Esto es por qué te dije que te quería? – no, no lo es, yo también te quiero - ¿Por eso te fuiste a acostar con ella? – acostarme con ¿ella? Por qué nos hace esto, por qué piensa eso de mí - Responde.
- ¿Para qué quieres saber eso? Según tú me debo haber acostado con medio Seattle – estaba molesto, no había hecho nada para merecer sus palabras, no hice nada para su desconfianza.
- Solo responde.
- Aunque lo hiciera ya tienes tus respuestas –luche contra las ganas de llorar - Tengo que ir a la empresa – apreté mis dientes conteniendo las lágrimas.
- Por supuesto que tienes que ir – sus ojos entristecieron - Yo también tengo que irme – camino hasta abrir la puerta.
- Sam – quise gritarle que se quedara conmigo, quise ir y tomarla entre mis brazos solo para decirle que también la quería, pero me callé
- ¿Qué? – insistió, pero no dije nada – Sabes, solo espero que encuentres alguien capaz de aguantar toda tu mierda, ojalá logres llenar ese vacío Mateo, ojalá ella lo haga, porque yo ya no estaré para cuando te arrepientas. – me mantuve observando el piso solo para que no viera las lágrimas caer - Ojalá no me hubieras perseguido aquella noche, me gustaría volver el tiempo atrás y no ir a esa fiesta, solo… - mi corazón se partió un poco más - … solo espero que te mantengas alejado de mí, a partir de ahora no existo y puedes quedarte tranquilo que tú solo serás un recuerdo para mí. – y así lo hizo.
La llame a los gritos, pero se fue, corrí como pude hasta el primer piso en busca de mi ropa, terminé de vestirme, buscar las cosas y salí sin importarme más nada, solo fui directo a su casa, no sabía que iba decir, tampoco como lo iba a hacer, mi mente estaba paralizada.
Mía vino más temprano para recordarme que haría mi vida un infierno si seguía con ella, se encargó de dejarme en claro que la borraría del mapa si era necesario, entonces llega Sam y todo se va por la borda, lo único bueno que he conseguido en la vida se me va entre los dedos sin el mínimo esfuerzo.
Maneje lo más rápido que pude, mientras la llamaba, el tráfico estaba terrible a esta hora de la mañana, deje de intentar hasta que mi celular volvió a sonar, lo tomé a las apuradas, no era Sam, por supuesto que no era ella, simplemente eran los italianos, las personas con las que debía estar reunida en unas horas para corroborar los contratos y que ahora me valían mierda.
Seguí mi camino ignorando las llamadas, hasta que llegue, estacione mi auto frente a la casa de Oliver, con mis ojos llenos de lágrimas, mi pulso acelerado, respire tres veces y salí, todos estaban afuera, incluso Nathan se encontraba aquí, sus ojos me observaron un momento.
- Mateo ¿Qué haces aquí? – Nathan dio un paso hacía mí - ¿Estas bien? Pareces algo alterado. - carraspee
- Sí, yo – tome aire – Un niño se escapó de su madre y se bajó a la calle – invente la escusa más tonta que se me ocurrió en el momento. - ¿Ustedes que hacen? – trate de desviar la conversación - ¿Por qué esas caras?
- Mi hermana se acaba de ir para siempre – Aaron tenía los ojos llorosos.
- No se fue para siempre, solo a la universidad – sentí mi alma caer al piso en miles de pedazos.
- ¿No debías estar con los italianos? – mi amigo volvió a hablar.
- Sí, es solo que… - Molly me interrumpió.
- Le pedí que pasara por unos papeles para que los analice, es por lo del orfanato – miro a Oliver – Quien mejor que él para esto – volvió a verme – Acompáñame al estudio. - asentí
- Claro.
Caminamos despacio hasta llegar al lugar, Molly cerró la puerta detrás de mí, mi corazón que aun latía acelerado paso a un ritmo errático para luego afectar mi respiración, el nudo en mi garganta creció y la presión en mi pecho se hizo insoportable. No lo pude aguantar más y me rompí, deje que las lágrimas cayeran libremente por mi rostro, no me importo que Molly me observara.
Necesitaba llorarnos, porque lo había logrado, la había perdido por mis cosas, mis mierdas, mis inseguridades, mi pasado.
La mano de Molly se posó en mi hombro donde apretó levemente.
- La perdí – apreté mi puño con fuerza – Por idiota la perdí.
- No es así, puede que ahora no estén juntos, pero… - negué y me aleje.
- Lo arruine Molly, como todo en mi vida, me dijo que me quería y me acobarde, ella, yo – me deje caer al piso.
- Lo solucionaran – toco mi hombro – Si ustedes se aman lo solucionaran, a la larga todo encaja donde tiene que encajar.
Me desperté sobresaltado como tantas otras veces, como todo aquellas veces en las que soñé con el día que se fue, cuando me alejo para siempre, cuando lo nuestro termino en nada.
Me bañe sin ánimos, desayune por la costumbre de hacerlo y me encamine una vez más hacia el trabajo, la rutina, mi día a día, lo agotador, lo insulso.
En la oficina todo ocurría como de costumbre, las cosas seguían su curso, nada cambia, la pequeña Emma crecía, la más grande parecía irse, los Hamilton vivían su historia de amor, Bruno viajo por negocios dejándome con millones de preguntas y Mía había desaparecido extrañamente del mapa.
Mi puerta se abrió mostrado a Nathan en su camiseta negra y jean oscuro, sus ojos se posaron en los míos por un momento antes de sentarse frente a mí y observarme detenidamente.
- ¿Paso algo? – consulto al ver que no piensa hablar.
- Se viene el cumpleaños de Emma – junto mis cejas.
- Lo sé es mi ahijada – chasque la lengua.
- La cosa es – medita un momento – Que pareces un trapo, algo que va a un funeral, te di tiempo, creí que si no te molestaba pasaría, pero no ha sucedido, así que ahora exijo una explicación.
- No hay nada que decir.
- Si lo hay, venías feliz, parecías otro Mateo y desde hace unos meses, volviste a ser lúgubre y triste. – lo mire - ¿Era por una mujer que estabas feliz?
- Sí – mire mis manos y tome aire, era momento – Era por una chica. – era hora, tenía que intentarlo.
- ¿Era Mía? – junte mis cejas.
- No puedo creer que sigan con eso – negué – No Nathan no era Mía, jamás volví con ella, no la volví a tocar desde que la encontré en la cama con otro hombre, la aborrezco, pero aun así ustedes insisten en emparejarme con ella.
- ¿Cómo? Pero siempre estabas con ella, ibas a todos lados. – me levante.
- Ella aparecía, yo no la quería cerca de mi vida, ella solo aparecía para cortarse las venas en mi casa, llenarse de pastillas hasta necesitar un lavaje, para amenazarme con hacer un escándalo y decir que la golpeaba si no la dejaba acompañarme, para fingir que estaba embarazada de un hijo mío, por meses. – lo último lo grite.
- ¿Qué?
- Cuando la deje – el nudo en mi garganta creció – Ella dijo que estaba embarazada, durante meses, como no estaba con ella se la ingenio para ir al médico sola, haciendo uso de “no estamos juntos”, “solo sabrás lo necesario” – negué – Cuando trate de hacer algo, su padre borro la causa, pero entonces ella se cayó un día, la lleve al hospital, le hicieron una ecografía, escuche su latido, me enamore – apreté mis labios – Luego me dijeron que estaba de tres meses y comprendí que no era mío, porque ese mes yo estaba en Europa por los contratos – lo mire - ¿Sabes qué paso después?
- ¿Qué?
- La enferma se produjo un aborto, mato a su bebé, porque si no era mío, no lo quería, enloqueció, apareció en casa casi en coma. Otra vez… directamente se cortó las venas dentro de mi casa, tuve que pasar horas en la comisaria – suspiré – Pero ella jamás terminaba internada, su expediente desaparecía, sus análisis psiquiátricos daban bien, y así, siempre así – Nathan abrió la boca y la cerró.
- ¿Por qué no me dijiste?
- Porque era demasiada mierda para mí, como arruinar también sus vidas, es una enferma dispuesta a arruinar a cualquiera que esté a mi alrededor – mire mi computadora – Pero entonces un día aprecio esta chica, su sonrisa me dio algo que me es complicado de explicar y me deje llevar, trate de ser feliz, de salir adelante, pero eso no es para mí – reí sin gracia – Porque Mía nos vio y me amenazó con hacerle daño, y ahora todo acabo.
- ¿Por qué no hablas con ella? Explícale, pídele una oportunidad – negué.
- No puedo, ella ya no está aquí, se fue de la ciudad y se ha negado a aparecer.
- ¿Quién es? Busquémosla – lo mire – Dime quien es, te ayudo. – tomé aire y lo observé, era ahora o nunca, si la quería devuelta tenía que hacerlo bien.
- Es Sam – su rostro se puso serio. - Nuestra Sam
Nathan apretó la mandíbula y se levantó de su silla con la mirada ardiendo en mí, su cabeza parecía procesar todo y unir cabos mientras contenía sus pies fijos en el suelo. Respiro profundo dos veces y llevo su mano a los ojos donde apretó con fuerza antes de sacar el aire.
- Levanta el culo de la silla y sal de la empresa – siseo.
- ¿Qué?
- Levanta tu puto culo de la silla y sal – grito.
- ¿Me estas despidiendo? – levanto la mirada.
- No, solo vamos al club – abrí mis ojos – Muévete Mateo o no me contendré.
Salí como me pidió mientras él caminaba a mis espaldas, en todo momento sus puños permanecieron cerrados con fuerza mientras controlaba la respiración. No tardamos mucho en llegar cada uno en su auto al club, Carlos nos observó un momento mientas Nathan pedía guantes de boxeo para ambos.
Trague duro por un instante y por otro agradecí que lo hiciera con protección en las manos, Nathan era muy bueno en esto, tanto que podía romper cada parte de mi rostro en un minuto.
- ¿Qué mierda haces? – Thomas lo miro intentando comprender.
- Ninguno de ustedes se va a meter u opinar, porque será el siguiente – su tono era agresivo – Sube tu maldito culo Mateo.
Me subí sin pelear, solo pise el ring mientras Carlos me colocaba el protector y los guantes, Nathan precalentaba en un rincón, esto dolería, dios dolería mucho.
- Si no respondes mis golpes, te golpeare más fuerte – asentí – Listo – su puño se estampo contra mi rostro haciéndome tambalear hacia atrás - ¿Te acostaste con mi sobrina?
Me acomode como pude y lo mire sin saber que responder, Nathan volvió a golpearme mientras exigía una respuesta.
- Sí – me queje cuando su puño izquierdo toco mi abdomen.
- ¿Por cuánto tiempo? – le devolví el golpe tratando de pensar.
- Antes de que se fuera – movió su rostro y volvió a golpearme.
- ¿Desde cuando salían? – trate de defenderme, pero Nathan no me daba tregua.
- Comenzó en tu boda – tosí varias veces ahogado, su rodilla se estampo contra mi pecho.
- ¿Es tu culpa que no quiera venir a la ciudad? – asentí y volvió a pegarme. - ¿La amas? – me pare y él espero que responda.
- No es algo que… - no pude terminar de hablar porque su puño impacto en mi boca.
El sabor a sangre me invadió y un líquido caliente recorrió mi barbilla.
- ¿La amas?
- No voy a responder… - volvió a pegarme.
Mi ceja pincho y el dolor en mi ojo aumento desmedidamente, otra tanda de líquido recorrió mi mejilla y no necesite ser un genio para saber que acababa de romperme la ceja.
- ¿La amas?
- Es algo… - su puño se impactó en mi abdomen haciendo que mi cuerpo caiga al piso.
- ¿La amas?
- Sí, mierda sí – escupí al suelo un charco de sangre y lo miré. – La amo.
- Entonces levanta tu maldito trasero de la lona y ve por ella, arregla lo que mierda hayas hecho y hazla feliz – estiro su mano para ayudarme – Si la dañas, te golpeare de nuevo, pero sin protección – sonrió.
- Es bueno saberlo – me levante – Pero la idea no es esa, yo no quiero que sufra, no quiero que Mia le haga daño.
- No la tocara, ahora que sabemos cómo es, haremos algo, solo no dejes que se acerque a ti – afirme. – Ahora mejor vamos a que Hannah te arregle eso – giramos para ver a los chicos.
- Así que, te follaste a la pequeña Hamilton – Galy soltó aquellas palabras mientras subía y mi puño termino en su rostro segundo después.
- Ni se te ocurra hablar de ella de esa forma – me queje por el dolor de mi boca.
- Listo, estas aprobado – Thomas golpeo mi espalda – Ahora a recuperarla – miro a Galy en el suelo y lo movió con el pie – Levántate Galy, solo ensucias la lona.
- Primero tengo que hacer otra cosa – me observaron.
- ¿Qué? – hablaron al unisonó
- Hablar con Oliver – Thomas miro por sobre mi hombro.
- Carlos, prepárale un protector bucal – me observo – Eres hombre muerto.
- Lo sé – fue lo único que pude responder.