Antonio Melosa, demonólogo de treinta y cinco años no perdió el tiempo, después de ordenarle a Percival que sacara el cuerpo de Lilith a través del espejo, liberó el espacio en la tienda, trazó un círculo con tiza blanca, colocó el libro en el centro y le ordenó a Percival que recostara a Lilith en un costado y se recostara en el otro.
Los dos llevaban inconscientes unos ocho minutos.
Durante ese tiempo Antonio miró el espejo.
No había otra salida, el mago que abrió ese portal forzosamente saldría por el espejo y entonces, podría atraparlo.
El portón de la tienda fue abierto provocando un ruido metálico, consiente de quiénes eran las personas que llegaban, Antonio no apartó la mirada del espejo.
La profesora Brenda Santiago entró de prisa, miró la tienda y a su hija sobre el suelo – Lilith.
– Sí quiere salvarla, manténgase fuera del círculo – dijo Antonio en voz muy alta.
El profesor Jacob Bonel abrazó a su esposa para detenerla – es una barrera defensiva contra demonios, ¿qué fue lo que le sucedió a nuestra hija?
Antonio resopló, sí había algo que odiaba de su trabajo, era tener que dar explicaciones y en ese caso, la historia era larga – un ladrón entró a la tienda, creó un portal en ese espejo hacia una dimensión de bolsillo y lanzó un demonio contra su hija, envíe al chico para que mantenga su mente conectada y logre sacarla.
El profesor Bonel ajustó sus lentes – los mundanos son poco atractivos para los demonios y hay un demonólogo con nosotros, un demonio no se arriesgará a tomar su cuerpo, lo más seguro es que intente escapar, ¿cierto?
Antonio asintió – sí, es posible.
La profesora Santiago miró a Percival – su asistente, ¿es confiable?
Antonio no quiso responder con la frase, “él no es mi asistente”, porque eso preocuparía a la familia y le costaría muchas explicaciones, después de mirarlo y recordando lo insistente que fue, respondió – es muy confiable, iré por el sospechoso, ¿pueden encargarse?
El profesor Bonel asintió – cariño, mi hermano tiene las pociones en la vitrina del fondo, del lado del mostrador.
Ella asintió.
El profesor Bonel impartía clases de manejo de conjuros y maldiciones en la academia Vitreri, no tenía experiencia activa con demonios, pero sí con hechizos de barrera y lo más importante, la persona afectada era su hija.
Antonio atravesó el espejo y encendió un gran número de luces que llenaron todo el espacio dentro de la habitación, fue como si repentinamente la noche se hubiera convertido en día, las estanterías llenas de libros y cubiertas por una gruesa capa de polvo, el piso de madera, las cajas llenas de objetos variados y las vitrinas al fondo con muñecas mirando desde el otro lado del vidrio.
– El aire aquí está muy viciado, calculo que tenemos una o dos horas de oxígeno, es el problema de las dimensiones de bolsillo creadas antes del siglo XIX, los objetos salen y entran, el aire no.
– Fue en el siglo XVIII, idiota – pensó Paul detrás de una de las estanterías.
Antonio se recargó sobre la pared junto al espejo – no te importa sí enciendo un cigarrillo, ¿cierto?
Paul se sobresaltó, una flama consumiría el oxígeno más rápido y los obligaría a salir, pero también, pondría la vida del demonólogo en peligro, no había manera, ese bastardo lo estaba engañando.
Con cuidado Paul tomó el relicario que tenía en el cuello y lo abrió, del otro de la habitación se escuchó el sonido de un encendedor que no quería prender.
Paul maldijo mentalmente, soltó el relicario dejándolo caer al suelo y lanzó una botella en dirección a Antonio, él levantó el brazo formando un círculo, el contenido de la botella estalló en el aire y tras esa distracción Paul lanzó un relámpago que se abrió paso hasta llegar a la pared.
Antonio se quitó del camino, minutos atrás movió el espejo y apagó las luces del fondo para no mostrarlo, al encenderlas Paul tuvo poco tiempo para reaccionar y dar marcha atrás a su hechizo, el impacto negativo que sufrió lo empujó contra las vitrinas y los cristales que protegían a las muñecas.
Sin grandes daños al espejo, Antonio caminó por el pasillo – cualquiera que sea tu nombre, estás bajo arresto.
Paul agrandó los ojos – ¡qué clase de psicópata eres! – de haber roto el espejo, ambos quedarían atrapados en esa dimensión y morirían en horas.
– De la clase que usa una placa – respondió Antonio.
Lilith se sentó detrás del mostrador de su tienda, miró las paredes de la biblioteca destruyéndose, a Percival y un segundo después, fue empujada hacia atrás, creyó que su espalda se golpearía al encontrarse con el suelo, pero siguió bajando y cayendo en lo profundo de un agujero.
Su pierna derecha sufrió un espasmo, su pecho subió con una respiración profunda y sus ojos se abrieron. A su lado Percival tuvo una experiencia similar, excepto que él extendió su mano y sujetó la muñeca de Lilith.
– Está despierta – dijo el profesor Bonel.
La profesora Brenda lanzó una botella de polvo blanco contra la barrera creada con tiza y esta pintó todo el aire por encima del círculo, la figura del demonio fue muy clara y era muy diferente a lo que Lilith vio en su espacio mental, esa cosa tenía cuernos en la frente, grandes orejas y colmillos que sobresalían de su boca.
Del suelo emergieron lazos dorados que atraparon al demonio, en la parte de abajo Percival cubrió a Lilith.
Los lazos comenzaron a romperse, la fuerza de un demonio era titánica, mucho más atemorizante de lo que el profesor Bonel imaginó y esa maldita cosa, estuvo en la mente de su hija.
El espejo se abrió mostrando el interior de una habitación muy iluminada, Antonio lo atravesó, traía a Paul consigo, atado y lo lanzó al suelo para encargarse de la parte final, devolver al demonio al libro.
Lilith trató de mirar por debajo del brazo de Percival, el demonio fue forzado a regresar al libro y este se cerró de golpe.
Percival se apartó.
– ¡Ese es el imbécil! – dijo la profesora Brenda, lista para golpearlo sin importarle las cortadas y heridas en el cuerpo del hombre que aparentaba estar en sus veintes.
– Es propiedad del ministerio de magia, junto con el espejo y el libro – señaló Antonio – les pido respeten la jurisdicción, ah, y pagaré el cuervo y la pared, todo lo demás lo rompieron ustedes – señaló las estanterías volcadas por causa del demonio.
El profesor Bonel estuvo de acuerdo, abrió la barrera y abrazó a Lilith.
Ella lloró.
Un ladrón entró a la tienda y la hizo sentir insegura en un lugar al que siempre consideró su “segundo hogar”, fue atada a una silla y encerrada en una habitación desconocida, pensó que el ladrón lastimaría a sus padres o que el demonio devoraría su alma y lo que más le dolía, lo que no podía sacar de su mente, fue que, por un momento, le creyó.
Si Percival no hubiera estado ahí, ella habría creído que tenía talento mágico y que su tía Belinda lo selló para vengarse de su familia.
¡Qué estúpida!
Su madre la abrazó y ella miró a Percival – gracias por salvarme.
Él se sorprendió – ¿realmente ayudé?
– Lo hiciste.
Él asintió – me alegra saberlo.
Lilith no comprendió por qué él de repente actuaba de esa forma.
A su lado la profesora Santiago le dio un beso en la frente – cariño, todo pasó en tu mente, no en la suya, él no tiene recuerdos de lo que pasó.
Lilith hizo memoria, se requería entrenamiento y mucha meditación para que un mago dominara su proyección astral y pudiera entrar en la mente de otra persona conservando sus recuerdos, Percival trabajaba en una tienda de artefactos mágicos, no era un mago mental.
– Me salvaste – dijo Lilith, no hacía falta dar más explicaciones – gracias.
Fue una noche extraña.
Lilith subió al coche de sus padres, su padre condujo y su mamá se subió atrás con ella, para abrazarla durante todo el camino.
Percival subió a su coche, esa mañana cuando salió de casa no imaginó que su día terminaría de esa manera, en definitiva, no era el tipo de desenlace que esperaba de las llamadas al soporte técnico de la tienda Deimos.
– ¡Qué demonios! – exclamó.
El demonólogo golpeó el vidrio y le sacó un susto de muerte a Percival, tan perdido en sus pensamientos, que olvidó en dónde estaba.
– Diga.
– Voy a necesitar las imágenes de las que me hablaste.
– ¡Ah!, sí, las tengo en mi celular, el artefacto mágico sigue en la tienda, voy a revisar las imágenes para encontrar el momento en que vandalizó el artefacto para inutilizarlo – explicó.
– Dame tu número – pidió Antonio.
– No tengo descansos hasta el domingo, le enviaré el resto de las imágenes.
Antonio asintió – buen trabajo.
Percival respiró profundamente y condujo a casa, mañana sería un día nuevo, por ahora, quería dormir.
Su estómago gruñó.
Cenar y dormir, en el orden que fuera en tanto estuviera a salvo y en casa.
Estaba cansado, condujo con cuidado, entró a una calle privada, activó el portón y entró a un estacionamiento cuadrado con cinco coches en el fondo. Abrió la puerta principal, subió los escalones y se dejó caer sobre la cama, tenía más sueño que hambre, aparte de eso tenía la extraña sensación de haber corrido un maratón.
La familia Bonel llegó a casa, Lilith bajó, también estaba cansada.
– A partir de mañana – dijo la profesora Santiago – te quedarás en casa.
Lilith dio la vuelta – ¡qué!
– Voy a hablar con tu tío, ya es tiempo de que contrate a otra persona para atender la tienda.
– No – la interrumpió Lilith.
– El mundo de la magia no es tan simple, esta clase de peligros siempre han existido, hablé con Lucios y él se comprometió a revisar toda la mercancía existente para evitar cualquier amenaza y eso, obviamente no funcionó.
Lilith no pudo detener sus lágrimas – llevo cuatro años trabajando en la tienda.
– Y esto pasó.
– Le pasa a todo el mundo, internet está lleno de videos de asaltos a tiendas, casas, autobuses, transeúntes, qué harás si consigo otro trabajo y me asaltan en el camino. Papá, dile algo.
El profesor Bonel cruzó los brazos – estoy con tu madre en esto, no fue un simples asalto, un demonio estuvo a punto de devorar tu alma, no existirías más en este mundo.
Lilith no pudo creerlo – es como decirle al ladrón: “ganaste”
– Esto no es por ese hijo de perra, lo hago por ti, puedes trabajar en el lugar que tú quieras.
– Excepto en la tienda – enfatizó Lilith – el único lugar en el mundo en que quiero trabajar.