A las doce de la noche Percival dormía profundamente, Lilith lloraba en su habitación y la profesora Santiago esperaba a que su cuñado respondiera una video llamada.
En la pantalla apareció Lucios Bonel – hola, el avión sale en cuatro horas, es la salida más próxima que pudimos conseguir, lo lamento – explicó de inmediato.
Brenda lo comprendió – siento que tu viaje terminara de esta forma, Lilith ya está bien.
– ¡Gracias al cielo! – exclamó Lucios – llamé a papá, él tampoco sabía sobre el espejo.
– Sí, recibí su llamada de camino, te llamé para hablar sobre la tienda y el empleo de Lilith.
Lucios ya había visto venir la conversación. Lilith amaba trabajar en la tienda de antigüedades, pero el mundo de la magia tenía muchos riesgos, incluso para un mago, por no hablar de mundanos.
– Ella ahora está molesta, lo entenderá más adelante, por eso necesito que me apoyes, Lilith no puede trabajar en un ambiente en el que siempre estará en peligro, no es justo para ella ni para nosotros, es mejor que encuentre un trabajo en una tienda o una empresa donde conviva con otros mundanos.
– Lo sé – la interrumpió Lucios – también lo estuve pensando, tú sabes que tengo la tienda llena de defensas mágicas.
– Un demonio estuvo a punto de devorar su alma – dijo Brenda, poniéndole fin a cualquier comentario de Lucios.
La batalla contra los demonios era milenaria, sin embargo, gracias a los hechizos de detención, las barreras y los amuletos que existían en la actualidad, detectar a un demonio era un asunto muy simple.
La era dorada de los demonios había pasado, cualquier mago en formación podía detectarlos y eliminarlos antes de que tuviera la oportunidad de tentarlos, pero, para usar esos hechizos o interactuar con los amuletos, se necesitaba talento mágico.
Lilith, siendo una mundana, nunca podría notar la diferencia entre una persona común, y una persona poseída por un demonio.
– Hablaré con ella – respondió Lucios.
– Gracias – dijo Brenda, antes de ponerle fin a la llamada.
Derek Milton guardó silencio, la boda y el viaje fueron idea suya, Lucios quería simplemente comenzar su vida juntos como una pareja y sí lo hubieran hecho de esa forma, Lilith no habría estado sola esa noche – lo lamento.
– No es tu culpa – le dijo Lucios y lo abrazó.
Sabía que Lilith corría peligro en la tienda, por eso compró una mesa con protección para magia mental, desesperadamente intentó subsanar la falta de talento mágico de su sobrina, porque sabía cuán importante era para ella.
La vida tenía formas de ser injusta, muchos magos optaban por no especializarse en la academia y vivían sus vidas como mundanos, usando su magia solo de vez en cuando, y en el otro extremo estaba Lilith, Lucios jamás conoció a una estudiante que amara tanto aprender sobre magia.
Era demasiado injusto.
A las doce y media Antonio llegó al ministerio de magia, afuera había tres camionetas.
– ¿Cómo te fue? – preguntó uno de sus compañeros.
– Atrapé a un ladrón, posible seguidor del abismo y confisqué una dimensión espejo con al menos seis demonios. Gracias por no responder al llamado – les guiñó el ojo.
Una fuente confiable reveló que había un demonio de clase S, atrapado dentro de un jarrón antiguo que se exhibía en el museo de historia, todos los demonólogos en turno se prepararon para la captura y Antonio, que tenía una suspensión por insubordinación, era el único disponible cuando la llamada de Percival entró.
El resultado fue bastante productivo.
Su jefe, el capitán Francis Leblanc miró el reporte – no hemos tenido una dimensión de bolsillo en décadas, el proceso para formarlas es muy complejo, el sujeto que hizo esto debe ser un anciano.
– Probablemente esté muerto, no hay flujo de aire, necesitaremos ordenar tanques de oxígeno para revisarla.
El capitán Leblanc subió la mirada – la mitad de mi departamento fue al museo de historia y eres tú quien trajo una reliquia – bostezó – el turno diurno querrá hacerse cargo, conseguiré los tanques esta noche, ¿de qué clase de demonios estamos hablando?
Antonio miró el libro puesto sobre la mesa con un amuleto pegado fuertemente a las portada y contraportada para que nadie lo abriera por error – este es de clase C, los de la dimensión, no tuve tiempo de pesarlos, se acababa el oxígeno.
– De acuerdo.
Una mujer con el cabello teñido de rosa se acercó a la mesa – capitán, ¿de dónde sacó al duende? – preguntó de forma divertida.
El capitán Leblanc volteó a verla – ¿cuál?
– Ese – señaló al ladrón que Antonio llevó a la estación.
– Es un duende, ¿estás segura Anna?
Ella se levantó, caminó hacia la silla sobre la cual estaba sentado Paul y lo saludó mostrando sus largas uñas – hola, esto va a dolerte un poco – bajó las manos y presionó las uñas sobre la barbilla de Paul.
Las arrugas no tardaron en notarse, también las canas, las ojeras y pronto, el cuerpo atractivo y musculoso de un hombre en sus veinte, desapareció para dar paso a un hombre de cincuenta y cinco años con un estómago tan abultado, que el botón del pantalón salió volando.
Muchos magos se permitían pequeños cambios estéticos para lucir más jóvenes, un ejemplo era el capitán Leblanc, que a sus cincuenta y cuatro años tenía entradas pronunciadas y usaba una pócima para recuperar el cabello perdido, o su sobrina Anna, que usaba una peineta para cambiar el color de su cabello, pero los magos que hacían un cambio total, eran llamados “duendes”
– Buen ojo – dijo el capitán – llévenlo a una celda de máxima seguridad – informó – primero entraremos a la dimensión de bolsillo, tomará un par de días catalogar todo, después lo interrogaremos.
– Sobre la dimensión, sí hay más de diez demonios, debería recibir un bono – dijo Antonio.
– Todavía no los inventariamos.
– Podrían ser cincuenta.
El capitán Leblanc dio la vuelta – ¿qué es lo que quieres?
– El chico que hizo la llamada, dijo que trabajaba en una tienda de artefactos, él fue el primero en llegar a la escena, consiguió el celular que me permitió encontrar a la empleada, también localizó a su familia, entró conmigo a una dimensión de bolsillo sin saber que podía asfixiarse y – señaló su reporte – trajo a la mundana de vuelta al plano físico.
– ¿Y?
– Tiene madera para la demonología.
– Hay muchos nuevos reclutas, no tienes que robárselos a una tienda de artefactos.
– No hay tantos.
La demonología enfrentaba una crisis, el incidente de la reportera que perdió su cuerpo y quedó confinada a una muñeca fue una muy mala publicidad, el ministerio acusó al departamento de no prever que el alma de la reportera siguiera intacta, como consecuencia las academias agregaron una clase de demonología al tronco común de todas las carreras mágicas para que todos los magos aprendieran a manejar demonios, dos décadas después la ingeniería mágica produjo artefactos capaces de identificarlos y clasificarlos en un nuevo sistema de letras.
Muchos se preguntaban sí realmente se necesitaba un departamento de demonología.
– Oye, sí el chico se presenta aquí a pedir trabajo o asesoría, te dejaré que lo atiendas, no vayas por ahí importunando gente en sus trabajos, y este caso no ha terminado, no encierras al sospechoso y te vas a casa, en cuanto lleguen los tanques te avisaré.
Antonio resopló.
– Es raro que te interese un recluta – dijo Anna – simple curiosidad, ¿qué hizo el chico?
Antonio no respondió, la razón detrás de su decisión fue que Percival jamás dudó, de no haber llegado a la tienda Percival habría abierto el portón y buscado por todos lados, aunque no tuviera pistas, había muchas personas trabajando en su departamento que nunca tuvieron ni tendrían la voluntad de ayudar a otros, sin obtener ganancias, solo porque era lo correcto.
A las dos de la madrugada Percival despertó, moría de hambre, salió de su habitación, pasó al baño y bajó a la cocina a buscar un refrigerio, nada en especial, cualquier cosa que pudiera calentar en el microondas y poner en su estómago.
A las tres llegaron dos tanques de oxígeno comprimido, gracias a la ingeniería mágica eran botellas de cuatro dedos de alto que se colocaban en máscaras especiales, Antonio tomó una y le dio la otra a Anna.
El resto de la noche los dos se ocuparon de inventariar todos los objetos con demonios atrapados.
Alrededor de las cuatro Lilith se quedó dormida, pasó un largo tiempo llorando, recordando y pensando en lo que haría a la mañana siguiente.
Ya no necesitaba la alarma, tampoco tenía que limpiar la tienda, abrir a la hora o pensar en qué almorzaría, estaba en casa de sus padres y realmente, no importaba sí despertaba o sí se quedaba en cama toda la semana.
Porque era una mundana.
Tras quedarse dormida tuvo la sensación de estar sobre una superficie muy dura, dio la vuelta, levantó los brazos para usarlos como almohada y la sensación de dureza fue persistente.
Abrió los ojos, estaba recostada sobre el suelo y a su lado había un par de zapatos cafés, una falda larga y mirando más hacia arriba, una mujer de piel clara, cabello teñido pintado de rubio y pronunciadas arrugas.
– Buenas noches.
Lilith se levantó, estaba en la biblioteca, junto a una recepción circular, estanterías altas y al final del pasillo, una pared de cristal con la vista de la luna.
– ¿Por qué estoy aquí?
– Usted quiso entrar – dijo la mujer anciana.
Lilith frunció el ceño – ¿quién es usted?
– Soy la administradora de su espacio mental, una proyección creada por su subconsciente para facilitar la comunicación directa con sus pensamientos.
Lilith miró hacia arriba, lo último que recordaba de ese lugar fue salir corriendo junto con Percival mientras lava negra caía del techo – este lugar fue destruido.
– Es imposible, a menos que su cerebro muera, su espacio mental permanece intacto.
Lilith negó con la cabeza – yo lo vi.
La mujer levantó su mano y un libro voló desde una de las estanterías – introducción a la magia de control, capítulo tres, espacio mental, leído en su doceavo año – le ofreció el libro.
Lilith tuvo una mala experiencia la última vez que otra persona abrió un libro delante suyo, y muy lentamente se acercó a las hojas amarillentas, al tocarlas, sintió que volvía a ese día, tenía doce años, aún no descubría que no tenía talento mágico, estaba sentada sobre los escalones mientras un cliente coqueteaba con su tío y ella leía.
El espacio mental era una proyección, una forma de entender el plano astral para que el usuario no se sintiera desubicado y dependía de su personalidad, la mayoría de las veces eran bosques, parques, mansiones o castillos y el mago, en lugar de verse a sí mismo como un alma, se veía igual a su apariencia física, a menos que tuviera experiencia con las proyecciones, entonces podría tener la apariencia que quisiera.
– Estos libros – dijo Lilith – son mis recuerdos.
– Son la representación física de sus memorias.
– Y usted luce como una actriz de cine porque yo pensé en una película vieja.
– Exactamente.
– No soy una maga y no tengo entrenamiento, ¿cómo invoqué un espacio mental?
La administradora se movió hacia un costado, detrás de ella estaba la jaula con un águila dorada atrapada – su talento mágico lo hizo.