El espacio mental era una proyección creada por la mente como un mecanismo de defensa y comúnmente, evocaba un lugar seguro, donde el mago se sintiera a salvo.
Pero Lilith no era una maga y no sabía cómo conjurar un espacio mental.
Sí estaba en ese lugar, era porque el demonio la llevó.
– Tranquila, respira – se dijo a sí misma para calmarse.
De acuerdo a las reglas, un demonio dependía de una acción para liberarse y de un consentimiento para apropiarse del cuerpo de una persona, dicho consentimiento podía ser dado de forma expresa o tacita, como firmar un contrato con sangre, darse la mano o aceptar en voz alta que estaba de acuerdo.
Liberarlos era la parte fácil.
Algo tan simple como abrir una caja de música era suficiente para liberar a un demonio, o abrir un libro y leerlo, era por eso que los magos colocaban la palma de su mano sobre la cubierta de un libro antes de abrirlo, así detectaban la energía demoniaca y sí todo estaba bien, lo leían.
Otros objetos como la ropa y las joyas, necesitaban ser usados para que el demonio se liberara, las muñecas eran los objetos menos comunes porque el requisito de liberación era reconocer a la muñeca como un ente vivo.
Difícil, no imposible, especialmente sí eras una niña con mucha imaginación.
Las campanas eran otro objeto famoso en siglos pasados, el truco era que requerían un patrón específico para activarse, los magos los usaban para esclavizar demonios porque solo ellos conocían el código que los invocaba, ningún demonio entraría a una campana por iniciativa propia, pero lo haría si un mago lo obligaba.
Tinteros, un método muy antiguo y muy popular que se terminó con el descubrimiento del grafito, era increíble que un hecho tan fortuito hiciera que cientos de demonios almacenados en botellas de tinta terminaran siendo atrapados, era el tipo de impacto que la magia antigua jamás imaginó.
Lámparas y candelabros, siempre que la mecha fuera encendida, el demonio era libre.
En ese caso, el objeto fue un libro y la persona que lo miró, fue Lilith.
El primer paso para la posesión: liberación, estaba cumplido, falta el segundo paso; el contrato.
Según el libro “Mi experiencia con un demonio”, el contrato ocurría en el plano físico y podía suceder entre el primer día después de la liberación y un año, sin embargo, la saga de libros no tenía buenas críticas.
La autora pasó doce años de su vida viajando por el mundo y recolectando experiencias demoniacas, comenzó a sacar los libros y entonces surgieron las demandas, según las noticias a la autora se le acusó de “dramatizar” las experiencias reales con el fin de atraer a más lectores, ella argumentó que sus libros llevaban la frase “basado en hechos reales”, y con eso sus libros pasaron al estante de “ficción”, vendió copias a los mundanos y se hizo rica, apegarse a los hechos dejó de ser importante. Fue por eso que Lilith leyó el primer libro, de los diez que eran.
– De haberlo sabido, habría leído toda la saga.
– Lilith…
Una mano se posó sobre su hombro y ella gritó, el sonido hizo eco en las paredes, multiplicándose varias veces, por inercia, Percival se empujó hacia atrás.
Lilith tragó saliva – ¿eres el chico que trajo al cuervo?
– Sí, lo siento, yo volví a la empresa y revisé las imágenes de la cámara interna del cuervo, el sujeto que te asaltó no se fue, se escondió en el segundo piso, abrió y cerró la puerta para engañarte, te llamé para contártelo, pero creo que no me escuchaste.
Brevemente, Lilith recordaba haber contestado el teléfono, justo antes de desmayarse.
– Supuse que algo te había pasado, así que llamé al ministerio de magia, enviaron un demonólogo, él descubrió la entrada en el espejo, te encontramos atada a una silla y te liberé, pero llegamos un poco tarde, un demonio ya comenzó el proceso de posesión, así que entré a tu cabeza para sacarte.
Lilith levantó las manos para pedirle que se detuviera – explica la parte “entrada en el espejo”
– Había un espejo en los escalones de tu tienda, la habitación donde te encontré estaba enlazada al espejo a través de un portal, es una especie de dimensión comprimida.
Lilith asintió, ahora que sabía en dónde estaba – y, ¿cómo exactamente te metiste a mi cabeza?
– El demonólogo lo hizo, dijo que tenía que venir por ti, alejarnos de todos los objetos y buscar el punto de control.
– ¿El qué?
– Es – dijo Percival e hizo una pausa para tratar de explicarlo – imagina que estás en un grupo de apoyo y hay un micrófono, la persona que lo tenga, es la que puede hablar, no se les permite a los demás interrumpir, sí tienes el micrófono, tienes el control, en el espacio mental se crea un lugar específico que otorga el control del cuerpo humano, puede ser una silla, un trono, una cuna o una cama, depende mucho de la personalidad del afectado y del espacio, esto es…, muy parecido a tu tienda.
– Es una biblioteca, se nota enseguida.
– De acuerdo, sí es una biblioteca debe haber una mesa de recepción, sí te llevamos a ella podrás salir de tu mente y el demonólogo podrá sacar al demonio sin lastimarte.
Lilith se sintió intranquila – ¿cómo sé que eres realmente el chico–cuervo?
Percival volteó a verla – te dije mi nombre varias veces, es Percival.
– Lo siento, no estoy en mi mejor momento.
– “Púdrete en el infierno”
Esa era la frase con la que Lilith terminó la llamada que hizo a la tienda Deimos – sí, eres el chico–cuervo.
Percival decidió no insistir, era complicado discutir con una persona que estaba a punto de ser devorada por un demonio y asesinada por un demonólogo, lo más importante era buscar el punto de control en su mente y llegar antes de que el demonio la tentara.
– Por cierto, llamé a tus padres, llegarán en unos minutos, pero aquí dentro el tiempo transcurre de forma diferente, así que podrían ser un par de horas.
– Gracias – dijo Lilith – el hombre que me asaltó, ¿lo atraparon? – de pronto, la idea de que sus padres estuvieran en la tienda con ese hombre la asustó.
Percival negó con la cabeza – no estaba, eras la única en ese lugar.
Lilith quiso golpear algo – debieron buscar bien, no era un sujeto normal, él – hizo una pausa – él me llamó Lilith Grimgard, es un apellido que inventé cuando era niña y quería ser una archi maga, no te atrevas a burlarte – lo retó con la mirada.
Percival frunció los labios para transformar su sonrisa en una mueca.
– Significa que lleva años visitando la tienda, y tú lo dijiste, alguien dibujó una marca en el cuervo para que no reaccionara, esto fue premeditado.
Percival continuó caminando – supongo que es cierto, la entrada a ese lugar estaba en el espejo junto a los escalones, toda tu familia y miles de clientes pasaron por esa tienda sin saber que había una dimensión del otro lado, el demonólogo que envió el ministerio de magia tampoco lo sabía, primero pensó que había una puerta secreta y destruyó tu pared.
– ¡Qué hizo qué!
– Después le cobras, primero debemos salir de aquí.
Lilith se lamentó por su pared destruida, después pensó en el hombre que entró a su tienda, lo estuvo observando y lo vio caminar por los pasillos – ese tipo, dijo que su nombre era Paul, pero me dio la impresión de que acababa de inventarlo, él estaba buscando algo, primero dijo que no quería hacerme daño y luego tomó un libro y lo usó para meter un demonio en mi cabeza.
– Entrar a tu tienda fue premeditado, lo del demonio pudo ser un cambio de último momento, apuesto a que no esperaba a que un demonólogo entrara a la tienda o lo acorralara, ponerte en peligro fue…
– Fue una distracción – dijo Percival, pero el sonido no vino del lado derecho de Lilith, sino de la parte de atrás, justo donde estaba de pie un segundo Percival – el ladrón te puso en peligro para que el demonólogo te salvara y mientras, él pudiera escapar, Lilith, quiero que te alejes de ese hombre, muy lentamente.
Lilith miró a Percival Vignon, el empleado de la tienda Deimos que fue a su tienda, después miró al otro Percival que llegó minutos atrás – ¿qué está pasando?
– Es el demonio – dijo el Percival que llegó primero.
El otro Percival dio un paso al frente – escucha, llamé al ministerio de magia, enviaron a un demonólogo, él está afuera preparando todo para atrapar al demonio, pero tenemos que salir de aquí, aléjate de él.
Sonó exactamente igual a la primera versión de Percival que llegó minutos atrás.
Percival volteó a verla – escuchó nuestra conversación, Lilith, yo te dije hace unos minutos que era real, usé la frase que me dijiste al teléfono.
– “Púdrete en el infierno” – exclamó el segundo Percival – ¿cómo escuchaste nuestra conversación?, Lilith, llamé a tus padres, puedo probarlo, el contacto en tu celular de tu madre es: Mamá y tres corazones.
Lilith tenía la mala costumbre de poner y quitar corazones a los contactos de su celular dependiendo su estado de humor y era imposible que un demonio lo supiera.
El Percival que llegó primero dio tres pasos hacia un costado – por seguridad, aléjate de ambos, busca tu punto de control y sal de aquí, no podrá hacerte daño con el demonólogo allá afuera.
– Era lo que iba a sugerir – agregó el segundo Percival – cualquiera de nosotros podría ser el demonio, yo habría llegado primero, pero me detuve porque encontré algo que debes ver – miró a Lilith con cierta nostalgia – encontré tu talento mágico.
Lilith ya tenía migraña, ese lugar no era un juego, un maldito error y su alma sería devorada mientras un demonio salía al exterior, a abrazar a sus padres y ponerlos en peligro, y ahora debía lidiar con una broma pesada – yo no tengo talento para la magia, ¡gracias por recordármelo!
– No lo tienes porque fue sellado, te lo mostraré sí vienes conmigo.
– Eso es ridículo, Lilith no lo sigas – dijo el Percival que llegó primero – el talento mágico no puede sellarse, no sin que tus padres estén de acuerdo.
– Entonces, ¡es posible! – intervino Lilith.
Percival se dio cuenta de que había cometido un error, existían casos en los que los magos sellaban su poder, pero no era una práctica común y cuando se realizaba, se hacía porque el talento mágico de la persona ponía en peligro su vida
Lilith dejó de escuchar, caminó hacia el segundo Percival y lo miró fijamente – ¿dónde?
– Es atrás, te llevaré.
El primer Percival maldijo entre dientes, no podía obligar a Lilith a seguirlo y tampoco podía alejarse de ella, sintiéndose inútil, los siguió.
Los tres dejaron el pasillo principal, caminaron hacia los costados y entraron en lo que parecía ser una pequeña sala de lectura con una chimenea, sillones y en el centro, una gran esfera dorada encerrada en una jaula metálica.
– Es este – dijo el segundo Percival – tu talento mágico.