Selina, como buena amiga que era abrazó con fuerza a Broke, compartiendo su dolor y su angustia mientras intentaba ofrecerle algo de consuelo en medio de la tormenta emocional que la envolvía.
—Sabes que yo no te puedo tener en mi apartamento, la casera no me lo permitiría, pero tengo una tía en Seattle, te puede recibir, es una mujer sola. ¿Quieres que hable con ella?
Broke sin tener más alternativa, asintió.
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Varios días después.
Broke encontró consuelo en la presencia de Bertha, la tía abuela de Selina. Esta anciana compasiva tejía hilos de apoyo a Broke, abriendo puertas a través de sus conocidos para mejorar la estabilidad laboral de su protegida en una fábrica. Sin embargo, a pesar del cálido cobijo de la buena mujer y el flujo constante de ocupaciones diarias, la tristeza persistía en el corazón de la chica.
Y en medio de la rutina, un eco inquietante se aferraba a su mente: aquel hombre, desconocido que había desatado un vendaval de emociones en ella, aparecía cada noche en sus recuerdos, rememorar ese instante le brindaba algo de sosiego a su herido corazón.
«¿Quién serías mi misterioso caballero de la noche? ¿Nos volveremos a ver algún día? Seguramente no, no sé tu nombre, ni tu dirección» Soltó un suspiro cargado de frustración.
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Selina apenas recordó que debía llevar a la tintorería los trajes de la fiesta, empezó a esculcar los bolsillos, por si había cosas de valor, de pronto del bolsillo de la blusa del traje de Gatúbela, sacó una reluciente cadena de oro, abrió sus ojos, sorprendida.
—¡Wao! —exclamó—, es una joya costosa, pero qué hacia Broke con esto —se preguntó, y luego sacó una tarjeta—. "En la penumbra de la noche, en la danza de las sombras, nuestros cuerpos se hicieron uno. No sé tu nombre, ni logré ver tu rostro, pero tu presencia dejó una huella imborrable en mi ser. El caballero de la noche te estará esperando, búscame y lleva la cadena, para saber que eres tú, mi preciosa Gatúbela. Blake Vanderbilt” —Los ojos de Selina se abrieron con amplitud, sus labios formaron una perfecta O. —¡Vanderbilt! ¡Broke estuvo con el millonario más deseado del país! ¡No lo puedo creer! —Apretó la cadena entre sus manos. Se quedó pensativa, mientras su corazón retumbaba con violencia.
«Búscame»
Selina dio vueltas por el apartamento, esa frase hacía eco en la mente, se debatía entre traicionar a su mejor amiga, o aprovechar la oportunidad que tenía frente a sus ojos.
—Lo siento amiga, yo ya hice por ti la buena obra, además debes agradecerme que yo te llevé a la fiesta, que te di esas copas, caso contrario, no te habrías atrevido a tanto —murmuró—, pero yo no voy a dejar pasar la oportunidad de salir de pobre. Blake Vanderbilt será mi esposo —sentenció y sonrió con malicia.
Selina era astuta, conocía a los hombres como Blake Vanderbilt, sabía que debía esperar más, hacerse desear, antes de presentarse y suplantar a Broke, además tenía poderosas armas para engañarlo. Su mejor amiga le había contado todo lo que pasó esa noche.
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Semanas después.
Era domingo, y Broke no se levantó de la cama, día atrás venía sintiéndose mal. Se había desmayado en dos ocasiones en la fábrica, y el aroma a comida le provocaba náuseas.
—No puedes seguir así —habló con firmeza Bertha—, te bañas en este momento, y nos vamos al hospital —ordenó.
Bertha era una mujer mayor, la tía solterona de la familia, era muy dulce con Broke, le brindaba el afecto y el cariño, que no recibió jamás en casa.
Broke iba a rebatir, pero las náuseas no se lo permitieron, corrió al baño, y luego de devolver lo poco que había desayunado, obedeció.
Más tarde acompañada de la anciana de cabello cano, y mirada dulce, llegaron al hospital, le hicieron varios exámenes a Broke, y minutos después entraron a un consultorio.
—¿Qué es lo qué tiene esta muchacha, doctor? —preguntó Bertha.
—Nada grave.
Broke soltó un suspiro de alivio.
—Se lo dije —susurró a la anciana. —¿Ya nos podemos ir? —Se puso de pie.
—No —dijo el médico. —¡Siéntate!
Broke lo miró desconcertada, su respiración se cortó por segundos.
—¿Por qué? —indagó.
—Aunque no tiene ninguna enfermedad, en su estado debe cuidarse más.
—¿Estado?
—Sí, señorita Carter, usted está embarazada.
El rostro de Broke se desencajó por completo.
—¿Qué? ¡Eso no puede ser posible! ¡Hay un error! —balbuceó.
—En este hospital no cometemos errores.
Broke se quedó tan blanca como la hoja de un papel, estaba sorprendida. Luchó por encontrar aire, y asimilar la avalancha de emociones que la inundaban. El miedo, el desconcierto, la incertidumbre... todo ello se mezclaba en un torbellino dentro de su mente.
«¿Cómo pudo pasar si aquel hombre usó protección?» se cuestionó.
—¿Embarazada? ¡No puede ser! —recalcó—, exijo otras pruebas, cuando tuve relaciones, nos cuidamos —aseguró.
El médico contempló a la muchacha, negó con la cabeza.
—Señorita Carter, no existen métodos anticonceptivos cien por ciento seguros, pero si insiste, ordenaré un nuevo examen.
Blake se quedó en silencio, sintiendo que todo su cuerpo temblaba.
—¿Qué voy a hacer? —los ojos se le llenaron de lágrimas, su susurro fue apenas audible.
Tomó la receta que le ofrecía el médico con manos temblorosas, agarrándola como si fuera su única tabla de salvación en medio de su desconcierto. Y mientras salía de la consulta, apoyada en Bertha, se aferraba a la esperanza frágil de que algún día, de alguna manera, encontraría la fuerza para enfrentar ese nuevo capítulo de su vida.
—Debes avisarle al padre de la criatura —recomendó la anciana.
Broke apretó los labios, intentando contenerse, pero no pudo, estalló en llanto, y le contó a Bertha que no tenía la menor idea de quién era ese misterioso hombre.
—¡Dios mío! —exclamó—, y así embarazada, no te seguirán teniendo en la fábrica.
Para Broke el mundo se le vino encima.
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Y mientras Broke no sabía cómo enfrentar el desafío que representaba el bebé inesperado, que llevaba en su vientre. Selina, decidida a buscar a Blake, se preparó meticulosamente, vistiendo su mejor atuendo y resaltando sus rasgos con un cuidadoso maquillaje. Con determinación, se encaminó hacia el imponente edificio de Industrias Vanderbilt.
Al llegar, ascendió hasta el piso de la presidencia con paso firme, su corazón latía con fuerza en su pecho. Al acercarse al mostrador de atención al cliente, se dirigió a la asistente con determinación.
—Busco al señor Blake Vanderbilt —anunció con seguridad.
La asistente la miró de pies a cabeza.
—El señor Vanderbilt no se encuentra, si es un asunto urgente, puede dejarme su recado.
Selina miró a la mujer con el ceño fruncido.
—Yo sé como funcionan las cosas en estas empresas, sé que me lo estás ocultando.
—Se equivoca, el señor Vanderbilt, está de viaje —recalcó con seguridad la empleada.
La abuela Dorothy para que su nieto no siguiera en su vida llena de libertinaje, lo había enviado a China, a hacerse cargo de una de las fábricas que tenían industrias Vanderbilt en ese país.
Selina resopló, se marchó, y durante una vez cada semana, mes a mes regresó a preguntar por él. Pero Blake Vanderbilt, no tenía intenciones de regresar.