La voz seductora y sensual del caballero de la noche erizó la piel de Broke, volteó y sintió un corrientazo al encontrarse con esos profundos ojos azules posándose sobre ella.
—Sabes que soy un peligro para ti —bromeó Broke aleteando las pestañas, el efecto de los tragos, la hacían comportante de forma distinta.
Batman soltó una carcajada.
—Me encanta el peligro —expresó con voz gutural.
Él la tomó de la cintura con firmeza, atrayéndola hacia sí en un abrazo que desafiaba las reglas del juego. Sus miradas se encontraron, destilando chispas con una atracción latente entre los dos.
Los movimientos de sus cuerpos se sincronizaron al ritmo de la música, cada contacto provocaba una corriente eléctrica que recorría sus pieles. Las manos de Blake se deslizaban con una delicadeza experta, explorando cada curva, cada contorno, como si estuviera descubriendo un tesoro oculto en el cuerpo de esa misteriosa mujer.
Él la atrajo aún más cerca, sintiendo el calor de su aliento en su piel. Broke tembló ante la cercanía de tan atractivo hombre.
—Debo irme —susurró ella, en un hilo de voz.
—No lo hagas, quédate —solicitó él con su voz ronca y sensual.
Sus labios se rozaron en un beso cargado de deseo.
Broke abrió sus ojos con sorpresa, colocó sus manos en el pecho de él, lo alejó.
—Eres un desconocido para mi —rebatió.
Él sonrió con confianza, su capa ondeó ligeramente a su alrededor.
—Es cierto, pero algo me dice que este encuentro estaba destinado a suceder —respondió, su tono se escuchó cargado de una seguridad magnética.
Broke soltó un suspiro, nadie antes la había cortejado de esa forma.
—No estoy segura de que eso sea verdad, no creo en el destino —comunicó, resistiéndose a la atracción que sentía hacia él, luchando contra el torrente de emociones que amenazaba con abrumarla.
Pero él no se dejó disuadir. Con una determinación inquebrantable, acercó su rostro al de ella, sus labios quedaron a escasos centímetros de los suyos.
—Permíteme mostrarte lo que soy capaz de hacer —susurró, su aliento cálido acarició la piel de Broke.
Ella vaciló por un instante, sus defensas empezaron a ceder ante la intensidad de su mirada. Finalmente, con un suspiro rendido, se dejó llevar por el deseo que ardía dentro de ella. Cerrando los ojos, se abandonó al beso apasionado que él le ofrecía, entregándose al juego peligroso del amor prohibido.
Con el deseo flotando en el aire, se adentraron juntos en la mansión, buscando un refugio donde pudieran dar rienda suelta a la pasión que los consumía. Encontraron una habitación apartada, envuelta en sombras y silencio, donde la intimidad de la noche los envolvía como un manto protector.
Sin decir una palabra, se miraron a los ojos, y lentamente, se despojaron de sus disfraces, revelando sus cuerpos desnudos a la luz tenue que se filtraba por las cortinas entreabiertas.
La mirada de Blake se encendió al contemplar la desnudez de la misteriosa mujer, que minutos antes vestía de Gatúbela, recorrió con sus ojos ese cuerpo curvilíneo y esbelto.
Broke se mojó los labios, nunca había visto a un hombre desnudo, y vaya que el que tenía en frente eran tan musculoso y fornido como el propio Batman.
—Permíteme ver tu rostro —solicitó él, se aproximó a ella.
—No —contestó con firmeza Broke, lo agarró de las manos, lo detuvo—, es la primera vez que hago esto, quiero que guardemos nuestra identidad en secreto.
Entonces ambos optaron por conservar sus máscaras, como un símbolo de la dualidad que los había unido en aquella noche de secretos y fantasías.
Con cada caricia, cada beso, exploraban los límites de su deseo, entregándose el uno al otro con una pasión desenfrenada.
Él la tomó entre sus brazos con delicadeza, acunando su cuerpo contra el suyo con una ternura casi reverencial. Sus labios se encontraron en un beso ardiente, sus almas se fusionaron en un éxtasis compartido que los transportaba a un lugar más allá del tiempo y el espacio.
—Espera —solicitó Broke, casi sin aliento, rendida a todos los besos y caricias que él le brindaba.
—¿Qué ocurre? —susurró él, frunció el ceño.
—Yo… soy virgen. —Se mordió el labio inferior.
Blake abrió sus ojos con amplitud, soltó una risotada.
—¿Estás jugando? —inquirió, sus ojos se posaron sobre los de la chica. — ¿Eres mayor de edad?
Broke asintió, por suerte la máscara cubría su rostro carmesí.
—Tengo veintidós años, y sí nunca he estado con un hombre.
Blake se quedó desconcertado, y con los labios separados, ante la afirmación de ella, sacudió la cabeza, pensó que la chica mentía, el aliento de la dama desprendía un aroma a ron.
—Tranquila —susurró, él. De inmediato abrió con los dientes un sobre plateado, se colocó el preservativo, se inclinó sobre ella, volvió a besarla, entonces sin tomar en cuenta la advertencia de la chica se hundió en ella de una sola estocada. El grito que salió de los labios de la mujer, le congeló la sangre.
De los verdes ojos de Gatúbela brotaron varias lágrimas. Había clavado sus uñas en los brazos de él.
—Lo lamento. —Se disculpó él, su corazón palpitaba con fuerza—, dime ¿qué no te lastimé? —preguntó. Blake Vanderbilt, podía ser un sinvergüenza, un mujeriego, pero jamás un bárbaro.
Broke apenas podía moverse, sus labios temblaban.
—Fuiste muy brusco, pensé que sería diferente —susurró casi al borde del llanto.
—¿Quieres que me vaya? —preguntó.
Broke lo agarró del cuello, con sus dos brazos.
—Mejor bésame.
El corazón de Blake se detuvo por un momento, sintiendo cómo el peso de la situación se desvanecía lentamente. La inocencia de aquel pedido, la simpleza de ese deseo, lo conmovieron en lo más profundo de su ser.
—¿Un beso? —susurró. Un suspiro escapó de sus labios, un suspiro cargado de alivio y redención. La pureza en la súplica de aquella inocente chica, su deseo de conexión y reconciliación, despertaron algo dentro de él que nunca antes había sentido.
Con delicadeza, como si temiera romper el hechizo de aquel momento, Blake inclinó la cabeza, sus labios se encontraron con los de Broke en un beso cargado de significado. Fue un beso suave, que estremeció el corazón de ella, también despertando sentimientos jamás conocidos.
Y más adelante, con movimientos fluidos y sincronizados, se exploraron mutuamente, descubriendo los secretos más íntimos de sus cuerpos con cada roce, cada susurro de placer. Cada gemido, cada suspiro, se convertía en una melodía de éxtasis que llenaba la habitación con su música sensual.
Y así, envueltos en las sombras de la noche y el misterio de sus máscaras, Batman y Gatúbela se entregaron por completo al fuego del deseo.
Casi al amanecer Broke abrió los ojos, y se dio cuenta que dormía junto a un hombre, se miró desnuda y recordó lo que pasó.
—¡No puede ser! —exclamó bajito, se movió con cuidado de no hacer ruido, se colocó el disfraz como pudo y salió corriendo.
Bajó unas escaleras de caracol, llegó a la planta baja, salió al jardín, miró gente en el pasto, algunos ebrios, buscó a Selina, no la encontró, se sentía perdida.
De pronto miró a una mujer con traje de conejita de playboy sentada sobre las piernas de un hombre.
—¿Selina?
—¿Broke? ¿En dónde estabas?
—Es largo de contar, vámonos por favor —suplicó.
Selina se despidió de su pareja, Broke salió junto a su amiga, de aquella mansión, creyendo que nada pasaría luego de esa noche de sex0 con un desconocido, pero estaba lejos de imaginar lo que vendría después.