Blake frunció el ceño y dirigió una mirada seria a Selina. Un temblor recorrió su cuerpo; ella había sido la propagadora de ese rumor en cada esquina. —No hay planes de boda en este momento —respondió la anfitriona, la señora Vanderbilt, cuya voz retumbó con autoridad en la sala—. Este es un evento benéfico, no un espectáculo de farándula. Los periodistas, temerosos del poder de la anciana, se limitaron a cumplir con su tarea. —Si te casas con esa trepadora, olvidaré que eres mi nieto —susurró ella en su oído. Blake esbozó una sonrisa irónica. —No soy tan estúpido, abuela —murmuró en voz baja. La subasta comenzó con la voz del subastador llenando la sala, anunciando el primer lote de la noche: una valiosa pintura. Mientras tanto, Selina luchaba por mantener su mente enfocada en sus p