“Si de verdad existe el mal en este mundo, éste reside en el mismo corazón del hombre.” Edward D. Morrison
Jack caminaba rumbo al muelle en solitario, su plan era, con las tres monedas de oro, coger un barco y largarse de ahí cuanto antes de ese lugar, la misión no le interesaba en lo más mínimo.
Las confrontaciones cuerpo a cuerpo no eran para él, estaba más bien acostumbrado a abusar de la distracción o debilidad de las personas, no solía involucrarse en una riña al menos que no le quedara otra, su profesión implicaba tomar lo que pudiera y salir corriendo.
Sin embargo, fue algo conveniente la aparición de Nize, pues acababa de robar un brazalete al duque Sullivan, y traía a toda la guardia real atrás de él.
Corrió con todas sus fuerzas hacia las afueras de la ciudad donde ya hacia estacionada una carreta, sin pensarlo dos veces entro en ella, ahí permaneció largo rato, hasta que una voz proveniente del exterior le dijo –se han ido.
Como no tenía de momento muchas opciones, decidió aceptar el trato que le propuso Nize, cuarenta monedas de oro.
–Esperare a que salga de la ciudad, y huiré con las cuarenta monedas, –pensó.
Pero su plan se vio frustrado por la entrada de un Guerrero perteneciente a la misma guardia que lo perseguía. Se trataba de Arigoth.
–¡Maldita perra! –Pensó.
–¡Ah! ¿con que aquí estas? dijo Arigoth
Jack se sintió perdido.
–Ja, ja, ja, no te preocupes, no estoy de servicio, pero si te pasas de listo te arrancare la cabeza.
Jack no dijo nada, solo lo miro con desconfianza.
Asi que bueno, cambio de planes, ahora mismo va caminando en medio del tumulto de comerciantes.
A pesar de ser una gran ciudad llena de habitantes, todos se conocen entre sí, asi que Jack no pasa desapercibido, da la vuelta en la esquina sube unas escaleras cruza un puente elevado y se encuentra al otro extremo una tienda de antigüedades.
Entra mira al dueño de la tienda y coloca el brazalete en la pequeña vitrina, –¿Cuánto me ofrece por él? –dijo Jack.
El anciano dueño mira el brazalete, lo analiza con un monóculo y le dice: –no te lo puedo comprar, este brazalete carga la muerte consigo, le ha hecho un gran favor al que se lo arrebataste, te deberá estar muy agradecido.
–¡No estoy para malos chistes! –dijo Jack exasperándose–, míralo bien, ¡es oro y birbina!
–Oh si, –dijo el anciano–, y ciertamente es muy bonito, conozco clientes que pagarían fortunas por tenerlo, sin embargo, fue preparado especialmente para causar la muerte del portador, asi que no podría yo cargar con ese peso, lo siento.
Jack salió de ahí furioso, –¡que tontería! –se dijo para sí mismo.
Avanzo un poco más por el entramado laberintico, entre miles de comerciantes que se arremolinaban ofreciendo sus productos, por su aspecto desarrapado pareciera que lo ignoraban, a el en particular no le ofrecían ningún objeto.
Llego hasta otra tienda de antigüedades, el sujeto que la atendía era un elfo de mediana edad, nuevamente ejecuto la misma maniobra.
–¿Cuánto me ofrece por él? –dijo Jack.
El dueño de la tienda miro los ojos de Jack, luego miro un momento el brazalete.
–Es una baratija, –Dijo el elfo–, Te daré una moneda de plata.
–¡¿Qué?! –Replico Jack– ¿Cree acaso que soy idiota? Se lo que vale.
–Si no te conviene cierra al salir, –dijo el elfo.
En cuanto Jack salió, el elfo tomo una bandeja de agua, hecho algunos polvos en ella y se quedo meditando por algunos minutos.
Jack no se percato en que momento los comerciantes empezaron a rodearlo, ofreciéndoles sus productos, pero de repente ya no podía ver a donde iba pues comerciantes se le cruzaban en frente, uno y otro y todos a la vez, tampoco podía escuchar.
Tan pronto como intento acelerar el paso, se oyeron los gritos de una señora.
–¡No! ¡Mi brazalete! Me lo ha robado, ¡atrápenlo! –lo dijo señalando hacia Jack.
Por su experiencia, Jack sabia que eso no acabaría bien de manera alguna, asi que saco de su bolsillo un pequeño objeto, era un lanza garfios, lo apunto hacia un puente más elevado y disparo, inmediatamente salió del tumulto volando por encima de él, se dejó caer por una cornisa, dejando atrás varios metros al tumulto que lo perseguía.
Entro por la ventana que daba hacia la cornisa hallándose dentro de una casa, los propietarios, gritaron, –¡Auxilio!
Alertando asi a más vecinos.
–¡mierda! –pensó.
Atravesó rápidamente la casa saliendo hacia un balcón, escalo por la pared hasta llegar a un saliente. Intento deslizarse por el a través de la pared, pero sus dedos no tuvieron la fuerza para sujetarlo y cayó.
Aterrizo en una carreta llena de paja. Sintió un dolor tremendo en la columna, pero no tuvo tiempo para ello.
–¡Ahí está! –Alguien más grito.
Tres orcos se unieron a la persecución, todo se complicaba para Jack.
Alcanzo a percatarse de que en su esquina derecha había un mago conjurando, conocía ese conjuro, “barrera mágica”, utilizo de nueva cuenta el lanza garfio para saltarle, esta vez llegando al borde de la azotea de un edificio pequeño, la cruzo y bajo del otro lado.
El problema es que no había una calle ni otre casa sino un montón de tierra y lo que se asemejaba aun pequeño acantilado, resbalo y se deslizo involuntariamente por la tierra hacia abajo.
Arrastro varios metros, enredándose con ramas y golpeándose una y otra vez contra las rocas, cuando por fin paro se hallaba en la entrada de un túnel, estaba exhausto y muy golpeado.
De pronto del interior del túnel se oyó un a risita, era la típica risa de un niño cuando intenta no reírse y aun asi se le fuga.
Jack pensó que tal vez estaría alucinando, pero volvió a escucharla y esta vez más fuerte, se arrastro por el túnel, hasta alcanzar a ver en la oscuridad a la fuente de la riza era una niña elfa de unos veinte años, lo que en el humano serian aproximadamente seis.
–¿tú también te escondes de tu mama? –le pregunto.
–Si, –dijo Jack con fastidio–, me escondo de mi mama.
El dolor era bastante, quizá algunos huesos rotos.
–Oye, –dijo la niña–, tienes polvos cam.
–No, –contesto Jack.
Esa niña parecería que iba a ser una gran molestia y peor aún, si venían a buscarla sus padres estaba perdió. pero no tenía ya fuerza para escapar.
–cuando no quiero que me encuentren uso polvos cam, ¡mira!
La niña tomo una bolsa llena de polvo y se roció una pisca en la cabeza. Inmediatamente aquella tierna niña se convirtió en un sapo.
¡mira soy una ranita! –lo decía mientras brincaba alegre y riendo de un lado a otro, su risa resonaba en todo el túnel.
Jack se quedo pensativo mirando fijamente la bolsa de polvos cam.