“Está bien tener sombrero por si se presenta una buena ocasión para quitárselo” –Joaquín Sabina
Permanecían ahí, entre las dos formaciones rocosas en medio de la caverna con la planta carnívora colgando del techo.
–Será mejor que nos quitemos de aquí, –Dijo Eddart mientras caminó hacia donde estaba Arigoth, Yuria no dijo nada sólo se limitó a seguirlo.
Lamentablemente Arigoth no tenía buenas noticias, les contó detalladamente lo que había ocurrido con Jack y como era que éste había muerto, también la forma en la que había abatido al cangrejo gigante, al saber esto Yuria quiso ir al lugar para elevar una oración por Jack.
No sin antes revisar cada detalle de la caverna, esta tenía forma circular, era una caverna natural formada hace siglos debido a la erosión del agua, se notaba que en época de lluvia probablemente estaría inundada, por lo demás no había nada de interés en aquel lugar, en cuanto al c*****r aquel, seguramente era un viajero que hacía siglos se había extraviado y terminó sus dias ahí.
Los tres partieron de regreso por el camino.
–Ese Jack, yo sabía que no era confiable, –Dijo Eddart–, lo supe desde la primera vez que lo vi, un ladronzuelo de poca monta, sabía que no duraría ni dos minutos, pero no pensé que muriera de una forma tan atroz, ¿Estás segura que crees que merezca tu tiempo?
Yuria, asintió con la cabeza, después esbozó una gran sonrisa y dijo.
–Cada criatura es importante, todos tenemos una misión en este mundo, quizá la misión de Jack era evitar que Arigoth muriera a manos del cangrejo, pues de no haber sido por su imprudencia, ambos se hubieran acercado y los habría tomado por sorpresa.
–Lo habría matado con o sin Jack, –dijo Arigoth con el aire propio de un Caballero orgulloso.
–Vamos, –Dijo Yuria Sin perder su sonrisa–, no hay por qué ser tan vanidoso.
Arigoth, hizo un gesto de desaprobación, no le gustaba que nadie pusiera en entredicho su valor ni su perspicacia como guerrero, sin embargo, dado que se trataba de una bella dama, estaba dispuesto a dejarlo pasar.
Venían caminando con mucha tranquilidad, les tomó bastante tiempo llegar al cruce de caminos y otro tanto más se tardaron en llegar a la bifurcación, comenzaron a descender por ella de uno en uno debido a lo estrecho del pasillo, nuevamente se encontraron en el terreno fangoso y resbaloso, Yuria tuvo que bajar con mucho cuidado debido a que sus botas no estaban hechas para ese tipo de terreno.
Al llegar al estanque, lo primero que vieron, fue al gran cangrejo, Yuria notó enseguida que no estaba del todo muerto, aunque a decir verdad no le faltaba mucho, chasqueaba débilmente su pinza, Mientras su mandíbula se movía de arriba a abajo en una extraña mueca de dolor.
Yuria, no dudó ni un momento en acercarse a él.
–Pobre, –Dijo mientras acariciaba la parte baja de su caparazón–, tú también eres una víctima de las circunstancias.
Arigoth y Eddart observaban desde lejos con asombro. Yuria cerró sus ojos y una luz brillante en la oscuridad de aquella caverna pudo verse envolviéndola y poco a poco también envolvió al cangrejo gigante.
–Está loca, –murmuró Arigoth.
El gran cangrejo se levantó imponente ante Yuria, chasqueó sus tenazas mientras Yuria permanecía de pie inmóvil ante él, Arigoth quiso lanzarse corriendo para salvar a Yuria, pero Eddart lo detuvo.
–Observa, –le dijo.
La gran bestia, comenzó a retroceder ante la presencia de Yuria, hasta que se internó en el fondo del estanque, un gran cofre salió volando desde las profundidades de este, aterrizando en la arena cerca de Arigoth.
–Gracias, ser del mar. –Dijo Yuria
Acto seguido, se volvió hacia sus compañeros y corrió a través de la arena hacia donde estaban ellos atónitos, incrédulos, inmóviles.
–Parece que vieron un fantasma, –les dijo mientras sonreía, con esa mueca que tanto la caracterizaba.
Todos se acercaron al cofre, era un regalo en agradecimiento por parte de la bestia del mar, por haberle devuelto a la vida, estaba fuertemente cerrado y ni Eddart, ni Arigoth y mucho menos Yuria tenían la más remota idea de cómo utilizar la ganzúa de Jack, así que primero optaron por cargarlo, sin embargo, era demasiado peso para subirlo cuesta arriba así que tendrían que utilizar otra solución.
Eddart tomó su pesada hacha, y comenzó a golpear el candado, le tomó diez y nueve Intentos lograr romperlo, así fue cómo pudieron saber lo que el cofre contenía.
A primera vista era decepcionante, unas cuantas monedas de plata, treinta para ser exactos, que se repartieron entre los tres, también había un envoltorio de tela, se encontraba en excelente estado, como para haber estado en el fondo de un lago, Yuria desenvolvió aquello.
Se trataba de una daga, pero está era bastante interesante, estaba metida en una vaina de cuero ne-gro decorada con hilo de oro, al sacarla se dieron cuenta de que tenía una hoja de nueve pulgadas de acero ne-gro, un material bastante preciado, incluso entre los más experimentados herreros enanos, esta hoja estaba adornada con runas de cobre brillante, la empuñadura no era de madera ni de metal, como las otras dagas comunes, sino que estaba hecha de obsidiana tallada.
–Tiene un hechizo bastante interesante, –dijo Yuria, pasándosela a Arigoth.
Arigoth, se percató que, en el mango de obsidiana, había una extraña inscripción, aunque la luz no ayudaba mucho, le pidió a Yuria, que mantuviera la antorcha cerca de él.
Ante la ya muy débil luz de la flama, pudo leer lo siguiente, para el general Jean Louise III, esperando que su puño sea certero.
–No lo puedo creer, –dijo Arigoth.
–¿Que sucede? –Preguntó Eddart con curiosidad.
–El general Jean Louise III, –explicó Arigoth–, es toda una leyenda, se supo vencedor de mil batallas, ayudó al Reino a conquistar muchas de las ciudades que hoy le pertenecen, pero un día, salió a una exploración y no se supo más de él, se rumoraba que lo habían asesinado por cuestiones políticas, aunque creo que, en realidad, pudo haberse topado con ese cangrejo gigante.
–Vaya forma de acabar para una leyenda, –Dijo Eddart con sarcasmo–, Vamos, conserva esa daga, cuando regreses a la corte, podrás contar el final de la historia.
Yuria, se dio la vuelta y regresó a la orilla, donde antes estaba el gran cangrejo, ahí se arrodilló y comenzó a hacer oración, el espíritu de Jack apareció frente a ella flotando sobre el agua.
Al verlo Yuria no tuvo ningún miedo, extendió sus manos hacia él y en estas había un orbe con un brillo resplandeciente.
–Tómalo, –le dijo–, si te sientes perdido, él te guiará a donde debas ir.
Jack extendió sus manos fantasmales, sujeto entre estas el orbe de luz y desapareció con él.
Eddart y Arigoth, contemplaron a la distancia, como Yuria hacía oración y extendía sus manos vacías hacia el agua, no notaron nada especial, no pudieron ver ningún destello de luz, pero guardaron silencio y respeto. Yuria se levantó, cubierta hasta la mitad de las piernas de lodo, caminó nuevamente hacia ellos y con su tradicional sonrisa dijo.
–he terminado.
–Subamos entonces –dijo Arigoth, mientras acomodaba la vaina de la daga en el cinto de su armadura. Después, sin mediar una palabra más, comenzaron el ascenso hacia el camino principal, en donde seguramente se encontrarían con el resto del equipo.