Capítulo VI. Otra vez ese símbolo

1279 Words
“Eso es lo bueno de las armas, nunca te traicionan... ¡Así que respétalas!” –Andre de Astora Verz y Arigoth parecían niños en juguetería, iban de aquí para allá brincando entre las armerías, todas las armas que se fabricaban en las forjas de los enanos venían a parar aquí. Por su parte Zela miraba su herida casi cerrada, –vaya Yuria, ¿quién lo diría? –pensaba, diviso a lo lejos un pequeño letrero que decía: “Espadas Daboak” especialista en espadas. –Hey Arigoth, creo que encontré lo que andabas buscando, –dijo Zela. Los tres entraron al pequeño establecimiento. Lo primero que saltaba a la vista, tan solo al entrar es que no solamente era un establecimiento de espadas, sino que tenía todo tipo de armas y armaduras, un vistazo más profundo por parte de Zela revelaba que aquellas si bien no eran nada excepcional, por lo menos si tenían buena calidad. –Oh, Bienvenidos, bienvenidos todos, –dijo un hombre parado en un mostrador, al fondo de la tienda. Era un humano aproximadamente de unos sesenta años, su tono de voz era cálido y amable. –Pasen, pasen, aquí hay de todo, –dijo el hombre–, permítanme presentarme soy Jemille Daboak, puedo proporcionarles el equipo que necesiten o reparar el que traen. Arigoth se acercó al mostrador y le dijo: –Es un placer señor Dabak. –Daboak, Da-bo-ak, –lo interrumpió. –eh, si eso Daboak, mi nombre es Arigoth y mis compañeros son Zela y el joven Verz, queremos un poco de filo en nuestras espadas, ambos colocaron sus espadas en el mostrador. El señor Daboak tomo la Espada de Arigoth –Veamos, –dijo el señor Daboak–, Oh es perfecta, una espada bastarda, y es bastante cómoda, la empuñadura está un poco floja, se ve que la blandes a una mano, es algo que no cualquier guerrero puede hacer, normalmente debe ser empuñada a dos manos debido a su peso, por lo que la empuñadura se está aflojando más de lo que debe, oh sí, me trae recuerdos de grandes batallas, no te preocupes también la repararemos. Procedió entonces a tomar la espada de Verz –Y ahora que tenemos aquí, –dijo–, oh esto es una reliquia, no es la gran cosa, pero es muy antigua, apostaría que perteneció a alguno de tus antepasados. –del padre de mi madre señor Daboak, –dijo Verz. –Oh si, lo sabía, –dijo el señor Daboak–, se ve que modificaron la punta para que haga más daño del que debería, mmm, por las muescas de la hoja puedo ver que no se le ha dado un buen uso, y ciertamente esta espada debe ya muchísimas vidas, escucha muchacho, las armas son útiles, para guardar nuestra vida, son útiles también para obtener poder y riqueza, pero toda mancha de sangre que se derrame con ella, tarde o temprano cobrara su precio, puede que sean solo trozos de metal, pero sienten, vibran y tienen memoria, tómalo en cuenta. También llevare 30 de estas –dijo Zela señalando una flecha. –Oh, –dijo sonriendo el señor Daboak, se nota que tienes buen ojo, y grandes dotes de arquera, es una de nuestras mejores flechas, es ligera y aparte se puede disparar con mucha precisión aun y cuando el aire no esté a tu favor, por supuesto que las preparare para ti. El señor Daboak toco una pequeña campanita, ninguno de los tres había reparado en la pequeña puerta que había a un costado del mostrador, de ella salió un enano, hizo una reverencia ante el señor Daboak y dijo: –Que se le ofrece mi lord. –lleva estas espadas al taller diles que son para clientes muy especiales, que las dejen como nuevas, –Dijo el señor Daboak–, también quiero que me traigan treinta flechas de pluma de la forja de frieston. –como usted ordene mi lord –dijo el enano–, con su permiso. Tomo ambas espadas y se retiró por la puerta que había entrado. –tendré sus espadas listas para mañana, –dijo el señor Daboak–, en cuanto a las flechas pueden pasar a recogerlas por la tarde. Arigoth miraba los estantes y entonces descubrió algo, en la empuñadura de un látigo estaba la misma marca que había observado en el cuello de la elfa que había matado antes justo cuando fueron emboscados, estaba seguro de que era el mismo aquella especie de hueso del cual se desprendía una especie de cuerdas, Verz también reconoció el símbolo. –Oiga señor Daboak nos podría decir ¿Qué es este símbolo? –pregunto Verz. –Oh, –dijo el señor Daboak–, pertenece a un antiguo culto a la deidad de la peste. –Loviatar, –Murmuro Zela. –Me temo que mi especialidad son las espadas, –dijo el señor Daboak–, pero si desean más información pueden acudir con un amigo mío, se llama Fried Sigman, y es el bibliotecario, lo encontraran en la biblioteca del burgo de los sabios. –De acuerdo, mañana regresaremos –dijo Arigoth. Salieron de la tiendo de Daboak y caminaron rumbo a la plaza central, para posteriormente dirigirse al burgo de los sabios. –Auxilio me han robado, –grita un comerciante mientras una persona escapa a toda velocidad. Verz corre tras el sin pensarlo dos veces, Zela se queda congelada. –Andando, –dice Arigoth, Zela reacciona y ambos corren detrás de Verz. El ladrón es ágil tanto como Verz, Lo cierto es que en Odrik no hay un gremio de ladrones todopoderoso como suele suceder en otras ciudades, los ladrones suelen o trabajar en solitario o agruparse en bandas locales que pelean entre sí por los territorios. El ladrón tiene una gran ventaja, conoce bien las callejuelas, sigsaguea entre estas confundiendo a Verz hasta que este se topa con tres sujetos que le bloquean el paso permitiendo que el otro escape y se pierda de vista. Los tres sujetos desenfundan sus dagas, Verz toca su costado izquierdo buscando su espada, se da cuenta que no la trae, la acababa de dejar en reparación, saca la daga de su bolsillo mientras observa como uno de ellos se abalanza sobre el apuñalándolo, Verz intentas esquivar, pero es bastante preciso y cota por un costado su abdomen, Verz de dobla y cae de rodillas. Zela se detiene unos metros atrás, viene ya con el arco y la flecha preparados. Apunta y justo cuando el bandido va a asestar el golpe de gracia al cuello de Verz ella logra dar certeramente a la mano de este arrojando la navaja al piso. Los tres atacantes echan a correr. Zela prepara otra flecha y la dispara hiriendo en la pierna al que ataco a Verz. Pero se ha quedado sin flechas, razón por la que los dos bandidos restantes logran escapar y el que este herido es el que es aprendido por la guardia. –Estas bien, –pregunta Zela a Verz–, déjame ver –Solo fue un rasguño no es nada –dijo Verz. –Vaya me he espantado bastante, –dijo Zela. –De no ser por ti… –dijo Verz Pero su frase se interrumpió en los profundos ojos de Zela, albos se quedaron mirándose, como si una magia los hubiera petrificado. Arigoth llego jadeando, correr con una pesada armadura no es nada fácil. –que ha sucedido, –dijo–, ¿estas herido? –No es nada, –dijo Verz incorporándose–, estaré bien. Vayamos a ver a ese tal Sigman.
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