Capitulo X. El bardo

1441 Words
“Avaro sin provecho, ¿por qué empleas suma tan grande, si vivir no logras?” –William Shakespeare La posada tenía una pequeña taberna en la entrada, hacia un rato que Verz, Arigoth y Zela habían llegado, más tarde vieron llegar a Eddart el cual llego como siempre refunfuñando. Paso de largo a los tres como si no los conociera y se sentó a devorar el trozo cortado a una jugosa pierna de rinoceronte en la mesa de atrás. Al otro extremo un hombre amenizaba el lugar con notas musicales de un instrumento extraño, era de madera, tenía forma peculiar que asemejaba a la forma de las caderas de una doncella, en el centro había un espacio hueco y de esta zona emergía una barra sobre la que se extendían seis cuerdas, las cuales al rose de los dedos de aquel hombre, emitían un sonido muy dulce, reconfortante y mágico. Era un hombre robusto de apariencia sedentaria, que sonreía desaforadamente como si tuviera alguna especie de locura, mientras tocaba aquel instrumento; vestía una túnica rara de color verde con remates dorados, que no parecía pertenecer a esa época, aun asi a simple vista parecía una persona agradable. En la mesa de frente a ellos unos hombres jugaban a los dados, repentinamente uno de ellos voltio la mesa y desenfundo una espada. –crees que puedes hacerle trampa al gran Frederick, te voy a enseñar. Verz, Arigoth y Zela se levantaron de sus mesas, en hombre del instrumento extraño dejo de tocar, se acercó a donde la pelea. –Caballero haría favor de guardar su espada, –Lo dijo mientras tocaba una melodía breve parecida a la música de un arpa. El hombre que estaba enojado guardo la espada de manera inmediata. –Tranquilos buenos hombres, –dijo el hombre del instrumento extraño–, ¿Qué puede ser tan grave? –Me debe 10 monedas de oro, –dijo el hombre que minutos antes había sido amenazado por el otro –El hizo trampa, –dijo el de la espada. –Mentira, eres un mal perdedor, –dijo el otro. –Las deudas de juego se pagan, –dijo el hombre del instrumento extraño mientras volvía a tocar ese arpegio. Entonces el hombre de la espada saco una bolsa con tomo diez monedas de oro, se las mostro al hombre del instrumento raro, las volvió a meter en el saco, y se las aventó al otro, acto seguido se marchó azotando la puerta al salir. Aquel hombre del instrumento extraño levanto la mesa y se sentó, miro al hombre que acababa de recibir las diez monedas de oro, toco nuevamente una lirica en su instrumento, esta vez la tonada fue diferente. –Te juego tus treinta piezas de oro y rus dos de cobre por este estoque con remates de oro, –Dijo el hombre del instrumento extraño. Acto seguido mostro el estoque traía en la cintura. Ciertamente era muy bonito, y a leguas se veía que valía por lo menos unas 100 piezas de oro. –Debes estar loco amigo, –le respondió aquel hombre–, Acepto. –Ok tu tira, yo adivino –dijo el hombre del instrumento extraño. Aquel hombre esbozo la sonrisa de que ha ganado la lotería tomo el pequeño baso de madero coloco los dos dados los sacudió fuertemente y puso el vaso boca abajo en la mesa con los dos dados en su interior.  el hombre del instrumento extraño volvía a repetir la tonada de hace unos instantes y sin voltear a ver el vaso dijo: –Un seis y un dos El otro hombre estaba en éxtasis total. –¡Eres una estúpido ja ja ja ja! –reía fuertemente mientras levantaba el vaso de la mesa. Mientras tanto el hombre del instrumento extraño mantenía su característica sonrisa de locura mientras tocaba otra vez la primera melodía que había tocado cuando solicito a el hombre de la espada que la guardara. El semblante del hombre de los dados palideció, no daba crédito a lo que veía; ahí, en la mesa ya hacían dos dados uno con el número seis y otro con el número dos, y el recorría una y otra vez sus ojos de la mesa al hombre del instrumento y viceversa. De repente, la mirada de incredulidad se transformó en ira y aquel hombre levanto la mesa de golpe, pero antes de que pudiera siquiera tocar el mango de la daga tenía la punta del estoque en la garganta. –¿De verdad? –Le dijo el hombre del instrumento extraño mirándole a los ojos ante la mirada de los presentes La ira se convirtió en vergüenza y luego en llanto aquel hombre vacío sus bolsillos en la mano del hombre del instrumento extraño, y salió por la puerta cabizbajo. El hombre del instrumento extraño levanto nuevamente la mesa, tomo asiento en ese lugar mirando a Zela, Arigoth, y Verz que aún permanecían de pie. –no son de aquí ¿verdad? –les pregunto. Todos movieron la cabeza al mismo tiempo en señal de negación –Descuiden, –Dijo–, esas cosas pasan todo el tiempo. Los tres asintieron con la cabeza –Me conocen como Alan el bardo, pero ustedes pueden llamarme Alan. –¡Oh por dios! –dijo alguien. Un hombre abrió la puerta y cayó desplomado, parecía que había muerto. Arigoth y Verz se acercaron. –no puede ser, es Jack, –dijo Verz. Eddart que no había prestado atención a nada de lo ocurrido, se levantó inmediatamente, mientras Arigoth y Verz lo cargaban en brazos. Estaba muy golpeado, pero aun respiraba. –Pero ¡¿qué le paso?!–, dijo Zela Lo sentaron donde hace un instante estaba Eddart quien lo veía atónito. –¿Dónde está Yuria ahora que la necesitamos? –Pensó Zela. Verz recordó en ese momento lo que le había dicho Zela de la bendición divina sin pensarlo dos veces saco el pequeño vial iba a dárselo, pero Zela lo detuvo, no funcionara, La bendición es especial para cada persona. A un lado, –dijo Alan–, Toco una melodía diferente esta vez, Jack recupero el conocimiento inmediatamente y el dolor había desaparecido por completo. Alan toco un poco más en su guitara entremezclando las tonadas previas, miro a Jack a los ojos y sonriendo le dijo. –Te he salvado la vida, me debes tres monedas de oro. –¡¿Estás loco?! –dijo Jack–, ¡eso es un robo! Mira quien habla de robos, –Dijo Alan–, entonces ¿Debí dejarte morir acaso? Jack se quedó pensando. Jack, ¡págale! De no ser por el… –dijo Zela. –Te ofrezco este brazalete, –dijo Jack mostrándole el brazalete, –de cualquier forma, lo recuperare, –pensó Jack. Alan lo miro por un momento mientras tocaba otra vez. –Hecho–, dijo Alan tomado el brazalete de la mano de jack. –¿Por cierto que es ese instrumento que tocas? –pregunto Zela. –Es una creación mía, –dijo Alan–, le llamo guitarra –¿Guitarra? –Vaya nombre–, dijo Verz. La conversación fue interrumpida por la puerta nuevamente, a través de esta entro Nize que venía acompañada por Yuria. Fue directo a donde estaba el grupo. –Qué bueno que encuentro a todos aquí –dijo Nize–, mañana a esta hora es preciso reunirnos con el sumo sacerdote en el templo de Odrick, Yuria ya tuvo el placer de conocerlo. Ahí les darán todos los detalles. –¿Puedo ir?, –dijo Alan. –No–, Dijo Nize –Si, si puede ir, –Dijo Verz. –No, no puede, –dijo Nize. –Escucha, –dijo Verz–, él es mi amigo y si no va el no voy yo. –Ni siquiera lo conoces–, dijo Nize. –Claro que lo conozco, –dijo Verz. –Haber ¿Cómo se llama? –dijo Nize. Verz titubeo, Nize hizo una mueca de fastidio. –¿Eso que importa? –dijo Verz. –No se preocupen, no voy y ya –dijo Alan. –Claro que vendrás –dijo Verz. –no en serio no hay problema, –dijo Alan. –Vienes y punto, –dijo Nize–, y por favor, Jack, cómprate ropa.  No dijo ni una palabra más, se dio la vuelta y se marchó por la puerta, dejando ahí a Yuria, con excepción de esta última todos comenzaron a reír fuertemente, esa noche brindaron, bebieron para más tarde irse a sus habitaciones.
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