“¿Qué tenemos sin bibliotecas? No tenemos pasado y no tenemos futuro” –Ray Bradbury
Primero Verz y luego Arigoth este ultimo a pesar de su pesada armadura fueron lanzados varios metros en el aire por una fuerza invisible.
–Están bien chicos, –dijo Zela.
Verz y Arigoth se incorporaron, este ultimo hizo una seña con el pulgar arriba para indicar que todo estaba bien, Zela no pudo evitar reírse de ellos, se dio la vuelta y avanzo por el jardín.
El jardín era más largo de lo que aparentaba desde afuera, pero era bastante hermoso, con flores de colores, Zela se detuvo a admirar todo aquello, las estatuas con forma humanoide representando guerreros, Elfos, Magos, se veían tan reales, que incluso llegaban a ser aterradoras.
Se quedo ahí contemplando la estatua de un guerrero, que aun tenía la espada desenfundada en posición de ataque.
–Es lo que les pasa a todos los que intentan destruir el conocimiento, –dijo una vocecilla.
Zela volteo en todas las direcciones buscando a aquel que le hablaba.
–Aquí abajo.
Zela volteo hacia abajo y miro a un pequeñín, era un gnomo, había oído de ellos, pero nunca había visto ninguno.
–Hola pequeño, –le dijo con ternura,
–¿A quien llamas pequeño? –dijo el gnomo con molestia–, debes saber que tengo cuatro mil ciento veintitrés años, asi que soy mayor que tú.
–Haber quien es bonito, quien es bonito, –dijo Zela acariciando las mejillas del gnomo.
Este se retorció sonrojado cediendo a las caricias.
–basta, ¡basta! –dijo el gnomo.
Zela se retiró.
–¿Has dicho que esto le pasa a los que intentan destruir el conocimiento? –dijo Zela–, ¿quieres decir que todos estos arboles fueron personas en algún momento?
–Asi es, –contesto el gnomo–, todos ellos atentaron contra el conocimiento, aquí esta desde el que intento robar paginas de los libros arrancándolas, hasta los que osaron levantar espadas y antorchas contra esta biblioteca e incluso aquel que oso profanar la sabiduría impresa por los sabios con su mundana tinta.
–¿Espadas y antorchas? –dijo Zela mirando al guerrero–, ¿Por qué alguien haría eso?
–tras estos muros ya hacen siglos de sabiduría y conocimiento, –dijo el gnomo–, solo los grandes eruditos pueden acceder a él, eso es ciertamente un peligro para los reyes que temen que alguien pueda saber más de lo que debe, por ello después de beneficiarse de él han intentado destruirlo para que nadie pueda arrebatarles el poder que han adquirido, pero la mayor amenaza, son los huecos.
–¿huecos? Pregunto Zela
–Si, huecos –dijo el gnomo–, gente ignorante que cree saber lo todo y no le interesa aprender nada más, viven inmersos en su propio mundo de mentiras, odian cualquier cosa que los confronte con la realidad y en su necedad tratan de destruir todo aquello que exprese una idea contraria a lo que ellos dan, por cierto.
–Oh, ya, –dijo Zela–, creo que puedo entenderlo, oye amiguito estoy buscando al señor Sigman y…
–El gran señor Sigman, –interrumpió el gnomo.
–¿Lo conoces? –dijo Zela.
–Claro que lo conozco, –dijo el gnomo.
–¿me podrías llevar ante él? Por favor –dijo Zela.
–Pensé que eras más inteligente –dijo el gnomo.
–¿quieres decir que tu…? –dijo Zela
–Asi es yo soy Lord Fried Sigman –dijo el gnomo–, para que me buscas.
El señor Daboak dijo que te, quiero decir usted nos podría ayudar con un tema.
–Oh ese viejo miserable –dijo el señor sigman–, como si no tuviera más cosas en que ocuparme, ahora que es, ¿una espada legendaria? ¿un dragón de tres cabezas? Acaso.
–En realidad me gustaría saber sobre el culto a Loviatar. –dijo Zela.
–¡Caya! –grito el señor Sigman–, no menciones ese nombre en mi presencia
–¡Oh! Lo siento, –dijo Zela.
–Está bien, –dijo el señor Sigman–, créeme cuando te digo que muchos horrores que han atormentado a la humanidad tienen que ver con ese nombre, plagas, enfermedades, pestes, dolor y sufrimiento, ella es el artífice de todas las desgracias del mundo.
–Loviatar, –prosiguió–, es una de las deidades más oscuras y desconocidas que existen, su simbolo es el látigo de nueve colas, gravado con hierro candente en la piel de sus sirvientes, tiene un poder especial para causar dolor y tormento, y puede extenderlo por la humanidad, disfruta enormemente de ver a los seres vivos retorcerse de dolor hasta la locura, sin dejarlos morir, pero no olvides algo, a diferencia de otros dioses oscuros, Loviatar es justa, jamás castigara a un inocente.
–¡Qué horror!, –dijo Zela–, ¿cómo es que alguien puede rendir culto a algo asi?
–Existen, –dijo el señor Sigman–, dos tipos de personas a las que disfruta atormentar, aquellas que lo merecen, los que matan sin empacho, los que lucran con la muerte y los que viven del dolor, y aquellas que lo disfrutan, a las que les gusta sentirlo, las que lo viven, las que lo piden.
Zela estaba impresionada pero muy interesada mientras el señor Sigman seguía hablando.
–El culto de Loviatar está en esencia, dirigido por mujeres, las cuales se hacen llamar “painmakers” a los varones conocidos como “los dolores” no se les permite la jerarquía dentro del grupo, pero si se les utiliza para que ocupen puestos de poder en el mundo exterior, sobre todo, ahí donde no se permite que las mujeres controlen, están ahí, pues para asegurarse que se cumple la voluntad de la diosa.
–procura –continuó–, mantenerte siempre alejada de ellas pues no te mataran al menos que lo implores y solo si la diosa te concede esa gracia. Se dice pues, que las painmakers aspiran a traer a la diosa al mundo, para que esta imparte justicia, trayendo consigo gran tormento y sufrimiento.
–Eso no puede ser, –dijo Zela.
–La única manera de evitarlo, –dijo el señor Sigman–, es destruyendo la Herida verdadera.
–¿Herida verdadera? –dijo Zela.
–¡Yo que se! –dijo el señor Sigman–, puede ser un objeto o una piedra o un monumento, solo son leyendas.
Zela no supo que contestar a eso se disponía a despedirse cuando…
–Borer –por que has permitido que un ser mundano cruce la puerta.
El gnomo cambio su expresión por una de horror absoluto, Zela comprendido lo que pasaba.
–Espere señor Sigman no es…
–El que decide lo que es y lo que no es aquí soy yo, –dijo el verdadero señor sigman
Zela comenzó a retroceder hacia la puerta.
–¡Lárgate!, antes de que me arrepienta de dejarte ir, –dijo el señor Sigman.
–Si señor Sigman, con su permiso.
Zela salió con el corazón acelerado, –¡Vaya tipo tan odioso! –dijo.
Cuando se hubo tranquilizado conto a detalle todo lo acontecido a Verz y Arigoth
–Vaya, después de todo no eres tan inteligente, –dijo Verz con un gesto de burla.
–no es divertido Verz, –dijo Zela
–para mi lo es –dijo Verz riendo a carcajadas.
–¿Crees que lo que dijo ese gnomo acerca del culto y de la herida verdadera sea cierto? –dijo Arigoth.
–No lo sé, –dijo Zela–, sonó muy convincente, aun asi, no puedo evitar sentir pena por él, pobre, imaginen vivir todo el tiempo con ese ogro.
–Bueno, que haremos ahora, –pregunto Verz.
–Es tarde, –dijo Arigot–, Vayamos a la posada.