La vida es dolor. Cualquiera que diga lo contrario está tratando de vender algo. –William Goldman.
Pronunciadas aquellas palabras, una de las mujeres de túnica entrego un látigo de nueve colas, a la de la túnica roja, hizo una reverencia y se apartó.
El látigo de nueve colas es un instrumento y un arma reservada únicamente para los altos rangos, las sumas sacerdotisas, nadie más lo puede blandir, su elaboración es artesanal, el mango se realiza extrayendo el hueso del brazo, ese que conecta el hombro con el codo, este es extraído a un enemigo del culto, debe ser tomado del sujeto vivo, para que la energía y fuerza de su lucha sea absorbida por este
Posteriormente se perfora y se trenzan una serie de cuerdas de cuero curtido también provenientes de la piel arrancada a aquel mismo infeliz, igualmente estando vivo y consciente al momento, debe ser la suficiente para realizar nueve trenzas que consta de tres cuerdas casa una. El largo puede variar de acuerdo a la cantidad del material disponible pero no pueden ser menos de cinco pies para que sea funcional, cada una de estas cuerdas trenzadas tenía una terminación en gancho de hierro perfectamente afilado, diseñado para engancharse a la piel de aquel desafortunado que se cruce en su trayectoria.
Si bien puede parecer aterrador, es un instrumento diseñado para causar inmenso dolor, pero su golpe no es letal en absoluto, la muerte, es un acto de clemencia que solo Loviatar puede otorgar.
Esta se acercó al círculo, los hombres retrocedieron, la mujer de la túnica roja propino a la primera de las novicias un golpe con aquel látigo, al momento que toco la suave piel de la doncella la desgarro exponiendo la masa muscular y dejando brotar un chorro de sangre que salpico su túnica y la túnica del hombre que tenía detrás a escasos seis pies, el piso entre esa distancia quedo manchado también.
Al momento de sentir el impacto, la novicia se retorció de dolor profiriendo un grito desgarrador mientras sus ojos se desorbitaban, nunca antes había sentido un dolor tan intenso, y vaya que se le había hecho experimentar distintas torturas para aumentar su resistencia.
Aquel golpe fue de tal magnitud que no pudo evitar dar un pequeño salto sobre sus rodillas cayendo de bruces sobre el carbón ardiendo, el dolor de la quemadura en sus rostro y senos, la hizo reincorporarse casi inmediatamente.
Aun asi permaneció en la posición arrodillada, firme a su fe, no quería defraudar a los suyos, aunque el dolor era tal que no podía dejar de gritar.
Esos gritos eran música melodiosa para los oídos de la mujer de rojo, quien hizo exactamente lo mismo a la segunda y luego a la tercera, noto que la cuarta temblaba de pánico y sollozaba, en el rostro de la mujer de rojo se dibujó una sonrisa de placer y puso toda su fuerza en el golpe.
Aquella chiquilla a diferencia de las otras de levanto de golpe y salió proyectada hacia la puerta del templo, misma que estaba cerrada, la golpeaba con fuerza queriendo salir, queriendo escapar y llorando de impotencia al no poder hacerlo.
Sabía que, al romper la formación, había fallado. No había clemencia ni segundas oportunidades, le había fallado a Loviatar y su destino seria peor que la muerte.
La mujer de rojo no se inmuto, pues no era la primera vez que sucedía, esos rituales se llevaban a cabo cada mes, cada mes había un nuevo grupo de jovencitas, todas hijas del culto, que eran sometidas al ritual de iniciación, aquellas que no eran capaces de aguantarlo, no podrían pertenecer al culto, pues eran indignas de la gracia.
Asi que dejo que la chiquilla llorara en la puerta mientras continuo con las otras tres. Las tres proferían chillidos de gran dolor. Al mismo tiempo que el hombre del látigo que estaba a la espalda de aquella que había salido del círculo se retiró del altar.
Una vez terminados los siete azotes, trajeron la sangre del carnero sacrificado para el banquete, si, habría un banquete posterior a la ceremonia pero la sangre del carnero había sido drenada antes de la preparación, con ella ungieron a las seis participantes bañándolas de pies a cabeza, era como una especie de bautismo siniestro.
Luego entonces la mujer de rojo dio paso a los hombres que tenían el látigo para que azotaran diez veces cada una de las espaladas que habían sido laceradas por el látigo de nueve colas. De modo que cado golpe con el látigo dolía de manera muy especial, debido a que el látigo de nueve colas había dejado la piel interna expuesta.
Esos hombres eran llamados padrinos, normalmente eran diferentes en cada ceremonia, estos eran elegidos, no al azar sino de acuerdo al servicio prestado al culto, cada uno con su propio mérito, estar en esas ceremonias era un privilegio ganado.
La gran mayoría de ellos, eran banqueros, empresarios, clérigos, comerciantes, miembros de La guardia e incluso de la realeza, que pertenecían al culto en secreto y patrocinaban al mismo llevando a cabo en el mundo la voluntad de Loviatar.
En este culto quienes llevan la potestad son las mujeres, quienes ejercen el poder son ellas, los hombres usualmente sirven como pantalla en el mundo para actuar simulando un sistema patriarcal en donde las mujeres mandan desde las sombras.
Parte del ritual de iniciación consistía en que las novicias quedaran preñadas, para ello se elegía un momento en que las condiciones de fertilidad les fueran favorables de acuerdo a la luna, sería su primer hijo, aunque no el ultimo que tendrían en sus vidas, en caso de no conseguir la fertilidad en aquella ceremonia, tendrían que someterse a un ritual de purificación especial.
sin embargo, aquí los matrimonios estaban prohibidos y los vínculos maternales no existían, los críos eran cuidados por el culto en general, a ninguna madre se le permitía quedarse con su hijo y otra mujer del culto lo amamantaría, asi pues serian cuidados hasta que tuviera la edad para el rito de iniciación, el cual era muy similar para hombres y para mujeres, todo ello era para asegurar su continuidad.