Hamburguesa casera: Cruda realidad

1661 Words
–¿Dices que jamás has trabajado en “Shake Shake”? – le cuestionó con asombro. –¡Calma, aún no está lista! – afirmó intentando persuadirlo de esperar unos minutos más. –¡Esto está buenísimo! – chilló el blondo mientras probaba un bocado tras otro. –No hay mejor cura para el mal de amores que una deliciosa hamburguesa – miró la carne con cierto entusiasmo y Kloe sintió algo explotar en su corazón. – ¿Es congelada? – le cuestionó como por tercera vez. –¡Qué yo lo hice! – exclamó ella. –¡Deberías enseñarme! – sonrió de oreja a oreja. –Si te enseño… ¿se te pasará tu aura oscura? –Habría que probar– le guiñó el ojo con picardía. Ella esbozó una sonrisa. – Correré el riesgo – añadió. –Pero otro día, ahora ya es muy tarde, mejor hablemos rápido del proyecto – sugirió. –Bien, yo pienso que deberíamos hacer algo como un… El tiempo voló. Si de algo estaba segura era que el tiempo que dedicaba a estar con él… siempre se le hacía necesariamente efímero, pasaba frente a ella sin tener la fuerza de poder detenerlo y no era algo que de todas formas le importara mucho. Suspiró, le gustaba mirar cada facción, cada mueca de él, perderse en el brillo de sus ojos azules, en la magia de su sonrisa traviesa. –Buenas noches – exclamó ella mientras lo despedía en la puerta. Y si estuvieran en el panorama romántico con el que ella soñaba se estaría poniendo de puntillas para despedirlo con un intenso beso de labios. ¡Cómo añoraba algo así! –Buenas noches Kloe, eres un ángel– añadió. –No sabes, me salvaste de una segura depresión – sonrió a medias. –No te preocupes – se encogió de hombros mientras procuraba hacer oídos sordos al “c***k” que hacía su corazón cada vez que lo veía suspirar por Elena Ferrer. –¿Por qué tan desvelada? – cuestionó Jenny mientras posaba la mano en el hombro de su amiga. –Estabas perdidísima en la clase de bioquímica, todos lo notaron, es más, estoy segura de que la bruja de la profesora Dankworth también se percató de ello – se mofó de ella. La chica suspiró. –Me dormí muy tarde, creo que solo dormí dos o tres horas – exclamó mientras apoyaba la cabeza sobre la mesa. –Lo noto, pero… ¿A qué se debe? ¡No me digas! ¿Ya estas estudiando para los ordinarios? ¿Sin mí? ¡Eso no es de amigas! – rezongó Jenny. –No…– masculló con la voz pastosa por el cansancio. –¿Entonces? – cuestionó sin entender. –Estuve con Vincent, anoche – comentó, mientras sonreía al recordarlo. –¡¿Qué?! ¡¿Se besaron?! – chilló poniéndose de pie. ¿Por qué Jenny siempre tenía que exagerar cada minúscula cosa que pasaba entre Vincent y Kloe? –¡¿Qué?! ¡No! – gritó, mientras la tomaba de los hombros estresada y la obligaba de nuevo a mantener su asiento. –Explícate – comenzó a respirar ansiosa. –¡Vamos, muero de curiosidad! ¡Habla rápido, Kloe! – chilló irritada la castaña. –¡Kloe, Jenny! – ambas chicas giraron la mirada hacía al llamado, para encontrarse con una frágil y delicada criatura correr hacía ellas. –¡Audrey! – mascullaron ambas al unísono. –¡Hola hermosas! – gritó, mientras se ponía frente a ellas llena de emoción. –¿Qué haces aquí? – cuestionó Jenny. –¿Tienes hora libre? – interrogó Kloe. –Sí, gracias, yo también las extrañé con todo mi corazón – las miró con recelo. –Claro que te extrañamos – reafirmó Kloe. –¡Mucho! – insistió Jenny. –Pues no parece – se indignó la hermosa rubia. –Tan dramática como siempre… ¿es cosa de enfermeras ser lindas y dramáticas? – rió Jenny. –¿Es cosa de ingenieras ser frías y malas? – masculló indignada. Las tres chicas se rieron. –¡Ay, como las extraño! – reiteró sonriente. –¡Nosotras igual! – masculló Kloe. –¡Audrey! – gritó Jenny. –¡Qué bueno que llegas! – afirmó llamando la atención de su amiga vestida de blanco.  –¡Kloe y Vincent Mayers se besaron! – le lanzó la noticia. –¡¿Qué!? – se puso de pie. –¡Chicas existen r************* ! ¡Pueden contactarme por ahí! ¡¿Por qué rayos no me había enterado de tan enorme noticia!? – reprochó hecha una fierecilla. Kloe solo estampó la cara sobre la mesa. –Deja de inventar cosas, Jenny – se quejó. –Nada de eso pasó – bajó la mirada hacía el suelo. Jenny se carcajeó. –Bueno, no se besaron, no aún – le guiñó el ojo a Audrey. –¿¡No me digas que ya tienes avances, Kloe!? – aporreó las manos sobre la mesa entusiasmada. –¡Vamos cuéntamelo! – reclamó emocionada. –Solo platicamos anoche, va al bar donde trabajo, pero no es para verme a mí, está detrás de Elena Ferrer– resopló. Ya que Audrey también sabía su secreto, solo ella y Jenny lo sabían y eso era porque la había amenazado ferozmente en no contárselo a nadie, porque la rubia era en exceso social y muy comunicativa. –¡La conozco! ¡Está en un club de moda al que acudo a veces! ¡Me cae mal, se cree mejor que todas, pero es tan odiosa y frentona! Además… creo que ni es pelirroja natural – se quejó porque ante todo debía apoyar a su amiga. – ¿Esa clase de chicas le gustan? ¿Tontas y superficiales? – rodó los ojos. –No es un hombre muy listo – se burló. –Audrey, desde siempre he sabido que Vincent está enamorado de Elena Ferrer – suspiró. –Bueno si… pero en la preparatoria no era igual, éramos unos chiquillos, yo pensé que era algo temporal – se encogió de hombros la rubia de ojos verdes. –Qué mal gusto – puso una mano sobre su mentón mientras razonaba la situación. –No entiendo que tiene de bueno esa chica, incluso muchos de medicina están detrás de ella – se mordió el pulgar frustrada. –Y los de medicina están… tan ¡Sexys! –Me gustan más los de derecho – murmuró por lo bajo Jenny. –¿Sigues con tu amor por Chuck, ehhh? – sonrió con picardía y malicia a su amiga quien en ese momento estaba sonrojada. –Bueno… los de derecho también están guapos – suspiró. –Pero me quedo con los de arquitectura – exclamó la rubia. –¿Arquitectura? ¿Qué hay de bueno ahí? – alzó la ceja Jenny mientras intentaba sonsacarla. Audrey se mordió los labios emocionada. –Son ustedes, las amo, nada puedo ocultarles – las tomó de las manos. –Hay un chico ahí que me gusta –les apretó las manos. –¡Vamos Audrey, no me lo tomes a mal, pero tú eres muy enamoradiza! – se quejó Jenny. –¿Recuerdas cuando decías que ese tal Carl era el amor de tu vida? ¡Estuviste coladita por el todo el instituto! – reclamó. Audrey se sintió totalmente ofendida por ese comentario. Pero no podía refutar nada porque era bastante cierto. –Bueno si… pero esta vez es diferente, como que hay química entre nosotros, algo profundo. Quizás somos almas gemelas – apretó sus mejillas emocionada. –¿Salen? – cuestionó Kloe intrigada. –Esten… no…– se rascó la nuca. –Me lo tope un día que pasaba por ahí y fue como amor a primera vista – rió emocionada. Tanto Jenny como Kloe rodaron los ojos. Sonaba a una historia muy repetida en ella. –Suerte con ello – sonrió Jenny sarcástica. –Eres muy linda, acércate a él – animó Kloe. – ¡Claro que lo haré! ya lo agregué al f*******: y tengo su número de celular – exclamó mientras les mostraba el teléfono. –Trabajas rápido rubiecilla – expuso Jenny. –En verdad te gusta – afirmó mientras sorbía su malteada. –¡Por supuesto! – chilló. –¡Solo ustedes se quedan esperando a que les caiga un milagro! – las reprendió. –¡Una comportándose indiferente frente al sexy hielito de Chuck Woods cuando siendo amiga de su amada prima tiene más oportunidad que cualquiera en este campus de acercarse a él y hacerlo suyo! ¡Y la otra suspirando por un chico que es de su misma facultad y que por miedo y temor no quiere acercarse a él porque el imbécil está enamorado de alguien que ni vale la pena! ¡Vamos chicas! ¡Anímense! – las regañó para después despedirse, darles un beso e irse de ahí. Kloe y Jenny quedaron completamente pasmadas, la rubiecilla tenía razón; una se la pasaba huyendo del chico del que estaba perdidamente enamorada desde la primera vez que lo vio hace muchos años atrás y lo peor es que finge indiferencia frente a él como si se tratara de cualquier persona y la otra… tan solo era lo suficientemente tímida para ni siquiera intentar acercarse a él. – Quizás Audrey tiene razón – murmuró débilmente Kloe porque se sentía expuesta y avergonzada. –¡¿De qué hablas?! ¡Ambas sabemos que esa maldita rubiecilla tiene toda la razón del mundo! – exclamó frustrada mientras estampaba su rostro sobre la mesa. –Al menos tú tienes más oportunidad, Jenny. Mi caso con Vincent está perdido tanto como su mirada por Elena Ferrer – bufó frustrada. –¿Bromeas? Es más fácil deshacerte de Elena Ferrer que de todo el club que acosa a tu primo las veinticuatro horas del día – farfulló. Ambos se deprimieron demasiado, el resto del día se les tornó completamente pesado.
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