–¿Te gustan mucho las hamburguesas? – sonrió asombrado.
–Considerando que son prácticamente la base de nuestra alimentación, sí, sí me gustan – afirmó. –Sobre todo las de Shake Shack – asintió con la cabeza mientras comenzaba a preguntarse cómo le estaba haciendo para lograr mantener una conversación con su “crush”.
–¡Excelente! ¡Tienes buen gusto! ¡Vamos entonces y ahí podemos hablar del proyecto! ¡Sirven unas malteadas deliciosas! – ella bajó la mirada sonrojada, hablar con él en definitiva era algo maravilloso ya ni importaba las miles de veces que él le destrozaba él corazón.
–Vamos – murmuró con timidez mientras intentaba no decir algo estúpido.
Llegaron al mencionado lugar mientras Vincent saludaba efusivo el dueño quien atendía personalmente a sus clientes.
–¡Vincent! – exclamó el hombre. –¡Acompañado por… Kloe! – gritó entusiasmado.
–Hola señor Hills – sonrió la chica.
–Mis dos clientes más frecuentes – reclamó entusiasmado.
–¡¿Conoce a Kloe?! – cuestionó con asombro el idiota rubio.
–¡Por supuesto! ¡Siempre está por aquí! – miró a la chica. – ¿Verdad, Kloe? – le cuestionó. – ¿No la habías visto antes Vincent? ¡Es tan frecuente como tú! ¡Además es muy linda y está soltera! – puso cara de confusión. -¡Ah ya recordé! ¡Eres un idiota! – se burló del rubio mientras este se enojaba.
–Qué gracioso es – se rió con ironía el rubio y Kloe solo se dio un palmazo en la frente.
Ambos chicos se sentaron en la barra del lugar mientras el dueño les servía sus malteadas y dos grandes hamburguesas.
–Así que vienes aquí muy frecuentemente – exclamó el rubio mientras probaba bocado.
–Así es – sonrió con timidez la castaña.
–Es extraño que jamás nos hallamos visto – Kloe sintió una puñalada en el pecho. ¿Tan invisible podía llegar a ser o solo era que ese chico era en verdad un imbécil?
–Muy extraño – exclamó ella de manera irónica mientras comía y suspiraba con melancolía.
Ambos devoraban sus alimentos mientras intentaban entablar una conversación con respecto a su proyecto para la tarea de programación.
–¡Bien Kloe! ¿Qué se te ocurre como proyecto final? – cuestionó el rubio mientras pedía su tercera hamburguesa. –¡Espera! ¿Ese es tu cuarta pieza? – le cuestionó a ella.
La chica avergonzada contestó:
–Ehhh… no…– balbuceó intentando excusarse nerviosa.
–¡Claro que lo es! – reclamó el rubio. –¡Cómo comes! – expresó. Y ella se sintió aún peor, estaba tan nerviosa que se había puesto a comer sin control, solo comía porque sí, incluso ya había saciado su hambre pero comía por nervios. Bajó la cabeza avergonzada, solo no iba a lograr conquistar a Vincent Mayers sino que además iba a asustarlo por su ferocidad. –¿Comes más que yo? – le cuestionó el rubio y ella se sonrojó al máximo.
–Yo… yo… yo… lo que sucede es que… verás… ehhh – no sabía que decir, como explicarle que solo estaba devorando todo cuando podía por el simple hecho de estar con el chico del cual había estado enamorada por años.
–¡Bien, compitamos! ¡Veamos quien puede comer más hamburguesas! – exclamó excitado.
–¿Qué? – la cara de ella valía un millón de dólares, había puesto la mueca más graciosa de todas.
–¿Aceptas? – le guiñó el ojo.
–¿Es enserio? – cuestionó ella ilusamente.
–¡Por supuesto, solo te advierto que nadie puede comer más que yo! – reclamó fanfarrón el rubio.
El señor Hills, el dueño del restaurant solo se golpeó la frente, de antemano sabía que Kloe estaba perdidamente enamorada del imbécil de Vincent porque en varias ocasiones había servido como consejero romántico con ella y su terrible situación pero aún le sorprendía lo idiota que este podía llegar a ser y aún peor no entendía cómo es que otras chicas se fijaban en él siendo en verdad un completo imbécil.
–Yo…. Yo… bueno… no sé… es que…– la chica se sonrojó al extremo y más cuando el rubio le clavó su penetrante y hermosa mirada.
–¡Vamos Kloe! – reclamó el rubio. –Si me ganas te invito a algo que te guste mucho – le sonrío, ella por un momento pensó en que a lo mejor si era demasiado obvia con sus sentimientos.
–Yo…– balbuceó estupefacta.
–¡Vamos, será divertido! – le incitó.
–¿Y si pierdo? – cuestionó ella con miedo.
–Tú me invitarás a algo esta noche en el bar – le guiñó el ojo.
Ella tragó duro.
–Está bien – contestó con miedo. No sabía lo que estaba haciendo si ya sabía que Vincent Mayers no estaba en sus posibilidades, pero por un momento se quiso engañar porque ahora su nueva meta era ganarle, tenía que admitir que dentro de ella aún tenía ese espíritu competitivo, en la preparatoria había practicado muchos deportes porque era menos prohibido que cantar.
–¡Bien chicos, el que coma más hamburguesas con malteada y papas incluidas en un lapso de cuarenta y cinco minutos será el ganador! – exclamó el dueño del lugar mientras asentada ambos platos en la barra.
–¡Bien! – exclamó el rubio excitado.
Hills comenzó a servirles uno tras otro plato de hamburguesas, cada vez más grandes. Ambos parecían barril sin fondo. Kloe solo comía por nervios, su mente estaba en blanco, pero de igual forma deseaba ganar ¿Qué la invitará a algo, cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento equivalía a una cita? ¡No tenía idea! Pero de todas formas no quería perder la oportunidad de compartir unos minutos más con él. El rubio por su parte solo le encantaba el hecho de competir con alguien, y le llamaba la atención que ese alguien fuera una chica.
–¡Tiempo! – exclamó el señor Hills mientras paraban de comer.
–Yo contaré los platos – exclamó la hija del dueño: Hilary.
Kloe reaccionó y notó la aglomeración de gente que los rodeaba, en verdad habían dado un estupendo espectáculo. Incluso Jenny estaba ahí mientras la miraba sorprendida, le había hecho un gesto a Kloe y ella solo había negado con la cabeza mientras encogía los hombros como si tratara decirle que ni ella sabía bien como se había metido en ese enredo.
–El ganador es…– exclamó haciéndola de emoción Hilary: la hija del dueño. –¡Kloe! – exclamó a lo que todos vitorearon emocionados al notar que Vincent había sido derrotado por una chica. Kloe parpadeó ilusa mientras intentaba salir de su trance. Y Vincent solo se sorprendió aún más, esa chica tenía algo de especial.
–¡Bien hecho Kloe, me venciste! – le guiñó el ojo. –Aunque yo pienso que mis platos tenían más papas que las de ella…– exclamó en voz alta viendo directamente al señor Hills quien solo sonrió con ironía. Se volteó nuevamente hacia ella –Y como buen perdedor, cumpliré mi parte del trato, pero no creas que no te pediré la revancha – ella estaba hipnotizada por sus hermosos ojos. La gente se disipó y Jenny se acercó a hablarle mientras el rubio se alejaba dejándole su número para que se contactarán y luego pudieran hablar del proyecto de la clase.
–¡Wou, Kloe! ¡Qué avances con Vincent! – gritó emocionada Jenny mientras intentaba hacer reaccionar a su amiga. –¡Tienes el número de uno de los chicos más guapos del campus y mejor aún… tu amor platónico o como yo le digo… tu “crush”! – exclamó asegurándose que el rubio estaba a kilómetros de ahí.
–Yo… – estaba en shock. –Necesito un baño – expresó intentando no vomitar ahí. Fue una suerte que su departamento estuviera cerca, al llegar vomitó como nunca en su vida, todo esa carne y papas habían sido demasiado para su cuerpo. Salió del baño después de haberse lavado los dientes y la cara como era debido.
–Bien, cuéntamelo todo – exigió Jenny.
– ¡ayyy, Jenny!, no pasó nada emocionante, solo somos compañeros para el proyecto de mi clase de programación – resopló.
–¡Excelente! ¡Kloe, no ves lo que yo sí! – palmoteó. –¡Es una excelente oportunidad para estar aún más cerca de él! – gritó emocionada.
–Sí, una excelente oportunidad para que se la pase preguntándome por Elena Ferrer – bufó fastidiada, mientras sentía de nuevo ganas de vomitar, corrió al baño e hizo lo suyo. Salió de nuevo después de haberse lavado los dientes y la cara.
–Eres una pesimista, Vincent solo necesita quitarse la venda de los ojos y ver que tú eres el amor de su vida y no la plástica de Elena – suspiró emocionada. –¡Tú eres mil veces más bonita que ella! – reclamó.
Kloe solo sonrió.
–Sé que quieres animarme, pero si vieras lo que yo veo cada noche, si vieras la cara de idiota enamorado que pone cuando la ve – resopló.
–Eres tan pesimista – exclamó Jenny frustrada.