Llegó al bar a la hora acostumbrada para ayudar a limpiar y escorar todo para la llegada de los clientes. Tarareaba mientras acomodaba las sillas y mesas, había pocos compañeros y todos estaban ocupados, eso le dio mucha confianza para poder canturrear una sencilla canción para si misma.
–No cantas mal Woods, debiste audicionar para ser la cantante estelar – exclamó James, su compañero de trabajo quien también acudía al mismo campus universitario que ella. Verdaderamente jamás se había fijado mucho en él, tenían una relación cordial y nada más.
Ella enrojeció al instante. Abrió la boca como idiota y luego de unos breves instantes se dignó a contestar.
–¿Cómo crees? Elena canta mucho mejor, además no me darían el puesto. No solo despierta atención por su voz, también es muy hermosa, es italiana, ¿no? Las extranjeras tienen mejor aceptación. ¿Está lloviendo? – echó un verdadero vómito verbal que solo provocó que James se carcajeara.
–¿Es normal que te pongas tan nerviosa de la nada? – esbozó una hermosa sonrisa.
–No puedo evitarlo, me tomaste desprevenida – hizo una cara chistosa.
–¿Qué tal la escuela? – cuestionó James para que ella se relajara con una plática más trivial.
–Un poco pesada, a veces desearía darme de baja de una vez por todas – se rascó la nuca mientras observaba si el mantel que acababa de extender se veía bien.
–Ser estudiante de ingeniería es difícil, ¿no? He escuchado que no hay muchas chicas en esa parte del campus – exclamó mientras se acercaba a ayudarla.
–¡Uf! ¡Así es, es difícil conseguir amigas! – sonrió. –¿Y qué tal ser estudiante de veterinaria? He escuchado que tienen que meter la mano en las vacas.
–Sí, es verdad – se rió. –Pues… bastante bien, siempre tenemos salidas de campo, aunque a veces no olemos muy bien por estar rodeados de animales, pero me gusta mucho – esbozó una sonrisa.
–Se oye muy interesante. – sonrió igual. – Ahí sí que hay chicas ¿no es así? – cuestionó.
–Sí… demasiadas chicas – rodó los ojos. –Aunque creo que las chicas de ingeniería son más… interesantes – exclamó mientras se lo susurraba al oído para después salir de ahí dejándola anonadada.
Kloe se quedó hecha estatua unos segundos mientras su cerebro intentaba procesar la información. No era buena con los coqueteos, nunca lo había sido ni mucho menos los había puesto en práctica. Como sea, se puso alerta y ya más entrada la noche comenzaron a llegar los clientes.
–¡Kloe! – gritó la pelirroja. La castaña aún no comprendía como había terminado siendo la sirvienta de la celebridad del prestigioso bar. Solo sentía ganas de golpearla porque era ella era amable pero también tenía un límite.
–¿Sí? – cuestionó mientras entraba con suavidad al camerino intentando controlar sus demonios internos.
–¡¿Dónde está mi antifaz?! – le gritó enojada.
–Déjame buscarlo – exclamó fastidiada. Respiró profundo y salió del camerino de la pelirroja en busca del famoso antifaz perdido.
–Aquí tienes – exclamó una voz masculina que se dejaba ver a pesar de la poca luz del lugar. Echó un respingo al visualizar a James apoyado en el marco de la puerta mientras le sonreía de forma misteriosa. – Esto buscabas, ¿no? – le cuestionó el muchacho mientras se acercaba un poco más a ella.
–Sí, gracias – sonrió a medias por los nervios, mientras intentaba no tartamudear.
–¡KLOE! – escuchó el grito de Elena, en ese momento Kloe supo que no importaba lo hermoso que cantara aquella pelirroja porque cuando estaba cabreada sencillamente era el mismísimo diablo.
Kloe suspiró, mientras James se tapaba el oído con el dedo meñique por la increíble fuerza del grito de esa mujer.
–Corre – exclamó James, mientras le guiñaba el ojo.
–Gracias – susurró ella y de manera inmediata ingresó al camerino.
–¿Por qué tardaste tanto? – exclamó furiosa la rojita (por su cabello pelirrojo).
Kloe la miró incrédula mientras en su mente transitaba:
–Ni si quiera me demoré mucho – sacudió su cabeza saliendo de sus pensamientos. – Aquí tienes – extendió el hermoso antifaz con desgano, un comentario más y se prometió que la golpearía.
Elena no le agradeció en lo más mínimo, tan solo le arrebato el objeto y tan de prisa como pudo optó por ponerse dicha máscara sobre el rostro.
El hermoso y elegante antifaz “Habel Strauss” fue colocado sobre su rostro maquillado. Tenía hermosos encajes color dorado con pedrería en los alrededores. La máscara tenía forma de mariposa, tenía detalles grandes y pequeños, llevaba cintas, y un excesivo brillo que irradiaba; así mismo, el tono rojo carmín que manchaba sus labios, el peculiar y hermoso tono verde esmeralda de las cuencas de sus ojos, su pálida tez, el rubor aplicado en sus mejillas, su cabello ligeramente rizado y suelto que caía sobre sus hombros remarcando más el escote de ese vestido que se aferraba a su cuerpo como una segunda piel y que sin duda resaltaba aún más sus curvas, todo, absolutamente todo le favorecía esa noche a la chica, como nunca, como siempre.
Kloe suspiró mientras observaba aquella diosa reflejarse en el espejo, no pudo evitar pensar anticipadamente en la cara de idiota que pondría el imbécil rubio al ver así vestida a Elena y de igual forma comprendía que no se tenía del todo la culpa, porque sin duda aquella mujer era en verdad muy hermosa.
-Noche de incógnitos, ¿eh? – masculló Dasha mientras observaba a Kloe colocarse el para nada comparable y simple antifaz que utilizaban todos los empleados del bar, esa insulsa mascara que solo le recordaba que era tan solo una mesera en “Artesian”.
–Sí – afirmó tenuemente. Se observó por última vez al espejo mientras se ajustaba la corbata negra y se terminaba de abotonar el chaleco de igual color que para nada le favorecía a su silueta. Se ajustó la coleta alta que tanto la caracterizaba y salió de ahí.
–Aunque misteriosa, no me gusta cómo te queda ese antifaz – exclamó nuevamente el castaño claro de James mientras yacía apoyado en la pared.
Kloe echó un pequeño gritillo del susto, a ese chico de cabellos marrones claros comenzaba a gustarle la costumbre de aparecérsele repentinamente y causarle un mini infarto.
Lo miró por un momento bajo el fulgor de la siempre tenue luz del bar, en realidad… nunca lo había observado con detenimiento y en ese instante se percató de que a él si le favorecía mucho la camisa blanca de manga larga que portaba debajo de ese chaleco n***o, la corbata y el pantalón ajustado que tenía sencillamente le caían como anillo al dedo, y ese antifaz sobre su rostro le daba un toque de misterio que lo hacía irresistible, junto con los ligeros mechones largos de su cabello que le hacía tener movilidad al viento. Lástima que ella estaba enamorada del imbécil de Vincent Mayers.
–No me deja apreciar bien tus ojos – exclamó mientras se acercaba peligrosamente a ella. La chica dio un paso hacia atrás solo para darse cuenta de que su espalda chocaba con la puerta que acababa de cerrar al salir. ¡Qué “oportuno”!
–Chicos por favor, dejen de coquetear, sé qué las hormonas están a flor de piel, pero hay mucho trabajo hoy – interrumpió Lee mientras se apuraba.
James bufó frustrado, su intento de coqueteo, su ambiente mágico se había ido al caño por culpa del “Ojotes”. Lo mal miró, en definitiva, lo hizo.
–Nos vemos después, Woods – le guiñó el ojo y el castaño salió de ahí mientras ella quedaba completamente petrificada. Se ajustó mejor el antifaz y caminó hacía la barra del bar en espera de la llegada de Vince… es decir, de los clientes.
Llegó puntual, solo para llegar a ese bar era el más puntual de los mortales, lo demás… le importaba muy poco, pero sin duda él no dejaba a discusión el perder ni un minúsculo instante de escuchar y perderse tanto en el tono de voz como en la forma del rostro y cuerpo de la rojita.
Kloe suspiró, no sabía si de resignación o de enamoramiento porque algo era completamente seguro, verlo en ese traje elegante y con el antifaz n***o sobre su hermoso rostro sin duda se había convertido en una razón enorme para que su corazón se agitara a mil por hora sin poder hacer nada al respecto. Esperó un momento antes de acercarse a su mesa para preguntarle por su orden. Le entristecía pensar que él solo estaba absorto mirando el aún vacío escenario.
–¿Lo mismo de siempre? – le cuestionó sacándolo de sus pensamientos.
–eh… – alzó la mirada. – ¿Kloe? – interrogó intentando buscar sus ojos debajo de ese antifaz.
–La misma – sonrió con timidez. El rubio correspondió a su gesto. –¿Lo mismo de siempre? – cuestionó de nuevo ella. –Hoy están a mitad de precio los cocteles con whisky – añadió mientras lo remarcaba en el menú
–Genial. Entonces me gustaría un “Brain Duster” – le guiñó el ojo y ella se sintió desfallecer.
La chica fue en busca del pedido y tan pronto lo obtuvo regresó. El rubio solo miraba fijamente hacia el escenario. Kloe admiraba y envidiaba la inmensa devoción que él profesaba por Elena.
–Aquí tienes – exclamó ella mientras situaba el vaso frente a él de manera amable.
–Gracias… – susurró y ella se dispuso a salir de ahí de manera instantánea antes de que sus nervios se quebraran.
–¡Kloe! – la llamó antes de que se marchara. En su estúpida imaginación deseaba que gritara su nombre con fuerza, con el sentimiento de un corazón que enardece de amor por ella.
–¿Se te ofrece algo más? – cuestionó ella mientras le dirigía una mirada incrédula.
El rubio sonrió.
–Estuviste estupenda esta tarde en “Shake Shake”– La castaña solo sintió como el rubor en sus mejillas se disparaba a mil por hora, su cara le ardía.
–Gr…acias, vomité toda la tarde, pero gracias – expresó ella.
El rubio se carcajeó ante ese comentario.
–No he olvidado nuestra apuesta, pronto te invitaré a algo que quieras – le guiñó el ojo mientras ella comenzaba a retroceder despacio hasta que se sintió chocar con un cliente del lugar, despabiló, pidió disculpas y salió de ahí.
Se quedó completamente estática mirando al imbécil rubio suspirar por esa mujer, dio la vuelta y suspiró también… después de todo ese ya era su pan de cada día.