Dasha entró al camerino. Tenía un vestido entre sus manos. Y la miraba llena de complicidad. –Estoy harta de verte suspirar por ese estúpido rubio, y que el idiota suspire por Elena – le sonrió. Kloe solo quedo paralizada ante ese comentario. La tomó del mentón e hizo un mohín. –Tengo que depilarte las cejas– exclamó. –Y darme prisa – miró su hermoso reloj. –Ese vestido no va a entrarme – exclamó viendo lo estrecho que era. –Niña te subestimas tanto, mi ojo no falla, claro que entrarás en él – sonrió con malicia. Se miró al espejo y no pudo reconocerse. Dasha le había puesto una peluca negra que le llegaba un poco más arriba de los hombros, tenía un flequillo en la frente muy diferente al suyo. Un maquillaje con juegos de humos: oscuros, grises, blancos con brillos. Sus ojos se veían m