Cuando finalmente llegamos al palacio, Peeters nos estaba esperando en la puerta principal, al vernos no esperó siquiera que el auto se detuviera por completo antes de lanzarse a abrir la puerta de la Princesa. —¡Alteza! ¡Qué alegría verla bien! Nos tenía tan preocupados, no sabe cuánto estuvimos rezando por su recuperación —exclamó el hombre abrazándola de inmediato. Vi aquella escena con algo de celos, él y Chlöe eran los únicos que parecían tener permitido tocarla con cierta libertad, yo moriría por tener ese derecho. Aunque, claro… En los últimos días no es como si me hubiese mantenido al margen. Recordé con cierto toque agridulce cómo pude tenerla unos minutos entre mis brazos esa tarde, o cómo sostuve su mano la noche anterior... Me sentía como un chiquillo de siglos pasados, feli