Luego del grito, lo que siguió fue un gruñido rabioso y un nuevo golpe, para luego darle lugar a un completo y aterrador silencio del otro lado de la puerta. Con gesto contrariado, Vermeulen se inclinó hacia esta, intentando escuchar algo más pero tres segundos más tarde ambas puertas se abrieron de par en par y lo que vimos nos dejó perplejos a todos. El Rey, gruñendo y maldiciendo como un demonio... sin descanso, se cubría el rostro con ambas manos… mientras la sangre se filtraba entre sus dedos y goteaba por sus brazos. Sus escoltas se apresuraron a asistirle, pero él se sacudió con violencia cuando lo tocaron. —¡Necesito que llamen a un maldito doctor! ¡Esa asquerosa perra me ha roto la nariz! ¡Quiero que la encierren en su puta habitación! ¡Que no salga hasta que yo lo ordene! —voci