Abrí la puerta y me encontré en un salón donde nunca antes había estado, pero que al mismo tiempo me resultaba familiar, como si hubiese estado ahí antes. Todo estaba sumido en las penumbras pero luces parpadeantes desde el exterior iluminaban el lugar. «¿Truenos?», pensé confundido, mientras examinaba mejor el lugar. Los ventanales estaban abiertos de par en par, dejando que los vientos salvajes de la noche revolotearan las cortinas e hicieran estragos en el interior, parecía que de un momento a otro las cosas empezarían a caer al suelo. «¿Por qué han dejado los ventanales abiertos?», me cuestioné otra vez. Pero luego comprendí que no estaba en el palacio, aquellas paredes no estaban cubiertas con papel tapiz lujoso, y los muebles eran de madera común y corriente. Era un sitio con cla