No sé durante cuánto tiempo estuve contemplando aquella jod!da carta, ni el número total de veces que la leí, solo sabía que cada una era peor que la anterior... La sentencia se sentía más eterna.
—¿Escolta de Genevieve? —pregunté en un siseo bajo, la cólera me estaba dejando sin voz, pero debía intentar mantenerme sereno.
—La Princesa Genevieve —me corrigió Mara en tono de advertencia—, de ahora en adelante debes ser extremadamente cuidadoso al hablar y pulir tus modales para con La Corona; el Rey Gerolt es bastante delicado con ese tema, no le gusta que los empleados se tomen mucha confianza.
—Mara... ¿Puedes dejar de lado tu papel de Directora del Servicio de Seguridad Nacional y, por favor, explicarme por qué, luego de ser un héroe nacional y todo eso por lo que tanto me aplaude, ahora debo ser niñero de la princesa?
La miré fijamente y no perdí detalle en cómo frunció los labios y suspiraba antes de responderme.
—Bueno, Jensen… Supongo que como ciudadano trabajador y pagador de impuestos de esta nación habrás notado que la economía no está fluyendo como debería y eso ha tenido a ciertos grupos radicales bastante activos en los últimos meses.
Lo que me decía no me sorprendía ni un poco, el país llevaba ya casi un año sumiéndose en una inflación que no se había visto en años, y el pueblo no estaba contento, como era de esperarse; y para nadie era un secreto que aunque el Parlamento tenía la potestad de aplicar las políticas económicas que por consenso decidieran, aun así decidían seguirle la corriente a cuanta sugerencia ridicula saliera de la boca de Gerolt, y por desgracia, este había resultado ser un rey bastante blandengue, y todo iba muy al estilo de Luis XVI de Francia, solo que en lugar de una María Antonieta, él tenía a Loélia Baumgartner, que irónicamente también era austriaca.
Para la gente era bien sabido que al Rey y a su flamante nueva esposa les gustaban mucho las fiestas, las tenían casi todos los fines de semana y se jactaban de ello, mientras que los ciudadanos de menos recursos tenían que empezar a elegir entre comer, vestir o pagar servicios... La popularidad del put0 Gerolt estaba por los suelos, si esto fuera el Medievo, al hombre le lanzarían piedras y excremento al verlo por la calle.
—Eso no explica por qué la reubicación, Directora Hendricks —argumenté, agitando la carpeta entre mis manos, ya me estaba haciendo enojar.
—El palacio ha recibido varias amenazas, dirigidas principalmente a la princesa, supongo que en algún intento de represaría contra el Rey —sacudió sus manos—. Es lo que supone la oficina de seguridad del Palacio; así que este solicitó al Ministro de Defensa que asignara al mejor activo del país para proteger a su hija, y luego de tu proeza durante el atentado al Ministro Veenstra… Ese resultas ser tú. —Me sonrió como si debiera sentirme halagado, cosa que me enfadó más—. Eres el león más salvaje de la sabana y necesitamos de tus habilidades en caso de presentarse algún incidente, solo tú podrías protegerla realmente.
Cerré los ojos y me llevé la mano derecha al hueso la nariz mientras procesaba la información, mientras mi mente se llenaba de imágenes de tres meses atrás cuando al salir de la cumbre de la Unión Europea en Bruselas, fuimos interceptados por un grupo de hostiles que abrieron fuego contra el Ministro. Mi compañero fue abatido por un impacto en la cabeza y yo recibí un disparo en el hombro izquierdo, pero aun así pude maniobrar contra el suelo para poner a salvo a Veenstra y eliminar a los dos tiradores.
Eso me había valido un par de condecoraciones entonces… y ahora la sentencia firmada en la carpeta entre mis manos, que a ojos del mundo debería ser un gran honor, no había mayor prestigio para alguien como yo que servir directamente a la realeza, pero no para mí; al reubicarme en Huis ten Bosch estaban coartando mi libertad, y como bien lo había dicho Mara… Yo era un león y ameritaba estar a mis anchas, pero eso jamás pasaría si debía atarme a los protocolos de la Guardia Real.
—¿Esto por cuánto tiempo será? —pregunté finalmente en medio de una profunda respiración.
No era tonto, sabía que no había nada que yo pudiera hacer para librarme de aquello. Era una orden real y no me quedaba más que simplemente estar ahí cuando me lo solicitaban… Cuidando de la niñita mimada del reino, porque si bien Genevieve era un poco más popular entre los ciudadanos que su padre, la futura reina no era precisamente santa de mi devoción.
A la Princesa se le acusaba de prepotente y narcisista, lo cual importa poco cuando solo la vez en televisión, pero cuando debes convivir con ella a diario... Es un gran mald!to problema.
—Por ahora indefinidamente —respondió Mara devolviéndome a la realidad—, necesitamos localizar y neutralizar la amenaza antes de bajar la guardia, así que…
—Hasta que no tengas sus cabezas en un pica yo debo pisarle los talones a Genevieve, entiendo —concluí por ella.
—Correcto, pero te repito, Jensen… Es la Princesa Genevieve, te dirigirás a ella como su alteza o su majestad —advirtió con mirada penetrante—. Sé que no es lo que querías, y estoy al tanto de que esperabas unas vacaciones, pero te aseguro que aunque ahora no lo veas, esto es un gran honor, y la paga no está nada mal, eso te lo aseguro... ¿Hans cómo sigue?
Tensé la mandíbula al oírla, la mención a mi padre me resultó ofensiva y un golpe bajo viniendo de su parte, uno nunca se espera un chantaje por aparte de un viejo amigo, pero claro… Yo estaba ante la Directora General del Servicio de Inteligencia, ahí no se llega siendo empático y considerado con los demás, mi amiga… Mi amante en los años de academia, había quedado atrás, y de la mujer que tenía enfrente... debía esperarme cualquier cosa.
—Papá está bien… Mejorando, al menos; terco como una mula y con una nueva y muy molesta adicción a las carreras de caballo, mis domingos libres son solo días buenos para ir al hipódromo, según él. Por suerte solo debo sentarme y verle pelear con otros ancianos por culpa de Bebita Canela o como sea que se llame su condenada yegua favorita... Que nunca gana, por cierto, solo le hace perder el dinero de la pensión. —Puse los ojos en blanco cuando Mara rió.
—Eso significa entonces que tendremos a ese viejo carcamán un par de años más en nuestras filas —exclamó sin dejar de reír.
—Eso espero, lo cierto es que desde que se jubiló no he podido pasar mucho tiempo con él.
—Bueno… —Mara unió sus manos sobre el escritorio—. No voy a prometerte nada aún, pero creo que puedo conseguirte un apartamento más espacioso, para cuando te instales en tu nuevo puesto, así te lo puedes llevar contigo y pasarían más tiempo juntos.
Reí con una carcajada muda mientras sacudía la cabeza, aquella era la idea más ridícula que le había oído pronunciar en voz alta desde que la conocía.
—Primero botas a su hijo y luego vuelves a su vida ocho años después para obligarlo a mudarse a La Haya… En serio quieres que el viejo te odie, ¿no?
—Ese es un muy buen punto, Hans primero se vuela los sesos antes de dejar Ámsterdam —concedió Mara haciendo un puchero—. Ni modo, cruzaremos ese puente un poco más adelante, por ahora necesito que conduzcas hasta La Haya, y te reportes en Huis ten Bosch con el Agente Van der Velden, él te pondrá en línea con las normas del palacio.
—¿No me vas a dar ni siquiera un día para hacer las maletas y arreglar mis asuntos?
—Oh… ¡Vamos, Jensen! Que ni tú ni yo somos primerizos en estos rodeos. —Exclamó con burla—. Te presentaste aquí sabiendo que la reubicación era una posible opción, y apuesto mi salario de un año a que en tu maletero llevas todo lo que necesitas y tus asuntos los arreglaste anoche antes de irte a la cama —concluyó con ironía.
Nos miramos fijamente en silencio por un par de segundos antes de que yo desistiera y resoplara poniéndome de pie.
—De acuerdo, supongo que es todo entonces, Directora Hendricks. —La saludé como el protocolo exigía y eso le hizo poner los ojos en blanco.
—Hasta pronto, Jensen… Te deseo mucha suerte.
Salí de la oficina sin decirle nada más y ante la ausencia de la secretaria me permití un momento de libertad para resoplar de frustración, dejando salir toda mi molestia de una vez, porque de ahora en más no podría abrir la boca a menos que me lo indicaran... ¡Qué molesto!
—Condenada Princesa Genevieve —chisté entre dientes mientras caminaba hacia el elevador, para reportarme a mi jod!do nuevo trabajo.