SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

1827 Words
CAPÍTULO 5: SENTIMIENTOS ENCONTRADOS Eliza. —Señorita, Foster. Buen día —un hombre, mensajero del palacio me saluda. Sé que es mensajero del palacio porque trae un broche de flor que lo identifica como alguien leal al palacio, todas las personas que trabajan directamente con el Rey o la Reina portan uno de ellos. También lo hacen las personas que trabajan para el heredero al trono. —Buen día, ¿puedo servirle en algo? —pregunto recién comenzando a ordenar mi puesto en el mercado. —Requieren de sus servicios en el palacio —dice el hombre —. El príncipe Sebastian, heredero al trono, necesita un tutor de español. —¿El príncipe Sebastian? ¿Él es quién necesita tomar clases de español? —evito que la molestia se note en mi voz, pero no comprendo por qué Sebastian me necesita. Ya le dejé muy en claro que no quiero volver a verlo nunca más y que su regreso no fue algo que yo estuviera anhelando. Ha sido una desgracia, tanto para mí como para el reino, porque él no sabe cómo ser digno de una corona. —Así es señorita. —Lo siento, pero no me interesa… —Se le pagará 10 libras por dos horas de clase diarias —dice él interrumpiendo mi deseo de negarme al trabajo. —¿10 libras cada día? —pregunto con los ojos muy abiertos. Eso es lo que gano en una semana. —Así es, el príncipe requiere de sus servicios pronto y ha dispuesto de ese p**o para conseguir al mejor. —¿Quién dio la orden de buscarme explícitamente a mí? —Lo hizo el Vizconde Alexander Montague, señorita. Asiento… Así que es probable que ninguno de los dos sepa que la persona que han requerido en el palacio sea yo. Es mucho dinero y son solo dos horas al día. Es perfecto en este momento para mí, me ayudará a liberarme de las cargas que tengo en este momento y podré pagar medicinas mucho mejores para mí madre. —Dígale a su alteza, el príncipe Sebastian, que estaré en el palacio a las 7 de la mañana en punto y que, como es una persona tan importante, le he dado la mejor hora de mi agenda. El hombre muestra una sonrisa un poco tensa y yo sonrío en grande. —La pasaré a buscar en su morada y la llevaré hasta el castillo. —Oh, no se preocupe, yo sé llegar al palacio por mis propios medios y estaré presente a la hora ya mencionada. El hombre asiente. —Gracias, estamos encantados por aceptar. El hombre se despide y yo le sonrío y poco después de su partida, yo salgo corriendo en busca de Lenna. Esto debe saberlo primero ella. Las malas miradas de las personas a mi alrededor no se hacen esperar y es que es poco educado que una señorita como yo, corra por el lugar como un alma en pena en busca de consuelo. El papel de mujer recatada y sumisa mejor se lo dejo a las ladies a quienes se les nota a leguas la desesperación de conseguir un lord, un vizconde o incluso, a alguien de la realeza. Ahora que entre los hombres de la realeza, el único soltero y joven es Sebastian, supongo que es al único al que caerán como buitres. —¡Lenna! —exclamo levantando mis brazos cuando la veo a lo lejos, ella me mira y sonríe, levantando una de sus manos y saludándome. —¿Qué sucede, querida? ¿Por qué suenas tan alegre? —pregunta ella mientras carga consigo unas telas, Lenna es aprendiz de costurera y es muy buena, le auguro un muy buen futuro. —¿Ya sabes de las buenas nuevas? —Cuéntame —le pido, sabiendo que lo que sea que tenga por decirme no será mejor que lo que yo tengo por decir. No importa tener que verle la cara a Sebastian día tras día, puedo soportarlo solamente para ver a mi mamá levantándose de la cama en la que mantiene casi todo el día postrada. 50 libras a la semana nos darán una mejor vida, ella va a estar bien y no hay nada mejor que verla sana y fuerte, como en años pasados, cuando a pesar de las adversidades, mamá era una reina. Y si, no me refiero a una reina realmente, no una que lleve corona y se pare erguida frente al pueblo a soltar sandeces, en cambio, mi madre es una reina por lo que es ella, por su corazón. Por el amor que me ha dado y por todas las enseñanzas que me ha dejado. Para mí no existe mejor reina que ella y ni siquiera hace falta que tenga corona para ganarse ese puesto. —El príncipe Sebastian se comprometió con Lady Isabella Cunningham y se rumorea que el matrimonio será llevado a cabo en dos meses. Sucederá una boda real, después de 35 años que llevan de matrimonio el Rey y la Reina, por fin se celebrará una boda. ¡Vamos a tener mucho trabajo! Exclama ella, sonriendo llena de felicidad. La sonrisa que tiene en su rostro a mi me deja con la boca abierta. —¡¿Qué?! La sonrisa de Lenna se borra de inmediato y jadea, mis labios han de estar muy abiertos al igual que mi boca. —¡¿Se va a casar?! —siento que algo ha entrado en mi pecho y ha estrujado mi corazón. Ayer… Ayer me besó… Yo… Siento que la sangre ya no llega a mi cerebro y debo aferrarme con fuerza de mi amiga para no sucumbir al deseo que tienen mis piernas de fallar. —¿Eliza, qué sucede? —pregunta mi amiga, dejando las telas sobre una canasta y acercándome a una butaca para que yo tome asiento. —¿Va a contraer matrimonio con Lady Cunningham? —pregunto sintiendo que la voz me tiembla. ¿Qué pasa con los reclamos de ayer? ¿Con el enojo que llevaba para que me dijera aquellas palabras? Me hizo sentir culpable por acciones que yo no cometí, hizo que me sintiera muy mala por olvidarlo cuando él fue el primero en olvidarse de mi. —Por dios, Eliza. Aún lo amas —los ojos se me llenan de lágrimas mientras niego con la cabeza. —No, ya no lo amo —respondo, aunque el hecho de que mis voz falle, una lágrima baje por mi mejilla y mi corazón parezca estar cerca de fallar indican lo contrario. —Amiga, lo siento. Me habías dicho que no sentías nada por él, pensé que lo odiabas. Trato de calmar mi respiración mientras mi mirada se pierde entre el suelo. No lo puedo creer… Sabía que algún día pasaría, me esperaba volver a verlo cuando fuera un anciano lleno de nietos y en aquel momento ya no me dolería, me parecería tierno y diría que me hacía bien verlo feliz después de tantos años. Pero ahora no me hace ningún bien saber que el único hombre que he amado en mi vida se comprometió con Lady Cunningham. ¡Lady Cunningham! Es que no sé si lo que más me sorprende es que sea con ella o que sea en sí el hecho de que en dos meses contraerá nupcias con ella. —Eliza, dime algo. Me tienes hecha un manojo de nervios. Trago saliva con fuerza, mientras en mi mente pasa como una cinta de película todo lo que viví con él y también todos los días, meses y años en los que pasé sin su compañía. —Me citaron en el palacio para ser tutora de español, el p**o diario es muy bueno. Podré por fin comprar las medicinas de mi madre y ayudarle mejor. Lenna parpadea varias veces, no comprendiendo el cambio repentino que he tenido. —¿En el palacio? —pregunta ella. —Le daré tutorías a Sebastian, tendré que verlo día tras día durante las próximas semanas para poder recibir el dinero necesario… Lo voy a tener tan cerca, sabiendo que está comprometido y que tan solo ayer pudo ser capaz de besarme y no… —¡¿Te besó?! —exclama ella con los ojos muy abiertos. —Oh, por dios… —Te pido que guardes discreción de esto, Lenna. No puedes decírselo a nadie, eso fue un error. Yo no sabía que tenía planes de contraer matrimonio. Paso las manos por encima de mi vestido, nerviosa. Lady Cunningham es una mujer joven, es hermosa, pero es muy cabeza hueca, siempre ha estado bajo el ala de sus padres, siendo la consentida de estos. Nunca en su vida ha tenido que laborar ni saber que es pasar noches enteras sin saber qué deparará el día de mañana. Mujer afortunada en cuna de oro. Qué no sabe lo que es vivir realmente. Una mujer que se verá perfecta haciendo absolutamente nada en el trono, pero tan poca merecedora de Sebastian. —Debo irme. Dejo a mi amiga llamándome, exclamando mi nombre a los cuatro vientos, pero yo sigo derecho, camino a casa. En este momento solo hay un lugar en donde pueda estar y solo hay una persona que puede hacer que mi corazón deje de sufrir un poco. Regreso a casa, a darle la buena noticia a mi madre de que he conseguido un mejor trabajo que podrá pagar sus medicinas. No le digo con quién trabajaré, omito ese pequeño detalle para que no se preocupe por nada. Tengo que dejar a un lado el corazón para poder centrarme en lo que realmente importa y es el bienestar de mi madre. Veré a Sebastian, pasaré dos horas diarias con él, tendré que verlo a los ojos sabiendo que mi corazón aún anhela el suyo y deberé ocultar que no me afecta que ahora su amor pertenezca a otra mujer. No puedo darme el lujo de rechazar esta oferta laboral solo por cobarde. Debo encerrar mis sentimientos en un cofre y confiar en que pasar tiempo con él no hará que mis deseos se intensifiquen. Tengo que recordarme cada día que nuestro amor ya terminó. Que la llama se extinguió y jamás se encenderá de nuevo. Que ahora Sebastian será el nuevo Rey y no hay manera de que una plebeya como yo pueda conquistar su corazón. Una mujer como Lady Isabella Cunningham es la mujer perfecta para acompañarlo al trono. Y no, no me estoy rindiendo. Es que nuestros mundos son muy distintos y mientras él juega a ser el rey, yo seguiré desde abajo luchando por los derechos que tenemos los ciudadanos del pueblo y por levantar la voz bajo los sueños que tenía el príncipe Oliver para nosotros. Es hora de que el fantasma del príncipe Oliver guíe mis pasos, porque ahora que Sebastian no tiene el apoyo del pueblo, debo lograr que confíen en mí para así llevar a cabo más beneficios.
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