Capítulo 5

1991 Words
—Oh, no, es la voz de mi mamá, debo irme, antes de que me descubra —le digo, tomando mi bolso. Pero antes de irme, me regreso para darle un beso en su mejilla. Me alejo de él, pero antes de cruzar la puerta que va hacia dentro, volteo mi rostro para echarle un último vistazo y allí está el, con su mano sobre la mejilla, con cara de tonto. El levanta su otra mano, para decirme adiós, yo le sonrió y también le digo adiós, saliendo de allí. Al llegar frente a mi madre, algo agitada por los nervios me pregunta. —¿Tu dónde estabas? desde hace rato no te veía. —Estaba botando la basura, para el patio de atrás —es lo primero que se me ocurre decirle. —No sabía que teníamos un patio trasero, ¿y de qué tamaño es? —me pregunta con curiosidad— allí podríamos hacer un parque para los niños. Inmediatamente pienso en Mathias y su hermana, quienes están allí en ese momento. —No mamá, no querrás ir a ese lugar, es el lugar donde se pone la basura, y está muy apestoso, las moscas se podrían parar en tu hermosa blusa blanca —le respondo para persuadirla. Mi madre arruga su rostro en señal de asco, y me responde —Entonces no te acerques a mí, podrías pegarme muchos gérmenes —dice dando un paso hacia atrás— en cuanto lleguemos a la casa te duchas, no quiero que te vayas a enfermar. Asiento con mi cabeza, mientras miró hacia atrás, observando a Mathias que sale del lugar, con Francis tomada de la mano. Sonrió al verlo y al recordar ese beso que me ha dado en la mejilla. Durante el resto del día no dejo de pensar en ello, suelo sonrojarme de vez en cuando, y reír a solas. —¿Qué tienes? ¿de qué te ríes? —me pregunta mi hermana, la del medio, mientras cenamos en la casa. —De un chiste que me contaron en la mañana —le respondo colocando un rostro serio. —¿Ah sí? y ¿por qué no nos lo cuentas? —responde de mi padre al escucharme, a mi tambien me gustaría reírme un rato. —Está bien —le respondo mientras pienso «Dios mío, ¿y ahora, que chiste les digo... haber cuenta uno... cuenta uno...» sin que se me ocurra nada. —Entonces, ¿cuál es ese chiste tan gracioso? —repite mi padre. Todos se quedan viéndome a la espera de lo que les voy a decir. —¿Cómo se queda un mago después de comer? —les pregunto. Inmediatamente todos piensan y se miran a las caras, sin saber la respuestas. —No lo se, Haber ¿Cómo queda? —pregunta mi padre. —Magordito —le respondo. Todos se quedan en silencio por unos segundos. Cuando de pronto mi madre interrumpe el silencio, contando todo lo que ella había hecho durante del día en el albergue. Le encantaba hablar sobre eso, su rostro se iluminaba cada vez que hablaba sobre cómo ayuda a esa gente tan necesitas. En ese momento yo respiro profundo, y dejo mis pensamientos dentro de mí, sin reflejar los en mi rostro. Al terminar, subo a mi habitación, busco en uno de los cajones de la cómoda mi diario, el cual siempre coloco en el tercer cajón de abajo, debajo de mi ropa interior, al final. Allí sé que nunca nadie lo va a encontrar. Lo saco y me tumbo sobre la cama para escribir mis pensamientos. "Queridos diario, hoy un chico muy lindo me dio mi primer beso. ¡Bueno! no es tan primer beso, aunque fue en la mejilla, fue el primero que he recibido del chico que me gusta, así que cuenta como primer beso. Nunca había sentido algo así en mi vida. ¿Me estaré enamorando? No sé cómo se siente estar enamorada, dicen que hay mariposas en el estómago, pero ¿cómo se si las llegó a sentir? ¿será que tengo que buscar en Google?. Él es un chico muy lindo, si mi mamá me descubriera me mataría, ver a una de sus hijas mezclada con alguien como él, es lo último que ella quisiera ver. Pero a mí no me importa, ya que es un chico muy sencillo, el cual me quiere como soy y no por lo que tengo. No dejo de reír al recordar sus labios tocar mi mejilla" Me recuesto boca arriba sobre la cama, colocando mi mano sobre la mejilla que me beso «creo que me gusta Mathias» es en lo que pienso antes de quedarme dormida. Los días pasan, y veo a Mathias dos veces a la semana, pero si tenía suerte de convencer a mi madre de no ir a alguna de mis clases extras, podía verlo tres veces. Cada día mi corazón saltaba de alegría al verlo, siempre esperaba que llegará el día en que pudiera verlo y hablar con él. En nuestro tiempo juntos, reíamos, jugábamos, era el momento perfecto del día. Estar con él y con Francis era algo que disfrutaba, mucho más que ir al cine con mis hermanas. Seco las lágrimas que no paran de salir de mis ojos, la tristeza me está desgarrando por dentro, cojo una de las toallitas que tiene la maquilladora dentro del estuche y seco mi rostro. En ese momento entra mi amiga Gloria, A quien le digo Glori. Esta al verme, le pasa seguro a la puerta, ella es la única persona en el mundo a quien le cuento todas mis cosas, mis locuras, mis angustias, y en este caso, mi dolor. —¡Oh Amiga! no me gusta verte así, tu solo pídemelo y nos vamos de aquí en este mismo instante —me dice acercándose a mí, y tomando mi mano. —No amiga no puedo, tu sabes que esto es lo que debo hacer —le respondo ente lágrimas. —Nadie debe pasar, por lo que estás pasando. Tienes todo mi apoyo si lo que quieres es huir. —Si no lo hago, mi padre morirá, sabes que no tenemos el dinero para pagar su operación. Además ellos nos van ayudar a salir de la situación tan precaria en la que estamos. —¡Tu madre solo te está vendiendo!, o ¿acaso no lo ves? no es justo que la vieja esa haga algo así contigo —me responde furiosa— ella te manipula, no entiendo por qué la dejas hacer eso contigo —suelta mi mano para tomar una toallita y secar mis lágrimas— No me gusta verte así —sus ojos se empañan. —No digas eso, ella solo quiere lo mejor para mí, y muy dentro de mí, sé que con Richard todo va a estar bien —Le digo limpiando mi nariz. —¿Lo mejor para ti?, será lo mejor para ella, si la vieras como esta allá fuera, exhibiéndose como pavo real, sin importarle para nada tus sentimientos —me dice arrugando toda su cara— ¿Pero qué hay de... —Cállate, no te atrevas a decir su nombre. Pensar en él, es lo último que quiero hacer el día de hoy, por qué si lo hago, no creo que llegue al altar. —Entonces hazlo, por qué si es así, quiere decir que tu corazón está con él y no con Richard. Sé que él te ama tanto como tú lo amas a él, lo he visto en sus ojos. —Ya basta, por favor, Glori, no quiero seguir escuchando eso de ti, por favor, en este momento necesito una amiga que me apoye, no que reproche mis decisiones —le digo con un tono de voz molestó. —Porque soy tu amiga, es que te digo las cosas, porqué te quiero, y quiero que tú puedas ser tan feliz como lo deseas. —me dice viéndome fijamente a los ojos. —Entonces si me quieres ayúdame a arreglar mi maquillaje, que se me corrió con las lágrimas, debo verme perfecta para Richard. Glori calla, me ve en silencio y me ayuda arreglarme, ella sabe que no hay nada que pueda hacer o decirme para cambiar de opinión, la vida de mi padre depende de esto, y ha no hay vuelta atrás. Me levanto para tomar el vestido para colocármelo. Glori no dice ni una sola palabra, pero en su rostro puedo observar que no está de acuerdo con lo que voy hacer. Pasan los meses, y el cariño que siento por Mathias va creciendo y va cambiando, ya no lo veo como un amigo, sino como alguien más, que poco a poco se ha ido metiendo en mi corazón. Pasa el tiempo ya tenemos dieciséis años los dos. Ya mi madre no trabaja en el albergue, pero yo continuo yendo, pues es el único lugar donde puedo ver a Mathias. Un día llega el muy desesperado a buscarme. —Por favor Alba, tienes que ayudarme, desde hace días Francis está muy mal, empezó con vómitos, pero está muy débil, no sé qué hacer. —Ya va, ¿Qué necesitas? —le pregunto al verlo tan angustiado. —Primero, por favor, no le digas a nadie, tuve que huir con ella, ya que si la llevan al hospital, se enteraran de que no tenemos padres y nos separaran, y no quiero que esto pase, así que debes prometer que no le dirás a nadie en donde estamos. Por favor. —Está bien, te lo prometo, pero dime ¿dónde está? —Antes de ir, necesito que me consigas algunos medicamentos para la fiebre, y un poco de caldo de sopa para darle. —Está bien —le respondo, e inmediatamente voy a buscarle algunos medicamentos, qué consigo meter en mi bolso, escondida de los demás. Mathias me lleva a ver a Francis, ellos están no muy lejos del refugio, metidos en una fábrica abandonada. Me lleva hasta una de las oficina desocupadas y allí está Francis, recostada sobre sobre unos cartones, a los cuales le ha colocado ropa extendida, para hacer la función de un colchón. La llegar, me agachó a su lado, y toco su frente con el dorso de mi mano. Su frente está muy caliente, le ayudo a darle algo de sopa, y saco un paño el cual mojo, para colocar en la frente de Francis y así poder bajarle la temperatura. —¡Mathias, Francis está muy mal, hay que llevarla a un médico. —No, Alba, prometiste que no lo harías, lo único que necesita Francis es descansar, y estar cerca de mí. Me quedo callada, a pesar de que no estoy de acuerdo con eso, pero los quiero tanto a ambos, que accedo ante su petición, y me quedo callada. Pasan los días, Francis mejora por momentos, pero luego vuelve a decaer, está situación me ha tenido en desvelo, ya que siento que puedo ayudar muchísimo más, si le digo a alguien sobre ello, pero si lo hago, podría perder la amistad de Mathias, y es algo que no quiero que suceda. Hasta que llegó el día en que todo cambio. Ese día, al salir del colegio, le digo a mi madre que me quedaré hacer unas tareas. Al ver que está se va en el auto, me escapó, para ir a ver a Francis. Al llegar, me inclino para hablarle. —Hola Francis, soy yo Alba ¿cómo te sientes? —le pregunto tocándola. Puedo sentir su temperatura un poco alta —Francis ¿me estás escuchando? soy Alba —pero ella no me contesta, tiene sus ojos cerrados, y su respiración se siente lenta. «debo hacer algo o Francis morirá, y no puedo permitir que esto pase». Salgo corriendo del lugar, en busca de Mathias, pero no logro encontrarlo. Por lo que decido ir al albergue y buscar a la hermana Josefina.
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