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Un Encuentro Inesperado

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Blurb

El día más esperado de toda chica, también puede ser el más triste. Alba está a punto de casarse, los recuerdos vienen a ella, como una película esa mañana al levantarse. Recordando que desde el día en que conoció a Mathias, su vida cambio por completo.

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Capítulo 1
Me miró al espejo y no puedo creer que haya llegado el día. Llevábamos un año preparándonos. Este día que toda chica espera y sueña desde chiquita. Todo parece un cuento de hadas, mis suegros se han encargado de que todo sea perfecto para este día. La comida la hemos escogido en uno de los restaurantes favoritos de Richard, Le encanta la paella. Las flores que adornan el lugar, son las mismas que me dio en nuestra primera cita. —¿Estas segura de hacer esto? —me pregunta una de mis hermanas menores, mientras peina mi cabello. —¡Sí! por supuesto —Le respondo automáticamente, pues estoy perdida en mis pensamientos, y hecha un manojo de nervios desde anoche, lo que me ha causado tener un poco de ojeras junto a unos ojos hinchados. No puedo dejar de sentir nostalgia al recordar nuestra historia y como empezó todo. Fui criada por unos padres estrictos, que siempre me inculcaron el valor del estudio desde pequeña. Siempre estuve en diferentes actividades además del colegio, siempre había estado ocupada, nunca pude ser ese tipo de niña que podía pasar un día en casa, jugando solo con sus muñecas. Del colegio salía todos los días al medio día, de allí iba a mis clases de natación, las cuales me encantaban, poder jugar en el agua me relajaba y me hacía sentir de alguna manera libre, mi profesora de natación era muy linda y siempre nos dejaba jugar un poco antes de terminar cada clase. Después de unas dos horas de natación, iba a mis clases de inglés, las cuales odiaba, ya que eran con la señora Matilde, la típica viejita de anteojos, que te regañaba si hacías algo malo, siempre estaba muy seria, y con aspecto molesto, hoy en día me preguntó si tendría algún problema familiar o si sería una mujer solitaria, su mirada parecía estar triste, pero esto se escondía detrás de una cara muy seria, la cual siempre me inspiró desconfianza. Al pasar de los años, fui cambiando de actividades. Cuando fui entrando en la adolescencia, recuerdo haber tomado clases de piano, con mi querido Sebas, el siempre fue muy extrovertido, una gran músico de manos suaves y talentosas, lleno de pasión por la música, un hombre con extra de paciencia, ya que se esmeraba por enseñarme a mi, que nunca tuve talento para la música. A pesar de que aprendí a tocar el piano a la perfección, me llevo mucho tiempo aprender a llevar un ritmo, pero con su ayuda pude dar varios recitales en mi escuela y en alguna que otra reunión de familia, que hacían mis padres en la casa. Me encantaba verlo tocando el piano, un hombre muy dulce y delicado, tenía brazos fuertes y una sonrisa encantadora, siempre sentí celos de su novia, la cual era profesora de Violín y trabajaba en la misma escuela de música que el. Diría que fue mi primer amor platónico, cuando iba a sus clases, que eran tres veces a la semana, siempre trataba de lucir lo más bella que podía ser, colocándome perfumes y algo de maquillaje cuando lograba esconderme de mi madre. Aunque nunca se dio cuenta, mi corazón latió por el un par de años. —¡Alba! ¡Alba! —escucho una voz que me hace regresar otra vez a mi realidad. —La maquilladora ha llegado —me dice la mujer que mis suegros contrataron para organizar todo. A la habitación entra una mujer bajita, con el cabello muy bien alisado y maquillada, vestida de uniforme n***o con un maletín. Esta pone sus cosas encima de la mesa, que está en frente de mí, tapando mi visibilidad, y empieza a sacar las cosas de allí. Lo que me hace recordar a Mathias pensando en el día en que lo conocí. Un día, estaba en la iglesia con mi madre, ya que ella me obligaba a ir, junto a mis hermanas pequeñas de nueve y siete años. No podíamos faltar ni un solo domingo, ya que mi madre era y sigue siendo una ferviente católica y amante de lo espiritual. Por lo tanto, nosotras debíamos ser como ella, nunca faltábamos al catecismo, ya que faltara el sería condenarnos a las pailas del infierno, o eso era lo que ella me decía cuando me negaba a ir. Ese día, el padre Ignacio le pidió a mi madre, que fuéramos a ayudar a un albergue de personas sin hogar, para repartir la comida. A mí madre le encantaba participar en las obras sociales, y no lo hacía por qué era una mujer caritativa, y humilde, lo hacía simplemente para poder alardear con sus amigas sobre ello, para que la vieran como toda una mujer de bondadosa y dadivosa, cuando en realidad, era una persona a la que le gustaba vivir de apariencias, y vanidades. Siempre teníamos que andar de punta en blanco, mi padre y ella, muchas veces peleaban y dejaban de hablarse por semanas, mientras que en público eran la pareja perfecta de lugar, todos querían ser como ellos, una pareja ejemplar. Me tocaba ir ayudar al albergue con mi madre. Ella me llevaba a mi sola, ya que mis hermanas eran muy pequeñas, y solo podrían entorpecer en ese lugar. Recuerdo que tendría unos doce años en ese entonces. Cuando llegamos al albergue mi madre en seguida tomo el control de todo, a pesar de que la buscaron para ayudar a repartir la comida, a ella le gustaba tener el control y mandar a todos como si fuera un capitán en el ejército, pero eso era algo que no me molestaba, ya que cuando ella estaba ocupada, no podía verme, ni estar tan al pendiente de mí, lo que me hacía sentir un poco más libre. Ese día, decidí ayudar en el exhibidor, sirviendo la comida. Me asignan la estación de la sopa, toda persona que venía con un plato hondo o alguna taza, incluso algún vaso, le podía echar un cucharón grande y profundo de sopa de res. Tengo ya casi una hora ayudando a repartir, cuando de pronto, se acerca a mí un niño algo delgado, con los cabellos largos pero acomodados, se veía muy bien aseado, no se parecía a otros niños de allí, que parecían que duraban días sin bañarse.

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